martes, 3 de diciembre de 2013

Soria, la noble desconocida ( III)

Pasear sin prisas por la bella Soria es un placer que no mucha gente ha disfrutado. Gozar de una ciudad moderna y actual, que no ha dejado atrás su pasado histórico y artístico, que nos echa al camino sus joyas y sus virtudes, que alterna la juventud de sus estudiantes con la sabiduría de sus mayores en una mezcla perfecta y encantadora es una experiencia que obligatoriamente debemos vivir.

Y sin lugar a dudas, el imán que atrae a todos los paseantes de la ciudad, ya sean propios o extraños, es la exquisita Alameda de Cervantes.



Junto al siempre ajetreado paseo del Espolón, este parque que se abre en forma de cuña a la Plaza de Granados, se va ensanchando hasta conseguir un tamaño considerable que invita al paseo y al disfrute de este pulmón verde en medio de la ya de por sí tranquila ciudad.

Como una tela de araña, sus caminos y senderos van tejiendo una red que nos conduce de uno a otro periodo histórico de la ciudad, mostrándonos la belleza gótica de la Ermita de la Soledad a la que acuden los sorianos para rezar a su Cristo del Humilladero, el árbol de la música ( que no es el original ya que el viejo olmo murió de grafiosis) roble que sostiene un templete donde aún se interpretan piezas musicales en determinadas ocasiones, varios bustos a ilustres sorianos como Mariano Granados o Francisco García Muñoz o la preciosa Fuente del Campo.





Según nos dicen los sorianos con los que nos cruzamos, siempre amables y orgullosos de poder mostrar su ciudad a los visitantes, en primavera, la pradera superior se engalana con las fragantes rosas que encuentran en la antigua dehesa un hábitat perfecto.




Por eso nos prometemos que la próxima vez que volvamos a Soria será en primavera, ya que si bajo la nieve es hermosa, debe lucir como el oro bajo el sol primaveral.
Muchos esperan al llegar a Soria, encontrarse con la famosa Plaza Mayor. La esperan grande, como grande es el corazón de los sorianos, pero se encuentran con un espacio que no presume de su tamaño, sino de su belleza.
Ya fue en sus tiempos, aunque menos ahora, núcleo de la vida soriana del barrio antiguo allá por la Edad Media. Con el paso del tiempo ha cedido protagonismo a otras plazas, como la de Granados o la de Acena. No le importa, porque sabe que celosamente guarda hermosos rubíes como la Casa de los Doce Linajes, actual Ayuntamiento, que recibe este nombre por haber sido sede de los doce caballeros pertenecientes a otras tantas familias nobles de Soria que ostentaban el poder desde la Edad Media. Si nos fijamos bien, el escudo que los representa es una rueda con otros tantos blasones a su alrededor y el del rey al centro. Muy parecido a la leyenda de Arturo y sus caballeros.





Al otro lado tenemos el curioso edificio de la Audiencia, consistorio, juzgado y cárcel con el devenir de los siglos y al que cantaría Machado en uno de sus más famosos poemas que me permito citar aquí: "¡Soria fría! La campana / de la Audiencia da la una./ Soria, ciudad castellana/ ¡tan bella! bajo la luna!”.
Imposible definir mejor la esencia de Soria en tan sólo unos versos.





Antes de irnos de tan artística e histórica plaza, no olvidemos regalar unos minutos a la iglesia de Santa María la Mayor y por supuesto a " La Viajera", como llaman los sorianos a la Fuente de los Leones, por haber sido levantada en primera instancia en la Alameda de Cervantes para luego ubicarse en el Cerro del Castillo y pasar un temporada en los almacenes del ayuntamiento, hasta encontrar su asiento definitivo en la Plaza Mayor.
Otros edificios antiguos y nobles, otros modernos pero no exentos de belleza rellenan el espacio que conforma la plaza. No desentonan unos con otros, al contrario, parece que tienen una relación muy cordial entre ellos, casi confidente, como si los observados fuéramos nosotros... y no ellos.
Si bien los cimientos eran fuertes, no así lo eran las paredes que formaban la antigua iglesia de San Pedro, que se remontaba al siglo XII y que fatalmente se vino abajo cuatro siglos después. Pudieron elegir otro lugar, por aquello del mal fario, pero los tenaces sorianos decidieron no sólo levantarla en el mismo sitio, sino que la harían más grande y más hermosa.




El resultado salta a la vista, un imponente edificio gótico que se asemeja a una fortaleza, y que si bien tiene tesoros en madera de incalculable valor como sus retablos y en tela como el tríptico de La Crucifixión, atrae a sus visitantes por la belleza pétrea de su claustro.







Según lo recorremos, saltan a nuestros ojos figuras fantásticas, escenas bíblicas y atemorizantes demonios. Hay que recorrerlo con calma, percibiendo su silencio y sus detalles en piedra como las marcas de cantero, (cruces, signos astrales y siluetas de herramientas gremiales como tijeras, sierras o zapatos), la belleza de la puerta de la Sala Capitular o las desgastadas columnillas que sustentan los arcos que pudieron albergar los restos de abades y a otros canónigos de la colegiata.





Sin duda un lugar poco visitado pero que debería incluirse en toda visita a la hermosa Soria.

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