En lo más alto de Baena
Tierra olivarera de caseríos escalonados a lo largo y ancho de una colina que guarda y recuerda, como un tesoro el pasado árabe de la villa, Baena parece descansar indolente e indiferente al tiempo que le ha tocado vivir, olvidada a veces y recordada muchas, como posesión que fue de Fernando III pero también del cristiano convertido Umar Ibn Hfsum, que la conquistó en el 891.
Arriba del todo, en la meseta que domina el pueblo y el paisaje, tras subir empinadísimas calles de curvas cerradas y recodos laberínticos, encontramos el castillo, muy restaurado para mi gusto, pero también la encantadora plaza del Ángel con la parroquia de Santa María la Mayor.
Como no, el emplazamiento es el de una antigua mezquita, que Baena no iba a ser menos que el resto del territorio andaluz, en eso de domeñar la media luna con la cruz cristiana.
Así que frente a una plaza, la del Angel, pequeña pero con personalidad, dedicada a San Rafael, custodio de Baena desde tiempos de la Reconquista, se levanta el templo de más raigambre de Baena.
Construida en el XV en estilo gótico pero con mezclas de plateresco y de gótico renacentista, tiene una esbelta torre que se levantó sobre el primitivo alminar musulmán y un campanario que se añadió ya entrado el siglo XVIII.
También ha sufrido las iras de las restauraciones radicales, aunque en menor medida que el castillo, que más parece reedificado que restaurado, lo que le resta un poco de encanto. Eso sí, las vistas de los campos de olivos cordobeses, desde aquí quitan el "sentío".
Muy cerca también se encuentra la Iglesia Conventual Madre de Dios, que tanto me recordó a la de Santa Teresa en Ávila, y también convento fundado en 1510, lo que ha ayudado a su conservación y le ha hecho escapar a las razias furibundas de los restauradores.
Arriba del todo, en la meseta que domina el pueblo y el paisaje, tras subir empinadísimas calles de curvas cerradas y recodos laberínticos, encontramos el castillo, muy restaurado para mi gusto, pero también la encantadora plaza del Ángel con la parroquia de Santa María la Mayor.
Como no, el emplazamiento es el de una antigua mezquita, que Baena no iba a ser menos que el resto del territorio andaluz, en eso de domeñar la media luna con la cruz cristiana.
Así que frente a una plaza, la del Angel, pequeña pero con personalidad, dedicada a San Rafael, custodio de Baena desde tiempos de la Reconquista, se levanta el templo de más raigambre de Baena.
Construida en el XV en estilo gótico pero con mezclas de plateresco y de gótico renacentista, tiene una esbelta torre que se levantó sobre el primitivo alminar musulmán y un campanario que se añadió ya entrado el siglo XVIII.
También ha sufrido las iras de las restauraciones radicales, aunque en menor medida que el castillo, que más parece reedificado que restaurado, lo que le resta un poco de encanto. Eso sí, las vistas de los campos de olivos cordobeses, desde aquí quitan el "sentío".
Muy cerca también se encuentra la Iglesia Conventual Madre de Dios, que tanto me recordó a la de Santa Teresa en Ávila, y también convento fundado en 1510, lo que ha ayudado a su conservación y le ha hecho escapar a las razias furibundas de los restauradores.
Corazón de Baena
Muchos visitantes que pasan por Baena sin haber leído mucho sobre ella, sin haberse informado de sus orígenes y la importancia histórica y relevante en la historia de la Reconquista, creen que el centro de la pequeña ciudad es la plaza del Coso, hoy llamada de la Constitución, por encontrarse en la parte baja de la ciudad. No tienen en cuenta que para la mejor vigilancia de las poblaciones medievales, la mayoría de ellas se situaban en los altozanos de las llanuras y campos. Por eso la Plaza Palacio, es el verdadero centro neurálgico de la Baena árabe y medieval; prueba de ello es que aparece presidida por otro de los símbolos más representativos de la ciudad, el León Ibérico de Baena, reproducción en bronce del original que se encuentra en el Museo Arqueológico de Madrid, y que igual que los Toros de Guisando, sirvió de modelo para muchos carteles del Ministerio de Turismo allá por los tiempos de Franco.
Y los baenenses quieren recuperar, desde hace unos años su importancia como centro de comercio de la comarca y la de la plaza como centro de esparcimiento y recuperación de tradiciones, por lo que se ha organizado un mercado medieval que cada agosto, vuelve a la Plaza de Palacio y a sus callejas anexas donde fakires, cetreros, gigantes y cabezudos, son algunos de los personajes más singulares que despiertan el interés de los más pequeños. Los mayores, por su parte, pueden disfrutar de conciertos de música medieval y celta.
Antes de abandonar el espacio, giremos 360º y veremos la puerta principal del Convento, vestigios en plena y rabiosa reforma del castillo y un arco que en sus orígenes sirvió para establecer comunicación entre los Señores de Baena, que moraban en el Castillo, con sus hijas que tomaron el hábito en este Convento.
Priego de Córdoba, verde y ocre
Priego se levanta a los pies del pico de la Tiñosa, orgulloso y consciente de ser la cuna del barroco cordobés. Pero antes del esplendor del movimiento, favorecido por la riqueza que entraba a espuertas por la ciudad, gracias a la industria textil, sus muros vieron pasar incansablemente a árabes y cristianos, que a sangre y acero se la disputaron durante siglos.
Un recuerdo, el más duradero sin duda, de ello es el castillo que se levanta en la Plaza del Llano, levantado sobre los restos de una anterior fortaleza correspondiente a la época árabe. De toda su estructura, lo que más destaca es la torre del homenaje, conocida por todos los prieguenses como La Gorda, altanera y maciza y uno de los símbolos de la ciudad.
La plaza a la que sirven de marco las murallas del castillo, es una auténtica delicia. Recogida, tranquila, de grandes árboles y rodeada de casas que contribuyen a crear la sombra del verano.
En medio, una imagen del Corazón de Jesús, un quiosco de música a la que es tan aficionado Priego de Córdoba y más atrás la Iglesia de la Asunción, que abre camino al Balcón del Adarve y al Barrio la Villa.
La plaza a la que sirven de marco las murallas del castillo, es una auténtica delicia. Recogida, tranquila, de grandes árboles y rodeada de casas que contribuyen a crear la sombra del verano.
En medio, una imagen del Corazón de Jesús, un quiosco de música a la que es tan aficionado Priego de Córdoba y más atrás la Iglesia de la Asunción, que abre camino al Balcón del Adarve y al Barrio la Villa.
Laberinto de flores
En el maravilloso entresijo de callejas y plazoletas del barrio de la Villa, resuenan los ecos del pasado árabe y medieval de Priego, cuando la ciudad destacó como una de las principales poblaciones y plazas fuertes del interior de Andalucía. Con su aire morisco, evocador de las medinas musulmanas, la Villa, aunque menos transitada, se hermana con otros barrios de similar fisonomía como la judería de Córdoba o la de Sevilla.
Son vías empedradas que dan un quiebro de repente o se comban suavemente, de una estrechez tan inverosímil que el cielo queda arriba, como una rendija entre las fachadas encaladas; calles que estimulan las ganas de pasear con calma y de disfrutar sus perspectivas blancas, moteadas de los multicolores geranios y claveles que cuelgan de las encaladas paredes...
Para quedarse casi sin aliento..
Los finos capilares que entretejen el barrio de La Villa acaban por abrirse al paseo del Adarve, el circuito que corona lo que fue a la vez muralla y acantilado, un escarpe de roca inexpugnable que se asoma como un balcón privilegiado a las huertas y arboledas que tapizan la vega a los pies de Priego.
Es el paseo y mirador que remata la fortaleza natural, surcada por un barranco, en la que se asienta el sector más antiguo del casco urbano de Priego. Contornea el barrio de la Villa y se abre a hermosas vistas del valle, con el horizonte de las sierras Subbéticas.
Abajo del todo, el río Salado y en los alrededores de este coqueto paseo-mirador, la Parroquia de la Asunción, el paseo de Colombia, que es un precioso jardín y las calles, que paseándolas nos permiten admirar las pequeñas y grandes joyas del barroco que atesora Priego de Córdoba.
Es el paseo y mirador que remata la fortaleza natural, surcada por un barranco, en la que se asienta el sector más antiguo del casco urbano de Priego. Contornea el barrio de la Villa y se abre a hermosas vistas del valle, con el horizonte de las sierras Subbéticas.
Abajo del todo, el río Salado y en los alrededores de este coqueto paseo-mirador, la Parroquia de la Asunción, el paseo de Colombia, que es un precioso jardín y las calles, que paseándolas nos permiten admirar las pequeñas y grandes joyas del barroco que atesora Priego de Córdoba.
Plaza de Santa Ana, la pequeña y encantadora plaza.
Por que es muy pequeña, tanto que debería llamarse plazoleta. Ahora, eso sí, tiene un arte que cualquiera le niega el título de plaza, porque en los metros cuadrados que tiene desprende todo el sabor y más del que podría poseer cualquier gran espacio por el que compiten las grandes ciudades andaluzas.
Empezando por el lugar, al que se llega casi de sorpresa si venimos caminando por las laberínticas callejuelas de La Villa o del espectacular mirador del Adarve. También se accede a ella por unos de los laterales de la iglesia de la Asunción, de la que forma parte inseparable, y que actúa como marco con sus tejados y torretas.
La parte central de la plaza se encuentra bellamente ocupada por una fuente del siglo XVIII, de autor desconocido, formada por varias cabezas de león, casi irreconocibles, ya que han sufrido los estragos de varias desafortunadas restauraciones.
Empezando por el lugar, al que se llega casi de sorpresa si venimos caminando por las laberínticas callejuelas de La Villa o del espectacular mirador del Adarve. También se accede a ella por unos de los laterales de la iglesia de la Asunción, de la que forma parte inseparable, y que actúa como marco con sus tejados y torretas.
La parte central de la plaza se encuentra bellamente ocupada por una fuente del siglo XVIII, de autor desconocido, formada por varias cabezas de león, casi irreconocibles, ya que han sufrido los estragos de varias desafortunadas restauraciones.
Por supuesto que no faltan los tiestos de claveles reventones y floridos geranios, y varios establecimientos de hospedería y restauración han sabido aprovechar la belleza y la tranquilidad de este rincón de Priego, para utilizarla como reclamo turístico de valor cada vez más en alza.
Priego es una joya engastada en la gran corona andaluza
Una joya que cada vez brilla y refulge más. Sus habitantes pueden estar bien orgullosos de lucirla en sus papeles, en sus partidas de nacimiento y en sus palabras...se les puede llenar la boca cuando hablan de ella.
Y no en vano, ya que tanto si elegimos pasear por la ciudad, vagando sin un rumbo fijo, llenándonos del paisaje olivarero que la rodea, o de su importancia como ciudad barroca por excelencia de Andalucía, como si ya vamos con una ruta estudiada, que incluya maravillas como el Balcón del Adarve, la Iglesia de la Aurora, la Fuente del Rey o el Barrio de la Villa, todos nuestros sentidos encontrarán estímulos suficientes para memorizar este lugar como uno de los más bonitos y atrayentes de la la Comunidad Autónoma.
Cualquier callejuela por la que decidamos pasar o por la que nuestros pasos de viajero nos lleve, guarda un secreto de historia, de leyenda, de vida. Vistas del campo cordobés que impresionan, prieguenses amables hasta la médula, que sabiendo el tesoro que custodian se desviven para enseñarlo al visitante, orgullosos pero humildes en sus palabras, como si no quisieran que nadie se lleve su secreto, como quitándole importancia.
Yo haría lo mismo. El atardecer en Priego de Córdoba es una emoción, una sensación, un reflejo de arte y de historia, un espejo de Andalucía.
El gran estanque barroco
No es de extrañar entonces, que la combinación de estos dos factores diera como resultado algo tan extraño por su situación y estilo, como hermoso por los mismos factores.
Por eso, cuando uno se encuentra casi de lleno con el amplio espacio donde se ubica la Fuente del Rey, se siente por un momento transportado a los jardines de un lejano y primigenio Versalles o a un más cercano Palacio de la Granja de San Ildefonso.
Si tenemos en cuenta que este espacio es público y fue construido para disfrute de los habitantes de la ciudad de Priego, no es difícil entender el cariño que le tienen a este gran estanque de tres niveles donde su constructor, Remigio del Mármol, dio rienda suelta al espíritu barroco que la inspiraba casi desde su creación.
Por eso, cuando uno se encuentra casi de lleno con el amplio espacio donde se ubica la Fuente del Rey, se siente por un momento transportado a los jardines de un lejano y primigenio Versalles o a un más cercano Palacio de la Granja de San Ildefonso.
Si tenemos en cuenta que este espacio es público y fue construido para disfrute de los habitantes de la ciudad de Priego, no es difícil entender el cariño que le tienen a este gran estanque de tres niveles donde su constructor, Remigio del Mármol, dio rienda suelta al espíritu barroco que la inspiraba casi desde su creación.
Barrocos son también los temas de las esculturas que la adornan, como el león luchando contra la serpiente o la cabalgada en carro de Neptuno y Anfítrite que surgen con gran ímpetu de las aguas; aguas que manan de 139 caños de manera continua e ininterrumpida desde hace siglos y que apenas ve mermado su caudal ni siquiera en las peores épocas de sequía.
Su origen es bastante legendario, ya que según se dice, está en el lugar exacto donde el rey Alfonso XI plantó su campamento dada la proximidad del manantial subterráneo que abastecía la entonces pequeña población de Priego en manos de los árabes.
Gustos aparte, la fuente no deja de ser como mínimo curiosa y es Monumento Nacional, así que hay que visitarla y disfrutarla.
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