sábado, 4 de abril de 2015

La Gran Suiza (IV)

Aarau
A mitad de camino, mientras vamos de Basilea a Zurich, encontramos esta pequeña ciudad que parece atrapada en el tiempo.




Y es ciudad no sólo por su tamaño, sino porque también es capital del cantón de Argau o Argovia, que es lo mismo que decir que es capital de provincia, vamos. Y hablando de nombre, éste le viene por estar a orillas del río Aare, que fue donde la fundaron los Habsburgo en el siglo XIII. Quizá de ahí venga su elegancia.




Son varios los edificios de importancia que podemos encontrar según nos vamos adentrando por las laberínticas callejuelas, como el Palacio del Gobierno Cantonal o el del Parlamento. Pero quizá sea más conocida como la ciudad de los "hermosos aleros" o "Dachhimmel", en su mayoría del siglo XVI y que representan varios aspectos de la vida popular, religiosa del cantón e incluso referencias a mitología o familias nobiliarias, con sus escudos y ornatos.




La verdad es que llega a doler el cuello de mantenerlo hacia atrás para contemplar las maravillas que se esconden, pintadas, bajo los aleros de las altísimas casas de Aarau.
Aparte de este gran atractivo, la ciudad cuenta con una avenida principal, adoquinada tal y como estaba en el siglo XVI que nos lleva a la preciosa fuente de la Justicia y que es vecina de la Stadtkirche, que destaca desde lejos por su elegante campanario.






Un consejo, es una ciudad con unas tiendas muy, muy originales y con los precios más baratos que vi en Suiza...
La verdad es que impresiona mucho entrar a Aarau por la ciudad nueva, y al pasar a la la antigua villa encontrarse con esta auténtica mole que desde 1531 se levanta sobre los restos de las antiguas murallas que protegían el burgo medieval.




Es maciza y alta, como un gigante petrificado que nos permite pasar bajo ella para ver dos de sus secretos.
Uno es el reloj de sol que está inmediatamente debajo de la esfera medieval (que desde 1532 sólo ha sido reparada dos veces, lo que demuestra que la leyenda de la relojería suiza es verdad) y que representa a varios personajes de la ciudad rodeados y custodiados por esqueletos que simbolizan la muerte, quizá recordando que todos acabamos en el mismo sitio. Está muy alto, así que sólo se aprecian las figuras si usamos el teleobjetivo de la cámara.




Y al otro lado, pero ya justo entre el arco bajo el que pasamos y un balcón que atraviesa la parte exterior de la torre, encontramos una curiosa alegoría de 1914 que demuestra la fuerza y entereza de las madres de Arau al enviar a sus hijos a la guerra (claro que eso fue antes de que Suiza se declarara neutral).


























Esta claro que es uno de los símbolos de Aarau, aunque para muchos tenga el triste recuerdo de haber servido de prisión durante siglos y hasta épocas muy recientes.
Pasemos por debajo de su mole y disfrutemos de Aarau.

Y seguimos a Baden
Ya lo hicieron los romanos en su momento, y les copiaron famosos como Goethe o Nietzsche. Todos fueron a Baden a disfrutar de los saludables 47 grados de sus aguas termales. Y sus 18 fuentes están custodiadas por la inmensa y compacta Stadtturm.


Ella abre o cierra camino a la ciudad medieval o Altstadt desde el siglo XV, y es famosa por la belleza de su característico remate con salientes en los ángulos y por ser la única superviviente del sistema defensivo de la ciudad medieval.


Su verdadero nombre es Brugger o Torre de Bader y es quizá el patrimonio más y mejor conservado por los habitantes de Baden, que incluso la embellecieron con ladrillos de los tres colores de la ciudad- negro, rojo y blanco- y la renuevan y cambian constantemente, ya sea para su conservación o para reparar desperfectos, como ocurrió en 1990 cuando su parte superior resultó muy dañada por una tormenta.




La última reconstrucción, quizá la más completa se hizo en 2008, cuando tras consultar archivos históricos se ajustó todo el entramado arquitectónico al original, por lo que en teoría, la que vemos es la más fiel de las imágenes de la torre original. Una auténtica belleza suiza.




Y claro, como en los cuentos de hadas, hasta 1985 sirvió de cárcel de la ciudad, por lo que se cuentan muchas historias románticas sobre sus moradores. Pero claro, para saberlas hay que ir a Baden....

Iglesia de Mariä Himmelfahrt und Hl. Damian
Es realmente increíble el contraste. Aunque por fuera no es fea, ni siquiera mediocre, ya que tiene cierta belleza gótica, pocos pueden imaginar, y por ello pasan de largo por delante de ella, los tesoros que esconde esta iglesia católica que encontramos escondida en las calles de Baden. A mí me llamó el colorido tejado de su torre y me invitó a acercarme a conocerla.




El contraste que comento es resultado del un hecho muy simple: mientras que la estructura es del siglo XV, todo su interior fue barrocamente retocado en el XVII, con lo que encontramos en ella todas las características del estilo artístico pero esta vez en una luminosa combinación de blanco y dorado.




Quizá lo que más podría destacar son las preciosas pinturas que adornan el templo y la luz que entra por las sencillas ventanas y que hace brillar los estucos y los altares de la única iglesia que ha permanecido católica, sobreviviendo a la Reforma del protestantismo.








Es una pena que el magnífico tesoro sólo se pueda visitar con cita previa, ya que al parecer guarda valiosos objetos sagrados y reliquias del siglo XV.


















No nos olvidemos de rodear la iglesia para ver un precioso crucifijo, donde la gente de los alrededores viene a pedir milagros y la pequeña capilla/ osario de San Sebastián.




Castillo de Laufen
Se podría decir que desde siempre ha estado ahí, en lo más alto de las rocas del poderoso Rin. Pero no, sólo lleva casi diez siglos, desde el XII, viendo y oyendo pasar el agua de su río y recibiendo a todos aquellos que se han acercado hasta él para rendir tributo al gran curso de agua.




Para admirarlo y previo pago de entrada, llegamos hasta el final del patio del castillo y podemos optar por bajar el sendero a pie o tomar el ascensor panorámico. De cualquier manera el camino es impresionante. Pero centremos la vista en el castillo.






Dejado atrás su carácter defensivo hace muchas décadas, se ha especializado mucho en la organización de eventos y celebraciones, albergando en su interior uno de los mejores restaurantes de esta región de Suiza.
Pero este castillo no siempre ha tenido una historia tan tranquila como pueda parecer. Su raíces más hondas llegan al siglo XI. Aunque apenas son restos de una almena defensiva. Cuando realmente toma forma es en el XII, siendo propiedad del Obispo de Constanza, luego de los alcaldes de Zurich, para luego pasar a manos privadas hasta 1845 y tras un periodo de abandono volver a pertenecer al gobierno del cantón de Zurich.




Realmente nunca entró en batalla, poco más que la defensa de sus moradores contra algún que otro grupo de mercenarios, por lo que podría decirse que ha tenido una vida muy tranquila. Ahora es el mejor punto desde donde disfrutar de las Cataratas e incluso sirve de albergue para los viajeros más jóvenes que quieren vivir el Rin más de cerca.

El Rin es un poco como el Guadiana, que aparece y desaparece según vamos moviéndonos por Suiza. Tranquilo a veces, otras agitado, pero en ningún otro sitio tan salvaje y ostentoso de su fuerza como en Neuhausen, el pueblo de las cataratas del Rin.






Es sin duda uno de los más famosos y atractivos fenómenos naturales de Helvecia, ya que aunque no son de una caída espectacular ( entre 15 y 20 metros) ni tan anchas como Niágara u otra de las grandes ( apenas tiene 150 metros), la gran masa de agua separada por tres grandes rocas tiene una belleza única, sobre todo al atardecer.




Yo las visité en Octubre e iban muy cargadas de agua, peso según dicen, los ojos se quedan muy abiertos en la época veraniega, cuando el deshielo de las montañas suizas hacen que la cantidad de agua se doble...¡Vaya!
Recomiendo hacer una cosa muy sencilla, ya que hay varias maneras de visitarlas.
Aparcamos en una zona habilitada que está justo enfrente del castillo de Wörth, una pequeña maravilla que parece salida del agua y que hoy alberga un restaurante, y tomamos el paseo que poco a poco y con unas vistas panorámicas increíbles nos va acercando a las cataratas.




El camino está perfectamente conservado, los desniveles son bastante asequibles a todas las edades y estados de forma, y permiten ver el río y todo el entorno con unas variaciones de luz increíbles.




Tras un emocionante cruce del río por la parte peatonal de un puente para trenes, llegamos a la base del Schloss Laufen, el castillo que domina todo el conjunto.
Tras pagar una entrada bajamos a los miradores que nos colocan directa y literalmente SOBRE las aguas. Puedo asegurar que el espectáculo es impresionante y el atronador sonido ( que no ruido) del agua cayendo hacen imposible hablar de otra manera que no sea gesticulando.




Hay otras maneras de vivir las cataratas, ya que existe un servicio de lanchas para ir a la gran roca central y a la orilla opuesta, aunque no me resultaron tan atractivas como la pequeña caminata de apenas media hora.



Uno de los lugares que más disfrute de Suiza, y eso que fuimos un poco por accidente, ya que pasábamos cerca. La casualidad...

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