miércoles, 3 de diciembre de 2014

Sevilla en el alma ( III )

El siguiente tramo de mi recorrido por Sevilla es realmente espectacular.
Así que empecemos por uno de sus hitos, la Catedral.


Inseparable de su Giralda, ya fue, antes de los musulmanes basílica bizantina de San Vicente y durante la ocupación de éstos mezquita almohade, así que tierra sagrada ha sido siempre.


Y hasta hace relativamente poco, los añadidos han sido constantes, así que podemos distinguir claramente los diversos estilos que han ido conformando su estructura y sus ornamentos a lo largo de la historia.




Por eso el barroco, el neoclásico e incluso el neogótico dejaron su impronta en este libro abierto a la Historia sin hablar ya de la huella imborrable musulmana, como la que aún se puede ver en la puerta del Perdón donde se lee en caligrafía árabe " El poder pertenece a Alá" y " La eternidad es de Alá" lo que me sorprendió muchísimo, ya que no me explico que la celosa religión cristiana y sus padres no las hayan destruido. Gran suerte.










La podemos contemplar también, aparte de como templo y catedral, como un gigantesco y regio panteón, ya que en su interior moran para la eternidad reyes como Fernando III, Alfonso X, Beatriz de Suabia o Pedro I e ilustres de tanto tronío como Cristóbal Colón e hijo o el Cardenal Cervantes e incluso un santo incorrupto, San Fernando, que se conserva en una urna de plata.
































Fuera, como otro recuerdo musulmán queda el patio de los Naranjos, que perfuma todo e rectángulo que conforma.
















Una pena que en el momento de la visita estuviera en obras, en su mayor parte, y no pudiera disfrutarla en su totalidad, pero bueno, ya se sabe que Sevilla no es suficiente una sola vez, así que como se que volveré.....

Custodiando Sevilla desde tiempos romanos, las enormes e imponentes murallas, de las que sólo quedan algunos paños en la Macarena y Alcázares, fueron esenciales en la defensa de la ciudad. Tanto así que los sucesivos ocupantes del territorio, léase romanos, visigodos, musulmanes y castellanos, conscientes de su importancia, las sometieron a constantes remodelaciones y mejoras.






La parte que visitamos es la que está inmediatamente adjunta a la puerta de la Macarena, una de las cuatro que quedan en pie de las 19 que poseía la ciudad. Sin duda dan una idea de lo impresionante que debió parecer a los visitantes la larguísima muralla que rodeaba la ciudad, propia de una urbe tan importante y con una situación tan estrategia como era Hispalis.




Varias torres se conservan aún en este lienzo y en el de Alcázares, y milagrosamente el Ayuntamiento ha invertido muchos recursos en su restauración y mantenimiento.










Hoy son parte de la historia de la ciudad, de los buenos y los malos momentos, como el que desde 2009 recuerda con una placa a los fusilados que cayeron por los principios de la República, cuando las murallas se usaban como paredón donde arrebatar la vida a los que pensaban de manera diferente.

Cuando aprieta el hambre hay que hacerle caso, y en esta ocasión nos detuvimos en Casa Diego.
En la conocida plaza de la Alfalfa, famosa por los innumerables locales de tapeo y restaurantes de comida andaluza, encontramos este pequeño pero acogedor local que, aunque no tiene una amplia carta de tapas y platos, si que tiene una calidad más que aceptable.




Unos crujientes flamenquines, unas gambas rebozadas, un salmorejo realmente bueno y un cañón de ternera que es un jugoso trozo de carne, acompañado de pan de semillas y papas fritas que "quita el sentío".


Aparte, en la carta podemos encontrar otras tapas más clásicas como croquetas, ensalada, jamón y otras delicias que seguro que nos ayudarán a recuperar fuerzas para seguir de visita por por la preciosa Sevilla. Ah, y tienen una terraza donde poder tomar unas cañitas de cerveza con aceitunas mientras vemos pasar la vida de la Plaza de la Alfalfa.

Y cruzamos el río usando una obra de arte.


Y con una esencia y personalidad de modelo profesional que no se puede aguantar.


Ya dijo entre dientes su creador, allá por 1992 cuando fue inaugurado, que crearía escuela su "atirantado". Y así fue, ya que desde esa fecha y por toda España y parte del extranjero ( como en Redding , California, donde hay un casi-gemelo), surgieron como setas los puentes que llevaban el mismo adn que el Alamillo, aunque claro, Alamillo, como Sevilla, sólo hay uno.






Pero pudo haber habido dos, ya que era el proyecto inicial de Calatrava, que fue desestimado por falta de presupuesto, y contemplaba dos puentes gemelos con un pilón en cada orilla.
Al final quedó en un solo puente de 200 metros de largo sostenido por un pilón de donde salen 13 largos cables que sostienen parte y en parte el peso de la estructura. Curiosamente la mayoría de ellos no tienen casi tensión en la parte superior, ya que el puente puede sostenerse solo sobre sus pilares.




Se supone que en lo alto del mástil hay un mirador, al que se accede por unas escaleras, que nunca está abierto y que se dejó espacio para la maquinaria de un ascensor que llevaría hasta él.
En principio serviría para acceder a los recintos que conformaban la Expo 92 de Sevilla, pero rápidamente acabó convirtiéndose en parte del paisaje y de los atractivos de la ciudad andaluza.
Yo puedo decir que es uno de los puentes más agradecidos que he fotografiado nunca.

Y ahora vamos a vivir un poco del recuerdo, porque desgraciadamente es lo que sentí al cruzar el puente del Alamillo y entrar en la Isla. Una sensación de recuerdos, de algo semiabandonado, de una caja con pedacitos de juguetes de los que en su día fueron los políticos que dieron impulso y se dieron impulso a y con la Expo 92.






No voy a entrar en políticas, y por supuesto que disculpo la falta de atención y cuidados que sufre el recinto a causa de las crisis de los sucesivos gobiernos. Sí que agradezco que varias empresas hayan tenido a bien instalarse en muchos de los edificios que fueron sedes durante la Exposición de entidades y países.






De otro modo, estaríamos hablando de poco más que un decorado de película. Y eso que existe Isla Mágica, que si no, ni por esas acudiría tanta gente a la Cartuja más que a trabajar y visitar la cerámica y el museo del Monasterio.
Pero no debo ser negativo, todo lo contrario, sacar lo positivo siempre ha sido una de mis virtudes, así que iniciando el paseo por la isla, y tras pasar la Isla Mágica, que renovando espectáculos en cada temporada ha conseguido no caer en el olvido, encontramos un pequeño terreno donde se levantan restos de una colección de miniaturas de importantes monumentos y pueblos de España, que conseguimos atisbar a través de una verja. Más adelante los jardines bioclimáticos, con la esfera que inspiró el logo de la Expo 92, basada en la futura y acertada globalización de la información mediante las redes.








Enfrente el Pabellón de las Energías Renovables, con torres acabadas en los símbolos de las principales religiones de la Tierra; edificios que en su momento fueron obras de gran vanguardia, lo más moderno y lo más tecnológico, que aún en uso permanecen en el luminoso recuerdo de la gloria de la Expo.

El monasterio de la Cartuja.


Porque al principio fue el barro, como en la Biblia, pero en vez de crear al Hombre, los hombres crearon objetos y útiles de esta materia prima. En este lugar, gracias a las riquezas de sus barros y arcillas, se instalaron numerosos alfareros almohades, y fue en uno de ellos, según se deduce en la actualidad, donde en 1248 apareció la imagen de una Virgen, denominada por ello la Virgen de las Cuevas, con lo que a partir de ese momento, la fe convivió con la alfarería, así de simple. Poco a poco, los terrenos sacros van avanzando por la isla, sobre todo desde 1399, año en el que se funda el monasterio. A partir de ahí todo son glorias y desgracias para el cenobio. Por un lado las continuas inundaciones del río obligaban a un mantenimiento constante de todo el recinto y la ayuda monetaria de las grandes familias sevillanas y por otro tuvo el honor de durante treinta años albergar los restos de Cristóbal Colón, asiduo al convento y donde preparó su segundo viaje.






Pero no fue el único visitante insigne, ya que fue lugar de retiro espiritual de Felipe II y de rezo y oración para todos los monarcas que visitaban Sevilla.
Los cartujos habitaron el lugar intermitentemente, hasta que la desamortización de Mendizabal los expulsó definitivamente. Claro que esto trajo consigo el abandono completo del recinto, hasta que el inglés Charles Pikman la adquirió en 1841 y montó una fábrica de loza y porcelana que funcionaría hasta 1982.






Restos de ella son 5 hornos y varias chimeneas que se recortan contra el horizonte sevillano.











Y cayó de nuevo en el abandono hasta que llegó la magia de la Expo 92 y la recuperó de su desidia. Tras ser Pabellón Real, se convirtió en sede permanente del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, lo que aumenta su valor artístico.


















No abandonemos el lugar sin visitar los magníficos jardines y huertas, con olivos, vides, frutales, y dos curiosidades de aire oriental: la capilla de Santa Ana y la de Santa Justa y Rufina. Quedaremos realmente sorprendidos.














Pero en fin, la gloria es efímera y como tal, hizo brillar y ahora languidecer este lado sevillano del río Guadalquivir.
Y como uno más fui a visitar a la Madre.






No, es imposible resistirse. No es posible no emocionarse. Se siente la fe, puede que no la nuestra, pero sí la de los millones de personas que le han rogado, le han llorado y le han agradecido.
El sentimiento está en el aire, el dolor, el amor y la pasión por la Esperanza Macarena se puede casi tocar, se puede incluso llevar consigo, de vuelta a casa.




Impresiona. Y mucho. Pasar las verjas de la entrada, ver a los penitentes encender las velas en el pórtico exterior y entrar silenciosos a pedir a la Madre, o a darle las gracias por los favores recibidos. Silenciosos.
Dentro, como un joyero que envuelve el diamante más valioso, abarrotado de volutas y oros neobarrocos, el templo guarda el mayor tesoro, la imagen creada por La Roldana en el siglo XVII y cuya belleza mueve a toda Andalucía y a millones de fieles, sobre todo de Hispanoamérica.
Se trata de un templo muy nuevo, de factura tan pronta como es el año 1949, pero es sin duda el marco ideal para los propósitos con los que fue concebido.




Afortunadamente este año, la Hermandad hace el esfuerzo de abrir a las visitas diariamente el camarín. Así, podrá accederse de lunes a viernes de 12 a 13.15 horas, una vez finalizada la misa de 11.30 y el rezo del Ángelus, y los sábados y domingos de 9 a 14 horas y de 17 a 20 horas.




Una oportunidad única para ver más cerca que nunca la Maravilla de las Maravillas, protegida en un camarín con un inmenso valor artístico, ya que no sólo fue realizado en materiales de gran valor, sino que incorpora una gran simbología referente a la Virgen y a la propia Sevilla, como las maquetas de la Giralda y la Catedral sostenidas por ángeles, los ocho escudos de las provincias andaluzas y sus patronas, los de los Borbones y el de la propia Sevilla, los de la Hermandad, las Letanías a la Virgen, pintadas por Flores o los delicados rombos que recubren el camarín y que se inspiraron en los Reales Alcázares.








El último privilegio que nos concede la Macarena, antes de que salgamos de su estuche, es la de poder contemplar su perfil, gracias a dos espejos cornucopia que reflejan toda la luz de su cara.
Y la Virgen no está sola, aunque las puertas se cierren y los fieles la lleven consigo en estampitas o en sus oraciones.
Aquí queda con Quien recibe el amor del dolor humano, Quien lo comparte y lo alivia, con Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, de Felipe Morales Nieto, que es objeto de veneración desde 1654.
Pero la Macarena jamás estará sola, ni permitirá que nuestros corazones sufran.
Ella es Madre y una madre sólo da Amor.

Continuamos por uno de los espacios más señeros de Sevilla, un paseo para nobles llamado las Columnas de Hércules.
Porque así lo quiso el conde de Barajas, cuando allá por el siglo XVI decidió reurbanizar y acicalar este rincón sevillano, que se convertiría, sin él saberlo, y con el tiempo, claro está en el más antiguo jardín público de España y de Europa. Así que puso manos a la obra, no las suyas, claro está, que para eso era noble, y desecó un bracito del Guadalquivir que por aquel entonces daba mucho la lata, con frecuentes inundaciones y encharcamientos que no hacían más que provocar molestias y enfermedades propagadas por mosquitos y otras podredumbres.




Poco a poco el espacio fue ganándose al río y la vecindad creciendo, así que hubo que embellecer el espacio, y como la moda de aquel entonces era el gusto neoclásico y en especial el amor por Roma, se aprovecharon unas columnillas que "sobraban" de un edificio romano que aún se conserva, para dar empaque y tronío a la entrada del paseo.
Dos esculturas fueron colocadas en lo más alto, la de Hércules, mítico fundador de la ciudad y la de Julio Cesar que la restauró y le devolvió su esplendor.
En el otro extremos dos leones con sus escudos representan a España y Sevilla.
Durante mucho tiempo, el espacio fue frecuentado por nobles y aristócratas, pero cayó en el olvido y se transformó en un barrio de mala muerte, llegando a tener hasta 35 prostíbulos.


En los siglos siguientes, se fue modificando su estructura, y con ello desaparecieron los prostíbulos y el espacio se convirtió en lugar de celebraciones como las de San Pedro, que fueron el germen que daría lugar a la famosísima Feria de Abril.


Hoy, de día, es un agradable lugar de paseo, con abundante sombra y fuentes en el suelo que refrescan el ambiente en los momentos en que el sol castiga, aunque de noche no es tan recomendable por los numeroso botellones que se organizan y que el ayuntamiento intenta erradicar.

La Basílica del Gran Poder.
Un poco alejada de los grandes puntos turísticos de Sevilla ( gracias al cielo), y en medio de un dédalo de calles y plazas del oeste de la ciudad, se levanta esta construcción reciente que tiene un encanto especial, o más...


Porque no sólo es la arquitectura de la basílica, sino lo que guarda en su interior. Pero vayamos por partes.
El edificio comprende varias dependencias, pero realmente se visita sólo la fastuosa capilla donde se adora al patrón de Sevilla, Jesús del Gran Poder.




Levantada en 1965, como capilla exenta de la Iglesia de San Lorenzo, es reflejo de la arquitectura neoclásica del Régimen lo que explica que su gran referente sea el Panteón de Roma, una de las mejores construcciones de toda la historia con el inconfundible óculo en la bóveda. Al igual que en el modelo en el que se inspiró se le dejaron pocas concesiones al adorno y al boato. El precioso mármol que adorna paredes y suelo hace que nuestra mirada no se disperse demasiado hacia otras artes y adornos que no sean la admiración del altar central, donde se localiza la imagen del Gran Poder.






Me recordó mucho la cripta del Valle de los Caídos, sobre todo la entrada, con una disposición que parece enmarcar lo que nos espera en el fondo, la gran nave circular.
Y no podemos evitar sentirnos atraídos hacia ella, hacia las figuras que parecen llamarnos para que las contemplemos.
Jesús del Gran Poder es la Semana Santa sevillana y la Semana Santa sevillana es Jesús del Gran Poder. Así de simple y contundente.
No se podría concebir la celebración de la Pasión que a tantas masas atrae sin que esta imagen, atribuida a Juan de Mesa, fuera el epicentro de ella.
Culminación del Manierismo, expresividad pura, de pasión y dolor, de sentimiento y agonía, es sin duda una de las obras cumbre de la imaginería española.






Con dos metros de altura, el Gigante fue dotado por su creador con dos brazos móviles, que le permiten cargar la cruz, pero también ser maniatado y presentado ante los fieles como en el momento de Su juicio.
La madera de cedro con que fue hecho, se ha ido ennegreciendo con el tiempo, menos la de su talón, que de tantos y tantos millones de besos, pañuelos pasados, manos y frentes en penitencia, se ha ido aclarando de tal manera que casi parece translúcida. La fe y el amor requieren del tacto....
Acompañando a Jesús se encuentra la virgen María Santísima del Dolor y Traspaso, con un rostro bellísimo y cargado de pura expresividad.
Pasemos tras ella, y con recogimiento subamos las escaleras del camarín del Gran Poder. Protegido por una caja de metacrilato que permite verlo en todo su gran tamaño, tan solo Su talón queda desprotegido, para fortuna de los fieles, que pueden tocarlo y besarlo, materializando su fe y su amor por la Imagen.



Y como no, hay historias, que se han ido convirtiendo en leyenda... Como la de Pato Araujo, un futbolista que cambió las botas y el balón por un taller mecánico, y que habiendo sido invitado por el Mayordomo del Gran Poder para que visitara la imagen y recuperara la fe, contestó que no lo haría, que si quería el Señor verlo, que fuera a su casa. Pues ocurrió que la imagen procesionaba por el Nervión, barrio donde tenía el taller el ex futbolista en ese año de 1964, y comenzó a diluviar. Así que tuvieron que meter al Gran Poder en un portal para evitar que se mojara. La casualidad hizo que fuera el portal de la casa del futbolista.




Cuando entró y encontró a la imagen, bañada solamente por la suave luz de los cirios, Araujo no pudo más que caer de rodillas al suelo y recordar la frase que había dicho días atrás " Si el Gran Poder quiere verme, que venga a mi casa".
Más recientemente en el 85 la sala de ofrendas de velas sufrió un incendio que pudo ser sofocado rápidamente. Entre los restos, encontraron la foto del Gran Poder intacta, rodeada del marco calcinado y el cristal derretido...Así nacen las leyendas y se nutre la fe.


Hasta los gatos tienen "arte" para dormir.


Seguimos paseando para encontrarnos con un trío de Iglesias.
La primera es Santa Marina.
Lo de " primera" viene a que en una sola calle de Sevilla se ha creado una ruta a la que acertadamente han dado en llamar del "Gótico Mudéjar" por las iglesias que visitaremos.


Estamos hablando de la Calle San Luis, antigua Calle Real, título que llevó hasta el siglo pasado, que obtuvo por haber visto pasar a las regias figuras de Isabel y Fernando, Carlos I o Felipe IV.
Un lujo de calle que tiene tesoros entre sus casas y plazas, como la Iglesia de Santa Marina, que aunque desgraciadamente estaba cerrada en el momento de mi visita, merece un espacio en nuestro haber viajero.




Se dice que es de las iglesias más antiguas de Sevilla, ya que data del siglo XIII, y sigue en pie desde entonces, aunque sufrió gravísimos daños en la Guerra Civil, y varios incendios provocados a lo largo de su historia hasta ser restaurada, con el buen aspecto que presenta ahora.




Según he leído sobre el interior de la Iglesia, la cúpula de Nuestra Señora de la Aurora, por sí sola hace a la iglesia digna de una visita, por sus yeserías y la cúpula mozárabe.




Con la segunda hay que excavar profundo para encontrar el nexo de unión. Porque la Iglesia de San Luis de los Franceses, el mejor y máximo exponente del barroco sevillano, podría no tener relación con las iglesias mudéjares de la calle San Luis si no fuera porque las recientes excavaciones, que son parte de la restauración que pretende renovar el templo íntegramente, han sacado a la luz restos de una iglesia y palacio mudéjares sobre la que se edificó el actual edificio.




Estas mismas obras me impidieron ver el suntuoso interior que había entrevisto en las guías de arte. Pero bueno, tenía que conformarme con disfrutar del exterior, imponente en toda su altura, reforzada la impresión por la estrechez de la calle que no permite sacar una perspectiva fotográfica tan perfecta y amplia como se quisiera.
Del mismo modo, tendré que quedarme, hasta que vuelva a visitar Sevilla, con las leyendas que circulan sobre el templo, la mayoría comunes a templos de toda España que contaron en su día con conventos religiosos, como la que dice que entre los cuerpos sepultados de monjas y monjes (más de 200) se encontraron cuerpos de niños y fetos. No en vano tiene fama, el templo, de ser uno de los lugares más encantados de Sevilla.


Durante las restauraciones de los años 80, se dice que fueron numerosísimos los casos en los que se materializaban formas ante los ojos de los obreros, que también sentían roces y veían como las herramientas aparecían apiladas o colgando de una grúa a 15 metros de altura.
La existencia de toda esta energía sobrenatural se debe, según parece, a que en la calle han ocurrido varia muertes poco naturales, sobre todo la de un hombre, que desesperado se colocó un cuchillo apuntando al corazón y se lanzó a la carrera contra los muros de la iglesia, convirtiéndola en su asesina.
Decenas de niños sufrieron soledad en el orfanato que un día ocupo el solar actual, y varios casos de asesinato rondan la zona en la que se encuentra.....Hoy parece abandonada, aunque no lo está.
Así que tendré que volver para admirarla....

Y a la tercera también la podríamos llamar La Superviviente, porque hay que ver la de desgracias que ha sufrido y a las que ha sobrevivido.






Ya siendo mezquita por el siglo XII sufrió un terremoto que la redujo a escombros, edificada como iglesia mozárabe sufrió incendios y el terremoto de Lisboa de 1755 le causó daños menores; en el siglo XVIII quedó casi reducida a escombros por otro fuego y la reconstrucción fue tan desastrosa que hubo casi que reedificarla otra vez. Cuando por fin parecía que iba a llegar al siglo XX enterita llegó la Guerra Civil española y la furia destructora de los beligerantes, que la convirtieron en pasto de las llamas en 1936.
Así que de nuevo tuvo que sufrir abandono hasta que se decidió su restauración y apertura al culto en 1987.






La iglesia estaba cerrada también cuando fui a visitarla, así que disfruté de todo su estilo sevillano desde el exterior, cosa que tampoco estuvo mal, porque al parecer el interior no es tan interesante como rodear el templo y disfrutar de sus formas y volúmenes.




La tradición cuenta, que la torre, una imitación de la Giralda, era el lugar favorito de Miguel de Cervantes para disfrutar de Sevilla desde las alturas. Puede que la hermana mayor le diera vértigo...

Hasta llegar a la Casa de Pilatos.


La historia de España, llena de gestas y conquistas, llevadas a cabo por las grandes familias nobles y aristocráticas, no estaría completa sin los escenarios donde tuvieron lugar los hechos que narran los libros de historia y los palacios y castillos donde moraron y aún lo hacen los protagonistas de esas hazañas.












El Palacio de los Duques de Medinaceli, llamado de Pilatos por tener lugar a sus puertas una de las estaciones del Vía Crucis, es tan sevillano como el río, como la Giralda, como los Alcázares. Es tan sevillano, que por mucho que intentaron darle ese toque Renacentista que imperaba en el momento, acabó saliendo, de la talla diamantina, un refinadísimo y sutil mudéjar andaluz, que mezcla el clasicismo de la antigua Roma con los más finos estucos y azulejos sevillanos.










Ya de por sí el mismísimo patio principal es una joya que parece refulgir con el sol de mediodía, con sus aires árabes mexturados con el de las cuatro gigantescas estatuas que representan, dos de ellas a Atenea, otra a Ceres y la última a una musa, acompañando el conjunto la galería, que a modo de desfile, nos presenta los 24 bustos de emperadores romanos.
















La fuente central pone la banda sonora única y exclusiva que debe acompañar nuestro momento de disfrute en este rincón del palacio.
















Pero hay que continuar y debemos hacerlo por la misma planta, recorriendo las estancias que rodean el patio, como la capilla, ornada en precioso azulejo o los jardines, el Chico y el Grande con sus preciosas rejas renacentistas y cuidados setos y arietes de flores.














El frescor de los jardines parece no querer dejarnos ir, pero tenemos que seguir el recorrido por las estancias de un palacio que tiene una magnífica colección arqueológica, fruto de la pasión coleccionista de Per Afán de Ribera, sucesor de don Fadrique y Virrey de Nápoles.




Dejemos atrás la planta baja y en compañía de una guía que va incluida en la entrada visitemos las estancias superiores.








La fantástica y monumental escalera, única en toda Andalucía, abigarrada hasta el límite de azulejos ricos y coloridos y de una cúpula fabulosa, inspirada en los Reales Alcázares nos conduce al piso alto que repite la misma estructura que el bajo y que se usaba en invierno.




Esta planta, quizá la más íntima en todos los aspectos, es usada aún por la familia ducal, por lo que se pueden ver objetos actuales y notar el calor de las estancias utilizadas. Recorriendo los pasillos y habitaciones, vamos disfrutando de los frescos mitológicos mandados a pintar por don Fadrique y basadas en los grandes hombres de la Antigüedad Clásica y los escritos de Petrarca.













Armaduras, techos pintados con gran maestría por Francisco Pacheco, retratos y paisajes de maestros como Goya o Lucas Jordán, y una valiosa colección de mobiliario y útiles de diversas épocas completan la visita a este piso.
Pero no podemos marcharnos sin echar un vistazo al Jardín Grande, hecho a imagen y semejanza de los palacios italianos, abiertos al jardín y preparado para mostrar toda la colección arqueológica del Duque de Alcalá y que incluye una gruta inspirada en las grotto italianas.




























Finalmente, tras pasar la puerta principal, al echar la vista atrás vemos la portada, hecha en Génova para otro palacio de la familia, pero que finalmente se usó en éste de Sevilla.
Todo un lujo poder disfrutar de un pedazo de historia andaluza en pleno corazón sevillano.

Justo enfrente la Plaza de Pilatos.



Esta plaza, que se presenta ante los ojos de los visitantes y de los mismos sevillanos como un oasis de paz y tranquilidad en la ajetreada vida de la capital hispalense es, sin duda uno de los referentes a la hora de entender gran parte de la historia de la ciudad.
La razón es simple, ya que toma su nombre del Palacio de Pilatos, que la delimita por uno de sus lados y que ha sido desde siglos propiedad de los Duques de Medinaceli. Sobre el siglo XV Don Fadrique, al volver de Tierra Santa, observó que la distancia entre la Cruz del Campo y su casa era la misma que la que había entre el pretorio de Poncio Pilatos y el Gólgota en Jerusalén, por lo que decidió que la estación del Vía Crucis donde Jesús se presentaba ante el gobernador, tuviera lugar en la plaza que se encontraba ante su casa. Esto hizo que el conjunto tomara el nombre de Plaza y Casa de Pilatos.

A finales del siglo XX, la plaza fue objeto de una remodelación integral. Suelos de nuevo empedrado, bancos de fundición y un lavado de cara al monumento a Zurbarán que preside el centro de la plaza.


Muy cerca se encuentra el Convento de Santa María de Jesús, donde preparan y venden unos dulces que saben a auténtica gloria a unos precios realmente buenos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario