jueves, 19 de agosto de 2021

Galicia, nuestro secreto mejor guardado ( y XIX)

 Emprendemos la última etapa de nuestro viaje visitando La Guardia.

Estructurada y alimentada por el puerto pesquero, la pequeña villa posee un casco histórico compacto y muy interesante. Empecemos por su núcleo, la llamada Plaza del Reloj.

Este nombre es el que ostenta popularmente, ya que ha sido conocida como Plaza Mayor, de la República, de España y de la Constitución, según los vaivenes de la historia de Galicia y del país. En principio no era sino parte del foso de las murallas defensivas de la ciudad, que luego fue rellenado para ganar terrenos donde luego fueron edificadas las casas consistoriales y la casa de los Alonso.

Sin duda, su principal monumento es el que le da nombre, es decir, la torre que era baluarte defensivo de la muralla y al que se añadió un reloj acorde con los que vemos en cualquier plaza de gobierno en toda España. Si nos fijamos vemos dos escudos de armas, el del Obispo de Tui y el de la Villa.


Fue éste obispo, de nombre Diego de Torquemada que no debemos confundir con el Torquemada de la Inquisición, el responsable de la ampliación de la preciosa iglesia de Santa María. El templo, en su origen románico, posee una serie de hermosos retablos y guarda un crucificado que según la leyenda fue rescatado del mar tras ser arrojado al atlántico por los ingleses, tal y como ocurrió con la Virgen de Oia.

Ya bajando hacia el puerto nos tropezamos con el monasterio de las benedictinas, fundado en el siglo XVI y que estuvo habitado por las monjas de dicha orden hasta 1983. Del conjunto tan sólo sobrevive con función religiosa el pequeño templo, ya que las antiguas dependencias monásticas son ahora un hotel.


Un poco más abajo encontramos una escultura de Magin Picallo, el mismo escultor que creó el Encuentro entre dos mundos de Baiona. En este caso se trata del "Homenaje al marinero desaparecido", que representa a la mujer de un valiente marino en el momento en que recibe la noticia de la muerte de su marido.

Frente a ella, el puerto y la playa de Ribeira.

Como en muchas villas y ciudades de Galicia y Asturias, se ha creado una serie de rutas que nos permiten recorrer la historia de los indianos tras su vuelta de América. Son casas grandes y ostentosas, que presumen del bolsillo lleno de aquellos que huyeron de la pobreza y regresaron con grandes fortunas y edificaron mansiones con las que presumir en la tierra que los vio nacer.
 Aunque la villa posee notables ejemplos de ellas, la más llamativa es la llamada Casa Borinquen, en sus comienzos rodeada de frondosos jardines, hoy sustituidos por casas. Sus dos características fundamentales son los azulejos verdes y la torre, que se dice construida por su propietario para poder ver el mar.

Dejamos atrás La Guardia para acercarnos al Mirador del Miño, donde desemboca el río tras recorrer 315 km. La zona se ha convertido en un paraíso ornitológico, y su estuario nos permite disfrutar de los últimos metros que recorre el Miño antes de desembocar en el Océano Atlántico. Frente a nosotros, Portugal.


Nuestra penúltima parada será Tui. La riqueza artística de este lugar es tal, que aconsejo esta visita guiada por Tui y su catedral para no perderse nada.
La pequeña villa, habitada desde el paleolítico, vio forjar sus cimientos con sangre galaica, romana y sueva. Pero fue en la Edad Media cuando realmente adquirió una importancia vital, llegando a ser una de las siete capitales del reino de Galicia al recibir de doña Urraca una serie de privilegios fundamentales debido a su situación fronteriza privilegiada.

Nos recibe con lluvia, nada extraño en la zona, pero no perdemos la curiosidad por conocerla y nos encaminamos a su monumento más importante, la catedral de Santa María.
El fastuoso templo más parece una fortaleza a primera vista que una catedral.

Los muros almenados, que resiguen el diseño de las murallas de la ciudad, refuerzan esta impresión, y no es hasta que vemos la fachada que da a la plaza que realmente percibimos la belleza de este templo cuyos orígenes se remontan al siglo XI, mezclando elementos del románico en su trazado y del gótico en su delicada decoración y acabado.

Según se dice tanto la portada como el gigantesco arco que la precede fueron la primera gran obra gótica de la Península. En su tímpano vemos representados pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento, los profetas y el rey Salomón. Completa el conjunto la narración de la vida de Jesús y una vista de la ciudad de Jerusalén.

En la nave central vemos algo poco común en un templo. Se trata de varios arcos codales o "del miedo" para evitar el derrumbe hacia adentro de las paredes, ya que al parecer los muros laterales no fueron levantados correctamente.


En el suelo de la plaza encontramos la vieira que marca a la ciudad como uno de los hitos obligados en el Camino de Santiago.

Seguimos callejeando por las tortuosas calles de la ciudad...

Hasta llegar a la Capilla de la Misericordia, pequeño templo que se levantó en 1542, para que los indigentes tuvieran un digno lugar de sepultura y los necesitados pudieran encontrar auxilio espiritual y material.

En su patio lateral encontramos un precioso cruceiro.

Cerca está la Iglesia de San Telmo, una auténtica maravilla en estilo barroco portugués, y que además es el único edificio en este estilo en toda Galicia. Según se dice sus cimientos se hunden en el sitio exacto donde murió el santo dominico.


Dejamos atrás la villa subiendo por sus empinadas callejuelas en busca de nuestro último destino, el mirador de Coto Fenteira.

En Redondela, cerca del Monte Penide, se encuentra una pequeña elevación de apenas 262 metros que se ha convertido en uno de los mejores miradores sobre la Ría de Vigo. Para atraer más visitantes se instaló un banco, que se ha convertido en destino casi imprescindible. Las vistas abarcan el estrecho de Rande, la ensenada de San Simón, Vilaboa, Moaña, Cangas, e incluso las Islas Cíes.


Presidiendo el conjunto, el imponente Puente de Rande, que forma parte de la autopista del Atlántico y que mide 1.558 metros de largo, lo que lo convierten en uno de los mas largos de España.

Con estas fabulosas vistas nos despedimos de Galicia, tras recorrerla tal y como se merece, intentando no dejar apenas rincones sin conocer, y aún con todo sabiendo que guarda miles de secretos que sólo desvelará a aquellos que han aprendido a amarla y que algún día volverán, como yo haré.

miércoles, 18 de agosto de 2021

Galicia, nuestro secreto mejor guardado (XVIII)

 Retomamos el camino para abordar las últimas etapas de nuestro recorrido. Y para ello nos detenemos en Baiona. Aunque yo lo recorrí por libre, existe un interesante free tour por Baiona que nos enseñará lo mejor de la ciudad de forma gratuita.

Tras aparcar nuestro vehículo cerca de la costa, concretamente frente a la Punta Sansón, vamos recorriendo la zona costera conocida como Parque de A Palma, lugar de asueto y relax de los habitantes de la villa. Con zonas ajardinadas, parques infantiles y deportivos, este rincón de 11.000m² se construyó sobre un desaparecido complejo dunar que unía el Monte Boi con el casco histórico.

Uno de los protagonistas del lugar es el insigne marinero Martín Alonso Pinzón, que arribó a Baiona en 1493 tras el descubrimiento de América. La historia cuenta que el onubense, debido a una fuerte tormenta se separó de las otras dos carabelas y se dirigió a Baiona, donde desembarcó para dirigirse a Palos, con la buena nueva de la hazaña de Colón. Esta escultura rememora el hecho histórico y sirvió para hermanar las dos villas en 1977.

Seguimos adelante por el paseo para dirigirnos al Monte Boi.

Baiona siempre amó el mar, y éste le correspondió con una hermosa costa que poseía una importancia estratégica única en la Ría de Vigo. No todo eran ventajas, ya que era continuamente atacada por los portugueses y sobre todo por piratas normandos y corsarios ingleses.

Arrasada por los primeros y colocada bajo la protección del rey Alfonso IX, se decide construir la fortaleza de Monterreal, que poca defensa significó ante nuevos ataques de los lusitanos y el insistente Pedro Madruga. Ya en el siglo XVI se refuerza como Dios manda, con 3 km de muralla y varios torreones defensivos. Hoy en día alberga las instalaciones del Parador Nacional Conde de Gondomar.


En la siguiente imagen se puede apreciar un monumento que suele pasar desapercibido. Es el lugar de enterramiento del primer nativo traído de América.

Subimos un poco la loma para visitar uno de los monumentos más conocidos de Baiona, el llamado "Encuentro entre dos mundos".

Inaugurado en 1993, este grupo tallado en granito es obra del gallego Magín Picallo.

Podríamos dividirlo en cinco partes. La central representa la esfera de la Tierra, a su alrededor encontramos a Galicia, América, los emigrantes y los que han retornado.

La idea y proyecto del autor no era solo recordar el descubrimiento, sino también reforzar el recuerdo de Galicia como punto de partida y retorno de los emigrantes que escaparon de la pobreza española para buscar un futuro mejor en el Nuevo Mundo.


Como curiosidad, decir que en el interior de la bola hay 22 muestras de tierra de los países que componen América, puestas el día de la inauguración por sus embajadores. 

Al otro lado del monte disfrutamos de la preciosa playa de la Ribeira y el frente marítimo de la ciudad.



Un mural azulejado, recuerda el viaje de las carabelas de vuelta a España, pasando por Baiona y llegando a Palos.

Nos adentramos en el casco histórico por la Praza Padre Fernando paseando por las tranquilas callejuelas de la villa,


Pasando ante el convento Das Nais Dominicas, levantado en el siglo XVI.


En la Praza do Consello se encuentra la Capilla de la Misericordia.


La capilla, tal y como la vemos, no siempre estuvo aquí, ya que en un principio se edificó como parte de la fortaleza de Monterreal, que antes vimos. Fue en 1656 el momento en que se ordenó levantarla de nuevo en el lugar que ahora ocupa.


Propiedad de la Hermandad de la Santa Casa de Paz y Misericordia, es la más antigua, según se dice, de Galicia y su ánimo era cumplir las obras de misericordia que incluían dar entierro y acompañamiento en las últimas horas a los habitantes de la villa y a los forasteros a los que la muerte sorprendía en el lugar.


No debemos irnos sin visitar su interior, ya que aparte de las magníficas tallas del Cristo de los Faroles, el de la Cañita y el de Oro entre otras, destaca una curiosidad. El Crucificado del altar central llegó desde México con su cruz hueca llena de oro, para sufragar los gastos de la capilla. Al parecer fue una ingeniosa idea para evitar que los temerosos corsarios pudieran hacerse con el precioso metal.



Si tenemos que hablar de devoción en Baiona, no podemos irnos sin visitar la iglesia de Santa Liberata.
Construido en 1695, el templo dedicado a la mártir cristiana en estilo plateresco italiano, se levanta en la plaza del mismo nombre en los márgenes del casco histórico.
La historia o leyenda de la santa es interesante e intrincada, ya que fue la primera mujer crucificada de la historia.
Al parecer Calsia, esposa del gobernador romano de Galicia y Portugal, dio a luz a nueve niñas. No queriendo que su marido pensara en una infidelidad ante tanta criatura, ordenó a su partera que las ahogara en el río, pero ésta las entregó a otras tantas familias cristianas. Como consecuencia de las persecuciones y represión romanas de la nueva religión, las hermanas, años después, fueron detenidas y encarceladas. Negándose a abandonar su credo, fueron condenadas y martirizadas y dos de ellas, Liberata y Marina fueron crucificadas. En el altar mayor se representa el episodio, siendo la protagonista Liberata por ser la abogada de los matrimonios no deseados y conservarse en el templo la reliquia de un hueso de su brazo.

A pocos pasos se encuentra la Ex Colegiata de Santa María.
El edificio que parece un libro abierto sobre la historia del arte, es una magnífica muestra de la transición del románico al gótico, ya que presenta características de ambos estilos. Dentro, y fruto de las reformas y añadidos encontramos un precioso altar mayor barroco.



La iglesia es visitada sobre todo por pescadores y marineros, ya que en ella se encuentra la imagen de la Virgen del Carmen, de gran veneración y devoción en la Villa.
Siguiendo la costa, hacia el sur, nos acercamos a Oia.
Al borde del mar, cerrado y abandonado durante décadas, el Real Monasterio de Santa María de Oia ha visto pasar la historia de Galicia y de España desde que se construyó en el siglo XII.
Cenobio benedictino, cisterciense y jesuita, la construcción presume con razón de ser una de las escasas abadías que por su situación resistieron a los ataques de piratas y corsarios a lo largo de los siglos, ya que muchas de ellas, impotentes ante los continuos embates de pillaje, acabaron por retirarse tierra adentro.
Como he apuntado, fue concretamente en 1132 cuando tres religiosos provenientes de diversos puntos de la geografía española decidieron que Oia era el lugar perfecto para un retiro espiritual por su geografía accidentada y una sensación de paz y tranquilidad únicas.
Pero claro, tal y como ocurría con otros puntos de la costa gallega, el lugar también fue un punto estratégico en la defensa de la costa frente a los ataques de la piratería y obligó a los frailes a convertirse en monjes guerreros acumulando entre sus muros grandes cantidades de artillería y armamento de gran potencia bélica. Fue tanto el arrojo de los religiosos, que consiguieron repeler el ataque de la flota turca en 1624, por lo que el rey Felipe IV le otorgó el título de Real.

El monasterio continuó su paso por los siglos hasta la Desamortización de Mendizábal, tras la que fue adquirido por un madrileño que a su vez lo vende a un vecino de A Guarda. Durante la Guerra Civil se convierte en campo de concentración para los presos republicanos. Va pasando de mano en mano, de empresa en empresa y en la actualidad existe un proyecto para su total rehabilitación y restauración, con el ánimo de darle el esplendor que un día tuvo.


Para contar su historia se pueden realizar visitas guiadas, e incluso unos pocos afortunados pueden visitarlo con ocasión de eventos especiales y bodas.

Tan sólo su iglesia puede ser admirada si como viajeros visitamos Oia, y si como nosotros, coincidimos con la visita del amable párroco, dispondremos de unos valiosos minutos para visitar su interior.


El templo, en su origen románico, muestra las líneas puras de otras construcciones cistercienses, con una fachada barroca añadida en 1740 y una torre en el mismo estilo que se añadió en el siglo XVII.


Aprovechamos, como he dicho, que el sacerdote nos permite acceder al templo unos minutos, para disfrutar de las joyas que atesora.


En el manierista retablo central encontramos a la Virgen del Mar, que como no iba a ser menos, también tiene su leyenda. Al parecer, en el siglo XVI, en un acantilado aparece milagrosamente la imagen, unida por una cadena a otra escultura de un perro con un collar de conchas.


Rápidamente, y temiendo que pudiera ser robada por los piratas es llevada al monasterio, donde los frailes la recogen y llevan con fervor a hombros al interior de la iglesia.


Lo que para todos fue un milagro no carece de base histórica, ya que por aquel entonces, y con la subida al poder de Cromwell en Inglaterra, fueron destruidas, o simplemente lanzadas al mar todas las esculturas e imágenes religiosas del país, por lo que no es de extrañar la aparición de más de una en las costas españolas.