Y llegamos a la sorpresa del viaje, Shanghai. Y digo sorpresa porque la idea que tenía sobre esta ciudad, que sería nuestra última parada en el viaje, cambió radicalmente según bajamos del tren.
Mi concepto era que esta gigantesca urbe sería un lugar caótico, sin alma, carente de interés, pero nada más alejado de la realidad. Shanghai tejió rápidamente sus redes para atraparme y consiguió enamorarme como pocas ciudades en el mundo lo han hecho. Pero vamos a conocerla a fondo.
Su corazón espiritual es el Templo del Buda de Jade.
El templo original, del que apenas quedan rastros fue construido en 1882, pero fue arrasado durante la Revolución de 1911, aunque se consiguió salvar su contenido. Posteriormente, en 1928 se levantó el recinto actual para guardar dos estatuas de Buda de las que voy a hablarles a continuación.
Al parecer, durante la dinastía Qing, un monje llamado Hui Gen hizo una peregrinación al Tibet y a su vuelta pasó unos días en Birmania. Allí un comerciante chino le ofreció, como regalo, cinco figuras de Buda hechas en jade.
A su vuelta a Shanghai, el monje construyó un templo con los donativos recibidos para albergarlas. Y en este templo reconstruido entramos.
Lo primero que vemos es un gran patio, donde cada devoto realiza su ritual diario, en este espacio adornado con hermosas farolas, bonsais y estatuas de leones adornadas con cintas rojas donde los fieles escriben sus peticiones y plegarias.
El efecto resultante es un oasis de paz y quietud en medio de la modernidad de la ciudad, con el hermoso contraste de los tejados curvados y los rascacielos.
Entramos ahora al Gran Salón de la Magnificiencia, con tres estatuas de Buda en diferentes formas y posiciones: Amitabha, Sidhartha Gautama y el venerado Buda de la Medicina, acompañados de los veinte arhats, los guardianes del budismo que ya vimos en templos anteriores.
Pasamos ahora a una estancia más pequeña donde se guardan los budas de jade blanco que representan la muerte de Buda.
Y salimos de nuevo al patio para abandonar el recinto.
Vamos ahora a visitar la Torre Jinmao.
Al otro lado del río Huangpu encontramos un conjunto de edificios que forman el fabuloso skyline de Sahnghai. Nuestra guía nos llevo hasta allí para subir a lo alto de uno de ellos, el Jinmao, cuyo nombre significa "Edificio Dorado de la Prosperidad" aunque de dorado tiene bien poco.
Lo que si tiene son 88 plantas a las que se llega mediante un ascensor de alta velocidad y desde donde se tiene una fabulosa vista de la ciudad.
En el momento de su construcción, 2007, fue el edificio más alto de China y el quinto del mundo, pero pronto fue sobrepasado por el Shanghai Financial Center y la Shanghai Tower.
Pero subamos al ascensor y disfrutemos de la vista. El ascensor viaja a una velocidad de 9,1 metros por segundo y tarda 45 segundos en llegar a la cima.
En la planta 88, accedemos a una plataforma de observación de unos 1500 m² con capacidad para unas 1.000 personas, que cuenta con una oficina postal desde donde enviar una carta con el matasellos del edificio.
Construir el rascacielos costó unos 530 millones de dólares y fue diseñado por los arquitectos americanos de Skidmore, Owings & Merrill, basándose en la arquitectura de la pagoda escalonada china. Igual que en las Petronas, las proporciones giran en torno al número 8 que representa la prosperidad en la cultura china.
El edificio consta de tres entradas por las que se accede a las oficinas de varias empresas y al hotel Hyatt, el centro comercial, los restaurantes y varias discotecas.
Dispone además de tres sótanos con restaurantes, aparcamiento para 600 vehículos y 7.500 bicicletas. Desde él, parten 61 ascensores y 19 escaleras mecánicas que llevan a visitantes y trabajadores por todo el edificio.
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En su mayor parte, el edificio está ocupado por el hotel Grand Hyatt Shanghai de 5 estrellas y 55 habitaciones entres las plantas 53 y 87.
Es espectacular su atrio con bóveda de cañón que va desde la planta 56 hasta la plataforma de observación, con 28 pasillos circulares en un diámetro de 27 metros y una altura de 115 metros.
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