jueves, 12 de agosto de 2021

Galicia, nuestro secreto mejor guardado (XII)

 Seguimos nuestro camino y nos detenemos unos minutos en Muros, en la ría del mismo nombre, que tiene uno de los puertos pesqueros más importantes de la costa gallega, donde atracan pequeños y grandes barcos que surten a los mejores restaurantes con las delicias que ofrece el cercano mar.



Nuestro siguiente destino es Noia, comienzo de las Rías Baixas y que según parece recibe su nombre del hecho de haber sido fundada por los descendientes de Noé. 
Empezamos por su tranquilo Parque de la Alameda, lugar de reunión de los habitantes de la pequeña villa y donde encontramos su Ayuntamiento y la iglesia renacentista de San Francisco. Adornada por enormes magnolios, también cuenta con un quiosco de música donde los noyeses disfrutan de estupendos conciertos en la época estival.

Su centro histórico, pleno de edificios medievales, nos lleva a un viaje en el tiempo, cuando Noia era conocida como la Villa de los Zapateros y también por su importante puerto, que debido a su perfecta localización geográfica recibió el apodo de "Puerto de Santiago".

Basta adentrarnos por su intrincadas callejuelas para disfrutar de construcciones muy marineras y góticas, algunas de ellas adornadas con los escudos y blasones de las familias más importantes y adineradas de esta población gallega.

De su época de paso de peregrinos conserva aún tres hospitales, el de San Lázaro, el de Adentro y el Santo.

Es famosa la villa también por ser escenario de uno de los mejores y más coloridos mercados medievales de España, que se celebra cada verano con la llegada del buen tiempo.

Pero son dos los puntos que inevitablemente buscan nuestra atención. El primero de ellos es la iglesia de San Martiño, en la Praza do Tapal.
Con una portada gótica de estilo compostelano se la conoce como la "Iglesia manca", ya que como podemos ver tan sólo tiene una torre.

Cientos de leyendas han corrido sobre la razón de la falta de esa segunda torre, aunque al final todas convergen en el hecho de que aquel que se atreva a construirla encontraría la muerte. Y eso fue lo que le ocurrió a un cineasta sevillano allá por los años 70, cuando para rodar la película "La campana del Infierno" mandó a completar la iglesia con una reproducción en cartón piedra de la otra torre. Un día, mientras comprobaba la ejecución de las obras de tramoya, "tropezó" estando arriba y se precipitó al vacío y encontró la muerte. En el suelo, una cruz en rojo sangre recuerda el lugar exacto en el que su cuerpo chocó contra el duro suelo de la plaza.

Al margen de estos hechos, la iglesia, consagrada en 1434, era el lugar elegido por los comerciantes de la zona para celebrar sus mercados semanales, con innumerables puestos que se montaban ante su entrada, ocupando toda la plaza.


El otro punto imprescindible de Noia es la iglesia de Santa María a Nova, escoltada por su Quintana dos Mortos, un interesantísimo cementerio.

Es más antigua que la anterior, ya que data de 1327, aunque con varios añadidos y reformas posteriores.

Aunque lo más interesante se encuentra en su interior, ya que cuenta con el llamado Museo das Laudas, una colección de más de 500 lápidas que van del siglo XIV al XIX, y está considerado como la mayor y más antigua de Europa.

No todas están expuestas al público, ya que muchas se encuentran en proceso de restauración e investigación ya que necesitan ser datadas y recuperadas, puesto que el paso del tiempo ha hecho desaparecer muchas de las inscripciones y tallados.

Nuestro recorrido por las estelas nos lleva a descubrir las más antiguas, que pertenecieron a miembros de los gremios medievales, y que pueden ser identificadas con facilidad, ya que muestran sus herramientas de uso cotidiano.

Otras nos enseñan los símbolos que identificaban a cada familia que yacía enterrada bajo estas grandes losas pétreas.

Esas eran para las familias menos pudientes, claro, porque si eras noble o aristócrata la lápida ya era más trabajada con todo lujo de detalles.

Muy interesante e integrada en la estructura de la iglesia es la conocida como Capilla de los Carneiros, del siglo XVI, uno de cuyos miembros pasó de mercader a alcalde de Noia.



Antes de abandonar el lugar, nos fijamos en una delicada pila bautismal, que nos viene del siglo XV y que representa a la Virgen sosteniendo al Niño y pisando una serpiente, haciendo referencia a que el bautismo libera nuestra alma de los pecados con los que nacemos.

Nuestra ruta hace que nos detengamos en Catoira, concretamente en una de las orillas del río Ulla. 
Era impensable, hasta que leímos sobre este lugar, hacernos a la idea de que en tierras gallegas hubiera podido llegar los vikingos, pero así fue.

Dejamos nuestro vehículo aparcado en un espacio habilitado para visitantes y bajamos hasta el nivel del río. De lejos vemos las ruinas, y nos impacta ver una construcción moderna y gigantesca que pasa sobre ellas, el puente de la carretera comarcal que se construyó en 1977 y que las sobrevuela, pasando justo por el medio de los humedales.

El conjunto de edificaciones que vamos a ver se conoce como Torres de Oeste y dada su importancia fueron declaradas Monumento Artístico Nacional en 1970, en ese momento en que el título era meramente informativo, ya que como vemos no sirvió para respetar a estas ruinas de tanta importancia en la historia gallega.

Idioteces políticas aparte, estas vetustas piedras formaban parte de un conjunto fortificado que se encontraban en un punto estratégico de primer orden y cuyos orígenes se pierden el el siglo II antes de Cristo, siendo habitado por los romanos que lo apreciaban enormemente como puerto de transporte para sus mercancías.

Pero quizá su cometido más importante fuera el de defender la zona de las incursiones normandas y sarracenas que eran tan frecuentes en la Edad Media, y esta necesidad hizo que se reconstruyera y ampliara este enclave del que ya los romanos habían colocado los fuertes cimientos.

Las imponentes construcciones y el valor y arrojo de los gallegos encargados de su defensa, iniciaron la leyenda. Resistencia heroica, derrotas y victorias incontables, feroces vikingos y otros pueblos que tenían como objetivo el control estratégico de la zona se sucedieron sin parar, pero según se desarrollaba la historia el lugar fue poco a poco abandonado hasta caer casi en el olvido.

Siete eran las torres fortificadas que tenía el recinto en sus momentos de máximo esplendor, unidas por una gruesa cadena que cerraban e impedían el acceso al enemigo. La más alta de ella era conocida como Torre de Lugo, ya que fue esta ciudad la encargada de pagar los costes de su construcción.

Paralelamente a las torres se levantó la Capilla de Santiago, que se conserva en buen estado junto con los restos de dos de las torres originales, y que dio paso a la entrada de la Iglesia en la historia del enclave. Fue el arzobispo de Santiago el que se encargó de reforzar las defensas y crear la que sería la primera escuadra de guerra española, para luchar contra los piratas, y finalmente se quedaría con la fortaleza en el siglo XIII.

Fue con la llegada de los Reyes Católicos al poder, que Catoira empezó a caer en el olvido y el abandono, y no fue el desastre mayor gracias a la Capilla de Santiago, que mantuvo durante algún tiempo el interés en la zona y evitó el derrumbe total.

Hoy en día visitamos el lugar asombrados por su historia, pero también los lugareños lo hacen de manera festiva, ya que el primer domingo de agosto de cada año se celebra aquí la llamada "Romería Vikinga", donde se escenifica el desembarco de estos pueblos del norte y las luchas que tuvieron lugar en tierra firme.


No hay comentarios:

Publicar un comentario