martes, 1 de marzo de 2016

Tailandia, el país de la sonrisa (I)

En el año 2004, visité Tailandia, un país al que, al menos, una vez en la vida, todos deberíamos ir. El caos de Bangkok, la tranquilidad de los fértiles campos, la espiritualidad que parece salir de la misma tierra, los olores y el colorido de los mercados... Todo parece mezclarse para darnos la sensación de estar en el paraíso terrenal, en un mundo aparte y sonriente.

 No tengamos miedo a las distancias, ni al tiempo, aunque para ser sincero tengo que confesar que después de casi 24 horas de avión, entre transbordos y aeropuertos, llegamos a la capital, Bangkok. Y sin dejarnos vencer por el jet lag nos echamos en brazos  de la ciudad para sentir su calor.
 
Ya paseando por sus calles, vimos estos pequeños templetes que se sitúan delante de las empresas y hoteles, con el ánimo de atraer la buena suerte y la prosperidad. La parte inferior se llena de exvotos e incienso y la superior de ofrendas de seda y flores.
Esta es la zona de mayor población de religión hindú, por lo que esta calle donde se sitúa el templo que vemos abajo, está llena de tiendas de ofrendas. En este caso collares de crisantemo, capullos de loto, jazmín, que simbolizan la belleza de las enseñanzas de Buda, y cuando se secan, la temporalidad de la vida.


 
Este es el templo hinduísta de Maha Uma Devi, fundado en la década de 1860. La fachada principal tiene 6 metros de altura y está rematada con una cúpula bañada en oro. Tanto los hindúes como los tailandeses rinden culto a sus dioses aquí, ya que en el budismo tailandés aparecen las deidades hindúes Siva y Ganesh, y los hindúes consideran a Buda una de las reencarnaciones de Visnú.



 
Esa primera noche, tras el paseo, fuimos a cenar a un restaurante  dedicado a la cocina Real thailandesa que ofrece especialidades como el pad thai kung (fideos de arroz salteados con camarones y trozos de tofu y salsa de tamarindo), pollo al curry rojo, crujiente de pato o pollo satay. Como se puede ver, la presentación exquisita....y el sabor: mmmmmmm

 
Aquí estamos saliendo de Bangkok hacia las afueras, por eso cruzamos el río Chao Prayá, que es muy turbio y de color terroso. Al fondo se puede ver la zona de Silom y Sathorn Thai donde están los edificios más modernos y los rascacielos más originales, como uno que tiene forma de robot.

 
Pasamos por una granja de orquídeas...
 
Este es el mercado de Damnoen Saduak, situado a unos 100 km al suroeste de Bangkok y que consiste en un laberinto de estrechos canales o khlongs.
 
Son principalmente mujeres, la mayoría vestidas con sus tradicionales camisas de granjero azules o "mobon" y sombreros de paja cónicos, las que reman en pequeños barcos de madera.

Esta foto me encanta, porque la cara de la señora es auténtica. De paso explico las frutas que son: de izquierda a derecha, fruta Dragón, bananas, piña pinchada en palitos, detrás pomelos, delante mangostanes ( una delicia), y rambutanes. Faltaría el durián, que olía tan fuerte que no lo dejan subir a la habitación y el longán.
 
Esta guapa chica también lleva frutas. Los productos alimenticios frescos vienen directamente de las granjas. Las condiciones del clima y la tierra de Tailandia son propicias para el cultivo de una enorme variedad de frutas y verduras durante todo el año.
 
Blanco y negro para esta foto que sugiere el escaso cambio que debe haber sufrido este mercado en siglos. Está formado por tres mercados. El más grande, Ton Khem, se halla en el Khlong Damnoen Saduak. En el Khlong paralelo está Hia Kui, donde las estructuras ancladas a la orilla funcionan como almacenes que venden recuerdos a los turistas. Al sur está Khun Phitak, el mercado menos concurrido.
 
Esta otra chica lleva pomelos enormes y bananas enanas junto con piña tropical.

 
Estas cuatro señoras nos enseñan otros productos típicos tailandeses. Podemos ver cebolletas, guindillas, lo rojo que parecen pimientos saben a manzana, lo que está en el plato de la señora es un coco, etc. La primera señora tailandesa, lleva en la cara una especie de arcilla que la protege del sol.

Este es el Chedi de Nakhon Pathom, ciudad que fue el centro principal del reino Dvaravati, que prosperó entre los siglos VI y XI d.C.

Estas estatuas de sacerdotes budistas rodean el chedi y están colocadas en unos nichos, donde los fieles llevan sus ofrendas, verdaderas obras de arte florales hechas de hojas de palma y capullos de flores.





 Este árbol es un body, es decir, pariente del que cobijó a Buda durante sus reflexiones, por esto se cubre con sedas de color como ofrenda.

Una imagen de Buda recostado dentro de Nakhon Pathom. En el centro se puede ver una reproducción del buda esmeralda que luego veremos en Bangkok.
 
Este templo conmemora la llegada de los primeros misioneros budistas a Tailandia, que supuestamente fueron enviados desde la India en el siglo III antes de Cristo.
 
Este monumento aloja una imagen de Buda en pie de proporciones enormes, y es uno de los lugares de peregrinación más importantes de Tailandia.

El edificio se deterioró en el siglo XI y no se restauró hasta principios del siglo XIX, cuando el rey Mongkut mandó a recubrir el viejo santuario con un chedi. La aguja la terminó el rey Chulalonkorn. El chedi domina toda la ciudad y mide 120 metros de altura. 


 Jardín de las rosas. Forma parte de un complejo turístico que muestra al visitante el baile tradicional, las antiguas luchas con espada, las bodas, el boxeo, aparte de una muestra de la arquitectura del país, como este pabellón junto al lago.













 Wat Pho. Es el centro de educación pública más famoso de Tailandia, además del templo más grande y más antiguo de Bangkok. La imagen de Buda yacente es de yeso dorado y mide 46 metros de largo.







 
El complejo de templos, monasterios y escuelas está salpicado de chedis que guardan los restos de familias reales, y de santones y sacerdotes budistas.






 
Según vamos pasando de uno a otro patio, aparecen grandes vitrinas con estatuas doradas de Buda.

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