martes, 22 de julio de 2025

El maravilloso mundo de los cruceros. La historia de Crystal Cruises

 Crystal Cruises: El Nacimiento de una Leyenda en Alta Mar



Todo comenzó a finales de los años 80, en una época donde los cruceros eran más funcionales que impresionantes, y el lujo se reservaba para los hoteles en tierra firme. Fue entonces cuando una compañía japonesa, Nippon Yusen Kaisha (NYK Line), con más de un siglo de experiencia en navegación, decidió embarcarse en una misión audaz: redefinir lo que significaba viajar por mar.


Así nació Crystal Cruises, que zarpó por primera vez en 1990 con el Crystal Harmony, un buque que no solo navegaba por océanos, sino también por nuevas ideas. Camarotes más grandes, gastronomía digna de chefs con estrellas Michelin, servicio impecable y una estética que mezclaba el refinamiento clásico con la innovación moderna. Crystal no buscaba llenar barcos, sino elevar la experiencia. Pronto se ganó el apodo de la “Silenciosa Reina del Lujo”.

Años después, llegarían sus buques emblemáticos: el Crystal Symphony (1995) y el Crystal Serenity (2003), que consolidaron a la marca como sinónimo de elegancia flotante. Mientras otras líneas competían por construir los barcos más grandes, Crystal apostó por algo distinto: barcos medianos con corazón grande y alma de hotel boutique. La compañía introdujo conceptos pioneros como clases de enriquecimiento a bordo, experiencias de bienestar con spas de renombre y excursiones culturales con grupos pequeños y especialistas en historia y geografía como guías.


Pero no todo fue mar en calma.

A partir de la década de 2010, Crystal decidió expandir sus horizontes de manera ambiciosa. Se diversificó con Crystal River Cruises, Crystal Yacht Expedition Cruises, e incluso un jet privado de ultra lujo para quienes no querían esperar a zarpar. En el papel, era una orquesta bien afinada, pero en la realidad, la partitura se complicó un poco.


En 2015, fue adquirida por la compañía china Genting Hong Kong, que apostó fuerte por Crystal con grandes planes de expansión. Aunque algunas ideas brillaron (como el yate Crystal Esprit), otras fueron más turbulentas. Y en 2022, el destino le jugó una mala pasada: Genting colapsó financieramente, arrastrando a Crystal consigo. Los barcos fueron detenidos, las reservas canceladas, y muchos pensaron que el viaje había terminado.

Pero como buen protagonista de una historia épica, Crystal no se hundió.

En 2022, la compañía fue rescatada por A&K Travel Group, liderada por el veterano del lujo Manfredi Lefebvre d’Ovidio (ex de Silversea) y el aventurero Geoffrey Kent, fundador de Abercrombie & Kent. Juntos, prometieron revivir el espíritu de Crystal, con barcos renovados, servicio aún más personalizado, y una nueva visión para el futuro.


Y así, con un nuevo aliento, Crystal volvió a zarpar en 2023 con sus barcos insignia relanzados: Crystal Serenity y Crystal Symphony, ahora más lujosos que nunca. El renacimiento fue más que una inversión: fue una declaración. Crystal no era solo una naviera; era una filosofía de viaje.




Crystal Cruises hoy navega entre pasado y futuro, con un legado restaurado y una brújula que apunta al verdadero norte del lujo: la autenticidad, el detalle y la pasión por explorar los infinitos mares.

martes, 15 de julio de 2025

El maravilloso mundo de los cruceros. (VII) Costa Smeralda

Costa Smeralda: cuando un barco se convierte en tu hogar

No todos los barcos son iguales. Algunos te llevan. Otros, te transforman. El Costa Smeralda no fue para mí solo un crucero por el Mediterráneo. Fue un lugar al que llegué como pasajero y del que me fui con la sensación de haber dejado una parte de mi alma.

Desde fuera, es fácil quedar impresionado por su tamaño: más de 337 metros de eslora, 20 cubiertas, miles de pasajeros, tecnología punta y diseño italiano en cada rincón. Pero lo que no se ve —y lo que lo hace especial— es cómo logra que te sientas en casa en medio del mar abierto.




Recuerdo el momento exacto en que supe que este barco tenía algo distinto. No fue en una gran cena ni en una excursión deslumbrante. Fue al atardecer, en la proa, cuando el viento traía sal y música lejana desde la cubierta superior. Me senté solo unos minutos, sin hacer nada, y sentí que el tiempo se detenía. Que todo lo que me pesaba allá en tierra se quedaba atrás, como la estela que el barco iba dejando.

Cada rincón del Costa Smeralda tiene carácter. El Colosseo, con sus luces cambiantes y espectáculos envolventes, se transforma cada noche en una plaza viva, donde siempre parece estar ocurriendo algo que merece la pena ver. El diseño interior —moderno, elegante, lleno de líneas limpias y detalles italianos— no te abruma: te envuelve. No estás en un hotel flotante, sino en un espacio donde se respira arte, cuidado y belleza.

En el Solemio Spa encontré algo más que bienestar físico. Descubrí la importancia de regalarse un momento de pausa total. En la sala de relajación, con vistas al horizonte, tuve esa sensación difícil de describir: estar exactamente donde uno quiere estar, sin necesitar nada más.

Los días a bordo fluían con una armonía natural. Las comidas, por ejemplo, no eran solo platos bien presentados. Eran experiencias que sabían a Mediterráneo, a tradiciones familiares reinterpretadas con creatividad. A veces comía en uno de los restaurantes principales, otras en la pizzería, otras simplemente con una copa en la mano mientras el mar seguía su curso. Cada elección tenía su encanto.













Y el camarote… Ese pequeño refugio con balcón al mar fue, sin exagerar, uno de los lugares más reconfortantes que he habitado. No era solo el confort —que lo tenía—, ni el diseño —que era impecable—. Era la forma en que el sonido del mar entraba por la puerta entreabierta por la noche. Era despertarse con la luz cambiando cada día y sentir que, en ese rincón, estabas exactamente donde debías estar.




El Costa Smeralda no es un barco de lujo en el sentido clásico. Es algo mejor: es un barco con alma. Uno que no busca impresionar con exceso, sino con coherencia, belleza y humanidad.






Cuando bajé del barco, no pensé que me despedía de un lugar de paso. Sentí que dejaba atrás algo que se había ganado un espacio dentro de mí. Porque hay viajes que terminas… y hay otros que te acompañan mucho después.

Y el Costa Smeralda me acompañará para siempre, como un recuerdo imborrable.

sábado, 12 de julio de 2025

El maravilloso mundo de los cruceros. (VII) MSC Armonia

Apenas amanecía cuando el MSC Armonía apareció frente a nosotros, atracado en el puerto de Tenerife. No tenía el porte gigantesco de los megabuques más nuevos, pero su silueta elegante y equilibrada irradiaba un tipo distinto de presencia: la de un veterano del mar, refinado y acogedor. A bordo, nos esperaba una experiencia que prometía menos ostentación, pero más carácter.

El Armonía es uno de los barcos más emblemáticos de MSC Cruceros, y también uno de los más antiguos aún en operación dentro de su flota. Fue construido en el año 2001 por los astilleros Chantiers de l'Atlantique, en Francia, bajo el nombre de MS European Vision, antes de ser adquirido y rebautizado por MSC. Sin embargo, en 2014 fue completamente renovado como parte del programa "Renaissance", una ambiciosa modernización que añadió nuevas áreas, camarotes y tecnología, extendiendo su eslora a 275 metros.



Subimos por la cubierta 5, donde una tripulación cordial nos dio la bienvenida. El ambiente a bordo era relajado, casi íntimo. A diferencia de otros barcos más grandes, el MSC Armonía tiene una capacidad máxima de alrededor de 2,679 pasajeros, atendidos por una tripulación de más de 700 personas, lo que se traduce en una atención más personalizada y un ritmo de vida más pausado.

El atrio principal, aunque más sencillo que en otros barcos de la flota, ofrecía una calidez inmediata: suelos de mármol oscuro, barandillas de bronce y una iluminación suave que creaba una atmósfera elegante sin excesos. Uno podía imaginarse fácilmente tomando un café aquí durante una tarde de navegación tranquila por el Adriático o el Caribe.



Nos dirigimos a los camarotes, repartidos en 9 cubiertas de pasajeros. La renovación de 2014 añadió más de 190 nuevas cabinas, muchas con balcón, lo cual no era común en barcos de su generación. Visitamos una cabina con balcón privado en la cubierta 9: sobria, funcional y con un enorme ventanal desde el que el mar parecía estar al alcance de la mano.





En la zona de piscinas, ubicada en la cubierta superior, el ambiente era familiar. Había una piscina principal y varios jacuzzis rodeados de tumbonas, con un bar a pocos pasos. Si bien el Armonía no cuenta con las cúpulas retráctiles de los buques más modernos, su diseño más abierto deja entrar la brisa del océano sin intermediarios. A pesar de sus 58,600 toneladas de registro bruto, el barco se siente ágil, casi ligero en su navegación.







La zona de entretenimiento incluye un teatro de dos niveles, La Fenice, con capacidad para varios cientos de personas. Aún vacío durante la visita, el escenario y las luces sugerían que cada noche allí ocurren verdaderos espectáculos a la altura de cualquier producción profesional. También hay un casino, una discoteca y un espacio para adolescentes, aunque el enfoque general del barco es más sereno y clásico.



Uno de los grandes aciertos del Armonía está en su MSC Aurea Spa, donde se ofrecen tratamientos de relajación y belleza con un enfoque holístico. Tuvimos la oportunidad de probar una sesión corta de aromaterapia, y fue fácil olvidar que estábamos sobre una estructura que puede alcanzar velocidades de hasta 20 nudos en mar abierto, propulsada por motores diésel muy eficientes para su tamaño.



Pasamos luego por el restaurante Marco Polo, el principal del barco, decorado con maderas oscuras y cortinas elegantes. Aquí se sirve cocina mediterránea con menús que cambian cada día. También visitamos el buffet, abierto gran parte del día, y la heladería italiana, una delicia inesperada. En total, el barco alberga 5 restaurantes y bares temáticos, incluyendo un café de estilo vienés.












Lo más destacable del MSC Armonía es su atmósfera: no pretende competir con los barcos más modernos en tamaño ni en espectáculos, sino ofrecer una navegación tranquila, cómoda y profundamente humana. Aquí, el mar es protagonista. Es un barco para quienes buscan conexión más que deslumbramiento.




Cuando la visita terminó y bajamos por la pasarela, el sol ya estaba alto. Al volver la vista atrás, el Armonía nos pareció más que un barco: un pequeño hotel con alma, flotando entre puertos históricos y cielos despejados. Un homenaje a una forma de viajar más íntima, más auténtica, y aún muy viva.