domingo, 4 de octubre de 2015

Salzburgo, la Ciudad de la Sal ( y IV)

Los museos de armas y marionetas
No solo de castillos y fortalezas vive el hombre, así que después de visitar las partes nobles del bastión de Salzburgo, dejemos que nuestra curiosidad se vea sorprendida por varios espacios de exposición que en parte, son poco usuales.
Por un lado, el museo de armas, con artefactos que van desde la dominación turca hasta la Segunda Guerra Mundial, presenta todo tipo de parafernalia militar, medallas, uniformes, documentos, y un anexo de curiosos instrumentos de tortura, entre los que caben dos dolorosos cinturones de castidad.














Mi parte favorita, sin duda, es una puesta en escena de un ataque medieval con flechas suspendidas en el aire y vacíos maniquíes que parecen perseguirnos por la sala.

Antes de salir de la fortaleza, un pequeño museo de marionetas, de gran tradición en la ciudad, nos transporta a los feriantes medievales y, como no, a la constante referencia de la película " Sonrisas y lágrimas".







Cientos de marionetas, de todas las formas y tamaños, llenan las paredes y techos del museo, y una pequeña tienda nos ofrece la posibilidad de comprar sus réplicas a un precio nada caro.

 Para los que quieran vivir una mini experiencia de parque de atracciones, el funicular que nos sube hasta la Fortaleza de Salzburgo en menos de 2 minutos salva una altura considerable, trepando por la escarpada roca que sirve de asentamiento al castillo. 

Hay otra forma de subir y bajar, andando, pero ya que el precio de la entrada, incluye el transporte, y que las escaleras no ofrecen un interés especial, aprovechemos el momento para ver como la ciudad se va abriendo ante nuestros pies mientras tenemos ligera una sensación de vértigo. Al bajar, antes de salir a la calle hay un pequeño museo sobre el Funicular, desde sus planos hasta sus continuas renovaciones y su relación con las canalizaciones de agua del Alm.

También hay una pequeña tienda-museo sobre el ámbar, otro recurso poco conocido por los visitantes de Salzburgo.
Momo´s bistro
Cuando ya notábamos que nuestras fuerzas flaqueaban, después de un largo día de excursiones por Salzburgo, apenas comiendo algún que otro bocado para matar el hambre y poder arañar el tiempo de aquí y de allá y así ganar más para visitar la inabarcable ciudad, pasamos de casualidad y ya entrada la tarde, por un callejón nada prometedor, apenas un paso entre dos calles mayores que nos llevarían de nuevo al centro.


Una ventana, un cartel y un rato antes un olor apetitoso nos hizo detenernos de golpe. Por la ventana mostrados vimos un atareado cocinero turco que preparaba humeantes y tostados kebabs.


Nos invitó a entrar. Pero, ¿ por donde? Pues está claro, por el zaguán del edificio. que estaba abierto. Así que como si fuéramos vecinos del inmueble, entramos "como Pedro por su casa" y por una puertita nos metimos en el minúsculo restaurante. La carta era bastante amplia y variada, ya que incluía pizzas, papas fritas y ensalada, pero lo que más nos apeteció fue un suculento y sencillo falafel que nos supo a gloria. Además en el local se estaba calentito después del frío de la calle, y el rápido tentempié nos dio fuerzas para volver a Viena.
La tranquila ciudad de Salzburgo
Después de haber visitado las fascinantes y obligadas atracciones de Salzburgo, y sin las prisas ya de correr de un lado a otro para no perdernos nada, que mejor manera de acabar la visita de un día a la ciudad que callejeándola y midiéndola con nuestros pasos.



Solo así podemos encontrar pequeñas joyas que pasan desapercibidas a nuestros ojos cuando vamos con la marcha larga, a la búsqueda de nuestro siguiente objetivo de visita.

Hay rinconcitos, como la tiendita que sólo vende huevos de Pascua en todas las formas y colores, o los vigilantes ángeles y santos que se esconden en las esquinas de los pequeños palacetes desde donde nos vigilan.
La ciudad también tiene una vibrante vida juvenil, así que no será difícil encontrar grupos de jóvenes divirtiéndose, ¡incluso sobre esquíes en plena calle!




El paseo se ilumina con las vistas nocturnas de río Salzach, de camino a la modernista estación de trenes de Salburgo, en plenas obras de rehabilitación, pero con la puntualidad germanoaustriaca de sus trenes.


Salzburgo queda atrás, pero no su historia y su música, que llevaremos para siempre en nuestros corazones.

sábado, 3 de octubre de 2015

Salzburgo, la Ciudad de la Sal (III)

La iglesia escondida.




Aunque lo normal es acceder a esta pequeña gran iglesia por la plaza de San Peter, nosotros lo hicimos por un lado, ya que estábamos todavía absortos por las sorpresas que nos había deparado el cementerio en el que se encuentra.
Por fuera parece pequeña, casi del mismo tamaño que la otra iglesia que la acompaña en el camposanto, pero una vez que entramos, su tamaño parece multiplicarse por dos o por tres.







Los techos con frescos recientemente restaurados, llaman inevitablemente nuestra atención, sobre todo, porque mientras andamos por el templo vemos como hay partes que todavía conservan sus frescos originales, sin restaurar.
En el edificio, continúa ese estilo naif y un poco infantil que encontramos en las cruces del cementerio, ya que en algunos rincones se ven pinturas inocentes y coloridas sobre la crucifixión y la resurrección.






Al margen de todo el boato barroco que cubre techos y paredes, aparece un elemento recurrente sobre todo en la ciudad de Salzburgo, me refiero al Nacimiento. En un lado, a la derecha del altar, encontramos una representación de un Belén, cubierto con unos cristales, que siguen la tradición traída desde Nápoles por los nobles y artistas que vinieron a Austria.
Antes de abandonar la iglesia, en un lado, a la derecha de la salida, hay un altar montado, que vemos en la última foto, al que no le he podido encontrar explicación...
La noria de Salzburgo
Antes de entrar y asombrarnos con el bonito e inquietante cementerio de San Pedro, en el mismo escondido callejón, encontramos esta curiosidad.
Se trata de un pequeño canal, resto de uno más antiguo y mayor, que los Salzburgueses llaman Alm, desviado a la ciudad.
Surge casi de la nada, debajo del gigantesco promontorio pétreo de la fortaleza, encajonado en un callejón.



El canal aquí, es muy pequeño, apenas un trecho de 5 metros, gobernado por una noria y vigilado por una talla del santo patrono.
Cuando visité el rincón, el hielo y la nieve formaban una pared de cristal a través de la cual, podía verse el agua, con toda su potencia, pasar por la noria helada.
Custodiando Salzburgo







Después de un intenso día de pateo por la ciudad, nada ni nadie me iba a impedir que la subida a la fortaleza, que se levantaba desafiante, ante mí, la hiciera en el maravilloso funicular que, encima, va incluido en la entrada.










 Así que para arriba que vamos, a visitar una de las más grandes y mejor conservadas fortalezas de Europa.












 El recorrido completo, que empieza en el patio de armas, e incluye una audio guía, puede tomarnos unos 45 minutos, por las zonas de visita, claro está. 

Porque luego hay que dedicar tiempo a asomarse a los miradores para ver las vistas sobre las agujas de la ciudad, el río Salzach y los Alpes circundantes.

Durante la visita comprobamos el poder de los príncipes-arzobispos con demostraciones como el Salón Dorado con el techo tachonado de oro imitando un cielo estrellado, la cámara de torturas o la capilla con el pequeño órgano que se puede observar desde el piso superior.









Aparte, el castillo tiene varios pequeños museos donde cuenta su historia desde que surgió como asentamiento romano hasta la actualidad, un museo de armas y otro de marionetas.






Se puede bajar de nuevo a la ciudad en el funicular o por una rampa de escaleras...