Por mucho que sea famosa por ser uno de los objetivos en mente de todos los adictos a las buenas compras (que lo son), tanto Andorra como su capital, Andorra la Vella, tienen infinidad de atractivos que ofrecer. Desde que entramos en territorio andorrano vemos como la casi totalidad del país está encajado entre grandes montañas, rodeado de un paisaje vertiginoso, verde intenso, con el azul del cielo como único acompañamiento.
La capital ha sabido entrar en la modernidad manteniendo su pequeño núcleo antiguo, pero rodeándolo de nuevas y modernas construcciones, metiéndose de lleno en las corrientes actuales pero sin dejar atrás las tradiciones.
Una calle principal, la Avenida Meritxell, una auténtica tentación por la variedad y precios que ofrecen sus tiendas, es uno de los reclamos que más visitantes atrae al país. Pero Andorra también es paraíso de esquiadores, montañistas, senderistas y amantes de una Naturaleza que está a dos pasos de su capital, una ciudad que es una de las siete parroquias del Principado de Andorra y que es la localizada a mayor altura de toda Europa.
Cuando la visitemos, compremos sí, pero dediquemos un tiempo a recorrer sus parques, entrar en sus iglesias, pequeñas como el país, disfrutar de sus montañas y sobre todo de la amabilidad y cariño de sus gentes, abiertas y cosmopolitas.
La capital ha sabido entrar en la modernidad manteniendo su pequeño núcleo antiguo, pero rodeándolo de nuevas y modernas construcciones, metiéndose de lleno en las corrientes actuales pero sin dejar atrás las tradiciones.
Una calle principal, la Avenida Meritxell, una auténtica tentación por la variedad y precios que ofrecen sus tiendas, es uno de los reclamos que más visitantes atrae al país. Pero Andorra también es paraíso de esquiadores, montañistas, senderistas y amantes de una Naturaleza que está a dos pasos de su capital, una ciudad que es una de las siete parroquias del Principado de Andorra y que es la localizada a mayor altura de toda Europa.
Cuando la visitemos, compremos sí, pero dediquemos un tiempo a recorrer sus parques, entrar en sus iglesias, pequeñas como el país, disfrutar de sus montañas y sobre todo de la amabilidad y cariño de sus gentes, abiertas y cosmopolitas.
Iglesia de San Esteve, la pequeña andorrana
No es una iglesia grande, muy al contrario, es pequeña, pero con un encanto especial que hace que no podamos resistirnos a hacerle una visita.
Aunque en un primer momento pueda parecernos que su estilo es homogéneo, sobre todo si nuestro primer contacto con ella es por su parte posterior, al llegar a su frente vemos que son varios los periodos en los que fue construida y reformada. Así, del periodo románico se conserva el ábside semicircular, así como el campanario y la torre. Viendo que la iglesia necesitaba una restauración urgente, el arquitecto modernista Josep Puig i Cadafalch, remodeló el campanario y la entrada lateral que hoy podemos disfrutar.
Dentro, otra mezcla de estilos nos espera. Teniendo siempre a la vista el ábside románico, el resto de la iglesia presenta su cara más moderna, de paredes blancas que contrastan con la piedra del mismo y varios retablos de distintas épocas. Una preciosa talla, copia de la original, nos detiene para rendir admiración ante la imagen de la patrona de Andorra, la Virgen de Meritxell.
Ahora debemos seguir recorriendo este país donde no todo es tan pequeño como parece.
Aunque en un primer momento pueda parecernos que su estilo es homogéneo, sobre todo si nuestro primer contacto con ella es por su parte posterior, al llegar a su frente vemos que son varios los periodos en los que fue construida y reformada. Así, del periodo románico se conserva el ábside semicircular, así como el campanario y la torre. Viendo que la iglesia necesitaba una restauración urgente, el arquitecto modernista Josep Puig i Cadafalch, remodeló el campanario y la entrada lateral que hoy podemos disfrutar.
Dentro, otra mezcla de estilos nos espera. Teniendo siempre a la vista el ábside románico, el resto de la iglesia presenta su cara más moderna, de paredes blancas que contrastan con la piedra del mismo y varios retablos de distintas épocas. Una preciosa talla, copia de la original, nos detiene para rendir admiración ante la imagen de la patrona de Andorra, la Virgen de Meritxell.
Ahora debemos seguir recorriendo este país donde no todo es tan pequeño como parece.
Y nos vamos a Ordino, un precioso pueblo andorrano.
Patrimonio de Ordino
La Casa y Capilla Rossell de Ordino hunden sus raíces en el lejano siglo XV, cuando la poderosa familia del mismo nombre decidió sentar sus reales y levantar una casa justo en los lindes de lo que hoy es el casco histórico de la pequeña población andorrana.
Estirpe de gran poder económico y social, peso pesado en las decisiones del gobierno de la zona y del Principado, los Rossell mantuvieron tensas relaciones con otra de las familias de abolengo en Ordino, los Areny-Plandolit. Por ello decidieron construir una enorme casona familiar con la que demostrar su poder frente a la otra familia, y así hoy podemos disfrutar de un magnífico ejemplo arquitectónico de casa solariega andorrana.
Su forma ha ido evolucionando con los constantes añadidos y reformas desde que se levantó sobre una construcción anterior que también perteneció a la misma familia pero de dimensiones mucho más modestas.
Lo que ahora podemos contemplar desde el exterior, ya que el interior no es visitable, es un compendio de galerías, ventanas enrejadas, un gran patio, pasajes sobre el que se construyeron nuevas estancias, arcos, balcones y tejados, todo ello levantado con ayuda de piedra de la zona y grandes vigas de madera.
La pequeña capilla se precia de haber acogido varias misas de Mossen Jacinto Verdaguer, el sacerdote al que apodaban con sobradas razones el Príncipe de los poetas catalanes.
Mucha historia tras estas paredes...
Estirpe de gran poder económico y social, peso pesado en las decisiones del gobierno de la zona y del Principado, los Rossell mantuvieron tensas relaciones con otra de las familias de abolengo en Ordino, los Areny-Plandolit. Por ello decidieron construir una enorme casona familiar con la que demostrar su poder frente a la otra familia, y así hoy podemos disfrutar de un magnífico ejemplo arquitectónico de casa solariega andorrana.
Su forma ha ido evolucionando con los constantes añadidos y reformas desde que se levantó sobre una construcción anterior que también perteneció a la misma familia pero de dimensiones mucho más modestas.
Lo que ahora podemos contemplar desde el exterior, ya que el interior no es visitable, es un compendio de galerías, ventanas enrejadas, un gran patio, pasajes sobre el que se construyeron nuevas estancias, arcos, balcones y tejados, todo ello levantado con ayuda de piedra de la zona y grandes vigas de madera.
La pequeña capilla se precia de haber acogido varias misas de Mossen Jacinto Verdaguer, el sacerdote al que apodaban con sobradas razones el Príncipe de los poetas catalanes.
Mucha historia tras estas paredes...
El poder de una familia
Los destinos de un país están muy a menudo regidos por los férreos puños de unas cuantas familias nobles, apegadas a la tierra, a las tradiciones y a unas costumbres que los han elevado por encima del resto de los habitantes de la nación. En Ordino la contienda era entre los Rossell y la fundada por Guillem d’Areny-Plandolit, que amasó su fortuna casi enteramente gracias a sus actividades relacionadas con la industria del hierro.
Con ese dinero levantó esta muy original edificación que data del siglo XVII, que con el paso de los años y de la creciente riqueza familiar, fue agrandándose hasta alcanzar las dimensiones que hoy podemos ver.
Si visitamos su interior entraremos en el túnel del tiempo y apareceremos en la Andorra de los siglos XIX y XX, y aprenderemos por observación los usos y costumbres de una familia noble, la única con título nobiliario en el Principado, que disfrutaba plenamente de unas comodidades vedadas al resto de los mortales.
Pero poco duró el auge de los metales, intensamente explotados en la época de la Revolución Industrial y la diversificación y aparición de nuevos materiales fue restando importancia al comercio metalúrgico. Por ello, la familia fue abandonando su actividad industrial y finalmente se dividió y sus integrantes se trasladaron a otros lares.
Casi sumida en el abandono, la casa fue adquirida por el Consejo General, que la transformó en museo, tras restaurarla, en 1972.
Al margen de los pequeños tesoros costumbristas que ofrece el interior, es realmente la fachada la que llama poderosamente nuestra atención, con un balcón que data de 1849, hecho en la Forja de Areny, propiedad de la familia. Así quedaba todo en casa.
Como curiosidad, citar que a principios del siglo XX, se empezó a levantar un hotel en el jardín de la mansión en un intento de conseguir una nueva fuente de ingresos, pero aún antes de estar terminado ya se había decidido convertirlo en el Museo de Ciencias Naturales y luego se reinventó como Auditorio Nacional de Andorra.
La casa se encuentra en la principal vía de Ordino, una preciosa y tranquila calle peatonal que conserva el sabor de las viejas tradiciones andorranas.
Si visitamos su interior entraremos en el túnel del tiempo y apareceremos en la Andorra de los siglos XIX y XX, y aprenderemos por observación los usos y costumbres de una familia noble, la única con título nobiliario en el Principado, que disfrutaba plenamente de unas comodidades vedadas al resto de los mortales.
Pero poco duró el auge de los metales, intensamente explotados en la época de la Revolución Industrial y la diversificación y aparición de nuevos materiales fue restando importancia al comercio metalúrgico. Por ello, la familia fue abandonando su actividad industrial y finalmente se dividió y sus integrantes se trasladaron a otros lares.
Casi sumida en el abandono, la casa fue adquirida por el Consejo General, que la transformó en museo, tras restaurarla, en 1972.
Al margen de los pequeños tesoros costumbristas que ofrece el interior, es realmente la fachada la que llama poderosamente nuestra atención, con un balcón que data de 1849, hecho en la Forja de Areny, propiedad de la familia. Así quedaba todo en casa.
Como curiosidad, citar que a principios del siglo XX, se empezó a levantar un hotel en el jardín de la mansión en un intento de conseguir una nueva fuente de ingresos, pero aún antes de estar terminado ya se había decidido convertirlo en el Museo de Ciencias Naturales y luego se reinventó como Auditorio Nacional de Andorra.
La casa se encuentra en la principal vía de Ordino, una preciosa y tranquila calle peatonal que conserva el sabor de las viejas tradiciones andorranas.
Pequeña y medieval, la iglesia de Sant Corneli i Sant Cebriá
Al pasear por la calle Mayor de Ordino, tan animada siempre, con sus bares, restaurantes y preciosas muestras de arquitectura montañesa andorrana, no espera uno encontrarse con esta pequeña joya al final del camino.
Fue en la Edad Media cuando se levantó este templo que sin duda es uno de los más pintorescos y hermosos de Andorra. Remodelada considerablemente entre los siglos XVII y XIX, tiene la peculiaridad de encontrarse situada en lo alto de una peña en la que acaba la calle, por lo que desde su terraza se pueden ver unas vistas del Valle de Ordino realmente impresionantes.
Entremos para sorprendernos con la talla románica de la Mare de Deu de Ordino, una preciosa imagen de la Virgen que sólo mide 44 centímetros de alto, lo que la convierte en una de las más pequeñas de Europa de ese periodo. Acompañándola en el templo encontramos cinco retablos barrocos dedicados a los santos titulares de la iglesia. Cuando salgamos fijémonos en las ventanas. Todas están cubiertas de rejas; ¿y saben quien las hizo? Pues si, la familia Areny-Plandolit.
También hay un curioso "comunidor", un pequeño edificio con funciones religiosas que está abierto a los cuatro vientos. Bajo sus tejas tuvieron lugar rituales religiosos de folclore antiguo, para intentar parar calamidades como tormentas, exceso de lluvias y plagas. Suelen ser bastante comunes en los pueblos antiguos del Prepirineo y el Pirineo, como edificios contiguos a las iglesias, ermitas o capillas.
El conjunto de la iglesia es una auténtica maravilla, sobre todo si la observamos mientras tomamos un café en una de las terrazas que se encuentran frente a ella.
Entremos para sorprendernos con la talla románica de la Mare de Deu de Ordino, una preciosa imagen de la Virgen que sólo mide 44 centímetros de alto, lo que la convierte en una de las más pequeñas de Europa de ese periodo. Acompañándola en el templo encontramos cinco retablos barrocos dedicados a los santos titulares de la iglesia. Cuando salgamos fijémonos en las ventanas. Todas están cubiertas de rejas; ¿y saben quien las hizo? Pues si, la familia Areny-Plandolit.
El conjunto de la iglesia es una auténtica maravilla, sobre todo si la observamos mientras tomamos un café en una de las terrazas que se encuentran frente a ella.
Una pequeña ciudad en el campo
Ordino aparece ante nosotros, después de recorrer la carretera que nos lleva desde Andorra La Vella en poco más de 15 minutos, como un hermoso pueblo con aires de ciudad que se ha integrado completamente con el paisaje que lo circunda.
Pero no siempre fue así, ya que la riqueza del pueblo que ahora admiramos no viene de la agricultura y la ganadería, que durante siglos fueron su fuente de subsistencia, que no de opulencia. Ésta llegó a partir del siglo XVI , con el furioso despegue de la industria de la fragua, que casi hizo desaparecer la vegetación de grandes árboles que rodeaba el pueblo para la obtención de carbón vegetal.
Esta fiebre metalúrgica duró hasta bien entrado el siglo XIX, cuando el pueblo tuvo que volver a sus raíces terrenas para poder sobrevivir.
La llegada del siglo XXI y el turismo rural y de naturaleza ha abierto nuevas puertas a la economía de la ciudad y sobre todo a los procesos de reforma y rehabilitación que nos permiten ver hoy en día, las preciosas callejuelas y casas que forman el núcleo montañés del pueblo. Para conocer mejor todo lo que ofrece la historia del lugar, recomiendo hacer una o varias excursiones que ofrece la oficina de turismo, como la Ruta del Hierro, la del agua, la de Verdaguer o la preciosa Ruta del Románico.
Para los amantes de la naturaleza más pura, Ordino es una auténtica mina de actividades, como la visita al Parque natural del valle de Sorteny, varias rutas de senderismo con visita a refugios de montaña, ciclismo, hípica, pesca e incluso golf.
Un día entero en Ordino nos dará una idea muy aproximada de todo lo que nos puede ofrecer este precioso pueblo de montaña andorrano.
Pero no siempre fue así, ya que la riqueza del pueblo que ahora admiramos no viene de la agricultura y la ganadería, que durante siglos fueron su fuente de subsistencia, que no de opulencia. Ésta llegó a partir del siglo XVI , con el furioso despegue de la industria de la fragua, que casi hizo desaparecer la vegetación de grandes árboles que rodeaba el pueblo para la obtención de carbón vegetal.
Esta fiebre metalúrgica duró hasta bien entrado el siglo XIX, cuando el pueblo tuvo que volver a sus raíces terrenas para poder sobrevivir.
La llegada del siglo XXI y el turismo rural y de naturaleza ha abierto nuevas puertas a la economía de la ciudad y sobre todo a los procesos de reforma y rehabilitación que nos permiten ver hoy en día, las preciosas callejuelas y casas que forman el núcleo montañés del pueblo. Para conocer mejor todo lo que ofrece la historia del lugar, recomiendo hacer una o varias excursiones que ofrece la oficina de turismo, como la Ruta del Hierro, la del agua, la de Verdaguer o la preciosa Ruta del Románico.
Para los amantes de la naturaleza más pura, Ordino es una auténtica mina de actividades, como la visita al Parque natural del valle de Sorteny, varias rutas de senderismo con visita a refugios de montaña, ciclismo, hípica, pesca e incluso golf.
Un día entero en Ordino nos dará una idea muy aproximada de todo lo que nos puede ofrecer este precioso pueblo de montaña andorrano.