Miles de kilómetros nos aguardaban sobre las alas de dos nuevas compañías aéreas que no había probado y que me resultaron sumamente satisfactorias.
Pero cada cosa a su tiempo, porque como es habitual tuvimos que pasar una noche en Barcelona, en el mismo hotel en el que me alojé el pasado octubre y que creo que será mi habitual siempre que tenga que pernoctar cerca del aeropuerto, el Tryp Barcelona Aeropuerto.
Al día siguiente, muy temprano, llegamos al Prat. Era hora de embarcar y de ver el avión donde pasaríamos 13 horas hasta Singapur.
Pasando sobre Irán...
Después de varias comidas, un par de cabezadas, y un avión cómodo, con toda clase de gadgets tecnológicos y una tripulación ágil y amable, llegamos al aeropuerto de Changui, Singapur.
Mirando desde el avión, y mucho más de madrugada, con los ojos pegados después de 13 horas de travesía, es difícil ver (y apreciar mucho menos), el gigantesco tamaño del aeropuerto de Singapur.
Sólo al bajar del aparato puede uno medir a ojo de buen cubero la enormidad de las instalaciones.
Primero un diseño ultramoderno, donde lo único que desentona son los kilómetros de moqueta que son inexplicables en un ambiente de tanta humedad como es Indonesia. Pero bueno, seguro que preguntando al diseñador daría una explicación.
Las tiendas que conforman la oferta comercial son de ultralujo: joyerías, cristal de Swaroski, perlas...Las tiendas de ropa van desde las cadenas internacionales hasta las más exclusivas, como Hermés.
Lo mismo ocurre con la restauración, con los omnipresentes Mac Donalds, o Burguer King y el todopoderoso en Asia KFC.
Es curioso encontrar auténticos jardines con cascadas de agua, aparatos para masajear las piernas y restablecer la circulación después de un largo viaje...pero dos cosas me sorprendieron mucho más.
Primero la potencia y gratuidad del WIFI...inmejorable, y segundo la importancia que le dan al estado en que se encuentran y el diseño de los servicios. Un exuberante jardín, con perfumes que flotan en el aire nos acompañarán si queremos hacer aguas menores o mayores, y no olvidemos al salir, calificar en la pantallita el estado en que hemos encontrado el servicio, con una foto del encargado de ese día.
Todo un mundo por descubrir con las costumbres orientales más modernizadas...
Pero el amanecer se acercaba, y con él el vuelo que nos llevaría a Bali. En esta ocasión volaríamos con Garuda, perteneciente a Singapore Airlines.
El vuelo duró 2.15 horas y yo desayuné con café, aunque hubo quien lo hizo con la deliciosa cerveza Indonesia.
Empezamos a ver las islas e islotes que forman las Islas de la Sonda
Y llegamos a Bali
Tras pasar los controles, pagar las tasas de inmigración (unos 8€, 10$) y recoger las maletas nos dirigimos a la entrada del aeropuerto, donde nos esperaba el coche de alquiler.
Una vez acomodados en él, nos dirigimos a nuestra casa alquilada en Seminyak. Por el camino nos asombramos de cosas como ésta, a la que uno se acostumbra al segundo día.
Así que tras los primeros contactos con Menur y Florent, los amables propietarios de la casa, empezamos la aventura. Reservamos y esperamos. Tras un par de vueltas motivadas por nuestra desorientación, pero con la amable ayuda de los balineses, en muy poco tiempo arribamos a la Villa.
Las fotos, como suele ocurrir, se quedaban cortas con lo que reflejaban.
El color de cada rincón era más llamativo, las fotos no transmitían la sensación de paz y tranquilidad que se respiraba en la casa, la amplitud y luminosidad de las habitaciones...
Nos esperaba Menur, una mujer muy guapa y amable que nos puso al corriente de todo lo referente a la casa y a Bali mismo. Nos aconsejó los mejores lugares, nos ofreció una cerveza Bintang helada ( a la que nos haríamos adictos), y se puso a nuestra disposición para todo lo que deseáramos. Muchas gracias Menur, fue un placer conocerte.
Una vez que la dueña se retiró, exploramos la casa.
Primero la entrada que al mismo tiempo es garaje, luego el maravilloso jardín a donde se abre la casa, con una piscina fantástica y cuidada por un experto jardinero. La verdad es que la fuente de Buda y el sonido de su agua, eran como música en el silencio.
Orquídeas, un precioso frangipán de fragantes flores y decenas de plantas y árboles adornan el espacio que se convierte en centro de la villa. Tenía hasta un nido con dos pajarillos en la puerta de mi habitación!
Un amplio salón cocina con barra era nuestro lugar de desayuno, cena y tertulia ( con muchos ratos de conexión con nuestra familia y amigos gracias a la conexión WIFI) También fue escenario de la maravillosa cena indonesia que nos preparó nuestro chef privado. Deliciosa.
La villa tiene tres bonitas y espaciosas habitaciones con una decoración sencilla pero muy elegante, con camas amplias y cómodas, armarios gigantescos y bien distribuidos. Pero lo más importante, cada habitación tiene su cuarto de baño, con una estupenda ducha abierta al cielo, lo que hace que refrescarnos antes de irnos a la cama sea toda una experiencia con la vista de las estrellas.
La casa se mantiene impoluta gracias a los cuidados de una asistenta magnífica que hace sus tareas 6 veces a la semana.
A menos de 100 metros un centro comercial con supermercado, Pizza Hut, Burguer King y el comienzo de varias vías comerciales, sitúa la villa en pleno centro pero apartada del ruido y el ajetreo.
La verdad es que era una delicia llegar después de un duro día de visitas, tomar una cerveza con cacahuetes de Bali y darse un buen baño en la piscina.
Estoy seguro de que si vuelvo a Bali, volveré al mismo sitio y a la misma casa. Sin dudarlo.
Ese día, o lo que quedaba de él, lo dejamos para descansar, comprar comida y habituarnos a los nuevos horarios.
Pero al día siguiente empezamos la primera de las rutas previstas, que nos llevaría al centro de la Isla.
Con el coche, rápidamente, nos pusimos en el primero de los destinos, Batubulan, donde a las 9.30 de la mañana se representaba la única función diaria de danza y teatro Barong, por una de las compañías más afamadas de Bali.
Aparcamos el coche y tras pasar por delante del pabellón de la comunidad y pagar la entrada, nos sentamos a disfrutar del espectáculo.
Ésta es una de las más famosas danzas populares de Bali. El Barong es un animal mitológico que representa el espíritu del Bien y el Rangda representa a su contrario, el Mal. La historia que cuenta la danza nos habla sobre Dewi Kunti, madre de los cinco Pandawa, que ha prometido sacrificar uno de sus hijos, Sadewa, a Rangda.
Al principio el Barong aparece con su amigo el mono y tres enmascarados que son agricultores y están enfadados con el Barong por haber matado al hijo de uno de ellos. Atacan al Barong, al que el mono defiende.
Hay ahora un pequeño intermedio donde dos muchachas vestidas elegantemente bailan la danza Legong.
Dos criados de Dewi Kunti salen a escena hablando sobre el sacrificio al que será destinado Sadewa. Al momento aparece el ministro Pathi.
Kunti aparece en escena con un criado y después aparece Sadewi. Dewi lamenta mucho tener que sacrificarlo, pero aparece una bruja y la hechiza. Enloquece y ordena al ministro que lleve a Sadewa a la tumba donde vive Rangda.
La bruja también hechiza al ministro, que lleva a Sadewa a la morada del Rangda y lo ata a un árbol. Mientras espera la llegada del Rangda el buen dios Shiva aparece y le concede la inmortalidad.
El Rangda llega transportado sobre los hombros de sus seguidores. Está preparado para matar a Sadewa, pero a causa de su inmortalidad no puede. Así que decide redimirse y le pide a Sadewa que la mate y la envíe al cielo. El deseo es concedido.
Rangda tiene una discípula, Kalika, que quiere ser también redimida pero Sadewa la rechaza y empieza una pelea. Kalika se convierte en jabalí y la derrotan.
Vuelve al ataque con forma de pájaro pero también pierde.
Kalika se convierte finalmente en Rangda y Sadewa, para enfrentarse a semejante poder se transforma en Barong.
Pero los poderes son muy similares, por lo que Sadewa llama a sus seguidores.
Llegan los seguidores y atacan al Rangda pero no consiguen destruirlo, ya que encarna al Mal y sin él no existiría el Bien.
Para expresar su furia se hieren ellos mismos.
La sacerdotisa del templo hace ofrendas y echa agua sagrada a los danzarines.
Se hace un sacrificio que estabiliza la lucha de poderes y hace que la armonía reine otra vez sobre la Tierra.
Con esto acaba la obra.
Como nos vieron realmente interesados en la danza, nos invitaron a visitar a los actores y ver de cerca las máscaras. Fue un momento único.
Después visitamos el templo que estaba justo al lado.
Pura Puseh es el templo central de la aldea de Batubulan, perteneciente a Gianyar y que poco a poco está siendo absorbida por la creciente Denpasar.
Famosa por sus artesanos canteros, cualquier objeto que salga de sus manos, tiene la garantía de calidad más alta de todo Bali.
Y es que tradición no le falta, sobre todo si tenemos en cuenta el trabajo realzado en este templo, uno de los más bonitos de Bali, pero del que sólo podemos ver la ornamentadísima puerta, ya que como la mayoría de los templos de Bali, la entrada no está permitida a los no hinduístas.
De cualquier manera, una vista con calma de cada detalle, de cada escultura, y un atisbo del interior del templo desde la puerta, eso sí que está permitido.
Alrededor, un precioso foso lleno de lotos y nenúfares que compiten por dar color al agua. Una delicia.
Salimos del recinto y en el camino al centro de la isla hicimos una parada para ver la escultura de un bebé gigante al que adoran como un dios.
Y eso que es relativamente nueva. Bueno, la escultura, porque el mito no.
Blahbatuh, pasaría inadvertida como un pueblo más de la carretera para los visitantes (excepto para los chinos budistas, ya que hay un enorme templo que reúne a todos los practicantes de esta religión del sur de Bali), si no fuera por que en el centro, en un espacio donde convergen tres carreteras se levanta, desde 1990 una enorme estatua en piedra de un bebé.
Para algunos es el gigante de la aldea Kebo Iwo cuando era niño, para otros, forma parte de una leyenda que cuenta que las mujeres de una aldea cercana urgieron a sus maridos a que construyeran una figura para aplacar a un demonio que creían que reclamaba la vida de los niños.
Sea cual sea el origen del lugar, lo que no se puede negar es su contenido religioso, ya que diariamente se puede observar a los lugareños que cruzan las carreteras para hacer ofrendas al niño gigante.
Quizá de esa manera ya no reclame a los recién nacidos....
La verdad es que la primera vez ( digo primera porque el pueblo está en la confluencia de varias rutas de carretera y casi a diario pasábamos por él) impresiona y choca, pero luego resulta hasta familiar, ya que estaba muy cerca de nuestro alojamiento y era una señal de su proximidad. Lo curioso es que parece más viejo de lo que es....¿Será la piedra?
Sigamos camino, porque un poco alejado de la carretera principal teníamos uno de los puntos fuertes del viaje, la Cueva del Elefante. Sin duda, uno de los templos más espectaculares y más pequeños que he visto en todos mis viajes.
Espectacular, porque está tallado en la roca de la montaña, con un precioso e intrincado diseño, y pequeño porque es un espacio minúsculo.
Lo más extraño de todo es que esta cueva-templo no fue conocida por los europeos, que se trastearon media Asia hasta 1923, aunque se haya construido aproximadamente sobre el siglo XI. Tampoco es de extrañar, porque no está muy a la vista. Hay que dejar el coche en un aparcamiento rodeado de chiringuitos de pareos y bajar hasta el conjunto de templos y estanques que se encuentran a unos 100 metros, pagar religiosamente la entrada, ponerse los sarongs a la cintura y entrar.
Una vez pasado otro conjunto de chiringuitos lo primero que vemos es unos estanques donde mana el agua constantemente y nadan ( de lado, por lo grandes que son) unos peces que parecen carpas.
Los amplios manantiales excavados en 1954 se utilizaban probablemente para baños sagrados. Pasados estos, vemos la Cueva del Elefante, con una enorme cara labrada en la parte exterior y que al entrar me resultó pequeña y sofocante con su forma de T, sus nichos con estatuas shivitas y budistas y una humedad increíble.
Para que la visita no se quede aquí, hay que caminar un poco más y visitar el santuario a la diosa Hariti, protectora de los niños, donde un monje, por una " donation" te bendice con agua de los manantiales sagrados cercanos.
Un poco más abajo, hay un delicioso rincón con un precioso estanque de lotos y otro nicho sagrado.
Y de allí nos fuimos a Ubud.
Aunque no es una gran ciudad, Ubud se ha convertido en uno de los lugares que no puedes dejar de visitar en Bali, y eso que no tiene demasiadas atracciones turísticas, apenas cinco. Lo curioso es que las danzas y representaciones artísticas más puras se pueden disfrutar aquí. Maravillas del turismo.
Aunque es apenas más que una gran calle que la cruza de un lado a otro, está llena de tiendas, restaurantes y servicios de lo más variado y por ello es foco de atracción de todo visitante de Bali.
Hay momentos del día en que se convierte en un lugar realmente ajetreado y por ello es la mejor ocasión para hacer la visita al templo de Pura Desa, en la misma avenida principal.
Siempre es de agradecer que a uno le dejen entrar a un templo de cualquier religión en los momentos de oración, pero si encima te reciben con una sonrisa y te invitan a acercarte y fotografiar, ya es más de lo que se puede pedir.
Así que aprovechando la amabilidad innata de los balineses, y siempre con respeto, nos acercamos y pudimos disfrutar de sus momentos de fe más íntimos.
El segundo patio del templo es el que normalmente se utiliza para las ceremonias ordinarias, mientras que el primero, más amplio se usa sólo en las grandes celebraciones.
Teníamos mucha hambre, así que nos permitimos un lujito y comimos en el Lotus Café. Una maravilla.
Aunque aparece en varias guías sobre Bali, y en el boca a boca siempre tiene un lugar, no resalta como la mejor comida de la isla, aunque a nosotros sí que nos pareció más que aceptable.
El local está totalmente integrado en el conjunto de edificaciones que forman la entrada al templo de Pura Saman Saraswati, y no hay mejor lugar para disfrutar de la comida y las vistas del estanque de lotos y el templo que la mesa que nos ofrecieron.
El servicio, como en todo Bali, muy rápido y eficiente y las raciones para compartir más que suficientes. Tenemos que tener en cuenta, eso si, que como casi toda la comida oriental es de rápida digestión, por lo que al par de horas tendremos hambre otra vez.
Unas heladas Bintang, acompañan a la serie de platos que pedimos para compartir y así tener una idea general de la cocina del lugar.
Uno de los platos vendría a ser como nuestras tapas, una selección de cositas para picar, que se llama Makanan Ringan, que constaba de Lemper (arroz y pollo), Sambal Udang (gambas picantes),
Pepes Ikan (pescado cocinado en hoja de plátano), Tumis Terung (berenjena salteada),
Tahu Bergedel (pastelitos de tofu fritos) y Rujak (fruta en escabeche al estilo de Bali)
Luego seguimos con Ayam Sisit, pechuga de pollo marinada con sayur lodeh (vegetales cocinados con leche de coco) y arroz cocido ligeramente picante.
Para acabar Sate Lilit Kambing, brochetas de cordero sazonadas con especias balinesas a la parrilla, con chips de coco, lawar de vegetales balineses, arroz y sambal, que es la salsa picante.
El precio no es alto, ni bajo. No es como comer en la calle que puede costar unos 2 euros por persona. Aquí, al ser turístico sube la cosa a unos 16 euros por persona.
Eso sí, el entorno, bien lo vale.
Visitamos, antes de irnos, el templo del que habíamos estado disfrutando
Ubud es conocida en toda la isla como la Aldea de los Pintores. En la década de 1930 la familia real promovió el amor por las artes, de tal manera que intelectuales y artistas nacionales y extranjeros fueron al entonces pueblo a encontrarse con la verdadera Bali. Ahí nació el afán común por conservar las tradiciones y el acervo cultural balinés.
Uno de los artistas que llegaron allí fue Gusti Nyoman Lempad, y fue el que construyó este templo, que parece más antiguo de lo que es, por encargo del príncipe de Ubud en honor a la diosa de la Sabiduría, la Enseñanza y las Artes, Saraswati.
La escenografía es una maravilla, ya que el estanque de lotos que lo precede es una auténtica obra de arte, con chorros de agua en forma de nagas que refleja el conjunto de una manera mágica.
Una vez dentro, varios altares llaman la atención, como el que alberga la estatua de tres metros del demonio Jero Gede Mecaling y el santuario dedicado al Dios Supremo, con un asiento en piedra para que se siente en las ceremonias religiosas al bajar del cielo, ya que periódicamente se invita a los dioses a que se encarnen en las pratima o efigies que se guardan en los santuarios.
También podemos ver los vestidos de Rangda y Barong que se usan en las representaciones del teatro que tienen lugar cada noche en la antesala del templo.
No es un recinto grande, pero está lleno de detalles que llaman nuestra atención, como la montaña de ofrendas que un gato hambriento ( o un dios travieso encarnado en él) acaba tirando por las escaleras, o las preciosas figuras que representan a los mil dioses de la religión hinduista en su particular versión balinesa.
Normalmente el templo no está abierto, excepto a unas horas determinadas. Hay que entrar por el lado derecho y guardar estrictamente las normas de respeto, como llevar el sarong y la faja.
Aunque parezca que no hay nadie, debemos observar las normas ya que el respeto se debe a las costumbres establecidas, y eso es válido para todos los templos de Bali. Puedo garantizar, que respetar e imitar sus costumbres es algo que los balineses agradecen profundamente y no es extraño que nos observen y sonrían cuando ven que lo hacemos.
Después de aquí y para terminar la jornada, nos dirigimos a Pura Tirta Empul, las fuentes sagradas.
Parece que a última hora de la tarde es el mejor momento para visitar algunos enclaves sagrados balineses, sobre todo los mas íntimos y menos abarrotados. Por eso aprovechamos lo que quedaba de luz solar para acercarnos a Pura Tirta Empul, muy cerca de Ubud, donde nace el río Pakrisan.
Se paga la entrada, muy barata, apenas 1 euro y se camina por un delicioso jardín muy cuidado, con preciosos árboles y plantas realmente espectaculares.
Llegamos a unos patios con piscinas rectangulares de cuyos caños brota agua sagrada que los devotos agradecen con elaboradas y abundantes ofrendas rituales.
¿El agua de donde viene? Ahí está la curiosidad del sitio, ya que otro estanque superior guarda el secreto.
El agua que fluye del cercano río pasa primero por un estanque donde hay una salida de calor volcánica, que es perfectamente visible gracias al fango que borbotea sin cesar cerca de la superficie y el movimiento de las algas y plantas acuáticas que viven en la cristalina agua.
Junto a este estanque se levanta el templo propiamente dicho que data del siglo X, aunque los muros que cierran el recinto, donde no está permitido entrar, son más recientes.
Siempre hay fieles rezando, aunque el tiempo culminante es el periodo de luna llena.
Cuando estemos en este punto miremos hacia la colina.
Con vistas al templo hay un edificio sorprendentemente moderno: el Palacio de Gobierno, construido en 1954. Originalmente fue una residencia para los funcionarios holandeses, para ser utilizado más adelante por el ex presidente Soekarno durante sus frecuentes viajes a Bali.
La luz no nos deja seguir disfrutando de este tranquilo enclave, así que volvemos a casa...
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ResponderEliminarVamos de auténtico lujo.
ResponderEliminarTremendo post con unas fotos muy guapas.
Yo también he vivido en Seminyak, concretamente en Kerobokan. La casa se parecía bastante a la vuestra.
Saludos