Y entramos de lleno en la provincia de Lugo, parando en nuestra ruta para conocer la preciosa villa de Monforte de Lemos. Estacionamos nuestro coche en un acertado parking junto al Parque dos condes, cerca del casco urbano. Para conocer la historia de la ciudad, recomiendo la visita guiada por Monforte de Lemos
Este espacio rehabilitado en varias ocasiones es uno de los lugares favoritos de los monfortinos para pasar sus ratos libres, ya que está situado, como hemos dicho a escaso metros del casco histórico. Estanques, patos, juegos infantiles pistas deportivas y un bonito paseo fluvial lo convierten en el lugar ideal para pasar las tardes con la familia o amigos.
Su construcción es relativamente reciente, ya que fue en 1995 cuando se rehabilitó este espacio dotándolo de zonas verdes y servicios, como pasarelas peatonales y el ya dicho paseo fluvial, que incluye unas barcas para poder surcar este tramo del río Cabe.
Se que suena tópico y redundante, pero no podemos negar la evidencia. El edificio nos recuerda claramente a otro grandioso edificio y por eso la gente lo conoce como el Escorial gallego. La explicación está en que uno de sus arquitectos fue formado en dicho palacio madrileño, por lo que se trajo los volúmenes y el estilo herreriano a tierras gallegas.
Finalizado en 1622, el imponente edificio está flanqueado por enormes torres que lo hacen aún más macizo y se encuentra precedido por una gigantesca plaza.
Como curiosidad decir que el colegio guarda una pinacoteca con valiosos cuadros del Greco.
Tras dejar a nuestras espaldas las calles del centro histórico nos encaminamos a nuestro destino final el castillo de Monforte, levantado en la colina más alta de la región, el Montis Forte, que luego dio nombre a la ciudad. Para ello vamos callejeando por la zona más antigua de la peña.
Hasta llegar a su cima, donde lo primero que encontramos es el Monasterio de San Vicente do Pino del siglo XVI, en el que los monjes vivieron durante siglos hasta que lo abandonaron, para volver a él a principios del siglo pasado.
Del castillo propiamente dicho tan solo se conserva la impresionante torre del homenaje de 30 metros de altura y algunos paños de muralla.
Pero sin duda, lo que más llama nuestra atención es la pequeña ermita de San Amaro, que sustituye a una anterior que desapareció en el siglo XIX.
Según las crónicas, en el lugar ya había existido un castro celta del que sólo queda el foso defensivo. Al parecer un acontecimiento desconocido destruyó el poblado, que fue trasladado a una zona actualmente conocida como Francos.
Es indispensable subir por el sendero que rodea la ermita y tomar unas espectaculares fotos desde su tejado.
Seguimos nuestro camino hasta llegar al Castillo de Pambre.
En lo alto de una loma, a 470 metros de altura y semiescondido entre frondosos bosquecillos que pueblan un terreno verde y salpicado de huertas y pastos encontramos esta pequeña fortaleza que renació tras una cuidadosa reconstrucción hace tan sólo cinco años. Desde el siglo XIV hubo aquí una pequeña fortificación, aumentada y agrandada en el siglo XV hasta conseguir su aspecto actual, cuando se añadieron sus torres de defensa y el foso que la separa del camino.
Tras su construcción por parte de la familia Ozores de Ulloa, pasó por las manos de varios linajes hasta ser donado a la orden religiosa de los Hermanos Misioneros de los Enfermos Pobres de Vigo, que ante la imposibilidad de mantenerlo lo vendió a la Xunta de Galicia.
La historia nos cuenta que fue uno de los pocos castillos que no cayó bajo las huestes de los Irmandiños, que arrasaron con otras fortalezas similares en el siglo XV y que llegó a tener una tropa de 3.500 hombres entre sus muros.
Muy cerca de él, sin alejarnos de Palas de Rei, nos acercamos a la Iglesia de Vilar de Donas.
Aunque está registrada en los anales de la zona como mandada a construir por Airas Peres, se prefiere la versión que cuenta la leyenda, que habla de un grupo de piadosas mujeres que fundaron el cenobio y que pueden verse en el fresco que adorna las capillas de la nave mayor.
De ahí su nombre, Donas, ya que durante largo tiempo estuvo habitado por un grupo de monjas, situadas bajo la protección de la Orden de Santiago, que cuidaba del templo como parte del Camino.
Levantada en 1224 en estilo románico, nos da la bienvenida una portada con arquivoltas preciosamente decoradas al gusto del estilo imperante en la época.
Dentro la altura parece doblarse, es decir por fuera nos parece mucho más pequeña de lo que realmente es.
Muchos caballeros de la Orden de Santiago fueron enterrados aquí, tal y como podemos ver en las sepulturas y lápidas que adornan sus paredes.
Sin embargo lo más destacable son los frescos góticos que adornan el altar mayor, que representan escenas de Jesús rodeado de los reyes de la época, así como imágenes de la Virgen y los ángeles. Los frescos necesitan de una restauración urgentísima, ya que están deteriorándose a gran velocidad.
Otros elementos de interés son un fragmento en granito que perteneció al altar mayor y que representa el Descendimiento y la Consagración...
El Baldaquino de Donas, con representaciones de San Pedro y San Pablo y el castillo de Pambre que lo corona,,,
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