jueves, 3 de octubre de 2019

Impresionante Noruega (III) Kamøyvær y Cabo Norte

Kamøyvær, en el lejano Norte
Apenas son 130 las personas que habitan este remoto y recóndito pueblecito del norte de Noruega. Aparte de su pequeño y protegido muelle de pescadores y unos paisajes que bien podrían simbolizar el aislamiento de sus habitantes, este asentamiento que está a apenas 12 kilómetros de la pequeña Honningsvåg tiene muy poco que ofrecer a aquellos que buscan tiendas de souvenirs, calles repletas de gente, bares o cafeterías de moda.
Muy al contrario, regala a aquellos que se desvían durante un corto espacio de tiempo en su camino a Cabo Norte, una pequeña muestra de la vida diaria de los habitantes del frío norte de Noruega, donde al parecer el sol es un invitado que apenas se deja ver y al que adorar como si de un dios se tratara.

Y precisamente al sol y sus luces del norte está dedicada la galería de arte East of the Sun, de una pintora alemana que despliega un colorido sin igual en sus singulares cuadros y collages que reflejan el paisaje de la zona.

Pequeños secaderos de pescado, un minúsculo cementerio, un faro, el pequeño muelle y un hotelito que no se si tendrá muchos clientes, completan los atractivos de este pequeño pueblo habitado por descendientes sami y noruegos que quisieron vivir aquí, a principios del siglo pasado, alejados en el más lejano norte de Noruega.


Desde hace más de 300 años, viajeros de todo el mundo han ido hasta Cabo Norte para experimentar la sensación de estar en el punto más al norte del continente europeo. Reyes y príncipes, aventureros y expedicionarios, simples trotamundos que se sintieron atraídos por la sencilla pero fascinante naturaleza del llamado Norkapp.
Se llega hasta él, salvando las distancias históricas y utilizando los modernos medios de transporte, en autobús o coche, desde la cercana y ya conocida por nosotros ciudad de Honningsvåg.
Cerca de los aparcamientos encontramos el monumento Niños de la Tierra, creado en 1989 por siete niños que quiere simbolizar la amistad, la esperanza y la alegría sin fronteras.


Una vez entramos en el edificio que sirve de centro de visitantes nos metemos de lleno en la historia de este fascinante y muchas veces abarrotado lugar del norte de Noruega.

El hall principal ofrece varias exposiciones que cuentan la historia del Cabo, varios bares, restaurantes y tiendas de regalos y sobre todo la oficina de correos más septentrional de Europa, que ofrece sellos de coleccionista y el famoso Certificado del Cabo Norte.
Turistadas aparte, lo que más impresiona del edificio es su estructura amplia y su arquitectura sumamente nórdica, de líneas simples, sencillas y funcionales, y sobre todo los amplios ventanales que nos dirigen directamente a esa esfera armilar en la que todos queremos tomarnos una foto.


Este globo colocado aquí en 1977 se ha convertido en el símbolo indiscutible de Cabo Norte, y tradicionalmente marca el lugar donde acaba Europa ( aunque realmente se encuentra en el casi inaccesible Knivskjelodden, que no dispone de carreteras y por tanto no puede explotarse turísticamente).


Pero bueno, la emoción de sentirnos por un instante más al norte de todos nuestros conocidos puede más que cualquier especificación geográfica, y tras tomar las fotos de rigor que permanecerán en nuestros álbumes digitales para toda la vida volvemos dentro, ya que empieza a granizar y no es cuestión de que nos pille este temporal espontáneo.
Acabamos la visita bajando al piso inferior del edificio, donde encontramos un túnel con dioramas de la historia de Cabo Norte, la capilla de San Juan y un pequeño museo tailandés ( si, tailandés), inaugurado en 1989 para conmemorar la visita del rey Chulalongkorn de Siam en 1907.


Una película sobre las estaciones de Cabo Norte y sus paisajes completan un viaje a través de un paisaje lleno de contrastes, luz y naturaleza espectacular.


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