Y cerramos nuestra visita a Bután con el día más esperado, la ascensión al nido del Tigre.
Una jornada dura, pero que al finalizar nos regala una de las visiones más hermosas del mundo, que se nos quedará para siempre en nuestra retina.
Al tratarse de una caminata de unas 5 horas, nos levantamos temprano, al amanecer, ya que debíamos estar en la base de la montaña poco después de que se abriera el acceso. Muchos de mis compañeros de viaje llevaron sus bastones de trecking, pero tenemos la opción de usar unos bastones de madera que alquilan por el importe equivalente a un euro.
Tras dejar atrás los aparcamientos vemos un grupo de caballos y mulas preparados para el camino. El que lo desee puede alquilarlos y hacer parte del camino montado a lomo de estos nobles animales, pero la pequeña aventura sólo tiene sentido si se realiza a pie, haciendo paradas y viendo el camino recorrido y el que aún nos queda por delante.
Por el camino encontramos varios pequeños santuarios que salpicaban la ruta de unos 6,4 kilómetros.
El camino que nos lleva hasta arriba tiene preciosas vistas sobre el valle de Paro, y supone un ascenso en pendiente de unos 520 metros, hasta llegar a los 3120 metros donde se encuentra el monasterio.
A mitad de camino encontramos unas ruedas de oración y una cafetería restaurante donde podemos recuperar fuerzas y sacar unas preciosas fotos del monasterio que se encuentra enfrente.
Al llegar a la cima encontramos un santuario con varias ofrendas y recuerdos a los muertos.
Y por fin, ante nosotros el Nido del Tigre, o Taktsang Palphug, el mayor tesoro arquitectónico de Bután. Encaramado en lo alto de un acantilado a más de 900 metros del suelo, nos parece casi increíble que fuera posible construirlo en un lugar tan peligroso. El Nido es uno de los monumentos más antiguos y al tiempo más modernos del país, ya que se empezó a construir en el siglo VIII, pero fue destruido por un incendio en 1998, por lo que tuvo que ser restaurado y prácticamente edificado de nuevo.
Como ya sabemos, Gurú Rinpoche, era un gran viajero, y por supuesto que este lugar tiene su leyenda, como casi todos los lugares de Bután. Al parecer Rinpoché voló hasta aqui a lomos de una tigresa embarazada y envuelta en llamas ( que en realidad era su esposa Tashi Kheudron), hecho que dio nombre al lugar.
Rinpoché se disfrazó de su última manifestación, el iracundo y enfadado Dorje Drolo y se escondió en un recoveco en la ladera del acantilado (Taktsang Pelphug) que se convirtió en el lugar más sagrado del monasterio. Allí el maestro meditó y trabajo espiritualmente con su esposa para someter a innumerables demonios, haciéndoles jurar que a partir de ese momento protegerían el templo.
Tras purificar la cueva durante 4 años, ocultó en ellas varias reliquias y escritos sagrados para las futuras generaciones de monjes. Estas enseñanzas servirían para alcanzar la verdadera y completa iluminación.
En sus inicios, en el sitio ya había alguna pequeña capilla, con lo que se consideraba desde hace siglos como terreno sagrado. Cuentan los escritos, que en el momento de la bendición oficial del Nido, apareció un triple arco iris y una lluvia de flores.
La estructura del monasterio comprende hasta 8 ermitas o capillas aisladas construidas directamente sobre la roca escarpada. lo que hace que tengamos que subir por varias escaleras para recorrer desde la base hasta la Cueva Sagrada.
Bajamos el enorme tramo de escaleras que lleva al desfiladero y llega a una cascada.
Una leyenda cuenta que cada noche, al terminar de colocar los cimientos del monasterio, aparecía un demonio que desmantelaba todo lo edificado durante la jornada. Sólo se pudo continuar sin incidentes, después de que el arquitecto jefe colocara un mechón de su cabello entre el mortero que unía la piedra.
Otra dice que varias diosas ofrecieron sus trenzas para unir las rocas, cuando en varias ocasiones no había mortero para seguir levantando el monasterio.
Todo fue estabilidad para el Nido hasta abril de 1998 cuando una lámpara de mantequilla o un cortocircuito eléctrico prendió en la madera y los adornos de tela, causando un voraz incendio que no pudo ser sofocado hasta tres días después. Muchas reliquias importantes, incluyendo valiosos pergaminos sagrados y preciosas pinturas thangka se perdieron entre las llamas.
Y tras descender y desandar el camino, volvimos al valle. Allí hicimos una última visita a una casa tradicional que nos mostró el sencillo modo de vida de los habitantes de Paro, alejado de toda modernidad y de las "comodidades" a las que estamos acostumbrados en occidente, de las que sólo estaba presente la luz eléctrica.
Al día siguiente, muy temprano, subimos al avión para emprender el regreso a Katmandú, parada de dos días, antes de nuestro siguiente destino, Laos.
Desde la ventanilla del avión nos despide la cordillera del Himalaya, y reinando sobre todo el conjunto, nuestra última imagen que nos regala la vista del impresionante Everest. འཕྲལ་མགྱོགས་རང་མཇལ་འོང་ མཛེས་པའི་འབྲུག་ལུ།
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