jueves, 7 de abril de 2022

Perú. La Tierra de los Incas.(VII) El lago Titicaca y Sillustani.

 Tras descansar toda la noche del largo viaje en autobús, nos levantamos bien temprano para disfrutar de excursión a las Islas de los Uros y Taquile que nos llevaría a conocer el lago Titicaca. 

Partimos del muelle de Puno, repleto de embarcaciones para hacer el recorrido por el lago, donde aún se conserva el Ollanta, un vapor construido en Inglaterra en 1930 y llevado por piezas hasta Puno, donde fue ensamblado y botado en 1932.

Los bordes del lago, están absolutamente cubiertos de una microalga llamada "lenteja de agua", que se ha convertido en un problema, puesto que roba nutrientes al resto de la flora y reduce el oxígeno en el agua.

El Titicaca es el lago más grande del planeta, con una extensión de 8.562 km², de los que un 56% pertenece a Perú y el resto a Bolivia. También es el lago navegable más alto del mundo, al localizarse a 3.812 metros sobre el nivel del mar. Se ha calculado que se creó hace 3 millones de años, gracias al aporte de más de 25 ríos que vierten en él sus aguas.

Aunque si nos ceñimos a la leyenda, el origen del lago es otro. Al parecer, el lugar donde se encuentra, fue un fértil valle donde vivían varias tribus bendecidas por los Apus, los dioses de las montañas. Pero éstos habían impuesto una sola prohibición, subir a las montañas donde ardía el fuego sagrado. Pero al igual que en la religión cristiana, el demonio les tentó a que lo hicieran, celoso de tanta felicidad y abundancia. Los dioses enfurecidos liberaron a los pumas sagrados que devoraron a toda la población excepto a una pareja.

El dios Inti, ante la actitud de los hombres, lloró durante 40 días y 40 noches, ( ¿les suena?) formando así el lago. Al pasar la tormenta, los pumas se habían convertido en piedra, dando nombre al Tititcaca, que significa "Puma de Piedra". También es considerado el lugar de nacimiento de la civilización inca, ya que de sus aguas surgió Viracocha, que creó a los primeros incas moldeando las piedras del lago.


Entramos ya en territorio de los Uros, que según su propia cronología ya habitaban el lago mucho antes de que todo esto sucediera. La ancestral tribu uru chulluni provenía de Bolivia central, y se trasladaron aquí tras unas terribles sequías entre los años 900y 1.200 después de Cristo.


Si bien en un principio se asentaron en las orillas del lago, pronto fueron presa de los ataques de las primeras tribus incas y collas, por lo que vieron que adentrarse en el lago era la mejor opción para evitarlos y procurarse alimento gracias a la abundante pesca.


En son de paz y con ganas de conocer su cultura, desembarcamos en una de las islas flotantes, donde aprendimos, de la mano de su alcalde, el procedimiento de construcción y su modo de vida. 
La planta totora fue el regalo que los dioses dieron a los uros. Los hombres recolectan sus raíces en la época de lluvia, las cortan en grandes bloques, las unen y anclan al fondo con estacas, cuerdas y piedras, para evitar la deriva.


La plataforma que resulta, es una isla artificial que puede durar hasta 25 años, teniendo que añadir nuevas capas de junco cada 20 días para mantener el espesor.
En cada islote suelen vivir entre cinco y siete familias, dedicadas a la caza, la pesca...y el turismo.


Cuando los frutos del lago son abundantes, y tras separar las cantidades destinadas a cada familia, los uros acuden al mercado de Puno a vender los excedentes y los textiles bordados en llamativos colores que realizan las mujeres.


Aunque los uros intentan mantener su estilo de vida y tradiciones por todos los medios, no pueden evitar la llamada de la civilización, y muchos de ellos abandonan la seguridad de las islas flotantes de totora para trabajar o estudiar en Puno u otras ciudades de Perú, por lo que la comunidad está en grave riesgo de desaparecer en un par de generaciones.


Tomamos de nuevo nuestra embarcación y nos adentramos un poco más en el lago, para visitar otra comunidad, la quechua de la isla de Taquile. Situada a unos 36 kilómetros de Puno, está aún más aislada que los islotes flotantes de los uros. Cuenta con varios pequeños muelles de desembarque, y nosotros utilizamos el conocido como Huayllano.

Seguimos una vereda que nos iba llevando al centro de la isla. 

La isla tiene unos 5 kilómetros de largo, y las viviendas se desperdigan por toda su extensión. Aquí no han llegado por estar prohibidas, las "modernidades" que para nosotros son indispensables, como los coches, el teléfono o la televisión. La luz usada por la noche proviene de velas o linternas de batería o manivela.

En algunos lugares aún quedan en pie arcos que datan de la época prehispánica.

Nos detuvimos en una explanada en la que conoceríamos más profundamente las costumbres de los habitantes de la isla. Poblada por unas 2.000 personas, han mantenido intacto un sistema y orden social totalmente comunitario donde la individualidad no tiene cabida.

De hecho todos visten igual, siendo los colores y formas de sus trajes el único código visual que permite algunas distinciones. como los pompones en los chullos masculinos de lana.

Mientras las mujeres utilizan una blusa roja y faldas multicolores con un manto negro que las cubre para protegerse del sol, mientras llevan por la isla pesados bultos con verduras o tejen en primitivos telares...


Los hombres visten un pantalón negro, camisa blanca y chaleco, que en su tejido muestra de nuevo códigos sociales que nos hablan de su status social dentro de la comunidad. 
Muchos conocen a Taquile como "La isla donde los hombres tejen", y podemos comprobarlo mientras esperamos a que comiencen las demostraciones que nos enseñarían sus costumbres y bailes. Ninguno de ellos estuvo ocioso. No paraban de tejer y tejer.

La razón de esta obsesión por así decirlo, de no parar quietos, proviene de su código moral que dice: "Ama sua, ama llulla, ama quella", es decir, " no robarás, no mentirás y no serás perezoso". 
Uno de los frutos de este sistema es el espectacular arte textil que ha sido declarado " Obra Maestra del Patrimonio de la Humanidad" por la UNESCO.

Los hombres aprenden a tejer desde los ocho años, y practican sin parar en el tiempo que les queda libre cuando no están pescando o trabajando la tierra. Su sistema social es tan cerrado que incluso se casan entre ellos, para evitar la contaminación de su sangre y su cultura.

Una pequeña pequeña brecha se ha abierto recientemente en este estricto orden social, ya que desde hace unos años se permite que algunos afortunados viajeros puedan pasar la noche en viviendas habilitadas como turismo rural, a modo de pequeña fuente de ingresos extra para la comunidad.

Hay que tener en cuenta que la isla recibe una media de 40.000 turistas al año, y no es extraño que el aislamiento más absoluto, el ritmo pausado y la paz que reina en ella acaben por atrapar al visitante que no se conforma con pasar unas horas en ella.

Seguimos nuestro camino por la isla, que entre otras imágenes nos regala hermosos ejemplares de la flor nacional, la cantuta.




O unas maravillosas vistas de la otra orilla del lago, con Bolivia como telón de fondo.


Para despedirnos de la isla, almorzamos en el restaurante Playa Chujuno, en el que disfrutamos de una exquisita sopa de quinoa, una trucha del lago, y aperitivos típicos de la zona.



Volvimos a nuestras lanchas, atracadas en el pequeño embarcadero situado en la playa que está a los pies del restaurante, para volver a Puno. Pero aún no había acabado el día...



Según pisamos tierra firme corrimos a un punto convenido de la plaza de armas para encontrarnos con el guía de la excursión con el que teníamos previsto acercarnos a un misterioso lugar, Sillustani.

Quedaba muy poco tiempo de luz solar, y además se aproximaba una fuerte tormenta, así que nuestro conductor tuvo que apretar el acelerador a fondo. Cuando llegamos apenas quedaban 45 minutos para el cierre del sitio arqueológico, así que nos preparamos para una visita express.

Localizado a 34 km de la ciudad de Puno, la península donde se encuentra el sitio arqueológico se adentra en las azules aguas del lago Umayo, que se alimenta de las aguas de los ríos Chaullamayo y Ccaccapunco, y además está conectado con el Lago Titicaca.

Las más de 90 chullpas, que así se denominan estas construcciones en forma de cono invertido, fueron, según las teorías y la historia, servían de lugar de enterramiento para los cuerpos momificados de las élites kolla, un reino aimara que se extendía hasta Arequipa y que fue vencido por los incas poco antes de la llegada de los españoles.


Estas momias, se depositaban en el interior de las chullpas en posición fetal, rodeadas de sus más queridas y valiosas pertenencias, que incluían objetos de oro y plata, cerámica o alimentos.


La más conocida es la del Lagarto de 12 metros de altura, construida con enormes piedras que encajan a la perfección unas con otras, sin espacios entre ellas.

Pero las chullpas también tienen su parte truculenta, ya que recientes investigaciones han descubierto que a los enterramientos acompañaban ceremonias de sacrificio, donde las esposas e incluso hijos del finado perdían la vida para acompañar al finado al otro mundo.


Al margen de la historia y la leyenda, el lugar tiene un encanto especial, con unas maravillosas vistas del lago, sobre todo, si como nosotros hicimos, se visita a la hora de la puesta de sol.

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