jueves, 5 de julio de 2018

Berlín, la ciudad reinventada (V)

Triste, pero fascinante, no deja de ser toda la historia que envuelve el periodo nazi en Berlín. Hay muchísimos restos aún en la ciudad que se han conservado como ejemplos de lo que no debe volverse a repetir. Los berlineses se empeñan en demostrar que son ellos los primeros en reconocer que es la peor parte de su historia, la aceptan y la rechazan. Para conocerla en profundidad, lo mejor es contratar el paseo histórico por el Berlín del nazismo.

El bunker de Hitler, enterrado pero no olvidado
Entre Potsdamer Platz y la Puerta de Brandenburgo, dejando atrás el bullicio y la modernidad de estos dos lugares tan emblemáticos, encontramos los típicos edificios de finales de los ochenta, hechos de hormigón donde vivían los ciudadanos más privilegiados de la República Democrática Alemana... y un estacionamiento.


Debajo de esa porción de tierra estuvo en su momento la entrada al búnker de Hitler, el supuesto "Führerbunker" ("bunker del líder"). No hay señales ni placas, porque no hay nada digno de recordar, tan sólo un panel explicativo que es vital para los que como yo, les gusta bucear en la historia de un país. Este refugio fue el centro de gobierno del Tercer Reich desde el 16 de enero de 1945, cuando Hitler se refugió en el búnker, hasta el 2 de mayo del mismo año, cuando el General Helmuth Weidling, comandante de la zona de defensa de Berlín, se entregó a General Chuikov del ejército soviético.

Anteriormente, el 30 de Abril, Adolf Hitler y Eva Braun se quitaron la vida y fueron inhumados en el jardín de la Nueva Cancillería del Reich, Berlín se rindió, y el ejército soviético ocupó todos los edificios de gobierno y el búnker. Los soviéticos intentaron sin éxito hacer explotar el bunker, pero se las arreglaron para destruir todas las instalaciones que se encontraban en la superficie. Los edificios residenciales y el estacionamiento fueron diseñados para cubrir la mayor parte de la zona del antiguo búnker con la esperanza de que los visitantes se olvidaran de ella.

Así que hoy en día, tan sólo hay un pedazo de tierra donde antes estuvo el último refugio de Adolf Hitler.
Curry 36, pequeña delicia berlinesa
Inventado en 1949 como un tentempié para la nueva clase trabajadora de la postguerra que necesitaba carbohidratos y grasas para levantar la nueva Alemania, se convirtió rápidamente en una comida popular y fue uno de los primeros tipos de fast food que se conocen.


Consiste en una salchicha frita o a la plancha cortada en pedacitos acompañada de una salsa de tomate aderezada con curry en polvo y muchas papas fritas. Se puede pedir con o sin piel y se suele servir en un plato de papel con un tenedor de plástico.

Se puede encontrar por todo Berlín, pero las más famosas sin duda son las de este pequeño restaurante que es poco más que unas barras que dan a la calle y unas mesas sobre la acera, sin sillas. Los camareros atienden rápida y diligentemente y sobre la barra están los distintos tipos de salchichas que sirven, una amplia variedad de salsas y otras comidas de la misma índole, como hot dogs o hamburguesas. La fama les ha hecho subir un poco los precios, pero aún así vale la pena probarlas.
Museo de la RDA, nostalgia socialista
Por todo Berlín encontramos pseudomuseos o pequeñas muestras y exposiciones de cómo era la vida tras el Muro, la peligrosa y aterradora Stasi, la política y el régimen, pero no fue hasta 2006 que se consiguió reunir bajo un mismo techo una de las mayores colecciones de objetos reales ( no réplicas) para dar forma a un museo que ya ha recibido a más de un millón de personas desde su inauguración. Con el ánimo de mantener la objetividad en su acercamiento a los hechos y la subjetividad en relación con la experiencia personal, recibe a visitantes dispuestos a sumergirse en la auténtica cultura de la vida diaria de la RDA.


La idea básica es la de participar con todos los sentidos mientras avanzas a lo largo de la exposición con 16 áreas principales que reflejan la vida en la República Democrática Alemana. Vivienda, trabajo, ocio, moda y cultura se encuentran entre los temas que se tocan con más profundidad.


Se dice que más de 300 ex ciudadanos de la RDA contribuyeron a la colección con los objetos hoy expuestos, donando efectos personales y enseres que dan lugar a una auténtica mezcla de recuerdos, como una máquina de escribir Erika, el Trabant, el auténtico salón Plattenbau, una mochila escolar con las calificaciones y los cuadernos de ejercicios, un armario lleno de ropa auténtica y el área dedicada a la Stasi.


Toda una aventura para pasar una tarde de nevada como nos ocurrió a nosotros. Eso si, siempre está a reventar de gente.
Para conocer la Alemania tradicional que contrasta con la modernidad del actual Berlín, nada mejor que salir fuera de ella, y si contratamos la excursión a Postdam desde Berlín disfrutaremos de una jornada fascinante.
Potsdam, la ciudad imperial

Como una mezcla entre el recuerdo a las glorias prusianas y a la sangre azul que un día corrió por su río y la vibrante modernidad que parece no poder desenvolverse entre tanta historia, Postdam muestra al viajero su etiqueta de museo al aire libre, con rincones barrocos por un lado, calles y edificios del mas rancio sabor alemán por otro.




Castillos y palacios, parques y jardines de estilo inglés, lagos, un río que parte la parte a la mitad y delimita la ciudad nueva y la habitada por los emperadores prusianos, 39 iglesias ( ¡increíble!), zonas residenciales tranquilas y de bastante alto standing, una antigua escuela militar, mansiones, museos y un interminable etcétera que incluye otra Puerta de Brandemburgo, más modesta y sencilla que la de Berlín, hacen de Postdam una visión de la Prusia de antaño, elegante y orgullosa, altiva pero serena, como corresponde a la sangre azul que corre por sus venas.
La iglesia de la paz
La preciosa y enigmática Iglesia de la Paz en Postdam fue levantada por el mecenas del arte y la cultura Guillermo IV, Kaiser de Prusia, por ello la dotó no solamente de su carácter religioso protestante, sino de un aire de museo que hace resplandecer los tesoros artísticos que esconde en su interior.


Construida en el llamado jardín de Marly, se encuentra casi oculta a los visitantes que acuden a la ciudad a visitar el palacio de Sanssouci, y suele dejarse para visitar si hay tiempo.



¡Grave error! ya que en sí misma la iglesia por su arquitectura y las obras de arte de su interior bien merecen un mínimo de media hora.

Son varios los hechos que hacen de esta iglesia algo especial. Por un lado su diseño es una copia, casi exacta, de la iglesia de San Clemente de Roma y esa copia se realizó a partir de un plato de cobre medieval donde ésta estaba representada, por lo que la de Postdam es hoy en día una copia de la original, mientras que la de Roma ha sufrido varios cambios desde que se edificó.



Otro dato: se trata de una basílica, lo que comprobamos en su planta y en su fachada y si sumamos su campanario de 42 metros de altura, veremos que se trata de un ejemplo único de este tipo de iglesias en Alemania.

Seguimos. En el altar un precioso mosaico veneciano del siglo XIII sobre el ábside adorna el interior de la iglesia, y se trajo directamente de una iglesia en ruinas de la isla de Murano.



Y para acabar que no es poco, debajo del santuario se encuentra la capilla real, con las tumbas de Federico Guillermo y su esposa Elisabeth Ludovika.



Después de visitar el interior recomiendo admirar la iglesia dando varias vueltas a su alrededor. No les defraudará.

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