domingo, 1 de julio de 2018

Berlín, la ciudad reinventada (I)


Berlín es una mezcla de emociones. Por un lado admiramos una ciudad que supo renacer de sus cenizas gracias a sus trabajadores habitantes, tenaces y constantes. Adoramos sus museos, la vibrante vida cultural y su forma de crear tendencias. Pero por otro no podemos olvidar la oscura historia que la envuelve, un pasado marcado por el nazismo y el odio, la guerra y la muerte. Hoy, Berlín quiere pasar página y ser de nuevo tenida en cuenta como una de las ciudades mas hermosas de Europa. Vengan con nosotros a conocerla.

Hotel Lützow, en el centro y bien comunicado
Necesitábamos un lugar en el que sentirnos cómodos durante nuestra estancia de una semana en Berlín. Céntrico, con desayuno (no me gusta salir a la calle con el estómago vacío), que no fuera demasiado caro y que tuviera los servicios básicos pero sin caer en la cutrez.


Después de revisar una y otra vez las webs de reservas de hoteles más conocidas, elegimos tres que se adaptaban a lo que queríamos y final triunfó el Lützow con una ventaja sobre los demás realmente considerable.
 Primero el precio, que nos sorprendió al tratarse de una ciudad como Berlín, lo segundo la situación, cerca de Tiergarten, que es la antesala oeste de la ciudad y de varias paradas de metros, tranvías y autobuses. Y finalmente la pequeña pero resultona cocina con microondas, frigorífico y dos placas eléctricas que nos daban de cenar cada noche y de desayunar cada mañana.


En general el hotel está bien, pequeño pero acogedor, de estilo moderno y funcional en una calle muy tranquila de un barrio residencial, cerca de supermercados, restaurantes y bares. Las habitaciones cómodas que pueden dar al frente o como en nuestro caso a un enrome jardín trasero que delimitan varios edificios de oficinas. La limpieza también es correcta aunque más de una vez tuvimos que bajar a recepción a pedir frasquitos de champú y gel y otra nos invitaron a desayunar porque la noche anterior había habido un corte de agua en nuestra planta.


Aparte del precio de la habitación, la vajilla, cubiertos y calderos debemos pagarlos aparte, unos 6€ y  los entregan en una caja plástica en recepción.
Pero lo mejor de todo está en recepción, ya que en uno de los turnos hay una guapísima, simpática, eficiente y servicial recepcionista de Gran Canaria que desde un primer momento nos hizo sentir como en casa (¡¡ay, ese acento canario!!) y cada día charlaba con nosotros, recomendándonos lugares que sólo los berlineses conocen y acercándonos al día a día en la ciudad. Lo dicho, recomendado y apto para repetir si volvemos a la ciudad de Berlín.
Y una vez instalados empezamos el recorrido por la fantástica Berlín, magníficamente ayudados por la tarjeta Berlin Welcome Card de Visit Berlín. Toda la información sobre la tarjeta aqui: http://www.visitberlin.de/es/welcomecard
Lo mejor, si disponemos de poco tiempo en la ciudad, es contratar una excursión con guía,
como la visita guiada por Berlín, para conocer a fondo lo más importante de la ciudad.
Dorada y triunfante
En el cruce de las cinco grandes avenidas que atraviesan el enorme Tiergarten se
 yergue una columna coronada por una estatua dorada de la Victoria, a la que los
 berlineses llaman Goldelse.




El monumento conmemora las victorias de Prusia sobre Dinamarca, Austria y Francia y está adornado con cuerpos de cañones arrebatados al enemigo. Situada originalmente en lo que hoy es la Plaza de la República, la columna fue trasladada a este lugar llamado Gran Estrella junto con los monumentos a Bismarck y otros militares que dan lustre a la gloria bélica de Prusia.




En la rotonda de la base, un precioso y un poco kitsch mosaico, conmemora pomposamente la unificación del Imperio. Para quien tenga la suerte y el ánimo de poder subir los 285 peldaños de la escalera interior de la columna, podrá contemplar de cerca a la diosa portadora de la sagrada Cruz de Hierro, que mide casi nueve metros de altura y pesa casi 35 toneladas y disfrutará de una espectacular vista de 360º sobre la ciudad de Berlín.
Monumento a los Soldados Soviéticos, fría piedra para recordar a los valientes.



Este monumento fue erigido entre 1945 y 1946, como homenaje a los 20.000 soldados soviéticos caídos en Berlín durante la Segunda Guerra Mundial. Los bloques de mármol que lo forman proceden de la antigua cancillería de Hitler ( hoy totalmente desaparecida) y los carros de combate T-34 que lo flanquean son los dos primeros tanques rusos que entraron en Berlín en ese no tan lejano 1945.





Un paseo por la trasera del monumento, nos permite acercarnos a las tumbas de casi 2.000 de esos soldados que encontraron la muerte mientras luchaban para liberar al mundo del yugo nazi. Abundancia de dorada parafernalia soviética, como estrellas, hoces y martillos, laureles y rojos, embellecen un poco el frío mármol en una explanada que sirve de perfecto telón de fondo para este episodio de la historia de Alemania.
Puerta de Brandenburgo, la puerta de Europa
Este arco de 20 metros de altura se levantó durante el reinado del gran káiser Federico Guillermo II, influenciado por el gusto neoclásico que traía a la entonces Prusia los propileos de la Acrópolis ateniense, llenando sus recios muros de escenas mitológicas y sustentándolo con fuertes columnas dóricas.

Arriba del todo se encuentra la escultura de una cuadriga que representa a la diosa de la Paz que pronto se convirtió en objeto de deseo, por su simbolismo, de todos lo que ansiaban conquistar la poderosa Prusia.



Como por ejemplo Napoleón, que confiscó la estatua como botín de guerra de Francia, país que tuvo que devolverla años más tarde.
Pero poco duró sobre la puerta, ya que fue muy gravemente dañada durante la Segunda Guerra Mundial y tuvo que ser refundida de nuevo ( afortunadamente se guardaron los moldes originales) para volverla a colocar sobre su lugar original tras ser ésta restaurada en los años 50, eso si, sin la cruz de hierro y el águila prusiana que por motivos evidentemente simbólicos no podían seguir acompañándola.



Pero aún así su simbolismo es tal que los políticos que gobernaban durante la época del Muro, decían que la separación de las dos Alemanias sólo se desvanecería el día en que la Puerta se abriera.
Y así fue. Hoy es el auténtico símbolo de una Alemania que respira paz, progreso y tolerancia, que intenta olvidar su pasado beligerante y que mira al futuro unida y fuerte, tal y como quería el viejo káiser.
Decidimos dar un paseo para ir viendo en primer lugar las atracciones más alejadas del centro.




East Side Gallery, el recuerdo hecho arte
Fueron 28 los años que los alemanes permanecieron separados, en una especie de pacífica pero incomprensible guerra civil. Cuando todo acabó y el muro fue casi derribado en un acto simbólico al tiempo que material, se decidió conservar una parte como recuerdo de la barbarie psicológica que los habitantes de la ciudad y del país sufrieron durante décadas.

Estaba muy bien, si, eso del recuerdo, pero muchos alemanes giraban la cabeza hacia el otro lado al pasar junto a este tramo de casi un kilómetro y medio de largo, con lo que el hormigón, a merced de los elementos, fue deteriorándose y se tornó aún más oscuro y triste.
Pero en 2009, se decidió hacer una llamada internacional para que los más destacados artistas y graffiteros acudieran a las orillas del Spree para llenar con sus obras las desnudas paredes del muro. Cien pinturas de toda índole con un tema común, la paz, llenaron el espacio que antes cubrían las firmas y fechas de los turistas que durante años quisieron dejar su impronta en el histórico hormigón.
Quizá la más famosa sea ésta que les presento, llamada " Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal", que representa un beso entre Brezhnev y Honecker.
En el momento de la visita estaban vallando la totalidad del muro para su mantenimiento...una pena.
Capilla de la Reconciliación, mirando al pasado con esperanza
Quizá el lugar donde hoy se levanta esta pequeña pero impresionante construcción, sea el más importante de todo Berlín en cuanto a la etapa del Muro se refiere. Localizada en lo que los berlineses llaman " La franja de la muerte" recuerda no sólo las penas que pasaron los ciudadanos de la ciudad durante décadas en las que estuvieron separados de sus familiares y amigos por un muro de hormigón sino también la iglesia que en su día se levantó en el mismo terreno y que fue derribada para erigirla.



De ella toma su simbólico nombre desde que se construyera en 1999 para conmemorar el décimo aniversario de la caída del nefasto muro
De aquella, poco más queda que los cimientos que aún hoy pueden verse en la parte de atrás de la actual capilla y las campanas que entre armazones se ubican en el lugar exacto donde se levantaba la torre.




Hoy, este edificio redondo, sin ninguna esquina ni recoveco, es la meta de aquellos que cada martes y viernes a mediodía acuden a una misa en recuerdo de las víctimas del Muro, y que lo tienen como el lugar perfecto para la contemplación y la oración.
El techo de cobre, con un óvalo que deja pasar la luz del sol, convierten lo que podría ser una construcción fría y sin alma en un cálido refugio para el recuerdo, tal y como quisieron los arquitectos que la diseñaron y los centenares de jóvenes voluntarios de catorce países europeos que colaboraron para edificarla.
Mauerpark, el graffiti al poder
Es una pena que este pequeño pulmón verde berlinés un poco alejado de las rutas más trilladas de la ciudad, no nos muestre una cara un poco más cuidada y atrayente. Quien como yo busque los lugares emblemáticos de Berlín, sólo llegará hasta él después de un paseo que se antojará un poco decepcionante cuando lleguemos a un parque en el que apenas hay algo que ver.


Claro, que si hemos buceado un poco en la historia contemporánea, descubriremos que en lo más alto de la colina que se levanta en su centro, aún quedan unos metros del antiguo Muro que incluido en la antigua Franja de la Muerte, sobrevivió a aquellos que desesperadamente lo destrozaron y llenaron sus bolsillos de sus restos cuando cayó el telón de acero en los años 80.

Lo que en su tiempo fue una pared de desesperación y separación, se ha convertido hoy en un lienzo para que los más coloristas graffiteros den rienda suelta a su imaginación más desbordada, liberada ya de las ataduras políticas y más dirigida a crear nuevos estilos y aires gracias al poder de los aerosoles.
Aparte del mercadillo que se celebra allí cada domingo y de este retazo de historia coloreada, poco más tiene que ver este parque de árboles enclenques y césped anémico que parece permanecer muy al margen del ajetreo del centro de Berlín.

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