jueves, 2 de abril de 2020

Ruta por la Provincia de Córdoba (II)

 Crisol andaluz

Antes de ser cristiana, Lucena fue árabe y judía. De hecho, la segunda ciudad más poblada de la provincia de Córdoba llegó a poseer una de las juderías más importantes de España.


Entre los siglos IX y XII la ciudad de Eliosanna estaba considerada la "perla de Sefarad". Su población la formaban en su mayoría judíos que formaron una próspera comunidad mercantil y alentaron una floreciente actividad cultural. Sus círculos religiosos tomaron el testigo de los estudios talmúdicos de las academias de Oriente Medio, y entre sus figuras literarias brillaron grandes autores como Ibn Gabirol y Jehuda Leví, cumbres de la poesía, de la misma manera se convirtió en exilio de Averroes.


De aquella cultura han heredado un barrio que traza calles y plazas del mismo modo que en el siglo XIV y XV. En su castillo estuvo preso el rey nazarita Boabdil, el famoso de Granada, y su interior acoge también algunos de los monumentos barrocos más soberbios de Andalucía.



La iglesia de San Mateo, la de Santiago, la del Carmen, la ermita de la Aurora, la iglesia y hospital de San Juan de Dios o el Palacio de los Condes de Santa Ana son ejemplos de la fastuosa y variada arquitectura de Lucena, un hito en el camino cultural de todo viajero.
El cementerio descuidado
No suelo hacer críticas negativas de lo que veo durante un viaje; muy al contrario, siempre intento sacar lo positivo de las cosas que menos me gustan e intentar explicar el porqué de determinadas acciones y decisiones que se toman para mejorar/empeorar un lugar de interés histórico-antropológico-natural o de la índole que sea.
Pero hay cosas que realmente me superan, y sacan lo peor de mí.
Fiero defensor de la cultura hebrea, rebosante de grandes pensadores, escritores, poetas, médicos e insignes lumbreras en todos los campos de las artes y las ciencias, cualquier ataque al poco patrimonio que nos queda lo veo como algo personal.
Buscar durante casi una hora el que fue lugar de enterramiento de la comunidad judía durante siglos, y encontrarlo formando parte de la ampliación de una autovía......no fue nada agradable, puedo asegurarlo.
En el 2006, la construcción de la ronda de circunvalación de la zona sur de Lucena puso al descubierto un cementerio de la época medieval andalusí. Aparecieron unas 346 tumbas que se adaptaban a la topografía del terreno en las que el ritual de enterramiento utilizado fue la inhumación, en fosa simple o doble. Los restos óseos que determinaron un periodo altomedieval de entre los años 1000 y 1050 coincidían con las fechas de mayor esplendor de la Lucena judía.

Por supuesto que no todo fue fácil para la comunidad, y menos se lo iban a poner los católicos de entonces, ya que el cementerio se ubicaba extramuros, a cierta distancia del barrio judío y el terreno elegido tenía que ser tierra virgen, estar en pendiente y orientado hacia Jerusalén. Para no "molestar o contaminar a los virtuosos cristianos" la judería debía tener un acceso directo al cementerio para evitar que los entierros tuviesen que discurrir por el interior de la ciudad.
Por si fuera poco este "trato especial", los reyes autorizaron después de 1492 (en Barcelona en 1391), que las piedras de los cementerios judíos pudieran ser reaprovechadas como material de construcción. Así, no es extraño encontrar fragmentos de inscripciones hebreas en varias construcciones posteriores.

Me da grima imaginar la lápida de mis antepasados formando parte de una pescadería o un taller de coches, la verdad.
En fin, la época actual no ha sido tampoco muy amable con los restos de la comunidad, puesto que este asentamiento sigue olvidado, pero eso si, convenientemente cubierto por el modernísimo cemento armado y los pertinentes guijarros y una cerca que lo hace parecer un jardín sin verdes.
La verdad que no entiendo nada. No le veo sentido ni porqué.

Tan sólo me gustaría que pudiera ser respetado y admirado por las generaciones actuales y futuras con todo el respeto que se merece. Beezrat Hashem!
La reina de los olivares
A 6 kilómetros de Lucena se encuentra el Santuario de Nuestra Señora de Araceli, patrona de Lucena y del campo andaluz. Merece la pena subir a la cima de la colina donde se asienta el templo, no sólo por el simbolismo religioso y espiritual que representa para todos los andaluces, sino también para disfrutar del precioso panorama que se extiende a nuestros pies.


Llegar arriba es fácil, si, en coche. Lo más duro es subirlo a patita, como hacen los romeros que cada año van a rendir homenaje a la Virgen.
Para los más cómodos, una carretera conduce a través de feraces olivares y agrestes y pintorescos paisajes serranos desde la ciudad de Lucena hasta la explanada del Santuario, a 863 metros sobre el nivel del mar, desde donde nada menos que tierras de cinco provincias andaluzas y más de treinta pueblos se muestran ante nuestros ojos.



Una vez recuperados de la belleza del paisaje, nos toca visitar el santuario, que se levanta junto a una hospedería donde vivían los caballeros que servían a la Virgen. Pero cual es nuestra sorpresa al ver que está cerrado y que sólo abre a determinadas horas...





Así que tendremos que volver más adelante y mientras tanto conformarnos con la belleza del paisaje, realmente único y espectacular. En la misma loma hay un par de curiosidades, como el reloj de sol o el calvario que preside la entrada, acompañado por una imagen del Corazón de Jesús, de gran devoción andaluza.




Vale la pena pues, recorrer esos 6 km para fijar en la retina la maravilla del paisaje del campo andaluz.
Un picoteo muy cordobés
Bajo el tórrido calor cordobés, aún en junio, que no en el infernal agosto, haciendo kilómetros por las hermosas tierras andaluzas, conociendo todo lo que el increíble sur de España tiene para ofrecernos, el hambre y la sed pueden ser implacables.
La suerte, es encontrar un lugar donde poder satisfacer estas dos necesidades básicas, que en los viajes se convierten en emociones, en experiencias casi místicas cuando se trata de la cocina española.

Casa Ricardo, es ese referente en un cruce de caminos como es Puente Genil, habituada a ser posta desde hace siglos, a confortar al viajero y ofrecerle lo mejor que tiene.

Llevado de la mano por un personal joven y dinámico, el pequeño restaurante de tapeo es realmente acogedor, e invita a esos momentos tan españoles del aperitivo, donde se comparte con los amigos no sólo la cerveza y la tapa que abre el apetito, sino también la charla y las confidencias.

La lista de pequeñas (grandes en tamaño) tentaciones es bastante amplia, pero tenemos al consejero ideal que nos orienta por los sabores y olores de la rica cocina cordobesa.

¿Qué mejor comienzo que unos cortes de delicioso y fino jamón, para continuar con un exquisito, denso y sabroso salmorejo, con su chorrito de aceite virgen, unos montaditos de jamón con pimiento perfectamente combinados, unas croquetas de pollo crujientes y llenas de sabor, unas delicias de anchoa con salmón y un final de traca, con un lomo con tomate que quita "el sentío"?


Salimos de nuevo al calor de la calle, satisfechos y con el paladar aún disfrutando de los sabores tan españoles que sólo una buena cocina, hecha con amor, puede regalarnos.
Tranquila y muy cuidada
Cabra me llamaba mucho la atención porque en Canarias existe un romance que precisamente se llama así, el Romance del Conde de Cabra, en el que se narra la historia de una viuda de la que se enamora don Diego Fernández de Córdoba y con la que quiere casarse a la fuerza.

Por eso, y por las reseñas históricas que había ojeado, me decidí a visitarlo y cual fue mi sorpresa al descubrir un precioso pueblo, casi ciudad, de arquitectura y gente agradable, muy limpio, con una oficina de turismo competente y un par de puntos a visitar de interés.
Uno de ellos es la Parroquia Mayor de la Asunción, por supuesto, y como digo siempre en estos casos, edificada sobre una anterior mezquita, para que no queden restos de templos infieles....(SUSPIRO).


El mármol de color rojo y por algunos lugares como las columnas salomónicas, negro, provenía de las entonces famosas canteras de la Sierra de Cabra, fueron el material perfecto para dar rienda suelta al esplendor barroco que la iglesia disfruta mostrando.


Esplendor que ha estado a punto de desaparecer debido a dos terremotos que la dañaron de tal manera que a punto estuvo de ser derribada por el peligro que significaba para la seguridad no sólo de los fieles que en ella oraban, sino a todas las edificaciones que la rodean.



Afortunadamente , una suscripción popular logró recaudar el suficiente dinero para que una acertada rehabilitación/reconstrucción fuera llevada a cabo, con el perfecto resultado del que hoy podemos disfrutar.
La señorial Villa de Cabra
Romana, árabe y cristiana, fue entregada por Juan II mediante pacto con sus habitantes, quienes continuaron viviendo en ella y conservando su religión y costumbres, a Diego Fernández, primer Conde de Cabra, quién fundó en ella su señorío.

A la cabeza de la sociedad de Cabra, los sucesivos condes capean pestes y enfermedades, sequías e inundaciones, que frenan la expansión de la ciudad.

Desde lo alto de la Villa Vieja, el castillo-palacio de los Condes de Cabra, actual colegio de las Madres Escolapias, fue durante la guerra civil cuartelillo de la Benemérita, después acogió a los legionarios italianos para más tarde ser usado como hospital de campaña.

De origen árabe, los duques de Sessa, otro de los títulos de los de Cabra, reafirmaron sus cimientos y siguieron levantando murallas y torres, algunas de las cuales no han llegado hasta nosotros por efectos del tiempo y los terremotos que afectaron a muchas de las 18 que formaban el perímetro defensivo del castillo; se dice incluso que en su tiempo poseyó un patio de armas con capacidad para 10.000 soldados en formación.



Todo una fortaleza, que permite su visita exterior, pero desde donde nos podemos hacer una idea de su grandeza y la de sus Condes.

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