jueves, 9 de agosto de 2018

Irlanda, la fascinante isla esmeralda (IX)

Y seguimos camino hacia Kilkenny.
Catedral de San Canice, la más hermosa de Irlanda
Y no sólo lo digo yo, sino todo el que visita la preciosa catedral del santo que da nombre Kilkenny, o lo que es lo mismo Cil Chainnigh, la ciudad de San Canice.


Desde luego que el edificio no es el más grande, ni el más espectacular, ni siquiera el más trabajado ni adornado. Pero hay algo que lo envuelve, una atmósfera de paz y de armonía en sus volúmenes, en la forma en que el arquitecto concibió cada uno de sus elementos arquitectónicos y artísticos, en su mismo emplazamiento, aislado y silencioso en un rincón de la ciudad que no se caracteriza precisamente por su tranquilidad.


Puede que sea la suma de todos sus parciales lo que la hace tan especial: el verde jardín sembrado de lápidas de la época Tudor, la preciosa Round Tower, que fue como en Cashel, construida 300 años antes que el templo y que hoy se nos presenta sin su sombrero picudo, los coloridos y delicado rosetones que iluminan la nave central, las almenas que rematan todo el contorno de la iglesia e incluso el aura de leyenda que la envuelve, una leyenda de brujería.


Según parece, una mujer acusada de pactos con el diablo ( aunque en realidad era una cazafortunas) fue condenada a morir en la hoguera acusada por su criada. La supuesta hechicera consiguió huir a Inglaterra, no así su criada que se achicharró en la pira que se levantó junto a la iglesia.




Para que el castigo de la bruja no quedara sin cumplir, su hijo fue condenado a oír misa tres veces al día durante un año y pagar el tejado de baldosas de plomo que iban a colocar a la catedral. Se cuenta que la bruja lanzó un hechizo que dobló el peso de las baldosas e hizo que el techo de la nave y de la torre principal se derrumbara y sepultara a varias personas.
Así que la Catedral tiene todos los ingredientes para merecer una visita, ¿no creen?.
El rey de Kilkenny
Estratégicamente situado en uno de los cruces del río Nore, el castillo de Kilkenny domina desde su pequeña atalaya casi la totalidad de la ciudad de San Canice.




No es muy antiguo, apenas ocho siglos tiene de historia, pero ha sido restaurado, modificado, ampliado y embellecido hasta conseguir la actual complejidad estructural que integra varios estilos arquitectónicos en sus seis pisos de altura.







Así, y siguiendo un orden cronológico y de visita, en el sótano encontramos los cimientos de aquel primer castillo medieval, con saeteras para la defensa de campo y pasillos interminables, mazmorras y laberínticos pasadizos. Un piso más arriba encontramos las primeras salas nobles, como la preciosa habitación chinesca, la gran escalera de acceso, el comedor principal o la sala de tapices, que recuerda a los palacios españoles.





Subiendo una planta más entraremos en la parte más privada del castillo, con una preciosa biblioteca y unas escaleras que de nuevo nos eleva para meternos de lleno en la intimidad de los dormitorios reales, la sala de juegos infantiles, la preciosa escalera morisca y la impresionante galería de cuadros, con una deliciosa chimenea de mármol de Carrara.



En la isla de los castillos, encontrar uno en tan buen estado de conservación es como poner la guinda al camino que hasta ahora nos había hecho dar la vuelta completa a la isla. Nuestro siguiente paso sería Dublin.
Maynooth castle: el último de la fila
Pues sí, digo el último porque este castillo lo encontramos muy al final de nuestro tour de la bella Irlanda, justo unas horas antes de entregar el coche de alquiler en el aeropuerto y tomar un autobús a la capital de la República. Por eso, por su cercanía lo dejamos para el final. Lo que no sabíamos es que la Office of Public Works, de la que dependen la mayoría de los monumentos que podemos visitar en la isla, había comenzado unas semanas antes unos trabajos de mantenimiento destinados a reforzar las estructuras interiores ( muy pocas) del castillo.



Así que nos dedicamos a rodearlo mientras aprendíamos un poco sobre él. Según parece, la gigantesca torre que aparecía ante nosotros, fue en su momento la más grande de Irlanda, como correspondía a la inmensa propiedad de tierras, siervos y ganado que estaban bajo el gobierno del Conde de Fitzgerald. Así que no es difícil adivinar que el castillo fue en su día una impresionante fortaleza que se podría comparar a una ciudad auto suficiente.

Poco más que la torre y algunos restos de murallas quedan de él, pero si que se conserva a pleno rendimiento el llamado Maynooth College, famoso desde 1700 por dar la más exquisita y rígida formación a los curas católicos de Irlanda.


Una leyenda de gran base histórica cuenta que sus propietarios se enfrentaron con el rey de Inglaterra y osaron atacar Dublín. En pocas horas fueron derrotados y su castillo totalmente destruido excepto la torre, dado su potencial defensivo.


Aunque no pudimos visitarlo por dentro, fue una delicia conocer su historia y sentarnos a tomar un refrigerio en una de las terrazas que ya por mayo, empezaban a poblar las calles de Maynooth.

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