lunes, 1 de junio de 2020

Vietnam, la sonrisa del dragón (I) Hanoi, primera parte.

Hacía muchos años que quería volver a Oriente, o más bien lo necesitaba. Tailandia había sido mi último destino en ese rincón del mundo, e Indochina se presentaba como un plato de lo más jugoso.
El caos de sus calles, el colorido y el aroma de sus mercados y el de los puestos callejeros, su cultura milenaria...y sobre todo su sonrisa. Las flechas de mi cerebro viajero apuntaban todas a Vietnam desde hacía tiempo, así que era hora de materializar un viaje largo tiempo aplazado y que veía aparecer en un horizonte muy cercano.

Así, que después de ver las distintas opciones que ofrecían las agencias de viaje nos decidimos por una que incluía prácticamente todo lo que era visita obligada en el País de la Flor de Loto.
Haríamos un recorrido de Norte a Sur, deteniéndonos en aquellas regiones y ciudades que más atractivos tuvieran, con algunos vuelos internos que acortarían las distancias en un país muchísimo más largo que ancho.
Tras un vuelo de 15 horas con parada en Dubai, aterrizamos en Hanoi, capital del país y punto de partida de nuestro viaje.
Aprovechando el jet lag y en vez de quedarnos a descansar en el hotel, decidimos salir a la calle, a tomar el pulso a esa ciudad desconocida pero vibrante y llena de vida.
Hanoi es una capital atemporal, víctima de la codicia de los chinos, franceses, americanos, rusos y...el turismo.
A todos ha sabido y podido sobrevivir, o por lo menos eso parece. Para ello se vistió con sus mejores galas de dama asiática y los sedujo para que se enamoraran de ella.
Y no es difícil, ya que supo integrar elementos de sus conquistadores y repartirlos por toda su superficie. Edificios de aire colonial francés, pagodas chinas...todo cabe en Hanoi, una capital habitada desde el Neolítico que hoy en día tiene más de 6 millones de habitantes y...4 millones de motos. Así que parece que los "hanoienses" no caminan sino que van en moto, nada extraño si vemos desde un primer momento que las motos circulan, literalmente por las aceras.

Pero bueno, tras unas cortas pero precisas indicaciones de cómo cruzar la calle en Vietnam, esto es, de manera decidida, sin correr, y sin detenerse, nos echamos a la calle.
A corta distancia del hotel y rodeado de un extenso paseo encontramos el lago Hoan Kiem.

Muchos lo llaman "El Corazón de Hanoi" por su situación geográfica y porque a su alrededor fue creciendo la megaurbe que hoy podemos ver. También tiene mucho que ver una leyenda que cuenta que hace 600 años, el cielo envió una espada mágica al emperador Ly Thai para echar a los chinos del país. Cuando tras la batalla definitiva y una vez expulsados los invasores, el rey se sentó a descansar a orillas del lago, una tortuga surgió de improviso del agua y le arrebató la espada, perdiéndose en las profundidades del lago. En medio del gigantesco estanque, y casi inaccesible, se encuentra una torre que recuerda esta leyenda y que fue consagrada a la tortuga mensajera. 
Pero no es lo único que nos ofrece el lago, hay que caminar por su orilla hacia el norte, donde encontramos contrastes como este moderno laberinto en medio del camino...

O antiguos, como esta torre militar de vigilancia 



Pero realmente el objetivo final de la visita al lago es el Templo de Ngoc Son, o Templo de la Montaña de Jade, situado en una isla a la que sólo se puede acceder por el Puente Rojo del Sol Naciente.


Cruzamos el puente y entramos en la diminuta isla.


Rodeado de una vegetación frondosa que parece querer hundirse en el agua, el templo está dedicado al erudito Van Xuong, al general vencedor de los mongoles Tran Hung y a La To, patrón de los médicos.


Construido en 1814, parece mucho más antiguo, aunque el estado de conservación sea impecable.

El interior presenta varios altares, como el principal, que custodia este caballo que representa el del general.

Todos los altares son dignos de admirar, aunque por su sencillez me quede con el que se dedica al erudito Van Xuong.

Y dejamos atrás el templo para adentrarnos en el Barrio Antiguo, en nuestra primera experiencia culinaria vietnamita.

Y siguiendo recomendaciones de una conocida web, entramos a cenar al Little Hanoi, donde después de subir una empinada escalera de madera, nos sentamos a disfrutar de una más que merecida cena.
Los platos elegidos, aparte del consabido arroz hervido que viene a ser como nuestras papas fritas españolas, consistieron en un delicioso cerdo frito con especias..


Un arroz con gambas y verduras.

Unas verduras con pollo.

y unos rollitos de verdura.

Todo ello exquisito, sabroso y regado con unas cervezas locales en su punto de frío. A propósito me quedo con la Hanoi Bold después de haber probado casi 20 marcas distintas durante el viaje.

Para cerrar la noche, aunque eran apenas las 9, y dado que nos encontrábamos a tiro de piedra, nos dirigimos a la llamada Calle del Tren. Y tuvimos suerte...
Ésta calle, otrora una simple callejuela del centro de Hanoi, no era más que un tramo cualquiera dentro del trazado de la vía del tren que proveniente de las provincias del norte se adentra en la ciudad hasta alcanzar la estación central.
Debido a su estrechez, la calle empezó a atraer a visitantes que querían inmortalizar en sus fotos el momento en el que el tren pasaba a escasos centímetros de las paredes de las casas. Viendo la oportunidad de negocio, los propietarios montaron pequeños cafés y restaurantes en ellas, algunos peligrosamente cerca de las vías.

Hasta aquí todo más o menos aceptable. Pero la fiebre del selfie llevó a más de un turista a estar demasiado cerca de los enormes trenes que a gran velocidad circulan por la vía varias veces al día, por lo que las autoridades se han visto obligadas a cerrar el acceso a la calle y por supuesto, los cafés y restaurantes que ven desaparecer su negocio. Como dije, nosotros tuvimos suerte, ya que justo el día después de visitarla, la calle fue cerrada con vallas a los turistas y custodiada por fuerzas de la policía. Así que tengo el orgullo de haber asistido al último pase de tren por la famosa calle.

Al día siguiente empezaron las visitas a los puntos más importantes de la ciudad de Hanoi, empezando por el elegante Templo de la Literatura. Si vamos por libre, es decir, sin guía de circuito, recomiendo la visita guiada por Hanoi que nos llevará a los lugares imprescindibles de la ciudad.


Enclavado en el centro de la ciudad, como un oasis relajante y aislado del bullicio de motos y coches, este complejo magníficamente conservado fue fundado en el siglo XI por el emperador Thanh Tong y dedicado a Confucio, y con ello a todos los eruditos y hombres de letras.




Aquí se fundó la primera universidad de Vietnam, para educar a los hijos de los mandarines.



Más adelante se ordenó levantar ocho curiosas estelas de piedra sobre unas tortugas del mismo material (recordemos que las tortugas simbolizan la sabiduría) para grabar el nombre de los mejores estudiantes.

El templo consta de cinco patios separados por paseos, siendo las entradas centrales para el rey y las laterales para los mandarines y los militares.





Como curiosidad, una inscripción en la puerta que precede al patio principal, pide a los visitantes que bajen del caballo antes de entrar al complejo.



En este templo tuvimos nuestro primer contacto con la cultura del bonsái, que creíamos exclusiva de Japón, y nada que ver...



Unas estudiantes se hacían una sesión de fotos para celebrar el inicio del curso...

Mientras, nosotros continuábamos la visita a la última parte del complejo, el pabellón Khué Van, construido totalmente en madera en 1802.




Y custodiándolo, como en casi todos los templos de Vietnam, el tambor y la campana bajo dos templetes elegantes e imponentes.


Y continuamos nuestro camino hacia uno de los rincones más fotogénicos de la ciudad, la Pagoda de Tran Quoc.

Esta pagoda es una de las más antiguas de Vietnam y está situada entre dos lagos, el lago Oeste y el Truc Bach.
Levantada en el año 545, en su construcción sigue los patrones y diseños budistas, con 11 niveles y 15 metros de altura.




Rodeándola hay varios edificios que hacen función de templo, donde encontramos varios altares.



Los visitantes reciben varillas de incienso para que las quemen como regalo a las divinidades, junto con las ofrendas de comida o pequeñas cantidades de dinero que presentan, en espera de la buena suerte que los dioses pueden concederles. Hay que decir que el incienso
 se presenta en números impares porque éstos son portadores de fortuna en la cultura china y vietnamita. Los números pares como el 4 se consideran desafortunados porque la palabra 4 suena como la palabra "muerte" en chino. También es importante saber que las ofrendas no llevan ningún tipo de carne ya que los monjes son vegetarianos.






En la pagoda también se adora a las llamadas "Madres". La Madre verde tiene dominio sobre las montañas y los bosques, la Madre blanca sobre el agua, y por último, la Madre roja gobierna el cielo. Ellas son las diosas más antiguas de Vietnam, incluso más que Buda.

Para acabar la visita hay que dar 3 vueltas completas alrededor de un árbol bhodi proveniente de un esqueje de aquel bajo el cual Buda alcanzó la iluminación y fue regalo del presidente indio Rajendra Prasad.

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