sábado, 1 de febrero de 2020

Un fin de semana en Las Palmas de Gran Canaria (I)

Tengo la suerte de vivir rodeado de tesoros, ocho, concretamente, y también de tener la fortuna de poder escaparme de vez en cuando para saborearlos y disfrutarlos poco a poco, a pequeños bocados, que es como se disfrutan los placeres de la vida.
Mis ocho tesoros, que son mis Islas Canarias, son una fuente inagotable de sorpresas y de rincones que esperan ser descubiertos con todos los sentidos. 
No tengo una favorita entre las ocho, soy canario y punto. Pero por cercanía y por el cariño con el que soy tratado, siempre miro a Gran Canaria para esas escapadas que me permiten respirar y olvidarme un poco del ajetreo diario.
En esta ocasión, el miniviaje empezó un viernes y acabó un domingo, con 48 preciosas horas para disfrutar de la capital y sus alrededores.
El hotel elegido no pudo ser mejor ni más acertado. Aunque quizá debería decir que me eligió él a mí, ya que siempre había llamado mi atención, desde que se levantó en pleno centro de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y se convirtió en uno de los edificios más altos del Archipiélago con sus 84 metros de altura, llamándose primero Hotel Don Juan, luego Los Bardinos y tomar su actual nombre AC Hotel Gran Canaria.

Poca gente sabe, que su arquitecto, Pedro Massieu quiso rendir un homenaje con su diseño a la ciudad donde levantaría su obra, y si nos fijamos un poco no tardaremos en ver la forma del tronco de una palmera o palma en la estructura del edificio.
Alojarse en este emblemático hotel es una delicia para los sentidos, por las vistas que se disfrutan desde la terraza y los balcones...


...la deliciosa gastronomía basada en productos frescos, sabrosos y con especial atención y mimo en los productos canarios...

...su piscina en la terraza, única, inigualable y con un panorama de 360º de la capital...

...sus habitaciones elegantes, funcionales y cálidas...


...y para poner la guinda de este exquisito pastel, un personal extraordinariamente amable, servicial y dispuesto a hacer nuestra estancia sencillamente perfecta.
¿Qué más se puede pedir? Creo que nada más, ¡tan sólo disfrutar!

Y después de este magnífico prólogo nos echamos a la calle.
¿Y qué mejor para empezar nuestra ruta que Vegeta? El famoso barrio que tiene un significado entrañable para la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria ya que constituye el lugar donde la ciudad tuvo su origen, se abre a nosotros para susurrarnos sus secretos, desvelarnos sus tesoros y darnos la bienvenida al corazón mismo de la metrópoli.
Recorrer Vegueta es volver al pasado, conocer sus calles empedradas, sus museos, sus balcones, los capítulos de la historia que se escribieron en ella...
Para acercarnos a su núcleo recorremos otro barrio, Triana, de gran y larga tradición comercial a lo largo de los siglos.

Hasta cruzar el barranco de Guiniguada y entrar en Vegueta. Si no somos muy de ir a nuestro aire siempre podemos contratar la visita guiada por el barrio de Vegueta, que nos descubrirá en un par de horas lo mejor del barrio.
Recomiendo empezar la visita por la emblemática Plaza de Santa Ana y la Catedral.
El enorme espacio que la conforma hizo de Santa Ana la primera plaza mayor edificada en España y sirvió de ejemplo arquitectónico para muchas plazas de la América colonial.
Desde un principio la rodearon la Catedral, las Casas Consistoriales, el Obispado, el Archivo, el Tribunal...cada uno levantado en un estilo diferente, desde el gótico tardío hasta el modernista, que la convierten en el lugar ideal para fiestas y celebraciones de gran arraigo, como las Fundacionales o el Festival de Danza y Teatro.

Pero entremos a la joya de la Plaza de Santa Ana, su catedral. 
A finales del siglo XV vieron los cielos de Las Palmas levantarse los muros de este templo que anhelaba tocar el firmamento, aunque pasaron largos años hasta ver su meta conseguida. Porque aunque fue mandada a construir por los poderosos Reyes Católicos, la falta de dinero durante los años de su edificación hicieron que en varias ocasiones el templo y su construcción estuvieran paralizados. Se ve claro en los dos estilos que la embellecen: gótico tardío en su interior y neoclásico en el exterior. Y del interior me quedo con el espectacular paisaje del bosque de palmeras de piedra que forman sus columnas, elegantes y estilizadas, en un ejemplo único de arquitectura religiosa.


Anexo a la Catedral encontramos el Patio de los Naranjos, antesala del magnífico Museo Diocesano de Arte Sacro. Aunque debe tomarse como un todo, podemos dividir la visita a este maravilloso espacio por salas, como la de la Seda o del Tesoro, con una preciosa estructura en cantería de Arucas y techo de piedra volcánica y madera de pino canario. Aquí se guardó durante mucho años el tesoro de la Catedral, así como el ajuar utilizado por los religiosos en sus liturgias. Brocados de seda y damasco, piedras preciosas e hilo de oro, son el marco para una colección de tallas religiosas que son muestrario de la imaginería canaria de los siglos XVI al XX. 


Por otro lado la Sala de la Contaduría nos muestra importantes y valiosas pinturas religiosas de autores canarios, e imágenes que llegaron de lugares tan lejanos como Flandes junto con los intercambios comerciales, con lo que no sería descabellado decir que muchas de estas obras de arte se pagaron con caña de azúcar. Es de destacar una hermosa talla de la madrileña Virgen de la Paloma.




Ya en la planta baja, se concentra la escultura religiosa en madera y alabastro, principalmente de maestros flamencos y andaluces. No nos podemos perder la pequeña colección de belenes españoles e italianos.

En la Sala Capitular encontramos los amables o adustos y severos retratos de varios Obispos de Canarias, un precioso mosaico del siglo XVIII y el delicado y estremecedor Cristo Crucificado de Luján Pérez. A su alrededor, una colección interminable de orfebrería de oro, plata, nácar y marfil, trabajadas exquisitamente y rematadas por piedras preciosas de gran valor.


Y cruzamos la plaza para visitar otro edificio fundamental en la ciudad, las Casas Consistoriales.
Hasta 1979 fue la sede de las Oficinas Municipales. desde el 2001 hasta 2010 sufrió una restauración a fondo que le devolvió el esplendor perdido durante su época funcionarial. De todo el conjunto me quedo con el Salón Dorado, que ha recuperado origen como centro de debate municipal y soberanía popular de los ciudadanos de Las Palmas.

Recomiendo sumarse a las visitas guiadas que realiza el edificio y no perderse las vistas que se gozan desde su terraza.



La Plaza del Pilar Nuevo y sus alrededores.

Núcleo arquitectónico simpar en toda Canarias por la belleza de los edificios que la rodean, que mezclan diferentes épocas y estilos y con una joya única, la llamada Casa de Colón, con su preciosa portada tallada en piedra verde, es el centro de las laberínticas calles que conforman Vegueta, como el Pasaje Pedro de Algaba o el de la Audiencia.

La historia de la casa se remonta al año 1492, cuando el Almirante hace una parada en Las Palmas para reparar una de sus naves. Durante su estancia se alojó en la que en aquel entonces se denominaba Casa de los Gobernadores y que después de algunos siglos, y para recordar tan honrosa visita, pasó a llamarse Casa de Colón. Ahora, el precioso edificio alberga el museo del mismo nombre, que aglutina en su interior una valiosísima colección de documentos relacionados con el descubrimiento del Nuevo Mundo, aparte de contar la historia de la gesta y servir de puente para entender la relación histórica de Canarias y América.

Callejeemos ahora por Vegueta y sus estrechas calles.



Hasta llegar a la ermita de San Antonio Abad, que  marca el lugar exacto donde tuvo lugar el primer asentamiento histórico fundacional de la ciudad, y presume, con razón, en una placa, de ser el último lugar donde rezó Cristóbal Colón antes de partir hacia la aventura del descubrimiento de América. Y esperando a ser descubiertos y encumbrados al olimpo artístico, muchos pintores y escultores noveles exponen sus obras en su interior, que ahora forma parte del Centro Atlántico de Arte Moderno.



Seguimos recorriendo el precioso barrio de Vegueta.





Y encontramos joyas arquitectónicas como la Casa Montesdeoca, construida por una familia de origen judío y que hoy es un afamado restaurante,






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