El Palacio Insular, que es sede del Cabildo de Tenerife, se inauguró en 1940, tras elegir un diseño de estilo racionalista obra del arquitecto José Enrique Marrero. Antes de esa fecha la sede de este órgano de gobierno había estado trastabillando de una otra localización en la ciudad, hasta que finalmente se decidió construirle un edificio digno de su importancia y que fuera exclusivo para él, o casi.
Y digo casi, porque su elevado costo hizo que para compartir gastos tuviera que permitir que sus instalaciones fueran ocupadas por otras otras entidades que nada tenían que ver con el Cabildo, como las oficinas de Iberia, la Junta Provincial de Propaganda, la residencia del Gobernador Civil e incluso Hacienda.
No fue hasta años después, que el edificio se destinó a uso exclusivo de la Corporación del Cabildo. El exterior es macizo y denso, con una gran torre que se añadió en 1950 y a la que los chicharreros miran con especial cariño la noche del 31 de diciembre, ya que es la encargada de dar la bienvenida al nuevo año.
Su reloj fue construido en Burgos, y sus siete campanas componen la melodía del "Tajaraste".
Su interior guarda valiosas obras de arte, como las cristaleras de la escalera central y los murales del Salón Noble del pintor indigenista canario José Aguiar, realizados en 1960, y que son una alegoría de elementos tradicionales tinerfeños y un canto a la riqueza de la tierra y el nacimiento del Archipiélago.
Contiguo al Cabildo y ocupando el solar de la antigua Aduana, se construyó en 1943 el edificio de Correos y Telégrafos, de diferente arquitecto pero con unas líneas estéticas monumentalistas muy similares.
Mirando también al mar, y lindando con la de España, paseamos ahora por la Plaza de la Candelaria.
Cuando aún existía el ya nombrado Castillo de San Cristobal, un racimo de casas que se habían edificado en torno a él fueron derribadas con el fin de que pudiera tener un espacio amplio donde la milicia realizara sus maniobras. Estas casas y almacenes se habían ido levantando desde la fundación de la ciudad de manera anárquica y ahora, en el siglo XVI, debían dar paso al carácter castrense de la zona.
Pero según fue perdiendo su importancia defensiva, a su alrededor se edificaron edificios civiles y administrativos que le conformaron su actual trazado, añadiendo en su parte superior una pila donde las aguadoras se proveían del agua que luego repartían por las casas pudientes, una cruz de mármol (que es la que vimos en la Plaza de la Concepción) y en la parte inferior del espacio el monumento que le da nombre, el "Triunfo de la Candelaria", de 1778, y que rememora la aparición de la Virgen ante los guanches.
De entre los edificios llama la atención el llamado Palacio de Carta, que fue Capitanía General y Gobierno Civil de Canarias. El edificio, construido en piedra basáltica de la isla, se terminó en 1752 y posee un patio interior que es magnífico ejemplo de la arquitectura civil tradicional canaria, rebosante de maderas nobles, escaleras y columnas en piedra maciza y largas galerías que comunican las habitaciones.
Algunos preciosos detalles de las casas del siglo XIX, como este espectacular mirador, o belvedere, desde donde el propietario veía llegar por mar los barcos que traían las mercancías a la ciudad.
Otro edificio imponente es el Casino, diseñado por el insigne Miguel Martín Fernández de la Torre en una preciosa combinación de estilo racionalista y art decó y que quedó inaugurado en 1935 con un espectacular baile al que asistieron más de 2.000 personas. De su decoración interior destacan los murales realizados por el hermano del arquitecto, Néstor, famoso por su impresionante "Poema del Mar".
Antes de dejar atrás la Plaza, fijamos la vista en un esbelto edificio, la Cámara de Comercio, que es también obra del arquitecto del Cabildo, el prolífico Marrero Regalado.
Enfilamos ahora la calle principal de Santa Cruz, la del Castillo, que como podemos imaginar debe su nombre al desaparecido Castillo de San Cristobal, punto de inicio o final de la vía, según como de mire.
Esta vía comercial y residencial es un precioso muestrario de estilos arquitectónicos que van desde edificios tradicionales canarios, pasando por racionalistas, modernistas, eclécticos e incluso victorianos.
En ella se establecieron los prósperos comerciantes de la ciudad, las más importantes entidades bancarias y económicas, como el Círculo Mercantil o artísticas siendo ejemplo el Círculo de Bellas Artes.
Para favorecer la movilidad y comodidad de los ciudadanos que acudían a esta calle a resolver sus asuntos de toda índole, se trazó por su centro el paso del tranvía, hasta su desaparición, que se vio sucedido por los automóviles.
Nos desviamos un poco en nuestro recorrido para acercarnos a la Iglesia y Plaza de San Francisco de Asís.
Templo franciscano en sus orígenes, fue la segunda parroquia más importante de la ciudad tras la de la Concepción, y uno de los templos barrocos más ricos del archipiélago en cuanto a arte sacro se refiere.
Es también una de las iglesias preferidas por los chicharreros, ya que en ella se venera el Señor de las Tribulaciones, un busto procedente de Ecuador hecho en pasta de maíz y que según cuentan las crónicas salvó a la ciudad de una epidemia de cólera en 1893 al ser sacado en procesión por las calles de la ciudad.
Como curiosidad, decir que las torres y el reloj de la iglesia pertenecen al ayuntamiento, mientras que las campanas son de la parroquia, por lo que hasta la automatización de las mismas, había que solicitar permiso al Consistorio para poder subir a dar los repiques.
En cuanto a la plaza es un pequeño espacio dominado por centenarios árboles de caucho o gomeros, un tipo de ficus con enormes raíces aéreas que soportan gigantescas y frondosas copas.
A su alrededor, en los bajos de preciosas casa canarias pintadas de vivos colores se han instalado restaurantes y terrazas que convierten el lugar en un agradable y tranquilo rincón en el centro de la ciudad.
Como mencioné antes, San Francisco fue en su momento convento franciscano, y lo que fue su huerto es hoy la preciosa Plaza del Príncipe de Asturias.
Ese huerto de casi 9.000m² pasó a ser propiedad del ayuntamiento tras la desamortización del Trienio Liberal, pagando éste el importe del mismo con dinero de las arcas municipales, aportaciones privadas y una suscripción popular.
Las obras para la nueva plaza empezaron en 1857, recién nacido el futuro Alfonso XII, por lo que desde ese momento y aún sin construir se denominaría "Plaza del Príncipe de Asturias". Tan sólo en una ocasión se cambiaría su nombre por la de "Alameda de la Libertad", durante la Revolución de Septiembre", pero muy brevemente, ya que pasado este estadio histórico volvió a retomar su nombre.
Como improvisados obreros para construirla se usó a los reclusos de la cárcel chicharrera y posteriormente a los soldados de las divisiones destinadas a la isla.
Los materiales empleados fueron básicamente dos: piedra de El Sauzal para muros y escaleras y hierro forjado para las verjas que cerrarían el conjunto. En tres años quedaría prácticamente acabada y lista para que se llenara a rebosar de alegres ciudadanos que vendrían a disfrutar de las verbenas de tarde y la tranquilidad del espacio verde durante el día.
Posteriormente se añadió el templete o quiosco de música, las esculturas en mármol de las Estaciones, y más recientemente obras modernas en hierro fundido y bronce.
Según las crónicas y ante la falta de dinero se quiso pedir a Palacio un busto del príncipe pero nunca se llevó a cabo, por lo que la plaza con su nombre, nunca tuvo una efigie del futuro rey.
A su alrededor se levantaron grandes edificios, y de ellos uno llama especialmente la atención, el Edificio Vitalicio, que cuando fue construido en 1950 era el más alto de Canarias, con sus 10 pisos de altura. No podemos evitar compararlo por su forma y distribución con el Flatiron de Nueva York. ¿No creen?
Frente a él y antes de la calle Castillo, la pequeña Plaza del Chicharro, que recibe su nombre de la escultura de este pez, símbolo de la ciudad, donada por los Liqui-Liquis venezolanos en 1979. La obra que vemos hoy es una réplica instalada en 2003, ya que la original fue robada y destruida por unos desaprensivos.
En un lateral de la Plaza del Príncipe se encuentra el Museo de Bellas Artes y al fondo el Círculo de Amistad XII de Enero.
El origen del Círculo hay que buscarlo en 1868, cuando varias sociedades decidieron fusionarse para crear un espacio cultural para el disfrute de sus socios. En un principio tuvo su sede en la calle del Tigre, pero un voraz incendio destruyó el edificio en 1892, así que decidieron adquirir un terreno donde hoy se levanta el actual edificio, que data de 1928.
Diseñado por Mariano Estanga en estilo francés con toques modernistas, "El Recreo", como popularmente se conoce la institución, alberga un teatro para 500 butacas, un gimnasio, varias salas para los socios y una espectacular escalera en mármol de Carrara.
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