sábado, 6 de junio de 2020

Vietnam, la sonrisa del dragón (IV) Hue, primera parte.

Y muy temprano emprendimos el camino hacia Hue, la ciudad imperial.
En el camino hicimos varias paradas, como ésta en una de las playas de Da Nang para descubrir una de las artes de pesca vietnamita con una interesante historia.

Cuando los franceses ocuparon el país, se dedicaron a crear nuevos impuestos con los que obtener beneficios para sus arcas, y se inventaron uno que iba a hacer la vida realmente difícil a los pobres pescadores vietnamitas: tendrían que pagar por tener y usar sus barcos de pesca. Pero no contaban con el ingenio que siempre nace de la necesidad. Los pescadores inventaron un nuevo tipo de embarcación, el thuyen thung, en castellano cesta redonda, que de ninguna manera podía ser considerado un barco. Cuando los franceses llegaban a las aldeas para recaudar, los habitantes del poblado simplemente las llenaban de hojas, ramas o fruta y las dejaban a la vista. Consiguieron con ello evadir los impuestos de forma inteligente y sencilla. Están hechos de bambú y recubiertos de una pasta obtenida de la planta chai que la hace impermeable. 

Retomando el camino, empezamos a subir la montaña hasta el llamado Paso de las Nubes o Hai Van. El descenso nos llevó hasta una pequeña aldea llamada Lang Co.

Lo que a simple vista parece un asentamiento costero propio de pescadores, es realmente un precioso resort que se camufla entre las casas de los habitantes de este rincón, donde acuden los turistas, tal y como ya hizo el emperador Khai Dinh para disfrutar de su maravillosa playa de 10 km de largo.



A continuación una parada técnica para un café y unas fotos en un lugar muy cercano, el Lago Azul o Lap An.


Se trata de una laguna salobre que tiene como telón de fondo la magnífica cordillera de Bach Ma y como prefacio la playa de Lang Co. Se considera uno de los más bellos paisajes e la provincia de Hue y no es extraño que se le llame "el lugar donde la montaña se encuentra con el océano".


Hay una cafetería donde venden a muy buen precio una variedad de café que recomiendo comprar por su sabor a chocolate, y es el mismo que sirven al pedir el típico café vietnamita, muy caliente, espeso y dulce.

Seguimos camino hacia Hue, donde empezaríamos las visitas por la Ciudadela Imperial. 


Considerada la ciudad más elegante y con más historia de Vietnam, Hué ha conservado a lo largo de los siglos ese aire romántico, refinado, culto y espiritual que la hace tan especial.
En la ribera norte del río Perfume, el emperador Gia Long construyó su ciudadela, una especie de Ciudad Prohibida rodeada de edificios administrativos y una muralla de 7 metros de altura y 20 de grosor, y por su fuera poco dotada de un foso de 30 metros de ancho que la hacía prácticamente inexpugnable.

Los Nueve Cañones Sagrados son los protectores simbólicos de la Ciudadela e incluso del reino aunque nunca han sido disparados porque no fueron fabricados con ese fin. Miden 5 metros de largo y cada uno pesa 10 toneladas. Cuatro de ellos simbolizan las estaciones y los otros cinco los elementos: agua, metal, madera, fuego y tierra.

Este mástil es el más alto de Vietnam, y ha sido destruido y vuelto a levantar tres veces.

Arrasada por un incendio en 1947, no tuvo tiempo de reconstruirse antes de ser atacada de nuevo durante la guerra de Vietnam, por lo que tuvo que esperar a 1975 para empezar a recuperar sus valiosas construcciones que han sido declaradas Patrimonio de la UNESCO.


Tres de los cuatro lados son completamente rectos, mientras que el cuarto se curva para ajustarse al curso del río. Tiene diez puertas de entrada a las que se accede por otros tantos puentes que cruzan el foso.
Una de ellas, Ngo Mon, es la más importante todas, ya que en el mirador que corona su cima solía aparecer el emperador durante las ocasiones especiales, como la apertura del calendario lunar.

La entrada principal de puertas amarillas estaba destinada únicamente al emperador mientras que el resto de los privilegiados que podían acceder a la ciudadela debían hacerlo por las puertas laterales.

Una vez franqueada la puerta pasamos aun siguiente plano, el del Palacio Thai Hoa. Para llegar a él cruzamos el puente sobre el estanque de lotos, siguiendo la estela consagrada al emperador, ya que era el único en poder cruzar por el medio del estanque.



De frente nos encontramos con el palacio, construido en una fecha cercana, 1803, y bautizado como Palacio de la Suprema Armonía.






Dentro, una espaciosa sala nos regala la imagen de 80 columnas que sostienen un techo de madera labrada que servía de marco a las audiencias privadas que concedía el emperador.

Tras la sala de recepciones encontramos una maqueta que nos da una idea del tamaño e importancia de la Ciudadela en sus momentos de mayor esplendor.

Y salimos de nuevo al exterior, siguiendo la línea recta que nos traza nuestro guía para llegar hasta el patio trasero de la Sala de Audiencias, donde se encuentran las salas de los mandarines, utilizadas por éstos para prepararse antes de la entrevista con el monarca. Casi todas fueron destruidas por los terremotos y las bombas, pero han sido restauradas pacientemente desde 1977.


Enormes calderos o vac dongs se distribuyen por los patios



Y poco a poco vamos entando en el corazón de la Ciudad Prohibida


Al estar reservada exclusivamente al emperador y su familia, sólo los eunucos podían traspasar los muros que separaban la Ciudad Púrpura del resto de la Ciudadela, ya que éstos no eran un peligro ni una amenaza para las concubinas reales.


Esta parte de la ciudadela fue casi arrasad por competo durante las batallas de la llamada ofensiva Tet, perpetrada por los ejércitos de Vietnam del Norte en 1968.


Y llegamos al Teatro Real, que data de 1826 y que fue escenario de las representaciones exclusivas a las que asistía la familia real y posteriormente Conservatorio Nacional de Música.


 
Volvemos al camino marcado para seguir recorriendo los cuidados y preciosos jardines reales


Hasta llegar a la residencia Dien Tho, que engloba los apartamentos y salas de audiencias de las reinas madres.



Estos pabellones conectados por pasadizos, puentes y caminos están maravillosamente cuidados y destacan por la impresionante colección de bonsáis, algunos con cientos de años de antigüedad.









A mitad de camino nos detuvimos a escuchar a un grupo de música tradicional...

Antes de cruzar el estanque real...






Y entrar al pequeño recinto de la Biblioteca Real

Este precioso edificio está completamente cerrado por cristaleras, para permitir el paso de la luz y evitar el aire frío del invierno, siendo el lugar ideal para las lecturas del emperador




Para cerrar la visita recorrimos algunos de los pabellones que se destinaban a templos, como el de To Mieu.



Unas últimas imágenes de la belleza y simetría de la Ciudad Púrpura








Y nos dirigimos al centro de la ciudad moderna de Hue, concretamente al mercado de Dong Ba, que debería traducirse como El Laberinto de la Locura.

Reconozco que me encantan los mercados, sus olores y sabores, el colorido y la historia que muchos de ellos tienen a sus espaldas, pero éste de Dong Ba ha sido el único que ha conseguido sacarme de mis casillas.

Primero por la cantidad de puestos que tienen cabida dentro de un espacio bastante reducido que hacen que el paso entre ellos sea prácticamente inexistente y agobiante

Segundo, porque era prácticamente imposible respirar debido al intenso olor, muchas veces desagradable, que despedían determinados puestos de comida, sobre todo los de pescado y los de unas masas no identificables de colores terrosos.

Tercero, porque los vendedores eran muy agobiantes y a veces acosadores natos, y lo que conseguían era el efecto contrario al que pretendían, es decir, interesarnos por su mercancía.

Así que lo que pensábamos que sería una tranquila tarde de compras se convirtió en una huida a todo gas de aquel lugar para salvaguardar nuestra salud mental.

Para acabar la jornada nos acercamos hasta el puente Trang Tien, que sin lugar a dudas merece una visita.

En un principio era un puente hecho de bambú el que unía las dos orillas de la ciudad de Hue, dividida por el río Perfume. Fue el gobernador francés de la provincia, Levéque, el que encargó a la Compañía Constructora Eiffel levantar un puente moderno y funcional. Así, utilizando los materiales en boga en aquel momento, el hormigón y el acero, construyeron este puente de casi 403 metros de largo y 5 de ancho que cada noche ofrece un espectáculo de luces de colores que van variando cada minuto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario