domingo, 5 de enero de 2020

Rumanía, la bella del este (V)

En lo alto del monte, tras una sucesión infinita de curvas llegamos a una explanada donde se halla el Lacu Rosso, un espléndido lago que se formó de manera natural en el siglo XIX.

La leyenda del lago, nos habla de una hermosa joven  que un día de mercado quedó prendada de un apuesto muchacho y se comprometieron para casarse tan pronto él regresara del servicio militar.
Pero los años pasaron y el novio no regresaba. La joven iba cada tarde a la orilla del lago a esperarle, entre lágrimas y suspiros de amor.

Sin saberlo era observada por el jefe de un grupo de ladrones que sin mediar palabra la subió a su caballo y la raptó, manteniéndola prisionera durante meses. Oro, plata y diamantes le ofrecía a cambio de que fuera su esposa, pero la muchacha iba languideciendo por su amor verdadero, rogando a las montañas que la ayudaran a escapar y encontrarse con él.

Y las montañas respondieron provocando una tormenta espantosa que hizo crecer los ríos y produjo un gran derrumbamiento que destruyó el estrecho valle y todo lo que encontró a su paso.

Cuando volvió la calma todos los habitantes de la zona, incluyendo a la doncella y los ladrones habían perecido, y en el lugar en el que antes se encontraba el valle ahora había un lago en el que aún pueden verse emerger las copas de los altísimos pinos que antes lo poblaban y en sus agua el reflejo de los hermosos ojos verdes de la muchacha que perdió todo por amor.

 El siguiente día, y de camino a Brasov, nos detuvimos para visitar un lugar único, la iglesia fortificada de Prejmer, una pequeña ciudad famosa también por la calidad de su cerámica y el celo con el que guardan las auténticas tradiciones rumanas.

Este edificio, mezcla de lugar de culto, fortaleza y aldea, se jacta de ser la mayor y más imponente entre las de su categoría de toda Europa, y no es de extrañar, ya que impresiona no solamente por su tamaño, sino por su excelente estado de conservación.



Nada más traspasar sus muros parece que hemos salido de una máquina del tiempo que nos ha trasladado a la Edad Media y no podemos por menos lanzarnos a explorar cada uno de sus recovecos, imaginando fácilmente cómo sería la vida de los aldeanos que se refugiaban en el edificio cada vez que eran atacados por hordas de enemigos.



Y eso ocurría desde 1212, cuando los caballeros teutónicos decidieron dotar al entonces pueblo de una serie de fortalezas defensivas para parar los frecuentes ataques y dar cobijo a sus habitantes.


Cuando esto ocurría, sonaba con urgencia una campana, y los habitantes de Prejmer corrían con sus animales a refugiarse entre las recias y gruesas paredes de la iglesia-fortaleza. Dentro, unas celdas de varias plantas les permitían vivir bastante cómodamente mientras durara la invasión.


A diferencia de otros castillos y baluartes el conjunto que nos ocupa poseía un túnel subterráneo que conectaba con el exterior y permitía el aprovisionamiento en caso de que el asedio se alargara más de lo esperado.


Dentro, las 212 habitaciones que se repartían en 4 pisos unidos por escaleras de madera, permitían que los habitantes de la ciudad atacada pudieran al menos sobrevivir de manera decente, resguardados tras muros de 8 metros de espesor.. Hay que decir que el procedimiento de defensa estaba perfectamente estructurado, y cada familia tenia asignada una o varias habitaciones de manera fija.
La iglesia en sí misma es bastante austera, pero cargada de mucha simbología alusiva a la Orden de los Caballeros Teutones y homenajes a los rumanos caídos en la Primera Guerra Mundial.





Castillo de Bran

Ardiendo en deseos de llegar al lugar sonde se levanta el castillo de Bran, al que todo el planeta se refiere como el Castillo de Drácula, aunque sólo lo sea en la ficción, nuestro camino se detuvo en el pequeño e hiperturístico pueblo que da nombre al castillo y por ende a toda la zona. En rasgos generales el lugar es una lección de cómo convertir una escueta referencia en un best seller atemporal  y en un negocio para toda una región. Decenas de puestos de recuerdos (la mayoría de dudoso gusto) hoteles, restaurantes y bares que hacen referencia al vampiro más famoso del mundo, sirven de antesala a la fortaleza más famosa del país.

Si obviamos toda esta parafernalia comercial y vamos directamente a los predios del castillo podremos empezar la visita, no sin antes decidir ante cual de las dos versiones del bastión nos vamos a rendir. Y siempre es bueno conocer la historia no solo del castillo, sino de la zona, por lo que una excursión al castillo de Bran, con un guía profesional es indispensable.

Por un lado tenemos la literaria, que hace que inevitablemente imaginemos al siniestro y sanguinario conde revoloteando por los tejados o reptando por las paredes del castillo.

Y por otra la real, que nos dice que Stoker describió un castillo muy parecido e igual de imponente en su novela , pero nunca dijo que realmente fuera este.


Yo opté por la segunda versión, que me parece más acertada y de la que voy a contarles.


El castillo de Bran se levanta en una roca, a 200 metros de altura, en el lugar donde hasta 1377 se levantaba una fortaleza teutónica, de los que conocemos su buen hacer en construir sitios fortificados y que ya vimos en Prejmer. No se puede negar, de ninguna de las maneras, que todo el terreno del castillo está cuidado con mimo y esmero, y que cada rincón parece ser objetivo merecedor de hermosas imágenes que podamos captar con nuestras cámaras.

Las torres y torreones del castillo nos vigilan, imponentes desde lo alto del peñasco, invitándonos a subir, algo que hacemos enfilando la entrada y recorriendo la rampa empedrada que nos lleva hasta la cima.


Tras subir los empinados escalones que llevan al vestíbulo, entramos en una sala que nos prepara para el contexto histórico en el que se ha visto envuelto el castillo a lo largo de los años. Grandes retratos de príncipes, voibodas y revolucionarios comunistas pasaron por sus salas y le dieron todo tipo de uso según sus ideas y necesidades.

Y espacio tenían, ya que son 60 las habitaciones que conforman la estructura del enorme edificio, unidas por sinuosas y estrechas escaleras, algunas de ellas ocultas cual pasadizos secretos y que muestran la evolución del castillo y sus habitantes a lo largo de la historia.



Así podemos ver, gracias a las pertinentes y acertadas restauraciones, muebles y enseres de épocas variadas que pretenden retrotraernos a épocas pasadas, y que ambientan unas estancias que de otra manera serían frías aunque nunca lúgubres.



Quizá las habitaciones que más llaman nuestra atención son las que pertenecieron a la Princesa Ileana, última propietaria del castillo antes de la Revolución Comunista del 48, llenas de objetos de valor y obras de arte recuperadas tras la devolución del castillo a la familia real en el año 2009.



Hay que recordar que la madre de la princesa, la Reina María, había recibido el castillo como regalo del pueblo de Brasov, y fue ella quien se encargó de restaurarlo y embellecerlo, casi tal y como lo vemos hoy.



Fue ella quien lo dotó de agua corriente, de electricidad, y diseñó el parque inglés que rodea el castillo, con dos estanques, una casa de té, una iglesia otras dependencias para el personal del castillo.


  
Es una delicia recorrer todas las estancias del castillo para conocer la historia no sólo del edificio, sino de la región y el país, y puedo asegurar que desde un primer momento el mito de Drácula se desvanece para dejar paso a la verdadera biografía de la fortaleza.

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