miércoles, 10 de junio de 2020

Vietnam, la sonrisa del dragón ( V ) Hochi Minh City, segunda parte.

Después de un copioso desayuno nos echamos a la calle para terminar de exprimir el jugo de la ciudad, antes de tomar el avión que a última hora del día nos llevaría de vuelta a casa.
Decidimos subir a uno de los puntos más altos de la ciudad para disfrutar de las vistas y tomar un refrescante café vietnamita con hielo, la Torre Bitexco
Así la vimos la noche anterior desde el hotel.

Y así desde sus pies...

Son 262 metros de altura los que tiene este edificio al que los habitantes de Saigón conocen como Edificio Loto, ya que su diseño se inspira en un capullo de esta flor.


Terminado de construir en 2010, tiene 65 pisos más tres subterráneos, 16 ascensores ultrarrápidos- pueden llegar a la cima en 45 segundos-, un helipuerto, donde también se localiza la cafetería de libre acceso desde donde tomamos las fotos, un centro comercial, oficinas, un restaurante de lujo muy exclusivo y un centro de convenciones.

 Al parecer, el coste de la obra se elevó a 400 millones de dólares y se ha convertido en el lugar favorito para lanzar los fuegos artificiales de Año Nuevo.



Pudimos ver nuestro hotel desde lo alto... 

Y disfrutar de otras vistas de la ciudad


El helipuerto

Y de nuevo, con los pies en el suelo, seguimos recorriendo la ciudad.
Pasando por el ayuntamiento, un precioso edificio Fin de Siglo que marca el centro de la ciudad moderna y que ahora es sede del llamado Comité del Pueblo.


La catedral de Notre Dame, en estilo neorrománico, con dos torres cuadradas de 40 metros de altura.

Como curiosidad cabe decir que el edificio no posee las vidrieras originales de Chartres, ya que fueron totalmente destruidas durante los enfrentamientos de la guerra. Está cubierto totalmente de azulejos rojos traídos expresamente desde Francia y las campanas se sitúan a 58 metros de altura.

Cruzamos la calle y nos plantamos en la Oficina Central de Correos.

El edificio, sin duda el más elegante y hermoso en su categoría de todo Vietnam, fue diseñado y levantado por el mismísimo Gustave Eiffel, presenta una fachada de preciosas líneas industriales, donde se encastran los nombres y rostros de los personajes más relevantes de la época relacionados con los inventos y descubrimientos que en ese momento fueron fundamentales para el desarrollo de la sociedad.

Dentro, una espectacular bóveda levantada, como corresponde al estilo de Eiffel, sobre pilares de acero, glorifica al líder Ho Chi Minh al frente...

...mientras que a los lados se adorna con mapas antiguos de la Cochinchina y los consabidos relojes con varios usos horarios.

Antes de comer emprendimos la búsqueda, bajo un sol de justicia y un calor que presagiaba una lluvia torrencial, de la pagoda del Emperador de Jade. 
Sinceramente, es la joya de los templos chinos en Vietnam, pero es realmente difícil de encontrar. Se encuentra escondida en uno de los distritos más laberínticos de la ciudad, y tardamos casi 45 minutos en dar con ella, aunque al final valió la pena.


Tras cruzar un enorme patio lleno de enormes árboles de magnolia, que separa el edificio de la calle y el tráfico, apareció ante nosotros la estructura de la pagoda, que en principio no parecía gran cosa, pero que guarda en su interior auténticos tesoros de la imaginería divina china. El templo está flanqueado por estanques de peces y tortugas, que simbolizan la sabiduría y la longevidad.


Una vez dentro, nos damos de bruces con Tho Than, el dios de la tierra, Path Mau, la madre de los budas de los puntos cardinales, Dia Tang, el rey del infierno, Di Lac, el buda del futuro, y así hasta llegar a más de cien esculturas que llenan el lugar.






Los generales que vencieron a los tigres blanco y verde, el mismísimo Emperador de Jade que preside el santuario principal escoltado por los Cuatro Guardias Diamante...




A ambos lados del santuario encontramos dos salas. En la primera de ella, varios dioses y el llamado vestíbulo de los Diez Infiernos, con paneles de madera tallada que representan los tormentos que esperan a los pecadores junto con los jueces que revisan la vida de aquellos que descienden al inframundo.


En la segunda sala encontramos 12 figuras femeninas rodeadas de niños, que representan los rasgos buenos y malos de la naturaleza humana, con la diosa Kim Hoa, patrona de las mujeres, presidiendo el conjunto.


Se puede acceder al segundo piso, desde donde se tiene una vista general del santuario y sobre todo los trabajados tejados.

Y cerrando la jornada y el viaje nos fuimos a visitar el Museo de los Recuerdos de la Guerra.
Según el Ministerio de Turismo del país, es el museo más visitado de todo Vietnam, y debe ser, por supuesto, meta de los supervivientes que combatieron por el bando americano y que  en un ejercicio de autoevaluación regresan a un país que nada tiene que ver con aquel que conocieron décadas atrás.











En el amplio patio que precede al edificio, un amplio muestrario de aviones, tanques y helicópteros, en muy buen estado de conservación, nos va poco a poco preparando para lo que vamos a ver, aunque el verdadero shock se encuentra dentro de los muros del museo.

Guillotinas usadas por los franceses con los rebeldes del Vietminh, las jaulas de tigres donde eran encerrados los prisioneros del Vietcong, o las frías celdas de tortura y aislamiento van encogiendo nuestro corazón hasta límites insospechados.




El edificio principal, está repleto de imágenes de las guerras que se han sucedido en territorio vietnamita, de las peticiones de paz que lanzó el mundo para pararlas...



Hay salas especialmente delicadas, ya que son un catálogo de las mayores atrocidades del conflicto, como la que muestra fotos de bebés deformados por los bombardeos con herbicidas químicos y napalm, o armas experimentales que fueron secreto militar.




Pero quizá la más perturbadora, conmovedora e impactante sea una pequeña y luminosa sala forrada completamente de dibujos realizados por los niños que llevan aún en sus genes las malformaciones físicas y mentales, fruto de los experimentos químicos de la guerra, que el pueblo vietnamita lleva como lastre. Lo triste no fue ver los dibujos, fue que los niños que los hicieron estaban dentro de la sala...
No voy a dar detalles, sólo puedo decir que no pude entrar, que mi corazón acabó de partirse en miles de pedazos, y no me fue difícil darle uno de los fragmentos a esos niños inocentes que en su silencio, en su desgracia no piden justicia, sino sencillamente PAZ.

No quiero terminar este viaje con estas imágenes de tristeza, de guerras y desgracia. Vietnam se ha recuperado mirando al futuro, no al pasado; sabe que es un lugar lleno de paisajes impresionantes, de arquitectura delicada y única, de playas, bosques y montañas de excepcional belleza. Pero su principal valor es su pueblo, trabajador, cortés, educado y amable, que sabe como dar al visitante lo mejor de si mismo.
Tan sólo tiene que sonreír, y su sonrisa nos ganará el corazón. Hẹn gặp lại, Vietnam!

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