martes, 3 de febrero de 2015

Cataluña (III)

La bella del Segre
Conocida en la actualidad por la maravillosa catedral que da nombre al pueblo, la historia de la Seu se remonta a la época de los romanos, cuando fue elegida como asentamiento por las legiones que vieron en el lugar un punto estratégico de vital importancia. Poco a poco la villa fue creciendo y se convirtió en sede episcopal; pero he aquí que llegaron los árabes con Al Mansur a la cabeza y la arrasaron hasta los cimientos.







Un nuevo renacer dio comienzo al mismo tiempo que se construían los cimientos de la catedral. Todo el saber arquitectónico de la Edad Media se puso al servicio de la ciudad comandada por los Condes de Urgell. Poco a poco, la nueva sede episcopal fue tomando forma y la catedral se convirtió en el nuevo polo magnético del Valle del Segre.
Levantada en un purísimo estilo románico, la nueva Seu se convirtió en estandarte y ejemplo del nuevo estilo catalán, muy influenciado por los aires de la Lombardía italiana. Fuerte en presencia, con una fachada imponente y recia, nos presenta un interior realmente austero, falto de ornamentación tal y como mandan los cánones románicos y que ha sufrido muy pocas restauraciones y menos aún adiciones posteriores de otros estilos. No existe, por tanto, un altar adornado con un gran retablo barroco o grupos de imaginería tan al gusto de los estilos posteriores. Por el contrario, se han mantenido los espacios vacíos tal y como se concibieron y se han adornado mínimamente con esculturas y piezas contemporáneas que contrastan con los frescos con vidas de santos que aún se conservan, como el dedicado a Santa Catalina de Alejandría.








Otra historia es el claustro, al que se accede por una puerta natural y que es, sin duda, un lugar delicioso donde disfrutar del silencio mientras admiramos el buen hacer de los maestros canteros de la Edad Media.
Especial atención requieren los capiteles tallados en granito con minuciosos detalles animales y vegetales que con la participación de figuras humanas cuentan historias bíblicas pero también mitológicas, ya que aparecen peligrosas harpías o fuertes atlantes que sostienen el techo del claustro.
Por un lado, atravesando una puerta muy disimulada, se encuentra el museo diocesano de la Seu que recomiendo encarecidamente visitar, ya que tiene auténticas joyas del arte catalán que merecen ser admiradas.
Modernismo



Un poco alejada de las atracciones gaudianas del centro de Barcelona, localizada concretamente al norte Sant Boi de Llobregat, se encuentra la fabulosa y apasionante Colonia Güell.

Ya de por sí la pequeña ciudad de Sant Boi tiene varios puntos interesantes dentro del casco urbano, pero por lo que es realmente conocida es por esa otra ciudad obrera en miniatura diseñada por el genial arquitecto catalán Antonio Gaudí.






La idea del núcleo industrial, surgió de la mente de Eusebi Güell, empresario industrial textil y mecenas de las artes catalanas. Tenía una finca por Santa Coloma de Cervelló y decidió que ya era hora de alejarse de la agitada Barcelona de 1890 y crear un lugar de trabajo más apacible, donde los obreros disfrutaran de un entorno que les proporcionara no sólo trabajo, sino educación y más de un momento de descanso y asueto.
Así que encargó al genial Gaudí que levantara los principales edificios y a otros de su misma o parecida corriente el resto de edificaciones que incluían viviendas, fábricas, escuelas y todo lo que la colonia pudiera necesitar. Por ello, el estilo imperante en toda la colonia es el modernismo, siendo su máximo exponente la iglesia, obra absoluta y total de Gaudí.

Si examinamos el mapa que nos proporcionan en el centro de interpretación ( que a la vez es museo de obligada visita antes de empezar el recorrido), vemos que el pueblo tiene forma de L, un hecho para nada fortuito, ya que en un extremo se localizaba la iglesia de Gaudí y en el otro la escuela, mientras que en el ángulo se encontraba la fábrica, eje principal y motivo nuclear de la colonia.






Un buen paseo siguiendo la dirección y ruta marcadas por el mapa, nos dan una completísima visión de la idea que tuvo Güell al encargar la construcción a los arquitectos de la época.
Como apunte, decir que tras varios altibajos la fábrica cerró sus puertas definitivamente en 1973 y los habitantes de la colonia compraron las casas donde habitaban a un precio razonable; el conjunto fue declarado Bien de Interés Cultural en 1990.

                                                            La fe hecha mosaico
En la Colonia Güell, encontramos la joya más valiosa entre las obras de Gaudí que se encuentran fuera del casco barcelonés. Nada menos que diez años trabajó el genial arquitecto catalán para concebir una iglesia de la que sólo consiguió finalizar la cripta. Aun así este espacio que por fuera parece pequeño, pero cuyo interior multiplica los espacios de manera mágica, es una obra maestra de la particular arquitectura expresionista gaudiana.



El genial artista consiguió levantar a la categoría de materias primas de lujo el ladrillo visto, los trozos de cerámica y cristal y la teja catalana. Inspirado en las grandes catedrales góticas europeas, pero dando la mayor importancia al altar, en lugar de a las grandes alturas y tiñendo todo el interior con los colores de los preciosos vitrales y los mosaicos formados por las piezas de cerámica y cristal rotas.




Sin duda lo que más llama la atención son las inclinadas columnas que parecen sostener como puntales tanto el pórtico exterior como la bóveda nervada que forma el corazón de la iglesia.








Si visitamos el museo de la colonia, veremos la maqueta de la increíble iglesia de dos niveles y torre de 40 metros que Gaudí proyectó, y que se quedaría sólo con el nivel inferior, lo que hizo que todos la conocieran como la Cripta. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 2005.
La casa del dragón

 Gentilmente invitado por el equipo de marketing de Casa Batlló, me dispuse a conocer la que es sin duda una de las más emblemáticas construcciones no sólo de Barcelona sino también de España





Aunque había leído mucho sobre la casa, poco podía imaginarme las maravillas que iba a contemplar dentro de ella. Y no sólo por la edificación en sí misma, que bien merece un día entero e incluso una vida para disfrutarla, sino que tenía el valor añadido de probar un nuevo dispositivo que permitía que la visita se convirtiera en toda una experiencia fascinante. Pero vamos poco a poco.
Al entrar nos entregan una tablet con un funcionamiento casi mágico. La innovadora videoguía, que sin duda sustituirá a las ya obsoletas audioguías, nos introduce en el mundo de la realidad virtual y aumentada para que podamos ver el mobiliario que en su momento de mayor esplendor llenaba las estancias ahora vacías y algo aún más sorprendente, contemplar cómo aparecen ante nuestros atónitos ojos las decenas de formas orgánicas como tortugas, dragones y plantas que inspiraron la genialidad del incomparable Gaudí a la hora de diseñar la casa.

Basta dirigir el objetivo de la tablet hacia los techos, paredes, chimeneas o cristaleras para observar cómo surgen formas increíbles, sinuosas, coloridas y extravagantes que hacen que la visita a Batlló se convierta en una experiencia sin par en el mundo.








Paulatinamente nos vamos abandonando a la observación y dejamos que nuestros sentidos se sumerjan en la visita. No sabemos si aislarnos en nuestro nuevo mundo gaudiano o compartirlo con quien nos acompaña. Sólo podemos continuar la visita manteniendo los ojos bien abiertos para que no dejen pasar ni uno sólo de los detalles que Casa Batlló nos quiere regalar.

Así, pasamos por una escalera cuyo pasamanos es un serpenteante reptil que nos lleva hasta la planta noble del edificio, iluminada por unas claraboyas que se convierten en tortugas que nadan a nuestro alrededor. Entramos luego en el magnífico comedor que da a la calle y cuyas grandes cristaleras dejan pasar una luz cegadora. Los techos, con formas redondeadas, las preciosas cristaleras de coloridos vidrios y las maderas nobles, nos dan una idea de la riqueza que tuvo que disfrutar la familia en sus tiempos más prósperos.

Vamos pasando por estancias que parecen vacías, pero que la nueva tablet llena de elementos de mobiliario tan geniales como el resto de la casa, diseñados también por el genial Gaudí.







A cada momento debemos y tenemos que pasar por el famoso Patio de Luces, que en mi opinión es la escalera de vecinos más hermosa del mundo. Como si estuviéramos ascendiendo desde las profundidades del mar Mediterráneo y acercándonos a la luz de la superficie, de la misma manera van cambiando los azulejos de las paredes que quieren, y consiguen, imitar los colores del agua. Las ventanas que dan al patio son pequeñas obras de arte en sí mismas, miradores a los abismos de un Mare Nostrum que parece no querer separarse de la casa.

Subimos un poco para introducirnos en las entrañas del edificio, en su parte menos llamativa pero igual de hermosa y magnética. Vemos los antiguos trasteros y lavaderos, los pasillos que los comunicaban con una solución arquitectónica para soportar los techos a base de arcos catenarios de una belleza admirable y poco a poco nos vamos elevando en el espacio y en la fantasía.




Aparecemos como por arte de magia en el fabuloso espacio que constituye la azotea, poblada por seres y formas de inquietante encanto. Nos acercamos a la fachada, donde descansa el precioso dragón de San Jorge, que habita en la casa y que según se dice ajustició el santo, pero que yo, puedo asegurar que está vivo. Me deja acariciarlo, tocar sus poderosas escamas y su vigoroso espinazo, ver lo que él ve, entrar en su panza que se convierte en un depósito de agua, compartir por un momento su papel como protector de Barcelona, como espíritu puro de la imaginación del artista que lo creó. Me doy la vuelta y veo que me vigilan. ¿ Son soldados, quizá? Lo parecen por su porte y sus cascos. Pero se transforman ante mí y veo que son un regimiento de 27 chimeneas decoradas mediante el genial procedimiento del "trencadis", trozos de cerámica y azulejo que brillan como corazas al sol.

Es hora de salir de la casa, pero antes de eso, disfrutamos de un espectáculo maravilloso, que combina música clásica y ballet de clara inspiración española y que tiene lugar en el precioso patio posterior del edificio. Son las Nits Mágiques de la Casa Batlló, que durante el verano llenaron de arte, color y música la noche barcelonesa.


Volvemos a la calle, a nuestra vida normal, tan separada y alejada de la fantasía de Gaudí. Pero de nuevo notamos que nos observan. Miramos atrás y la casa parece moverse, agitarse, revolverse en sí misma. ¡Está viva! No es un edificio más, es un ser vivo que nos ha atrapado para siempre en sus entrañas...

Que curioso, parece que uno de los ojos que forman las máscaras de los los balcones se ha cerrado por un momento, en un guiño que nos hace la casa para recordarnos que seguirá ahí por mucho tiempo... Quizá para toda la eternidad porque se sabe única, vital y fuerte. Poderosa como el genio del inigualable Antonio Gaudí.

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