sábado, 2 de abril de 2016

Escala en Madeira (II)

Y con esto dimos por finalizado el pequeño taxitour y decidimos explorar Funchal. Ese día había un mercado de productos de la isla.


Paseando por el puerto nos encontramos con el Restaurante Vagrant.


Help, I need somebody, Help, not just anybody, Help, you know I need someone, help!




Seguro que esto es lo que cantaría el Vagrant si pudiera hablar, o más bien gritar, ya que lo pide a gritos: ¡Ayuda!
Extraña que aunque tanto se haya escrito sobre los Beatles, sobre su carrera, sus componentes, sus viajes y su vida, que tanto se haya pagado por sus pertenencias compradas al estraperlo o en conocidas casas de empeño y de subastas, queden aún flecos muy importantes por el mundo y que aún siendo conocidos no despierten el interés de millonarios o simplemente de filántropos con un poco de iniciativa.






Es lo que ocurre con el yate Vagrant, varado eternamente en el puerto de Funchal, después de haber surcado los mares del mundo, de la música y de la historia, ya que perteneció al grupo de Liverpool durante un tiempo. Pero su historia se remonta a 1941, cuando fue encargado por el multimillonario Vanderbilt en Maine, Estados Unidos, para que fuera, y lo fue, uno de los yates más lujosos del mundo.


Después de muchas peripecias y de miles de millas, sufrió un accidente en Gran Canaria que lo retuvo en la isla hasta que fue comprado por João Bartolomeu de Faria, madeirense que vio una oportunidad única de negocio.
Se acondicionó como restaurante, función que sigue desempeñando, rodeado de un aparatoso escenario ,de dudoso gusto, que simula el mar, pero no ha podido evitar que la desidia se ensañe con él. Ni el tiempo.
En teoría es un restaurante de pescado y marisco, de bastante caché; pero no conseguí averiguar si estaba cerrado por reformas, fuera de temporada o abandonado simplemente.
Si que vi, con mucha pena, que un pedazo de historia estaba varado en tierra, sin que pareciera importar a nadie, con paseantes que lo observaban como una curiosidad, al pasar por su lado...Y el Vagrant, el Vagabundo, gritaba ¡Ayuda!

Continuamos la visita por Santa Lucía.
Santa Lucía, o Santa Luzia en portugués, se formó al unirse administrativamente las tierras pertenecientes a la Sé Catedral y a lo que se denominaba "monte". Como ya la Catedral contaba con derechos administrativos suficientes sobre todo Funchal, fue la capilla de Santa Luzia , situada en la eminencia de la margen izquierda del río del mismo nombre y la elegida para servir de sede de la nueva parroquia.







Al pasear por el barrio percibimos rápidamente que su actividad es eminentemente comercial, con varios puntos localizados de administración del Estado, como oficinas de Hacienda y de Salud.


Pero no sólo de trabajo vive el hombre, y menos los agradables madeirenses, siempre tan alegres y amigables, por eso tienen y disfrutan grandes fiestas, como la de Nuestra Señora de los Dolores, la de la Cruz, ambas datadas de la fundación de la ciudad, u otras como la del Santísimo Sacramento que marcan el carácter religioso de la Isla. Sin olvidar, por su puesto, su fiesta grande, la dedicada a Santa Lucía, en diciembre, que reúne a fieles de toda Madeira, devotos de la santa de las enfermedades oculares.




La Peña Alta es sin duda la mejor atalaya para observar no sólo el barrio sino la totalidad de la capital madeirense.
Entre los lugares que no debemos dejar de visitar, tenemos la calle Silvestre Quintino de Freitas , donde dominan una serie de hermosas casas , que combinan una arquitectura y una grandeza únicas.






Por otra parte , hay otras viviendas simples , de personas con escasos recursos, por lo tanto , la parroquia también se puede caracterizar por sus asimetrías.
Existen también varios restos de las antiguas construcciones militares y religiosas, que han sido restauradas combinando los nuevos materiales con la roca más antigua y cruda. Una maravilla.









Santa Lucía, donde lo más antiguo se mezcla con lo novedoso y lo moderno; donde la tradición no está reñida con las influencias que han venido por el océano.

Y para acabar nuestra visita nos acercamos al Barrio de San Pedro








Sin duda es la cara opuesta al barrio de Santa Luzía, más popular, más de pescadores y gente sencilla.
San Pedro lo marcan las casas y las iglesias, altas y grandes, inmensas, con balcones señoriales, desde donde ver pasar a la gente que conformaba el pueblo llano, galerías donde sentarse a bordar, coser o charlar mientras se veía resbalar las gotas de la frecuente lluvia por los cristales.




Casas palacio con enormes jardines que parecen agarradas al empinado terreno, intentando no caerse y mostrando temple y fuerza.
Como el Museo Quinta das Cruzes, que en el momento de la visita estaba cerrado y del que sólo pudimos ver el rojo patio. En este lugar, a historia cuenta, que residió João Gonçalves Zarco, Capitán y descubridor de Madeira y el primer dignatario de Funchal. Gente muy importante.




Otros edificios que descubrimos en esta zona noble y que tanto me recuerda a mis Islas Canarias ( es prácticamente idéntica a La Palma ) son el convento de Santa Clara, una verdadera joya no sólo por los tesoros que alberga, sino también por ser un edificio de finales del siglo XV, que llegó hasta hoy con la misma misión que llevó a su creación hace 500 años: un convento de monjas franciscanas.






Nos salen al paso edificios realmente extraordinarios, bien conservados y con una restauración impecable, cuidadosa. Pero también los hay que prefirieron quedarse viejos, morir un poco sin acabar de desaparecer, dejando el cascarón, resistiéndose a morir. Recuerdos de un pasado que fue glorioso, adornado por plazas, calles empedradas y patios, grandes jacarandas y buganvillas multicolores, la alegría de la vida frente a la decadencia y la decrepitud. Eso es São Pedro.










Y con esta visita llegó la hora de volver al puerto, a nuestro barco que iba a llevarnos de nuevo a casa con todos los recuerdos del viaje. Un crucero donde Madeira se había ganado un lugar en nuestros corazones.





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