Tuve la gran suerte de visitar Madeira, tan cerca y al tiempo tan lejos de todo, en una escala de crucero.
El
tiempo no era mucho y amenazaba lluvia, así que decidimos alquilar los
servicios de un taxi para que nos llevara a tomar un primer contacto con las múltiples bellezas de la isla.
Y empezamos por el Jardín Botánico.
No es de extrañar que una isla que se nombre Madeira, llamada así por la cantidad de árboles que poseía, materia
prima para fabricar barcos, casas y demás menesteres para las conquistas
portuguesas, pueda albergar un Jardín Botánico de una exuberancia tan
impresionante.
Por
momentos, por rincones, nos sentimos inmersos en los jardines
coloniales de Brasil, con especies tropicales de gran tamaño que sólo
podrían darse en condiciones muy especiales y que cobijan construcciones como el pequeño museo de
animales disecados pertenecientes a la familia Reid, propietaria de los
terrenos donde se asienta el Jardín.
No
debemos obviar la visita a esta casa, ya que la decoración interior nos
lleva inmediatamente a las casas coloniales que fueron levantadas en
América, África y Asia por los grandes hacendados que siguieron a los
conquistadores.
El año 1960 fue fundamental para la creación del
Jardín, ya que fue el momento de dar salida a un proyecto que hacía
tiempo rondaba en la cabeza de los miembros de la familia Reid, dotar de
un fabuloso lugar de esparcimiento para los madeirenses y que al tiempo
pudiera generar ganancias.
Así
que en su finca, que databa de 1881, crearon un Jardín fastuoso de
80.000 m2 que se convirtió en una delicada muestra de flora autóctona
europea, isleña y de las colonias portuguesas.
Jardines
de estilo inglés y francés, fuentes, pequeñas cascadas, una muestra de
las famosas y simbólicas casinhas de Santana, inevitables y queridas
cuando pensamos en la Madeira rural, un pequeño muestrario de loros y
aves exóticas, senderos y rincones mágicos y en lo más alto un pequeño
restaurante para recuperar fuerzas y disfrutar de la maravillosas vistas
sobre Funchal.
Y
todo ello de la única manera permitida por la orografía de la isla, en
forma de grandes escalones o terrazas, unidas por veredas o caminos más
transitables, incluso para personas discapacitadas.
Uno
de los puntos de visita obligada cuando nos hospedemos en Madeira, o
cuando como yo, la visitemos durante la escala de un crucero.
Pico de los Barcelos
La
carretera que sale desde Funchal, nos conduce hacia el interior de la
Isla de Madeira. Es absolutamente obligatorio y necesario detenernos es
este punto panorámico para disfrutar de una de las mejores vistas de la
Isla.
Tras
dejar el coche en un pequeño aparcamiento, en nuestro caso un taxi que
por 20 € nos ofreció una visión bastante completa del norte de Madeira,
subimos hacia el mirador por una explanada pavimentada en piedra donde
habían colocado unos puestos de recuerdos que abarcaban artesanías,
camisetas con dibujos variados, vinos, dulces y licores. Pasada la zona
de mercaderías, entramos al mirador propiamente dicho, guardado por una
cruz de piedra con la inscripción Laudeter Iesus Christus- la forma
correcta debería ser Laudetur Iesus Christus- que quiere decir Alabado
sea Jesucristo. Esta cruz sigue la costumbre de colocar en los puntos
más altos de las tierras un calvario o cruz donde orar al llegar a la
cima.
Pasada
ésta, encontramos una zona arbolada donde se ubican los balcones que
prácticamente en 360º nos dan una visión realmente espectacular de la
costa y los montes de Madeira.
Desde
sus 355 metros de altura, este mirador construido en 1950, permite
hacernos una idea de la situación estratégica que tuvo la isla para
todos aquellos que cruzaban el océano hacia América y a su vuelta, así
como el atractivo que posee para los visitantes que vienen a pasar
largas temporadas por lo benigno de su clima o a disfrutar de unas horas
de escala al navegar en un crucero.
Cámara de Lobos
Quien
haya tenido la suerte de visitar Madeira y antes o después, haber
estado en Tenerife o La Palma, encontrará similitudes y parecidos a cada
momento, no en vano las tres pertenecen a la Macaronesia, con una
geología y orografía prácticamente idénticas, aún estando situadas en
medio del mar y alejadas las unas de la otras en la distancia, que no en
las costumbres.
Y
eso se ve por ejemplo en lugares como Câmara de Lobos, un lugar que
podría pertenecer perfectamente al norte de las dos Islas Canarias,
tanto por lo agreste del paisaje montañoso que la rodea como por la
forma de los riscos que la protegen de los embates del mar.
La disposición de las casas, que parecen salir del mar también refuerza la idea del parecido.
Incluso la presencia de los animales que le dieron nombre ( los lobos marinos) es común a algunas de las Canarias.
Por
supuesto la presencia inglesa fue determinante para la economía de los
dos archipiélagos, así como el amor que los británicos le profesaban. No
hay más que ver la serie de pinturas que W.Churchill realizó inspirado
en la belleza agreste de Câmara de Lobos.
Sólo hay que dejarse
llevar por el increíble paisaje que rodea una de las primeras ciudades
que se fundaron en Madeira para ser capaz de pintar, de componer o de
fotografiar sus rincones.
Câmara de Lobos también es donde se inventó
la “poncha”, una mezcla de zumo de limón, miel y aguardiente, que puede
probar en las numerosas tabernas locales.
Mirador de Cabo Girão- Rancho
¿Han
combinado ustedes la adrenalina de una atracción de feria de las buenas
con una vista impresionante del mar y unos acantilados que parecen
cortados a cuchillo?
Si
no lo han hecho, seguro que cuando visiten Madeira no podrán resistirse
a esta extraña sensación de caída a pico ( controlada)
Ciertamente
no es una experiencia apta para cardíacos, ya que el desnivel de 580
metros realmente impone, aunque es , desde 2003 un alivio para los
campesinos que tenían que vérselas con las alturas cada vez que tenían
que subir el fruto de sus cosechas hasta la cumbre.
Desde
arriba se tiene una vista impresionante del infinito océano y la verdad
es que da un poco que pensar y admirar las gestas de los marineros
portugueses al cruzar los mares en busca de quién sabe que países y
riquezas.
El corte de los acantilados es realmente dramático, a cuchillo, a hacha, a sierra.....Impresionante.
Hay
dos cabinas con 6 asientos que conectan Rancho y Fajãs do Cabo Girão,
un lugar formado, principalmente de campos de cultivo y una hermosa
playa, que puede verse desde el mirador de Cabo Girão, que adopta este
nombre desde la primera vez que se circunnavegó la isla y fue el punto
donde giraron las naves.
En lo más alto, un bar restaurante con un estupendo café, fuerte y cortito y la promesa de una comida bastante apetecible.
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