Los museos de armas y marionetas
No solo de castillos y fortalezas vive el hombre, así que después de visitar las partes nobles del bastión de Salzburgo, dejemos que nuestra curiosidad se vea sorprendida por varios espacios de exposición que en parte, son poco usuales.
Por un lado, el museo de armas, con artefactos que van desde la dominación turca hasta la Segunda Guerra Mundial, presenta todo tipo de parafernalia militar, medallas, uniformes, documentos, y un anexo de curiosos instrumentos de tortura, entre los que caben dos dolorosos cinturones de castidad.
Mi parte favorita, sin duda, es una puesta en escena de un ataque medieval con flechas suspendidas en el aire y vacíos maniquíes que parecen perseguirnos por la sala.
Antes de salir de la fortaleza, un pequeño museo de marionetas, de gran tradición en la ciudad, nos transporta a los feriantes medievales y, como no, a la constante referencia de la película " Sonrisas y lágrimas".
Cientos de marionetas, de todas las formas y tamaños, llenan las paredes y techos del museo, y una pequeña tienda nos ofrece la posibilidad de comprar sus réplicas a un precio nada caro.
Por un lado, el museo de armas, con artefactos que van desde la dominación turca hasta la Segunda Guerra Mundial, presenta todo tipo de parafernalia militar, medallas, uniformes, documentos, y un anexo de curiosos instrumentos de tortura, entre los que caben dos dolorosos cinturones de castidad.
Antes de salir de la fortaleza, un pequeño museo de marionetas, de gran tradición en la ciudad, nos transporta a los feriantes medievales y, como no, a la constante referencia de la película " Sonrisas y lágrimas".
Para los que quieran vivir una mini experiencia de parque de atracciones, el funicular que nos sube hasta la Fortaleza de Salzburgo en menos de 2 minutos salva una altura considerable, trepando por la escarpada roca que sirve de asentamiento al castillo.
También hay una pequeña tienda-museo sobre el ámbar, otro recurso poco conocido por los visitantes de Salzburgo.
Momo´s bistro
Cuando ya notábamos que nuestras fuerzas flaqueaban, después de un largo día de excursiones por Salzburgo, apenas comiendo algún que otro bocado para matar el hambre y poder arañar el tiempo de aquí y de allá y así ganar más para visitar la inabarcable ciudad, pasamos de casualidad y ya entrada la tarde, por un callejón nada prometedor, apenas un paso entre dos calles mayores que nos llevarían de nuevo al centro.
Una ventana, un cartel y un rato antes un olor apetitoso nos hizo detenernos de golpe. Por la ventana mostrados vimos un atareado cocinero turco que preparaba humeantes y tostados kebabs.
Nos invitó a entrar. Pero, ¿ por donde? Pues está claro, por el zaguán del edificio. que estaba abierto. Así que como si fuéramos vecinos del inmueble, entramos "como Pedro por su casa" y por una puertita nos metimos en el minúsculo restaurante. La carta era bastante amplia y variada, ya que incluía pizzas, papas fritas y ensalada, pero lo que más nos apeteció fue un suculento y sencillo falafel que nos supo a gloria. Además en el local se estaba calentito después del frío de la calle, y el rápido tentempié nos dio fuerzas para volver a Viena.
La tranquila ciudad de Salzburgo
Después de haber visitado las fascinantes y obligadas atracciones de Salzburgo, y sin las prisas ya de correr de un lado a otro para no perdernos nada, que mejor manera de acabar la visita de un día a la ciudad que callejeándola y midiéndola con nuestros pasos.
Solo así podemos encontrar pequeñas joyas que pasan desapercibidas a nuestros ojos cuando vamos con la marcha larga, a la búsqueda de nuestro siguiente objetivo de visita.
Hay rinconcitos, como la tiendita que sólo vende huevos de Pascua en todas las formas y colores, o los vigilantes ángeles y santos que se esconden en las esquinas de los pequeños palacetes desde donde nos vigilan.
La ciudad también tiene una vibrante vida juvenil, así que no será difícil encontrar grupos de jóvenes divirtiéndose, ¡incluso sobre esquíes en plena calle!
El paseo se ilumina con las vistas nocturnas de río Salzach, de camino a la modernista estación de trenes de Salburgo, en plenas obras de rehabilitación, pero con la puntualidad germanoaustriaca de sus trenes.
Solo así podemos encontrar pequeñas joyas que pasan desapercibidas a nuestros ojos cuando vamos con la marcha larga, a la búsqueda de nuestro siguiente objetivo de visita.
Hay rinconcitos, como la tiendita que sólo vende huevos de Pascua en todas las formas y colores, o los vigilantes ángeles y santos que se esconden en las esquinas de los pequeños palacetes desde donde nos vigilan.
La ciudad también tiene una vibrante vida juvenil, así que no será difícil encontrar grupos de jóvenes divirtiéndose, ¡incluso sobre esquíes en plena calle!
El paseo se ilumina con las vistas nocturnas de río Salzach, de camino a la modernista estación de trenes de Salburgo, en plenas obras de rehabilitación, pero con la puntualidad germanoaustriaca de sus trenes.
Salzburgo queda atrás, pero no su historia y su música, que llevaremos para siempre en nuestros corazones.