domingo, 5 de abril de 2020

Ruta por la Provincia de Córdoba (y V)

 No soy de esas personas que suelen hacer muchas alusiones a los famosos del papel cuché, no me interesan las vidas de otras personas más allá de lo que aporten de bueno al resto de los mortales con los que comparten historia, existencia o muerte.

En este caso, y de paso, si que pude y quise desviarme hasta Pozoblanco, en Córdoba, mítico pueblo desde el 26 de septiembre de 1984, cuando de repente apareció en el mapa para todos los españoles y seguidores del torero Paquirri y de la tonadillera Isabel Pantoja de allende los mares americanos.



Antes, el lugar era conocido por ser capital administrativa del Valle de los Pedroches, segunda comarca de Andalucía en extensión y sobre todo por su gentilicio, el de "Tarugos" que se refería a los troncos de árbol con los que sus habitantes comerciaban con los pueblos de alrededor y que finalmente les dio nombre.


Con parte de la riqueza generada con este comercio y el ganado bovino, se levanto la plaza de toros, de la que pocos saben que fue excavada parcialmente en la roca del terreno donde se levanta. La actual viene a ser una reforma integral de la original que databa de 1912 y que finalizó en 2001, fruto y parte de una campaña electoral.

De aquella primitiva plaza de Los Llanos, hecha de piedra de granito de cantería y hierro, quedan los tendidos como símbolo de la característica roca de la zona.


Por fuera del coso taurino, una composición escultórica recuerda la muerte del diestro de Barbate de una manera bastante esquemática pero no por ello menos dramática.
Hinojosa del Duque
Una iglesia con carácter
Las minas, y esto sorprende a muchos, que por primera vez oyen hablar de la pequeña ciudad, fue el motor económico durante largo tiempo de esta región cordobesa. Motor que dio riquezas de manera intermitente a lo largo de los siglos, desde los romanos, y que permitió construcciones tan espectaculares y al mismo tiempo tan diferentes y recogidas como la Iglesia de San Juan Bautista.



Tanto se enriqueció que en poco tiempo llegó al rango de Villa de Alcurnia, y con ella la declaración de San Juan Bautista de Monumento Nacional, conocida como la Catedral de la Sierra por su envergadura y belleza.

Aún siendo básicamente un templo gótico, tiene tantos añadidos posteriores -mudéjares, renacentistas, platerescos e incluso art-decó- que se convierte automáticamente en un catálogo artístico de incalculable valor.
Ya sólo su portada nos impresiona en gran medida, y no se extrañe nadie si le recuerda a la monumental Biblioteca de Éfeso, clara influencia hay, al igual que de las grandes villas romanas.




La torre es otra joya, hecha de filigrana en piedra, como si debajo hubiera plata trabajada por un orfebre.
Rodeándola vemos una mezcla de estilos, de blancos encalados y de piedra casi virgen, de cristaleras de los años 20 y torres de pequeña ermita...Sorprendente.



Dentro ya acaba de fascinarnos con la combinación de alturas de los techos en piedra o decorados de manera sumamente elegante, con la imaginería andaluza más conmovedora, como el Cristo Difunto o un crucificado que es descendido de la cruz por un fraile.




Sufrió en el año 36 el desastre del expolio y la destrucción con el cambio de gobierno, desapareciendo los libros de cofradías, que se quemaron en la plaza de San Juan junto con el retablo principal, los altares y muchas imágenes durante el verano de ese año.




Afortunadamente gran parte del patrimonio pudo ser restaurado y recuperado, aunque muchísimos elementos de valor incalculable se perdieron para siempre.








Hoy, la Catedral de la Sierra sigue sorprendiendo a los que la visitan, mostrando con orgullo la grandeza de su pasado.
Parque Industrial de Peñaroya- Pueblonuevo
Un día de 1870, la perra de un cazador, a la que llamaban "Terrible" descubrió la primera veta de carbón al sur del pueblo. Este hecho hizo que naciese una nueva población pegada prácticamente a la existente, a la que llamaron, curiosamente, Pueblonuevo del Terrible, en homenaje a la perra minera. En 1896 se funden ambos pueblos, dando lugar a un emporio minero e industrial de importancia tal, que en 1920 ya contaba con 30.000 almas.


Fue en la década de los 30 cuando todo se vino abajo a causa de la crisis originada por el auge del petróleo en detrimento del carbón. La ciudad cae prácticamente en el olvido hasta hace poco, cuando curiosamente se necesita abrir de nuevo algunas minas de carbón para alimentar la nueva Central Térmica de Puente Nuevo. ¿ Que ironía, no creen?


Fruto de aquel auge minero quedan, muy cerca, las casas del Barrio Francés donde vivían los miembros de la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya, que eran todos "franceses de Francia" y que gobernaron la economía del pueblo hasta la llegada de la crisis.


El Ayuntamiento está empeñado en recuperar para el turismo el inmenso parque industrial del que ya se ha inaugurado el Museo Geológico Minero, y que va a permitir el estudio de minerales de los cinco continentes y observar todo el proceso de extracción de los distintos productos.
Palma del Río, la ciudad fortificada
Las tierras de Palma son bien queridas por las aguas de dos ríos, el Guadalquivir y el Genil, que regalan a sus terrenos una fértil tierra, capaz de cobijar inmensas hileras de naranjos. Huele a azahar el aire de esta ciudad que ha aprendido como ninguna a contar historias y a manifestar arrebatados sentimientos bajo los sones de las peteneras.
Y así ha sido siempre, en todas las épocas. Y de todas va guardando algo.
De la almohade se conservan todavía algunos restos de las murallas entre los que destacan varios lienzos y torreones, con puertas como el "Arquito quemado", por donde entraron los habitantes de la ciudad tras su victoria sobre los moros en 1483. Según los historiadores, la ciudad gozó de una importancia estratégica relevante dentro de las poblaciones que hacían frontera con el reino cristiano.


En su origen se componía de dos estructuras diferenciadas, alcazaba y muralla defensiva, pero hoy sólo podemos contemplar ésta última quedando como testigo de la primera, mandada construir por el sultán Abu Yacub, y la base de los cinco torreones que delimitaban la planta del castillo con algunos restos de paredones aislados.


Aunque ya hemos nombrado una de ellas, otra de las puertas de importancia que se conservan es la "Puerta del Sol", construida en forma de recodo y protegida por un matacán, lo que la convertía en freno casi inexpugnable en caso de ataque, sobre todo de las llamadas "Milicias de Ávila" que tantos estragos causaron en filas árabes.



Hoy, las murallas lucen en todo su esplendor, y sólo hace falta acercarse a ellas en silencio para escucharlas contar historias de moros y cristianos, de guerra y paz, de asaltos y amores, de Palma del Río...
Tras la muralla
Y es que la mayoría de los monumentos de Palma del Río están relacionados con la arquitectura religiosa, creo que en un intento de imponerse a la cultura árabe que dio sangre a la ciudad hasta la Reconquista.

Por eso la grandeza de iglesias como ésta de la Asunción, levantada a lo largo del siglo XVIII sobre el solar de un antiquísimo templo, con una preciosa torre, pura filigrana, construida en ladrillo y adornada con azulejos en el más puro estilo sevillano.



Dentro, el churrigueresco explosiona en todo su esplendor artístico, aunque curiosamente sobre el fondo inmaculadamente blanco de las paredes, roto por los retablos y grandes pilares rococó que se conservan de los originales en una nave alta y amplia, custodiada por balcones que se abren a ella y desde donde la nobleza de la zona asistía a la misa cada día.
El retablo principal, sin embargo, es una copia del original, destruido por las iras furibundas de los milicianos de la Guerra Civil.





Se conserva un precioso cáliz de plata de estilo gótico renacentista, de gran valor histórico-artístico.



En los alrededores encontramos pequeñas joyas como el balcón renacentista del palacio de los Portocarrero o el convento de Santa Clara.
La joya de Palma del Río
El nuevo puente que cruza el Guadalquivir nos lleva directamente a la pequeña ermita y al cerrete donde se levanta un mirador que nos regala preciosas vistas del caserío, del río con su amplia vega cubierta hoy de espesos naranjales y del viejo puente de hierro construido por los hermanos Darget y que funciona desde 1862.


El terreno perteneció a los condes de Palma, y lo que fue una casa de descanso y curación se fue transformando en ermita de la Virgen de Belén, por obra y gracia de las obras del ferrocarril que obligó a la reordenación absoluta del lugar.


La ermita parece simple por fuera, pero es de una riqueza impresionante en su interior, lo que se percibe desde que entramos al precioso porche cubierto de azulejos de factura sevillana.


Ya en la pequeña nave seguimos admirando la cerámica que cubre gran parte de las paredes y que embellece el recinto para gloria de la Patrona.


La devoción a la Virgen de Belén viene desde muy antiguo, tanto que se piensa que existe desde el S.XIII, aunque es en 1.702 cuando se tienen datos escritos de tal fervor. La actual imagen es la tercera de las 3 conocidas que ha tenido esta advocación en Palma del Río. Es obra firmada y documentada del imaginero onubense, afincado en Sevilla, Sebastián Santos Rojas, que la realizó en 1937 tras haberse perdido la anterior en la Guerra Civil.



La Romería se celebra durante el primer domingo de septiembre o el último de agosto, justo una semana antes del día 8 de Septiembre, fecha en la que se conmemora el día de la Patrona de Palma.
Al lado de la ermita se alza un triunfo coronado con la representación de la Virgen de Belén, e inmediatamente después, unos escalones que llevan al mirador.