viernes, 1 de abril de 2016

Escala en Madeira (I)

Tuve la gran suerte de visitar Madeira, tan cerca y al tiempo tan lejos de todo, en una escala de crucero.
El tiempo no era mucho y amenazaba lluvia, así que decidimos alquilar los servicios de un taxi para que nos llevara a tomar un primer contacto con las múltiples bellezas de la isla.



Y empezamos por el Jardín Botánico.
No es de extrañar que una isla que se nombre Madeira, llamada así por la cantidad de árboles que poseía, materia prima para fabricar barcos, casas y demás menesteres para las conquistas portuguesas, pueda albergar un Jardín Botánico de una exuberancia tan impresionante.




Por momentos, por rincones, nos sentimos inmersos en los jardines coloniales de Brasil, con especies tropicales de gran tamaño que sólo podrían darse en condiciones muy especiales y que cobijan construcciones como el pequeño museo de animales disecados pertenecientes a la familia Reid, propietaria de los terrenos donde se asienta el Jardín.












No debemos obviar la visita a esta casa, ya que la decoración interior nos lleva inmediatamente a las casas coloniales que fueron levantadas en América, África y Asia por los grandes hacendados que siguieron a los conquistadores.
El año 1960 fue fundamental para la creación del Jardín, ya que fue el momento de dar salida a un proyecto que hacía tiempo rondaba en la cabeza de los miembros de la familia Reid, dotar de un fabuloso lugar de esparcimiento para los madeirenses y que al tiempo pudiera generar ganancias.








Así que en su finca, que databa de 1881, crearon un Jardín fastuoso de 80.000 m2 que se convirtió en una delicada muestra de flora autóctona europea, isleña y de las colonias portuguesas.






Jardines de estilo inglés y francés, fuentes, pequeñas cascadas, una muestra de las famosas y simbólicas casinhas de Santana, inevitables y queridas cuando pensamos en la Madeira rural, un pequeño muestrario de loros y aves exóticas, senderos y rincones mágicos y en lo más alto un pequeño restaurante para recuperar fuerzas y disfrutar de la maravillosas vistas sobre Funchal.






Y todo ello de la única manera permitida por la orografía de la isla, en forma de grandes escalones o terrazas, unidas por veredas o caminos más transitables, incluso para personas discapacitadas.














Uno de los puntos de visita obligada cuando nos hospedemos en Madeira, o cuando como yo, la visitemos durante la escala de un crucero.


















Pico de los Barcelos
La carretera que sale desde Funchal, nos conduce hacia el interior de la Isla de Madeira. Es absolutamente obligatorio y necesario detenernos es este punto panorámico para disfrutar de una de las mejores vistas de la Isla.






Tras dejar el coche en un pequeño aparcamiento, en nuestro caso un taxi que por 20 € nos ofreció una visión bastante completa del norte de Madeira, subimos hacia el mirador por una explanada pavimentada en piedra donde habían colocado unos puestos de recuerdos que abarcaban artesanías, camisetas con dibujos variados, vinos, dulces y licores. Pasada la zona de mercaderías, entramos al mirador propiamente dicho, guardado por una cruz de piedra con la inscripción Laudeter Iesus Christus- la forma correcta debería ser Laudetur Iesus Christus- que quiere decir Alabado sea Jesucristo. Esta cruz sigue la costumbre de colocar en los puntos más altos de las tierras un calvario o cruz donde orar al llegar a la cima.








Pasada ésta, encontramos una zona arbolada donde se ubican los balcones que prácticamente en 360º nos dan una visión realmente espectacular de la costa y los montes de Madeira.


Desde sus 355 metros de altura, este mirador construido en 1950, permite hacernos una idea de la situación estratégica que tuvo la isla para todos aquellos que cruzaban el océano hacia América y a su vuelta, así como el atractivo que posee para los visitantes que vienen a pasar largas temporadas por lo benigno de su clima o a disfrutar de unas horas de escala al navegar en un crucero.






Cámara de Lobos
Quien haya tenido la suerte de visitar Madeira y antes o después, haber estado en Tenerife o La Palma, encontrará similitudes y parecidos a cada momento, no en vano las tres pertenecen a la Macaronesia, con una geología y orografía prácticamente idénticas, aún estando situadas en medio del mar y alejadas las unas de la otras en la distancia, que no en las costumbres.




Y eso se ve por ejemplo en lugares como Câmara de Lobos, un lugar que podría pertenecer perfectamente al norte de las dos Islas Canarias, tanto por lo agreste del paisaje montañoso que la rodea como por la forma de los riscos que la protegen de los embates del mar.


La disposición de las casas, que parecen salir del mar también refuerza la idea del parecido.
Incluso la presencia de los animales que le dieron nombre ( los lobos marinos) es común a algunas de las Canarias.
Por supuesto la presencia inglesa fue determinante para la economía de los dos archipiélagos, así como el amor que los británicos le profesaban. No hay más que ver la serie de pinturas que W.Churchill realizó inspirado en la belleza agreste de Câmara de Lobos.
Sólo hay que dejarse llevar por el increíble paisaje que rodea una de las primeras ciudades que se fundaron en Madeira para ser capaz de pintar, de componer o de fotografiar sus rincones.
Câmara de Lobos también es donde se inventó la “poncha”, una mezcla de zumo de limón, miel y aguardiente, que puede probar en las numerosas tabernas locales.

Mirador de Cabo Girão- Rancho
¿Han combinado ustedes la adrenalina de una atracción de feria de las buenas con una vista impresionante del mar y unos acantilados que parecen cortados a cuchillo?






Si no lo han hecho, seguro que cuando visiten Madeira no podrán resistirse a esta extraña sensación de caída a pico ( controlada)
Ciertamente no es una experiencia apta para cardíacos, ya que el desnivel de 580 metros realmente impone, aunque es , desde 2003 un alivio para los campesinos que tenían que vérselas con las alturas cada vez que tenían que subir el fruto de sus cosechas hasta la cumbre.






Desde arriba se tiene una vista impresionante del infinito océano y la verdad es que da un poco que pensar y admirar las gestas de los marineros portugueses al cruzar los mares en busca de quién sabe que países y riquezas.
El corte de los acantilados es realmente dramático, a cuchillo, a hacha, a sierra.....Impresionante.
Hay dos cabinas con 6 asientos que conectan Rancho y Fajãs do Cabo Girão, un lugar formado, principalmente de campos de cultivo y una hermosa playa, que puede verse desde el mirador de Cabo Girão, que adopta este nombre desde la primera vez que se circunnavegó la isla y fue el punto donde giraron las naves.







En lo más alto, un bar restaurante con un estupendo café, fuerte y cortito y la promesa de una comida bastante apetecible.

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