miércoles, 6 de noviembre de 2019

Egipto, en busca de la eternidad (y VI)


Y seguimos nuestro paseo por el caótico pero embriagador Cairo, que fue ciudad medieval durante 900 años hasta que Ismail, el jedive renovador, transformó su imagen como si de una cenicienta se tratara.


 La ciudad, que hasta 1860 sufría las imparables crecidas del Nilo, que transformaban sus calles en pantanos insalubres, se vio de pronto convertida en una metrópoli a nivel europeo, levantada por arquitectos belgas, franceses e italianos, que diseñaron y levantaron un nuevo Cairo que empezó a convivir con la ciudad islámica.


 Estos planes necesitaban dinero, y los banqueros europeos y sobre todo británicos se prestaron a conceder enormes préstamos que no podrían ser devueltos, y que les dieron la excusa perfecta para ocupar el país y convertirlo en una colonia inglesa.


Hoy, El Cairo combina grandiosos edificios decadentes con calles abarrotadas de construcciones que parecen sostener un equilibrio imposible, grandes parques y azoteas repletas de escombros, un horizonte casi infinito de casas, hoteles y edificios en un frenesí constructor que parece no terminar nunca.


De noche, las luces hacen brillar los edificios con los neones que señalan las mezquitas...



Al día siguiente damos un corto paseo por el barrio copto, dónde no dejan hacer fotos a los interiores, así que pongo estas dos imágenes para hacernos una idea y poder comentar que se trata de un lugar tranquilo y apacible, alejado del bullicio del centro cairota, donde hubo en su momento más de 20 iglesias en menos de un kilómetro cuadrado. Normalmente los circuitos no incluyen estas visitas a la ciudad así que recomiendo contratar un tour guiado por El Cairo con entradas incluidas.


La Ciudadela
Sobre un espolón de piedra caliza se levanta esta fortaleza que fue residencia de los gobernadores de Egipto durante más de setecientos años. Contiene tres mezquitas diferentes, palacios y terrazas con espectaculares vistas de la ciudad.


Constituyen sin duda los monumentos más hermosos del arte islámico en El Cairo, y de todos ellos, la mezquita de Mehmet Alí sobresale por su belleza y elegancia.
También se la conoce como la "Mezquita de Alabastro", por el material que recubre el exterior de los pisos inferiores. Dentro, el ruido de la gigantesca ciudad parece venir de miles de kilómetros de distancia, ya que el silencio y la paz parecen flotar en el aire.



Aquí descansan los restos de Muhammad Alí, cuyo gobierno constituyó una época de modernización del país.




Al dejar atrás el patio de abluciones, con fuentes y una arquería de alabastro, se accede a la sala de oración. 




Decorada con mosaicos y piedras preciosas, esta estancia alberga el minbar o púlpito y la tumba de Mehmet Alí, de mármol blanco cincelado y piedras preciosas.

Para despedirnos de Egipto, damos otro paseo por sus calles y mercados, con la seguridad de que en su búsqueda de la eternidad casi ha logrado su objetivo, ser Eterno..



martes, 5 de noviembre de 2019

Egipto, en busca de la eternidad (V)

 El Cairo

Una leyenda cuenta que el lugar donde sería fundada la ciudad de El Cairo se delimitó con unas simples estacas, a la espera de que los astrólogos dieran la señal propicia para que los planetas marcaran el inicio de los trabajos. El tañer de las campanas daría inicio a las obras, pero un cuervo, enviado por el destino, se posó en ellas y las hizo sonar antes de tiempo. En ese momento regía el ascendente Marte ( Al- Qahir, el Victorioso), por lo que el califa decidió llamar Al Qahira a la ciudad, que luego se occidentalizó como El Cairo.

Llegamos muy temprano a la ciudad, por lo que disfrutamos de la experiencia de ver como se desperezaba un día más del sueño de los siglos. Quizá éstas no sean imágenes hermosas, pero las incluyo para hacernos una idea del tamaño de esta urbe de más de 15 millones de habitantes.


Si tienen la noche libre pueden contratar un tour nocturno por El Cairo con cena.

 Bazar de Khan al- Khalili
Por mucho que nos queramos resistir, visitar El Cairo y no ir ( aunque sólo sea a curiosear) al rey de las “trampas para turistas”, siempre acabaremos embargados por el brillo y el colorido de este bazar que lleva engatusando a los visitantes de la ciudad desde el siglo XIV.


Aunque no conserva casi nada de ese antiguo sabor oriental, y parece embargarlo una lánguida decadencia, esta inmensa conglomeración de tiendas y mercados ofrece desde jabón para lavar la ropa y mantas para pasar el frío y seco invierno cairota, hasta libros y conjuros mágicos enterrados en piedras preciosas de opereta, antigüedades de rastro, alfombras y artículos de oro, plata y cobre, junto a camellos de recuerdo rellenos de serrín y pirámides de resina.


Aquí se encuentran algunos de los mejores charlatanes del mundo y es fácil caer en sus redes y llevarnos bolsas de objetos que fuera de ese entorno dejarán de llamar nuestra atención y acabarán dentro de un armario o en la basura.



Aún así yo recomiendo pasearlo y disfrutarlo durante al menos una hora, si somos capaces de no sacar la cartera...

Las Pirámides de Gizeh
Son la atracción turística más antigua del planeta, y las únicas supervivientes de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Ya sólo por esto merecen una visita.
Pero si además decimos que ya tenían 2.500 años cuando nació Jesucristo, que se levantaron para honrar a los faraones que conectaban los mundos mortal y divino y que en su construcción trabajaron generaciones de esclavos y trabajadores libres, aún cobran mayor atractivo. Si estamos recorriendo la ciudad por nuestra cuenta, puede ser una buena opción contratar el tour a las pirámides de Gizah, Menfis y Sakkara.


Son tres las grandes pirámides de la meseta de Gizeh, así que recomiendo la visita a sólo una de ellas porque son relativamente idénticas, y visitando la de Keops, se puede uno volver a casa con una idea más que completa de su simbología e importancia.


Sus 146 metros de altura la convierten en la mayor de Egipto aunque se ha hundido a lo largo de los siglos unos 9 metros. Se compone aproximadamente de unos 2,3 millones de bloques de piedra caliza, que vienen pesando unas 2,5 toneladas cada uno…Imposible calcular el total.


Dentro un pasadizo baja hasta una tumba inacabada, otro sube hasta formar una gran galería que desemboca en la cámara de la reina y de ésta a la cámara del rey. La sensación es realmente claustrofóbica y no se recomienda a aquellos que piensen con angustia que están bajo millones de toneladas de piedra.

Otra de las pirámides es la de Kefrén, que parece mayor que la anterior al estar situada en una planicie más elevada, pero que realmente es más pequeña. Eso si, es más fotogénica por estar protegida en su parte superior por los restos de una cubierta de piedra caliza tallada y lisa, que nos dan una idea de cómo eran realmente las pirámides al estar acabadas.
Y nos preguntaremos ¿Qué ocurrió con estos bloques lisos que cubrían las pirámides? Muy fácil, se usaron para construir los palacios y mezquitas que vemos hoy por todo El Cairo, ya que eran más fáciles de labrar y trabajar.
Y la tercera pirámide es la de Micerinos, que tan sólo tiene 62 metros de alto.

Junto a ellas, se encuentra la enigmática Esfinge, llamada en árabe Abu al-Hol ( padre del terror), aunque fueron los griegos quienes la bautizaron como esfinge por el parecido innegable con el monstruo alado con cuerpo de león y cabeza de mujer, que proponía acertijos y mataba a quienes no pudieran resolverlos.

Leyendas aparte, la esfinge representa al faraón Kefrén y aparte de ser un pequeño templo adyacente a las pirámides, cumplía la función de impresionar a los visitantes ensalzando el poder del faraón.



Su nariz se perdió en las arenas que la rodean hace siglos, su barbilla se expone en el Museo Británico, y la pobre esfinge sufre una enfermedad de las piedras que la devora desde el interior.

Alrededor del conjunto hay varias tumbas menores y cómo no, decenas de chiringuitos de baratijas.