Dejamos atrás Frías y nos pasamos por Tobera, un pequeño pueblo a menos de 4 kilómetros de ella. Pasa por aquí el río Molinar, convirtiéndose en varias cascadas que nos surgen al paso. Pero realmente interesante es la ermita de Santa María de la Hoz, que parece encajada en la roca.
Si queremos acercarnos debemos cruzar un estrecho puente de un arco que nos lleva directamente a los pies del templo.
Pero antes debemos pasar por el Humilladero del Cristo de los Remedios, del siglo XVII, para ver, atisbando entre las rejas que lo protegen, al Cristo Auxiliador.
La construcción más grande es la ermita de Santa María de la Hoz, que se cree construida en el siglo XIII en estilo románico tardío y levantada sobre un templo anterior.
En el momento de la visita, y por lo general la ermita permanece cerrada, dando sólo acceso a los romeros una vez al año, en la festividad de la Virgen.
El corredor con arcos que precede a la entrada del templo servía de improvisado lugar de descanso para los peregrinos que realizaban el Camino de Santiago.

A unos metros del conjunto, arranca el llamado Paseo del Molinar, que incluye varios miradores desde donde disfrutar de las cascadas que pasan por el centro del pueblo.
Tras una breve parada en Castrojeriz, salimos del pueblo, no sin antes hacer un alto para admirar la ex-Colegiata de Santa María del Manzano, en el barrio del mismo nombre.
Al parecer, esta denominación puede provenir de la antigua iglesia benedictina de Santa María de Almazán, que se encontraba donde hoy vemos la del Manzano.
La primera iglesia se levantó en el siglo X por orden del conde Garci Fernández, para pasar pronto a colegiata en 1173. La reina Berenguela, en 1214 fue la que ordenó construir la que hoy visitamos, por lo que su estilo es de transición entre románico y gótico.
Pero no fue hasta el siglo XVIII en que se levantó la actual torre y la capilla de la Virgen, por lo que el templo tiene una mezcla de estilos algo ecléctico, sobre todo en el interior.
Seguimos el curso de la carretera y pasamos por las ruinas del Convento de San Antón, que es uno de los puntos más icónicos del Camino de Santiago en la provincia de Burgos.
Las ruinas que hoy vemos, son los restos de un antiguo convento Antoniano del siglo XIV, y tuvieron gran fama por ser lugar de curación de los peregrinos afectados por el Fuego de San Antón.
Esta enfermedad, una especie de lepra, iba poco a poco descomponiendo las extremidades de los afectados y fue realmente grave en la Edad Media. La medicina actual, ha descubierto que el origen era un consumo a largo plazo del pan de centeno, que estaba contaminado por el hongo cornezuelo.
Supuestamente, el mal se curaba al peregrinar a Santiago, pero la verdad es que mejoraban al dejar de consumir el centeno al cambiarlo por el pan de trigo candeal propio de España.
El origen está en la concesión de Alfonso VII del permiso de construcción de un hospital a los citados Antonianos, al que se adosó una gran iglesia gótica en el siglo XIV, cuya parte más destacada era y es un arco que cubre un pequeño tramo del camino
En 1791, los misteriosos monjes abandonaron el convento por orden papal, lo que provocó el deterioro del convento y sobre todo el derrumbe de las bóvedas.
Los peregrinos quedaron huérfanos de cuidados, ya que los monjes, hasta el momento, imponían a cada enfermo un escapulario con la Tau de su orden y distribuía el curativo pan y el sagrado vino de la Eucaristía de San Antón. Para los peregrinos de promesa, es decir, aquellos que no estaban enfermos, también disfrutaban de la hospitalidad del monasterio, ya que los monjes colocaban comida y bebida en las alacenas de piedra del exterior del templo para que fueran consumidas por los caminantes.
El convento fue sede de la Encomienda General de los Antonianos, con más de veinte casas, monasterios y hospitales.
Desde este punto tan sólo quedan 450 kilómetros para llegar a Santiago de Compostela.
Nuestra siguiente parada es Lerma, que ya existía antes de la llegada de los romanos y fue ocupada por éstos, por los visigodos y los árabes entre otros, debido a su estratégica situación junto al río Arlanza.
Su posición no fue dejada al azar, ya que es una encrucijada de caminos con condiciones inmejorables.
Para defenderla se rodeó de murallas que disponían de cuatro puertas de entrada, de la que sólo se conserva la de la Cárcel. De las murallas no queda nada, ya que fueron destruidas por Alfonso XI en 1336. Hoy, la puerta de la Cárcel es sede del Consejo Regulador de Vinos de la D.O. Arlanza.
Castigada durante largos años por las tropas musulmanas y por luchas internas entre señores de Castilla e incluso reyes, pasó a ser propiedad del rey hasta quedar bajo el dominio de Diego Gómez de Sandoval.
En los alrededores de la Plaza Mayor se dispone el casco antiguo, al que se accede a través del Arco de la Cárcel, antigua puerta de muralla, como antes mencionamos.
Sale a nuestro paso la típica arquitectura medieval de casas con soportales, con los mejores ejemplos que se encuentran en la calle Zorrilla, la Paloma o Santa Caliopa.
Sandoval y Rojas, IV Conde de Lerma, convirtió en ducado el título y se convirtió en privado del rey, y por ello Lerma creció y se consolidó como núcleo poblacional de importancia. Entre 1600 y 1617, se creó uno de los conjuntos histórico-artísticos mejor conservados de España, con la ayuda inestimable de los arquitectos reales.
Rápidamente se convirtió en foco cultural y de recreo, y a Lerma acudieron grandes de las letras como Góngora o Lope de Vega, a disfrutar de fiestas y banquetes en honor a los Reyes de España. De hecho fue aquí donde nació la Infanta Margarita, hija de Felipe III.
Su palacio fue convertido en 2003 en Parador Nacional de Turismo, lo que llevó a la revitalización de la ciudad, que abrió nuevos restaurantes, casas rurales y diversificó su comercio.
Poco se imaginaba el duque que aquel palacio, donde se alojaba la corte de Felipe III se convertiría en Parador, donde los nuevos cortesanos del turismo pasarían sus vacaciones admirando su precios patio central rodeado de columnas toscanas, jónicas que dan paso a 210 habitaciones con balcones de forja y 135 ventanas y buhardillas.
Antes de abandonar Lerma, pasamos por el antiguo monasterio de la Madre de Dios, ya fuera de casco antiguo. levantado en 1608 por el Duque, para que fuera priora la suegra de su hijo mayor, la Condesa de Santa Gadea.
El convento es muy sencillo y la iglesia sigue esta línea, estando hoy parcialmente dedicada a exposiciones artísticas.