viernes, 3 de febrero de 2017

Bali, la Isla de los Dioses (III)

Bueno, y ante nosotros teníamos otro día de visitas, con sorpresas muy agradables.


Para empezar a abrir boca llegamos al fabuloso Taman Gili, donde se unen mitología y arte.
Este precioso enclave, cuyo nombre es castellano quiere decir El Jardín del Foso está situado en el centro literal y geográfico de Klungkung, cerca de un mercado muy popular entre los habitantes de la población y donde recomiendo hacer algunas compras, sobre todo de objetos religiosos y sarongs.






El recinto no es muy antiguo, ya que se levantó en el siglo XVIII y es todo lo que queda del palacio real, destruido casi por completo en 1908 durante la conquista holandesa.






Aunque todo el conjunto forma una unidad armónica merecedora de una visita pausada y completa, destacan los dos pabellones elevados y abiertos con sus maravillosos techos pintados. Las pinturas, que se han restaurado y pintado varias veces durante el último siglo son el mejor ejemplo del estilo wayang en el que las figuras parecen títeres de sombras. El pabellón Kerta Gosa albergó el alto tribunal real, y su techo es quizá el más curioso, ya que tiene 267 paneles pintados en varias hileras con un centro en forma de flor de loto rodeado de palomas doradas que representan la iluminación y la salvación.












Las pinturas muestran parte de la historia Bhima Swarga incorporada a la tradición balinesa del poema hindú Mahabbarata. También hay escenas de los cuentos tántricos moralistas y escenas de calendarios astrológicos con terremotos y erupciones volcánicas.






En el jardín hay un pequeño templo y un museo que recoge objetos relacionados con las dinastías reinantes.


















Justo cruzando la calle, y pasando por esta rotonda donde campean los dioses hinduístas encontramos el monumento al Puputan.


La terrible historia que homenajea este monumento, se refiere a la muerte en 1908 de 200 miembros de la corte real de Klungkung que se suicidaron de forma ritual, luchando hasta la muerte, como los kamikaze japoneses.




En una confrontación final, el 18 de abril de 1908, Dewa Agung Jambe, el Raja de Klungung, acompañado de 200 seguidores, hizo una salida desesperada de su palacio, vestido de blanco y armado con un legendario kris (puñal) para causar estragos en el enemigo de acuerdo con una profecía. El kris no cumplió con el resultado deseado, y el Raja fue muerto por una bala holandesa. Inmediatamente, las seis esposas del rey cometieron suicidios ceremoniales o Puputan , matándose a sí mismas con su propia kris, pronto seguidas por el resto de la corte.












El monumento hecho en la abundante piedra gris de la isla, es accesible por una puerta en su frente y dentro alberga unas esculturas que representan a la corte real y alrededor, en los muros, unos dioramas explican la vida en la isla antes de la llegada de los holandeses, durante la ocupación y la imagen del sacrificio ritual.






Luego, bordeando la costa hacia occidente, llegamos a Goa Lawah, hogar de murciélagos y de una serpiente. Porque según cuenta la leyenda, en lo más profundo de la montaña, lo más oscuro de la gruta, vive una gigantesca serpiente, Basuki, un espíritu que se alimenta de los murciélagos que cuelgan de paredes y techos.










La serpiente no la vimos, pero a los miles de murciélagos que forraban literalmente las paredes de la caverna si. Y también a los fieles que en ese momento celebraban un oficio religioso en este templo que cuenta con más de mil años de antigüedad y que es fundamental en la vida balinesa por su importante papel en los rituales relacionados con la vida y la muerte.












El corazón del complejo, sin duda, es la cueva que se adentra más de 30 kilómetros en la montaña hasta llegar nada menos que a Besakih, el mayor complejo de templos de Bali.
Aunque este templo tiene un encanto especial, ya que parece surgir de esa montaña, con su altas y elegantes torres meru y el colorido de la naturaleza que parece arroparlo.






En esta zona de la isla, empezando la ruta hacia el oeste, menos trillada y turística, la gente parece vivir a otro ritmo. Si ya en Bali, en general, encontramos tranquilidad y afabilidad, según nos aproximamos al occidente de la isla el sosiego es aún mayor y la gente más amable con el foráneo.
Y seguimos hasta la aldea de Tenganan
Aunque desgraciadamente está poco a poco transformándose en una especie de parque temático rural, obligada e impulsada por la necesidad de sobrevivir y adaptarse al turismo, uno de los motores económicos de Bali.
Pero vayamos por partes.








Encontrar la aldea no es muy fácil, que digamos, ya que hay que tomar un desvío de la carretera principal que discurre por la costa este de la isla, cerca de Candidasa, y adentrarse en la zona agrícola por excelencia de la isla.
Una vez allí, dejamos nuestro coche en un espacio que los habitantes dedican a los turistas ( previo pago) y entramos al recinto cerrado de la aldea. Pero primero les voy a contar una leyenda.




Se dice que en el siglo XIV, un rey de Bali perdió su caballo más querido y ofreció una recompensa a quien lo encontrara. El pobre animal apareció muerto cerca de Taganan y los aldeanos que lo encontraron pidieron como recompensa más tierras.






El rey apesadumbrado concedió a los aldeanos toda la tierra alrededor de Taganan donde oliera a caballo muerto. Cuando el ministro llegó para establecer los límites, el jefe de la aldea lo acompañó, con trozos del caballo muerto escondidos entre la ropa. Con esta estratagema consiguieron unos generosos límites que todavía hoy les pertenecen.
Pero entremos a ver la aldea. Aunque poco a poco la modernidad esté llegando al espacio rural balinés, las costumbres, afortunadamente, se conservan en su mayoría, las buenas y las malas.


Las buenas, siempre en mi opinión personal, es la de casarse con miembros de su comunidad o la de vivir en las afueras y sobre todo la de mantener una modalidad textil única en toda Indonesia, el geringsing, que es un tejido que en telares manuales de elabora con intrincados diseños florales y una urdimbre doble.
De sarongs, foulards, faldas y vestidos de este material y de los souvenires que pueden vender a los visitantes viven casi en exclusiva los aldeanos, ya que lo que eran antiguas viviendas ahora son tiendas, que prácticamente ocupan todo el perímetro de la aldea.
En las malas costumbres, repito que en mi opinión, están las peleas de gallos, gallos de colores, que se guardan en jaulas trenzadas, mínimas, frente a las casas. Es una costumbre muy arraigada en la isla.
Seguimos paseando y vemos que la aldea está edificada en una pendiente, por lo que continuamente debemos subir de nivel por rampas de piedra, pasando por varios pabellones. En uno se reúnen los solteros de la aldea, en otro el consejo ( que está formado por parejas casadas) y al final del todo el templo, con unos rituales basados en la llamada cosmología dual del principio de los opuestos complementarios.
Está cerrado a los forasteros, igual que el pueblo cierra el recinto desde que cae la noche.....

Y volvemos a bajar hasta la costa, hasta Candidasa


Siempre había resonado en mi cabeza su nombre, no se por qué, pero lo asociaba a la imagen del paraíso, de las palmeras, de la arena blanca y el agua azul. Y curiosamente nunca tuve el empuje suficiente como para confirmar si mi imaginación tenía que ver con la realidad. Y creo que eso fue lo mejor.
Y no porque me haya llevado una mala impresión, muy al contrario.




Candidasa, que significa "Diez hijos" apareció ante mí casi sin esperarlo, aunque la había metido en la ruta un poco con calzador, desviándonos del itinerario normal.
Pero valió la pena, no me defraudó. Aunque con el adorno de varios losmen, que son una especie de Bed & Breakfast en versión balinesa, restaurantes y bares a ambos lados de la carretera, el lugar mantiene la quietud en el tiempo, y las imágenes que estaban en mi mente se volcaron en la realidad.




En primer lugar, el maravilloso estanque con sus templetes de ofrendas, y tras pasarlo encontramos una de las playas de arena blanca  con varios jukung sobre ella, el mar de un azul imposible y a lo lejos unos islotes de cuento. Y claro, todo rodeado de palmeras. Fui feliz.












Fue solo una parada en nuestro viaje, pero me hubiera quedado allí muchísimo tiempo. Y a lo mejor hubiera tenido diez hijos....
Y para acabar la jornada, ¿qué mejor que un poco de espiritualidad? Nos fuimos a Besakih, en la ladera del volcán.
Son 22 templos que escalan la ladera del Gunung Agung de 3.014 metros, donde según la creencia habitan los espíritus de los ancestros.
El volcán es tan sagrado y su significado es tan profundo en la vida de todos los balineses, que orientan sus casas, sus templos e incluso sus camas hacia este lugar sagrado.
Tras dejar el coche en un amplísimo aparcamiento rodeado de tiendas y puestos de comida, subimos la cuesta como quién va de penitencia, porque se las trae...




Al llegar arriba nos permiten acercarnos justo hasta donde empieza el recinto del templo. Al parecer hay una celebración muy importante y sólo se puede acceder "acompañado de guía".
Menos mal que estábamos prevenidos sobre este negocio y conseguimos un buen regateo para una visita con explicaciones de cada lugar. En fin, caímos como turistas pero al menos nos explicó un par de cosas.






Una vez dentro subimos por un costado, viendo los rituales de ofrendas y oraciones que estaban teniendo lugar, mientras el guía nos daba explicaciones sobre el recinto. Al parecer todos los templos, menos dos, fueron destruidos por un terremoto en 1917, y durante el siglo XX fueron restaurados minuciosamente, saliendo incluso ilesos de la erupción de 1963.








Al llegar a la cima tenemos una visión general del complejo, con los merus de once alturas que honran a los reyes deificados, espíritus y dioses de la naturaleza, o con el padmasa tiga, santuario dedicado a la trinidad Vishnu, Brahma y Shiva, los techos de fibras negras y remates dorados de Pura Ratu Pande...( ojo a la chica de la derecha wassapeando)
































Cuando nos hemos impregnado del ambiente espiritual, descendemos las escalinatas que según nos dicen sólo pueden bajar los fieles ( menos mal que vamos acompañados) y vamos dirigiéndonos la la entrada, donde nos despedimos de nuestro guía y echamos un último vistazo a complejo. Realmente espectacular. Toda una mezcla de arquitectura, religión y color, que dudo que se pueda encontrar en un lugar que no fuera Bali.
Intentamos llegar a " Los muertos que no huelen" en el lago Batur, pero la noche se nos echó encima. Será para otra ocasión...








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