viernes, 2 de enero de 2015

Malaga (y II)

Subimos hasta Gibralfaro, fortaleza y mirador.










Los guardias que estuvieran apostados en lo alto de las almenas de esta fortaleza, lo tenían difícil a la hora de mantener los ojos vigilantes a los enemigos que pudieran venir por tierra o mar, ya que la belleza que envuelve todo el enclave distraería con facilidad sus ojos.

El lugar es sencillamente fantástico, desde la perspectiva defensiva y panorámica.










Por ello fue el lugar elegido para la situación, en sus orígenes de un faro ( de ahí su nombre Montaña del Faro) y posteriormente como punto defensivo árabe hasta la conquista por parte de los Reyes Católicos, que lo tomaron como residencia durante un tiempo.






















































Hoy en día es el punto de visita indispensable para tener una visión global del asentamiento malagueño, y en verano se convierte en escenario único para celebrar conciertos de jazz y otras manifestaciones culturales para disfrute de todos los públicos.

Un rápido paseo por la historia Antes de abandonar Gibralfaro - o al llegar, si se prefiere- no podemos olvidarnos de visitar el pequeño centro de interpretación del castillo.








Resume en una sola habitación las cualidades defensivas de la fortaleza y el papel que ha desempeñado en la ciudad a lo largo de la historia, así como su asociación con el mar y su entorno. Esto es algo que podemos ver claramente en la maqueta que representa a la ciudad y sus principales monumentos.








Vemos también todo lo que giraba alrededor de las guarniciones que lo habitaron hasta su abandono en 1926; objetos de uso cotidiano, maquetas de barcos y ejércitos, juegos de cartas, muebles y recados de escribir, ropa e incluso a la salida uno de los cañones que mantuvieron su postura defensiva hasta el final.




Y finalizamos la visita con la Alcazaba.

Sin envidia, porque ya está acostumbrada a que la comparen con la Alhambra de Granada, que la consideren su hermana menor, no tan espectacular y magnífica.
Pero ella sabe, que aunque solo conserva la mitad del tamaño original, cuando era poderosa y temida, bella y admirada, tiene algo que "La Roja" no tiene, y es el mar.












Ninguno de los gobernantes granadinos pudo ver nunca desde ninguno de sus aposentos el Mediterráneo como se puede ver desde aquí.

Ella sabe que la de Granada es admirada por sus estucos, sus caligrafías de poemas que embellecen sus muros, las cúpulas altas y profusas en decoración; pero la Alcazaba, que también es mujer, arropa orgullosa sus arcos trabajados, sus fuentes interiores y sobre todo el misterio de sus paredes.




















Tiene también, como la granadina, preciosos jardines, íntimos y por supuesto, arrullados por el agua cantarina que los recorre.
















































Como museo, muestra a quien la visita sus restos romanos, árabes y castellanos, gentes que la construyeron y la habitaron, la amaron y la defendieron, la disfrutaron y seguramente la odiaron.

Pero ella se sabe amada y quizá más que la Alhambra... Y nos despedimos de la ciudad de Málaga habiendo conocido tan sólo una pequeña parte de los secretos que esconde.