domingo, 1 de octubre de 2017

Cuba, la perla del Caribe (I).La preciosa Habana (I)

Siempre recordaré la gran cantidad de experiencias que vivimos y el colorido, los olores y sabores de los que disfrutamos en la mayor de las Antillas.

Después de 9.55 horas de viaje, llegamos al Aeropuerto José Martí de La Habana, donde tras pasar un control donde sellaron los visados y nos hicieron una foto para tener constancia de nuestra entrada y posterior salida de la Isla, nos esperaba un transfer al hotel que teníamos contratado, ya que el coche lo tendríamos tres días después.
En unos 30 minutos llegamos al hotel Tryp Habana Libre, en el barrio de El Vedado, uno de los más modernos y mejor cuidados de la ciudad, frente a la archiconocida heladería Copelia, el cine Yara y cerca de las oficinas y empresas más importantes.
Como pueden ver en las fotos, el hotel estaba bastante bien, aunque un arreglo en determinadas zonas no le vendría mal.





Esta era la vista desde nuestro balcón.


Y antes de ir a descansar bajamos a un bar cercano, " La Rampita" a tomar nuestro primer mojito.

Y muy de mañana, no sé si por el jet lag, ya estábamos en pie con esta imagen desde nuestras camas.




 Y después de este espectacular regalo de la ciudad bajamos a desayunar. Como tardaban en abrir dimos un paseito por el hotel.
El Hotel Habana Libre, de categoría 4 estrellas, situado en 23 y L, Vedado, es uno de los hoteles más grandes de Cuba y uno de los más emblemáticos de Ciudad de la Habana. El edificio en sí, constituye una joya desde el punto de vista urbano dentro de esta moderna ciudad.









Dispone de inmensas habitaciones distribuidas en 25 pisos, y las que se encuentran en los superiores, como la nuestra, brindan una excelente vista de toda la ciudad.
El lobby del Hotel Habana Libre es muy grande, ventilado y muy acogedor.
En líneas generales, lo mejor del hotel es su ubicación, sus vistas y el desayuno, variado y abundante. Lo peor es que necesita una reforma urgente en todos su aspectos.



Y después de desayunar... a la aventura. Es muy fácil recorrer La Habana, pero también lo es conocerla a fondo con un tour por La Habana al completo, con el que disfrutaremos de la esencia de la ciudad.
Primero tomamos la calle 23, que está saliendo del hotel y que nos sorprendió con esta escultura del Quijote.


Luego a la izquierda, la Avenida de los Presidentes que se interrumpe con este monumento gigantesco a José Miguel Gómez.
El monumento es obra del arquitecto italiano Giovanni Nicolini, y está dedicado al que fuera uno de los primeros presidentes de Cuba, José Miguel Gómez, quien fue además uno de los principales líderes de la Guerra del 95. El costo total de su realización fue sufragado por el pueblo de la ciudad, pudiendo contribuir con hasta 20 centavos. Fue inaugurado en un acto solemne el 18 de mayo de 1936.

En el centro del monumento se encuentra en bronce la estatua del general, de una altura de 3,50 metros. La base central del conjunto, está hecha de mármol rosa, importado desde Rávena, Italia. En los costados de la estatua del general, aparecen seis figuras que representan las seis provincias en las que estaba dividida la isla en el período, con expresiones heroicas clásicas. Otras dos estatuas de mármol que representan la fuerza y la magnanimidad, se encuentran en la base del mismo.
El resto del monumento, está compuesto por varias terrazas, fuentes y bancos, también de mármol. Coronando las dos esquinas del monumento se encuentran dos grupos escultóricos, uno de ellos (a la izquierda) representa, la Historia y el Tiempo, con la Libertad al centro, y en el otro (derecha), figuran el Derecho y la Ley, con la Paz en medio.

Luego nos acercamos hasta la Plaza de la Revolución, una de las más grandes del mundo con 72 mil metros cuadrados.
Fue creada en tiempos del presidente Fulgencio Batista y originalmente fue llamada Plaza Cívica, aunque su fama internacional comienza con la Revolución cubana. Frente por frente tenemos el Ministerio del Interior con la conocida imagen de Ernesto Guevara tomada por el fotógrafo Korda hecha relieve escultórico, obra de Enrique Ávila. En 2009 se inauguró la obra (del mismo artista y especificaciones técnicas) a Camilo Cienfuegos, otro gran héroe de la Revolución Cubana.


 Detrás nuestro queda el Memorial a José Martí, uno de los sitios emblemáticos en cuanto a la recopilación de textos e historia personal de José Martí, situado en la base del monumento ubicado en la histórica Plaza de la Revolución José Martí. Considerado el lugar más alto de La Habana, al cerrar sus puertas al público como museo a inicios de la Revolución, la base fue utilizada para despedidas, duelos de personalidades y otras actividades. En 1995, con motivo del centenario de la caída en combate de José Martí, ocurrida el 19 de mayo de 1895, se retoma la idea de abrir el sitio como memorial y queda inaugurado el 27 de enero de 1996.


En forma de estrella, consta de cinco salas, las dos primeras dedicadas a divulgar la vida y obra de José Martí, una tercera, que expone imágenes y documentos relacionados con la construcción de la Plaza, una cuarta que es teatro y el quinto espacio sirve a exposiciones transitorias.
Después que Fulgencio Batista tomara por la fuerza el poder el 10 de marzo de 1952 decide decretar la construcción del monumento como vía para limpiar su imagen empañada por la violencia. Para ello firma un decreto que imponía la recaudación de un día de haber por cada trabajador, además de elevar los impuestos y emplear otros métodos de obtener dinero para financiar la construcción.
 La corrupción imperante en el gobierno generó varios escándalos en torno al proyecto constructivo, partiendo de la adjudicación al ganador del tercer premio para favorecerlo por encontrarse en ese momento al frente de la Secretaría de Obras Públicas. Además la prensa de la época refleja los abusos cometidos contra los habitantes de los barrios marginales que ocupaban el área escogida para el centro cívico. Fue precisamente el joven abogado Fidel Castro quien asumió, en 1951, la defensa de los pobladores del barrio marginal "La Pelusa", amenazados de expropiación de sus viviendas para favorecer el robo de los fondos destinados a la obra del complejo monumental. Al fin la construcción se inició en 1953 y a finales de 1958 se habían erigido el obelisco y la estatua de Martí pero faltaban las áreas circundantes y la tribuna. No fue hasta 1961 que quedó totalmente construida.
Preside el complejo la estatua del Apóstol en posición sedente rodeado por seis columnas luminarias con grabados a bajo relieve de escenas cívicas. Éstas representan las seis provincias en que se dividía el territorio nacional en aquella época. La torre de mármol mide 109 metros de altura. El memorial fue la primera sede del Museo de la Revolución y hoy sus salones sirven de salas de exposición y para la celebración de actos, además de constituir uno de los principales atractivos turísticos de la capital cubana. Martí era hijo de valenciano y tinerfeña, por eso, una de las razones por las que los cubanos tienen en especial estima a los españoles de estas dos tierras.



Después de aquí un paseo por los alrededores de la Universidad, bajando por la calle San Lázaro donde se encuentra la casa donde se reunían Fidel y Ché ( actual Casa del Estudiante).


y tomando luego la Avenida 23, donde está el Pabellón Cuba, que se utiliza como subsede de la popular Feria del Libro de La Habana, exposiciones de obras de arte, coloquios sobre temas culturales, actividades recreativas para niños y jóvenes, muestras de innovaciones y trabajos relevantes hechos por jóvenes en diversas esferas, y otras muchas funciones. Por todo ello, es una de las principales plazas culturales de la ciudad de La Habana y del país.



Hasta llegar al Malecón, que comprende una amplia avenida de seis carriles y un larguísimo muro que se extiende sobre toda la costa norte de la capital cubana a lo largo de ocho kilómetros.
A mitad de camino de la Habana Vieja encontramos el Torreón de San Lázaro o Torreón de la Caleta, que fue construido con el propósito de mantener una posta de vigilancia donde la geografía del terreno no alcanzaba la vista desde las fortalezas de La Habana.
Fue construido en 1665 a cargo del ingeniero Marcos Lucio. La fortificación era un eslabón más de la cadena de fortificaciones que defendían la ciudad de la continua amenaza de los ataques de aquellos corsarios y piratas que rondaban por el Mar Caribe. El torreón, llamado así por un cercano lazareto que estaba ubicado en la caleta del mismo nombre, anteriormente conocida como de Juan Guillén, servía de enlace entre los castillos de La Punta y La Chorrera, al mismo tiempo que vigilaba el horizonte en busca de velas enemigas.




Y después el Parque de Antonio Maceo.
En medio del parque se sitúa el conjunto escultórico dedicado al Mayor General Antonio Maceo Grajales, que luchó en la guerra de independencia contra el dominio colonial español.
 Maceo parece ordenar una carga contra la ciudad, puesto que si sus hombres están a sus espaldas -tal y como es de suponer- éstos serían entonces, precisamente, extranjeros, a menos que se tratase de otros habaneros o de otros cubanos -lo cual hace más siniestras estas elucubraciones.
Llamo la atención sobre el hecho de que, a diferencia de lo que sucede con la estatua de Martí que se encuentra en el Parque Central, (y, por esta razón, en el corazón mismo de la ciudad), la de Maceo se erige en el borde, en los márgenes de la urbe y significativamente con gesto amenazador. También los restos de Maceo descansan en un lugar situado en las afueras: en el Cacahual.




Queda así fuera del alcance de la ciudad y de los cuerpos que la habitan. Por otra parte, todo, el bronce, la estatura monumental, la altura, nos lo vuelven extraño y, sobre todo, demasiado retórico y enfático.


Y seguimos un poco más por el Malecón.







Y llegamos al lugar donde el malecón hace una esquina para enseñarnos la impresionante vista de la Fortaleza del Morro.
El punto en el que nos encontramos, muestra en el suelo los planos de varias fortalezas que una vez tuvo la ciudad.


La gran plaza se complementa con el Castillo de San Salvador de la Punta, que se alza a la entrada del Puerto de La Habana, hermanado desde sus orígenes con el Castillo de los Tres Reyes del Morro y el Castillo de la Real Fuerza, formando parte del primer sistema defensivo de La Habana. Estas tres fortificaciones aparecen en el escudo de la ciudad.




 El trazado de la fortaleza data de las últimas décadas del Siglo XVI, obra del ingeniero militar Bautista Antonelli. La construcción estuvo a punto de ser detenida en varias ocasiones debido a impedimentos económicos y contradicciones entre Antonelli y las autoridades de la isla; asimismo, en diferentes épocas fue sometida a modificaciones estructurales.


 Seguimos caminando para encontrarnos con un monumento curioso, en memoria de ocho estudiantes que cayeron fusilados hace ya mas de 100 años. Se trata del Memorial a los Estudiantes de Medicina. En el mismo sitio donde cayeron fusilados hay un fragmento de la muralla delante de la que estaban los jóvenes; en la esquina hoy tan transitada de San Rafael y Prado vemos una placa de bronce que recuerda a su vez la noble actitud de un militar español, Nicolás Estévanez, que honró a su patria rompiendo la espada indignado con el crimen. Por su parte, en el Parque Central vemos la figura del Apóstol (José Martí), señalando con indignación y dedo acusador en dirección a una hilera de ocho canteros repletos de flores que son el símbolo de las ocho tumbas.



A su vez este número 8 se ve multiplicado en forma simbólica también en todas las palmas reales que rodean el monumento a Martí, y en un rincón extramuros donde antes estuviera ubicado el cementerio Espada hay un farallón con restos de los nichos que fueran el primer lugar de descanso de los mártires. Hoy sus cenizas están en el cementerio Colón. Los ocho jóvenes eran estudiantes de medicina en plena época colonial cuando fueron acusados de haber ultrajado la tumba de un periodista español y posteriormente el 27 de noviembre, fusilados.
 El monumento es un templete de estilo griego y detrás se ve la pared contra la que fueron fusilados. Además, hay una placa de mármol blanco rodeada de una corona que grabada en color negro reza simplemente: “inocentes”. Allí podemos leer los nombres de los estudiantes y de las personas que fueron sus leales defensores.
Seguimos por uno de las vías más señeras de La Habana, que nos lleva hasta uno de sus muchos corazones, el Paseo del Prado.
Hacia fines del siglo XIX, el Paseo del Prado había pasado a ser un espacio para el recorrido de peatones, complementado con el nuevo Parque Central que surgió en sus inmediaciones.

Modernos inmuebles con amplios portales flanquearon la popular alameda, convirtiéndola en prisionera de fachadas y columnas de cemento armado, las cuales rodean a una angosta senda verde, en un entorno donde el ornamento artificial de guirnaldas y capiteles compite con los frondosos laureles del paseo.
Reedificado en su forma actual hacia 1928, el famoso sitio recibió una solución en líneas neocoloniales, con bancos de mármol, luminarias, copas y los populares hasta hoy en día leones de bronce, mudos testigos y vigilantes de los habaneros que prefieren ese recorrido bajo los árboles como una bocanada de aire fresco entre el ruido de una ciudad moderna.
Uno de los edificios más curiosos es el Teatro Fausto.
El Fausto se registra dentro de los exponentes más selectos del Art Decó en la capital, por haber utilizado sus códigos artísticos de manera integral, en la concepción de la planta, el decorado y el equipamiento del inmueble, y por responder a las exigencias modernas en su concepción general. Fue el primer teatro en Cuba en disponer de aire acondicionado, y en su interior se colocó mobiliario de acero niquelado, hoy desaparecido.

 Hoy en día está esperando una remodelación integral, pero sigue vivo en su interior, con representaciones variadas, y en el exterior como base para expresiones artísticas como la que vemos en las fotos, de hormigas gigantes. En el marco de la Oncena Bienal de La Habana, la obra del artista Rafael Gómez Barros titulada “Casa Tomada” los insectos dominan por completo la fachada del teatro Fausto.


Al llegar a ese centro que nombraba antes, encontramos en primer lugar el Hotel Inglaterra, fundado en 1875 y considerado el decano de los establecimientos turísticos de la isla, y fue en su época el lugar predilecto para las tertulias de los habaneros. La edificación es de estilo neoclásico, con elementos que le dan un toque de originalidad como son los mosaicos alicantinos y verjas traídas especialmente de Sevilla. Declarado Monumento Nacional por sus valores históricos, su ubicación en el céntrico Paseo del Prado y junto al Gran Teatro de La Habana, sede del Ballet Nacional de Cuba, lo convierten en un centro cultural por excelencia.



Contiguo a él, se encuentra el Gran Teatro de La Habana, Gran Teatro García Lorca o Antiguo Gran Teatro Tacón. Actualmente es un complejo cultural compuesto por varias salas, la principal lleva el nombre del gran poeta español Federico García Lorca. Es sede del Ballet y de la Ópera Nacional de Cuba.



 Su arquitecto Antonio Mayo logró dotar al edificio de los requisitos necesarios en cuanto a comodidad, capacidad, ventilación y condiciones acústicas. Levantado en un extremo de la entonces Alameda de Isabel II y a pocos metros de la puerta de Monserrate, en la Muralla de La Habana, tenía 90 palcos y 22 filas de lunetas y una capacidad mínima de dos mil asistentes, pero con posibilidad máxima de llegar hasta cinco mil. 

El avispado empresario dueño de la instalación era un alto, huesudo, enjuto y desaliñado catalán llamado Francisco Marty y Torrens, quien había llegado a Cuba "sin un duro" y casi analfabeto, para tiempo después, gracias al negocio de la trata de esclavos y más tarde en el mercado de la pescadería, convertirse en don Pancho Marty.
Tal llegó a ser el lujo de Tacón que por la época se cantaban unas coplas, en las que se decía "tres cosas tiene La Habana que causan admiración: El Morro, La Cabaña y la araña del Tacón" refiriéndose a una enorme y llamativa lámpara de fino vidrio, importada de París que colgaba sobre la platea, y que dicho sea de paso, en una ocasión sufrió la ira de un público furioso por la mala calidad de una obra. Se dice que su esplendor terminó cuando en ocasión de una reparación le ocurrieron tantos percances que hubo de ser bajada y retirada de servicio activo.
La actual construcción fue inaugurada en 1914, es obra del arquitecto belga Paul Beleu. Este lugar fue adquirido, junto con los terrenos aledaños, por el Centro Gallego para edificar su Palacio Social en 1906. Construido en estilo neobarroco, tomó como modelo las construcciones del barroco europeo, por lo que abundan las tallas y esculturas en piedra. En su fachada principal tiene cuatro grupos escultóricos en mármol blanco que representan alegorías de la Beneficencia, la Educación, la Música y el Teatro, obras de Giuseppe Moretti. Los elementos se colocaron de forma equilibrada, y los balcones, ventanas, cornisas, la proporción de sus torres y la unidad de las molduras logran un ritmo elegante. El teatro fue reconstruido dentro de este hermoso edificio.

Continuemos un poco más para encontrarnos de lleno con el Capitolio.
Arquitectos e historiadores consideran al capitolio como una obra casi perfecta de la ingeniería de inicios de siglo, además de situarlo entre los seis palacios de mayor relevancia a nivel mundial. La historia recuerda los avatares de su construcción, realizada durante tres años y medio desde el 1 de abril de 1926 a 1929, con el objetivo de instalar en el inmueble al legislativo del gobierno de antaño.



Las cifras son también impresionantes, pues para su edificación se desembolsaron cerca de 17 millones de pesos, cifra enorme para la época, unido al trabajo de más de ocho mil obreros especializados. En materiales los archivos recogen la utilización de cinco millones de ladrillos, 38 mil metros cúbicos de arena y 40 mil de piedras, 150 mil bolsas de cemento, 3.500 toneladas de acero estructural y dos mil de cabillas, cantidades verdaderamente impresionantes.


 La historia también tiene su espacio en El Capitolio, pues en sus salones se celebró en 1940 la Asamblea Constituyente y se promulgó la Constitución. Ya después de 1959, unió sus destinos al conocimiento hasta nuestros días, al servir de sede a la Academia de Ciencias de Cuba y al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA). Encuentros, exposiciones, actos solemnes y actividades empresariales colman los programas de actividades de sus amplios salones en la actualidad, unido a la difusión de la herencia histórica y arquitectónica del edificio. Actualmente se encuentra cerrado por reformas. Artistas de la fotografía proliferan por los alrededores del inmueble, prestos a acudir a los reclamos de los paseantes y manipular con profesionalidad equipos que encierran la huella de varias decenas de años.




Más de 25 locomotoras de vapor que prestaban servicio en los ingenios  azucareros de otras provincias, están almacenadas a la intemperie en un terreno de la calle Dragones. La Oficina del Historiador de la ciudad pretende restaurar las locomotoras y fundar un museo ferroviario; además, algunos aseguran que pronto se inaugurará un tramo de vía para ofrecer excursiones a los turistas con trenes tirados por estas viejas máquinas de vapor. En la actualidad 6 locomotoras restauradas se exhiben en el parque de Arsenal, al frente de la terminal de ferrocarriles de La Habana, otras 3 ya están montadas sobre rieles, cerca de la antigua Naviera “Warm Line”, localizada en la Avenida del Puerto, y también en las proximidades de un almacén donde se venden artesanías nacionales y souvenirs a los turistas.


Estas locomotoras que reposan hoy como antigüedades se mantuvieron activas hasta la década de los 90, época en que se intensifico el colapso de la industria azucarera cubana. Dichas máquinas, de tecnología inglesa y norteamericana, se movían quemando carbón de piedra, bagazo de caña, o leña. Ahora esperan a que los hombres a los que sirvieron decidan su futuro.

A pocos metros del Capitolio Nacional de La Habana, entre las calles Amistad y Dragones, está el barrio chino de la capital cubana, una vez el más grande e importante del Nuevo Continente. Hoy no es el mismo de entonces, pero subsiste gracias al espíritu de los viejos chinos que aún viven allí. A partir de 1847 llegaron miles de chinos, el primer grupo llego en el vapor Oquendo al puerto de La Habana. Se calcula que entre 1847 y 1874 entraron unos 150 mil chinos de Hong Kong, Macao y Taiwan contratados para trabajar en plantaciones de caña y café, junto con los esclavos africanos. Los chinos traían una cultura superior a la de los africanos y pronto derivaron hacia los oficios. Trabajaron en La Habana en la industria, el comercio, los servicios, las construcciones...



Por aquellos tiempos existía espacio vacío en el centro de La Habana, cuyo eje central era la llamada calzada de la Zanja, por donde pasaba el agua del río Almendares hasta el Callejón del Chorro, con destino a las embarcaciones, en lo que hoy es la Plaza de la Catedral. El chino Chun Long, con el nombre españolizado de Luis Pérez, funda en 1858, una fonda en la esquina de Rayo y Zanja, donde está actualmente el restaurante El Dragón, mientras su paisano Lin Si Yin (Abraham Scull) levanta un puesto de frutas. Así empezó el Barrio Chino de la Habana. Posteriormente a finales de los 1800 llegaron unos cinco mil emigrantes chinos procedentes de California. Estos aportaron un gran impulso comercial a la comunidad china. Crearon restaurantes de lujo, tiendas de soda, teatros, bancos, bodegas, periódicos, funerarias, casinos y salones donde se ofrecían fiestas y bailes.



El conocimiento y uso de muchos vegetales se debe al cultivo que, en aquellos tiempos, realizaban los chinos, sobre todo el arroz, que se generalizó a partir de su llegada a Cuba, y hoy es indispensable en la cocina cubana.

Para llegar hasta el desde el Malecón hay que encaminarse por la calle Galiano, que hace esquina con el hotel Deauville. Otra ruta desde la Habana Vieja seria cruzando el Prado y dejando a un lado la antigua fabrica Partagas, donde esta el comienzo de la calle Dragones, por la que entramos nosotros.


Lo verdaderamente curioso del barrio son las llamadas Sociedades Chinas de Instrucción y Recreo, pequeños casinos-bares-fondas-restaurantes, situados invariablemente en un primer piso; entre ellas están : Sociedad China La Unión de la Familia, Sociedad China Lung-Kwn-Sol, Fonda Sue-Yuen-Tong y Fonda Chi-Tack Tong, que esta en una planta baja.
Los chinos se mantuvieron fieles a sus costumbres en un principio, celebrando matrimonios entre ellos mismos, pero cuando muchos comenzaron a emigrar a otros países, los orientales que se quedaron se casaron con cubanos y blancos, y la raza se ha mezclado en forma notable. Hoy en día la mayoría de chino-cubanos son una mezcla de antepasados chinos, españoles y africanos.





Y seguimos callejeando por la zona de Habana Centro, Máximo Gómez, Monte, Avenida de Bélgica y calle Brasil.








Y llegamos al Parque Central.
El pequeño Parque Central, frente del Hotel Inglaterra, fue ampliado después de que las murallas fueran derruidas a finales del siglo XIX. La estatua de mármol de Jose Marti (1905), ubicada en el centro del Parque Central, fue la primera que se alzo del poeta en Cuba. En la actualidad es territorio de aficionados al beisbol. Al sur de la estatua se puede ver la famosa esquina caliente, donde un grupo de hombres ríe, grita y discute sobre las estadísticas, las posibilidades de sus equipos de jugar la final y los hábitos de sus jugadores favoritos.



A un lado tenemos el famoso Floridita, la cuna del Daiquiri. Por su célebre bar han desfilado varias generaciones de cubanos y cuanto extranjero visitara la Habana, conocido o no. Muchos para apreciar y constatar aquello que le encontró el célebre escritor norteamericano Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway, que tantas horas pasara sentado en su barra, escuchando a los asiduos del lugar, o dándole forma a algunas de sus historias acompañado de su bebida favorita el Daiquirí, o del Papa's trago que él trasformó a su gusto y que hoy muchos vienen a degustar.

Dedicada al ingeniero Francisco de Albear en 1895, encontramos en un pequeño parque una escultura rodeada de frondosos árboles. Así se rendía homenaje al proyectista de un entonces moderno acueducto, que aún provee de agua a varias zonas de la capital. 
Y así la estatua fue erigida en un pequeño parquecito de la calle Monserrate, en el límite de La Habana Vieja, pero dirigiendo su frente hacia el oeste, a lo que era la nueva ciudad extramuros.
Tímidas fuentes de agua en el monumento recordaban la obra cumbre de Albear, mientras una hermosa mujer, ataviada según los más elegantes cánones de la época, representaba a la ciudad, continuando así una tradición estatuaria que ya tenía a su haber la barroca Giraldilla del Castillo de la Fuerza y la neoclásica India del Paseo del Prado.



Esta es una famosa librería de la Habana. La rehabilitación del centro histórico de la ciudad y en particular de la calle Obispo propuso la recuperación de la librería  "La Moderna Poesía", considerando el inmueble que la acoge como la portada de esta arteria comercial, transcendental en la ciudad y partiendo de la importancia cultural e histórica que alcanza el edificio, el que se ha visto siempre concurrido por generaciones de lectores desde su misma fundación a la actualidad, siempre bien dotado de los más variados temas de la literatura y el arte universal. En 1995 la Oficina del Historiador de la Ciudad comenzó los trabajos de rehabilitación en su sede, los mismos que poco después fueron finalizados con éxito.

 Y empezamos a bajar hacia el corazón de la Habana Vieja por la preciosa calle Obispo.
Obispo es una de las calles más populosas de la ciudad de la Habana. Pertenece al centro histórico y su característica principal es el gran número de comercios que se ubican a todo lo largo de ella, desde la calle de Bernaza hasta la Plaza de Armas. Esta vía, cerrada al tráfico de vehículos, nace justo entre la Plazuela de Albear; homenaje al creador del primer gran acueducto de la ciudad, vigente hasta hoy día, y La Moderna Poesía, la más importante librería habanera que ya hemos visto antes.
La calle fue bautizada en homenaje al obispo Fray Jerónimo de Lara, quién vivió en ella en 1641, y al también obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, quien solía recorrerla desde su casa en la vecina calle de los Oficios.



En sus primeros tiempos, era un verdadero corredor de mercancías que llegaban de la zona de extramuros a través de la puerta de Monserrate. Es una calle estrecha y sin portales, y fue la primera en ser asfaltada en toda la ciudad. Hoy es un concurrido boulevard, que sirve también como paseo de entrada hacia la parte más añeja de la Habana. En ella se encuentran tiendas de distintos tipos, desde pequeños mercados hasta elegantes boutiques, y otros comercios estatales, galerías de arte, hoteles, restaurantes, así como puestos privados de venta de comidas y artesanías. Por lo que siempre ha sido una de las calles más concurridas de la capital cubana, eso sí, siempre a pie.
Entre los edificios que destacan por sus dimensiones estéticas y arquitectónicas está el que acoge hoy al Ministerio de Finanzas y Precios justo en la esquina con la calle Cuba. Este fue el centro de un antiguo triángulo bancario que surgió en esta zona a principios del pasado siglo; la que fuera conocida, incluso, como el Wall Street habanero, por la presencia de grandes bancos que ocuparon aquí lujosas sedes.


Entre los establecimientos más tradicionales que se encuentran aún en funciones están, el Hotel Florida y el Ambos Mundos; este último acogería durante los años 30 al ilustre escritor norteamericano Ernest Hemingway, quien se paseara incontables veces por esta encantadora arteria desde el lugar donde se hospedaba hasta su preferido bar El Floridita.




 Empezó de repente un calor enorme, como si abriéramos la puerta de un horno, y cayó el diluvio universal, así que entramos en un bar a tomas unas cervezas Bucanero y descansar. ¡¡Llovió durante tres horas!!
El bar " La Dichosa, que sería como nuestro hogar en La Habana en varias ocasiones. Aquí cantaban "Los 5 del Son".



Cuando salimos ya estábamos un poco cansados, así que preferimos retirarnos pronto y madrugar al día siguiente para ver todo lo que nos habíamos dejado ese día a causa de la lluvia.
Volvimos por la calle San Rafael, que nos llevaba directamente al hotel.


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