domingo, 1 de marzo de 2015

La costa de Croacia (I) Split y Trogir

Croacia se ha convertido en paraíso cercano en los últimos años. Dejando atrás las contiendas bélicas de las que fue escenario y su pasado como parte de la República de Yugoslavia, hoy se muestra al mundo como un nuevo país, casi desconocido pero magnético como pocos, con una historia que se remonta a mucho antes de la llegada de los romanos, una costa y unas playas de auténtica postal, y un futuro de lo más prometedor. 

He estado varias veces en el país, todas en escala de cruceros y puedo asegurar que no me canso de visitarlo. En esta ocasión nos vamos a centrar en dos ciudades que podemos hacer en una sola jornada, al menos para intentar tener una visión global de ellas, Split y Trogir

Contratando una excursión combinada para ahorrar tiempo con una agencia de la zona, ya que la distancia entre una y otra era considerable y el tiempo de la escala era un poco ajustado, pudimos visitar ambos enclaves.

Y nos pusimos en marcha hacia Trogir.



Trogir mantiene una fascinante tradición de 2.300 años de urbanismo. Su rica cultura mezcla influencias griegas, romanas y venecianas. La ciudad presume de poseer una enorme cantidad de palacios, iglesias y torres, así como una fortaleza en una pequeña isla cercana. En 1997 fue inscrita en la lista de ciudades Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.



El autobús nos dejó en un parking y caminamos un poco. Realmente Trogir es una isla unida al continente por un puente. La visita comenzó en la puerta de entrada de la ciudad. Después de andar un poco llegamos a la Plaza de Juan Pablo II, verdadero epicentro de la vida de la ciudad.
Aquí, aparte de la Catedral encontramos joyas como el Palacio del Rector que alberga el ayuntamiento, los restos de la iglesia de Santa María, la preciosa Loggia y la iglesia de San Sebastián con el reloj que se ha convertido en símbolo de la ciudad. 






La estrella sin duda es la Catedral de San Lorenzo, con una magnífica portada obra del maestro Radovan, que no dejó de recibir críticas furibundas de los fieles, ya que presenta a Adán y Eva completamente desnudos.

El edificio se construyó sobre una anterior basílica de la que aún quedan restos en el subsuelo. 

La torre mide 47 metros de alto y curiosamente está construida en tres estilos diferentes: gótico veneciano, renacentista y barroco. 



Trogir constituye un notable ejemplo de continuidad urbanística. El trazado en cuadrícula de las calles de este antiguo establecimiento insular se remonta al periodo helenístico. La ciudad fue embellecida con múltiples fortificaciones y edificios públicos y privados por sus sucesivos dominadores. Además de sus bellas iglesias románicas, cuenta con edificios renacentistas y barrocos excepcionales que datan de la época de la dominación veneciana.












Y con la misma volvimos a Split, y con ello a la visita más importante de la ciudad, el Palacio de Diocleciano.

El palacio se lo construyó con unos 5.000 esclavos muy rápidamente,  pero la ciudad romana creció a unos 10 km hacia el interior, ya que el palacio deba al mar (se entraba en barca). Ahora el mar ha retrocedido y hay terracitas y una avenida hasta la orilla.


La ciudad perdió importancia según caía el imperio, por lo que la gente se fue aglutinando alrededor del palacio, resultando así otra ciudad (Spalato).


Las hordas ostrogodas lo conquistaron y se alojaron allí, y así ha estado, habitado, desde entonces hasta ahora, por lo que se ha conservado es ese estado, con reparaciones y demás, pero en pie y entero.
Tenemos que fijarnos en las columnas y las casas totalmente integradas en la muralla.


Los bajos del palacio eran pilares, como los de Venecia, y con las reformas comentadas; para evitar humedades, los sucesivos pobladores del palacio fueron tirando escombros a esos bajos, con lo que ahora, que los están sacando, se encuentran con tramos de columnas, capiteles, sillares y demás, que en su día fueron 
basura y ahora van directos al museo.

La catedral está al lado del palacio y era un templo en el que Diocleciano se divertía torturando a los cristianos. De hecho, en su cripta, por la que pasa un arroyito, fue donde le sacaron los ojos a Sta. Lucía, y existe la tradición de coger agua de ese arroyo para lavarle los ojos a la gente con problemas de vista y otras dolencias oculares.











Por aquel entonces Dalmacia era una provincia romana, y Salona, su capital. A pocos kilómetros se encontraba Aspálathos, su nombre original hasta que fue bautizada como Spalatum, que se trataba de una entre las muchas colonias griegas, ahora romanas, alrededor del Adriático. Y sí, fue aquí, un lugar tranquilo, donde Diocleciano pensó en pasar el resto de sus días alejado de las turbulencias de Roma y mirando al mar entre las montañas de Kozjak y Mosor.





Un ex-emperador no podía descansar en cualquier lugar, y ya en el año 293 la construcción de un palacio había comenzado. Se levantó una estructura que se extendía 38.000 metros cuadrados y cuyo aspecto recordaba más bien a una fortaleza militar o castrum (tal vez por añoranza de los años como militar del emperador).




El palacio fue levantado con ladrillo de Salona y piedra caliza blanca proveniente de las canteras de la isla de Brac (tan famosa que también se utilizó para la construcción de la Casa Blanca estadounidense). Otros materiales se importaron para la decoración, como mármol fino o granito de Egipto. Pero sin duda, un lugar así necesitaba grandes cantidades de agua, así que fue construido un acueducto de 9 km de largo (aun se pueden visitar las ruinas) para proveer a las instalaciones desde el río Jadro a un ritmo de 1.500 litros por segundo. Cuando el palacio estaba listo para su estreno, exactamente en el año 305, Diocleciano se trasladó a vivir allí.


Murallas de 15 a 20 metros de alto eran las que encerraban la opulenta residencia, una de ellas dirigía su vista al mar para el disfrute del emperador, que antes de su abdicación ya se encontraba enfermo y necesitaba de algo como esto para su descanso.
En el año 310 Diocleciano moría, algunos lo unen a su enfermedad, aunque otros piensan que se suicidó al ver como la ambición podía con su tetrarquía. Después de su muerte, el palacio fortificado se convirtió en una fábrica de uniformes romanos y en el núcleo de la ciudad.


Salimos de nuevo al exterior, intentando seguir a la guía y aparecimos en un gran patio que daba a una de las calles.
El mausoleo de Diocleciano es en la actualidad la catedral de Split a la que se accede por los arcos del peristilo del palacio. El Peristilio conectaba con la Puerta de Oro, Porta Aurea o Seprtentrionalis, por la vía Cardo.
Seguimos andando y llegamos al Vestíbulo, que se supone que daba a los aposentos del Emperador. Es muy habitual que pequeños grupos de cantantes o grupos folklóricos den un pequeño recital a los visitantes. La verdad que la acústica es muy buena.


En la actualidad, las ruinas del palacio, muy bien conservadas, conviven con apartamentos, museos, hoteles, mercados, cafés, etc. formando un contraste único. Ver la ropa tendida, antenas o tejados variopintos “pared con pared” junto a las dependencias del antiguo palacio romano es cuanto menos interesante.
Pasaron los años, y con la caída del Imperio romano de Occidente en 476 Spalatum pasó a la división de Oriente, el Imperio Bizantino. Sin embargo, algo cambiaría el rumbo de la ciudad, en el 639 la invasión de Salona por parte de los ávaros y pueblos eslavos ocasionó una huida en masa de la ciudad, muchos acabaron en las islas cercanas, y otros vieron de la antigua y en ese momento desierta fortaleza un enclave perfecto para su protección. Convirtieron el lugar en una auténtica ciudad fortificada.



Hasta que llegamos al siglo X. Entonces los venecianos utilizaron su poder económico para ganar influencia, y lo cierto es que lo consiguieron controlando la zona en diversos periodos hasta que en 1420 obtuvieron la soberanía de Dalmacia hasta 1797. Durante este tiempo, la ciudad prosperó, y creció más allá de las murallas del palacio. Todavía en 1910, 2.000 personas de origen italiano vivían en la ciudad.



Salimos por la puerta oeste y nos encontramos con la estatua de Gregorio de Nin, obispo del siglo X, que fomentó el uso del croata en detrimento del latín que hasta entonces prevalecía en las misas.




Tras los venecianos, llegaron los franceses al mando de Napoleón, por lo que la calle Mormontova ahora llena de tiendas de moda,  fue llamada así en su honor. Después la ciudad recayó en dominio austriaco hasta que estalló la Primera Guerra Mundial; por aquel entonces la histórica Spalato sería bautizada como la renaciente Split de Croacia perteneciente al Reino de Yugoslavia para continuar su historia de la mano del resto de Europa por los conflictos ya más cercanos a nuestros días.








Y nos despedimos de esta ciudad con aires venecianos mientras nuestro crucero surca las aguas del Adriático escoltado en su singladura por veleros y barcos de recreo.









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