domingo, 6 de septiembre de 2020

Tenerife, el Paraíso en el Atlántico (I) Santa Cruz de Tenerife (VI)

La idea de dotar de un gran espacio verde a la ciudad de Santa Cruz de Tenerife surgió en 1881 de la mano del periodista Patricio Estévanez, pero tuvieron que pasar un par de décadas para que en 1926 el entonces alcalde de la ciudad, Santiago García Sanabria consiguiera llevar a cabo el proyecto.

Muy pronto los chicharreros regalaron todo su cariño al parque y de hecho son pocos los que no se han citado alguna vez delante del reloj de flores que en la década de 1950 regaló el entonces cónsul de Dinamarca, Peder Larsen.


En agradecimiento al alcalde, se levanta en su centro un monumento que hace homenaje a su labor en el Consistorio chicharrero, diseñado por el habitual Marrero Regalado, con esculturas de Borges Salas.



Una vez adquiridos los terrenos, se iniciaron las obras a toda prisa, y conformados su lindes se empezó a plantar los que dentro de poco serán árboles centenarios, sin olvidarnos de la famosa "Rosaleda", que a ejemplo de otros jardines, como el Retiro eran casi obligatorios en cualquier espacio verde de las capitales españolas.


Siguieron lugares realmente espectaculares, como el Paseo de los Bambúes o el de las Casuarinas.



En los años 40 se creó un estanque para patos y jaulas de monos, pavos, gacelas y ardillas.



En 1973 tiene lugar un hecho histórico que será fundamental en el devenir artístico de la ciudad, la Exposición de Esculturas en la calle, la primera de este tipo que se celebraba en todo el país.


Un total de cuarenta esculturas se expusieron en la ciudad, de la mano de artistas como Oscar Dominguez, José María Subirach, Claude Viseux entre otros. De ellas, trece fueron instaladas definitivamente en el parque, pasando a formar parte del mobiliario artístico del recinto.










70.000m² de superficie guardan celosamente más de 200 especies de árboles exóticos y autóctonos, plantas medicinales, cactus y flora mediterránea.


Varios estanques de nenúfares y plantas acuáticas se encargan de refrescar el ambiente.




Y contrastan con los espacios de secano propios del cultivo y crecimiento de las especies de cactus.


En este lugar se situaba el estanque de patos, de obligada visita para los niños de la ciudad. La quietud del parque se rompía con sus graznidos y los gritos de los pavos reales que compartían este espacio en buena convivencia.


Grandes fuentes y estanques invitan a pasear a su alrededor o simplemente a descansar bajo las enormes copas de los árboles mientras se escucha el murmullo del agua.



Para un mejor conocimiento de las especies que pueblan el parque se instalaron en su última remodelación carteles informativos que nos cuentan sus principales características.



Uno de mis rincones favoritos es una minúscula placita que en sus orígenes tenía en su centro un monumento dedicado a la isla de Tenerife y su clima, formado por la base que aún permanece, coronada por una tortuga que simboliza el universo. Sobre ella, y ya desaparecida, se situaba una esfera de hierro con los signos del zodiaco y la silueta de la isla.


E una de las esquinas del Parque se encuentra uno de los establecimientos emblemáticos de la ciudad, el Hotel Mencey.

Diseñado por el arquitecto Enrique Rumeu en 1945, el edificio sigue el entonces en boga estilo neocanario, aunque con algunos toques clasicistas, por lo que algunos lo consideran ecléctico.

Con cinco plantas en torno a un patio central y rodeado de espectaculares jardines, nació con una cuchara de plata, es decir, fue desde su inauguración un hotel de gran lujo que sería referente y punto de encuentro de lo más selecto de los visitantes que llegaban a la ciudad.

Se construyó con los conocidos como "Impuestos especiales", tasa que se aplicaba a los productos importados que llegaban al puerto de Santa Cruz y a lo largo de su historia ha pasado de mano en mano con demasiada frecuencia, siendo de propiedad del Cabildo en un principio y luego de varias cadenas hoteleras que le dieron más sinsabores que alegrías.

Una más que necesaria restauración y renovación lavó la cara y el alma a este hotel entre 2010 y 2011, añadiendo elementos tan del siglo XXI como un SPA de 2.000m², dos canchas de pádel y completo gimnasio, aumentando también la superficie ajardinada a casi 7.000m².

Grandes personalidades políticas del mundo han pasado noches entre sus paredes, como la familia real, premios Nobel como Camilo José Cela, actores de la talla de Elizabeth Taylor o Richard Burton, artistas como César Manrique o Miró, reputados científicos como Jacques Cousteau y futbolistas de la fama de Maradona, toreros y cantantes. Mítica fue la estancia del grupo U2.

Recorriendo sus lujosos salones, de ricos mármoles y exquisitas obras de arte que muestran la plástica de los paisajes de la isla, las escaleras de preciosa balaustrada de forja, las recias y elegantes columnas y sus luminosos ventanales, no nos extrañamos que el hotel haya sido durante décadas un imán para todos los famosos que han visitado la isla.




Una vez al año, en la Rambla de Santa Cruz, que discurre entre el hotel Mencey y el Parque García Sanabria, y por supuesto, en infinidad de rincones a lo largo y ancho de la ciudad, tiene lugar la celebración del 3 de Mayo.

No sólo se conmemora el aniversario de su fundación, sino que también se exalta el símbolo cristiano de la Cruz. Es entonces cuando la ciudad se engalana con cruces hechas de flores y frutos para lucir más hermosa que nunca.

Adornar y embellecer el Santo Madero es algo habitual en las Islas, que siguen la tradición católica que en numerosos casos entroncan con el momento en que se fundan nuevos enclaves poblacionales o se colocan bajo su protección, como ocurre también con Santa Cruz de la Palma o el Puerto de la Cruz.

Para ello, los materiales que se utilizan suelen ser flores y frutas, en un homenaje a la riqueza agrícola de las islas, aunque desde hace unas décadas también se han incorporado otros materiales que incluyen recipientes y embalajes reciclados.






Nos desviamos un poco para encontrarnos con una joya histórica escondida en una calle secundaria de la capital, el Templo Masónico.

Fueron los fundadores de la Logia Añaza los que encargaron, a finales del siglo XIX, al arquitecto Manuel de Cámara la construcción del que hoy es considerado el mejor templo masónico de España. Inspirado en la arquitectura egipcia y griega, sería la sede de la Logia hasta la sublevación militar de 1936. Según las crónicas de la ciudad el edificio fue inaugurado antes de estar acabado del todo, ya que para comenzar a funcionar como templo tan sólo necesitaba la Cámara de Reflexión (una gruta en el subsuelo que aprovechaba un tubo volcánico) y el llamado Salón de Tenidas, donde se oficiarían los actos y ritos propios de la masonería.

En 1923 el edificio ya estaba terminado, funcionando plenamente para la Logia y como centro educativo gratuito, dado el carácter filantrópico de la misma. 
Pero la historia dio un vuelco en 1936, cuando el nuevo dictador, Franco, decidió arrebatar todos los bienes de los masones españoles y declarar ilegal lo que consideraba una seria amenaza para su nueva España católica.
El edificio pasó a ser sede de la temida Falange Española y posteriormente farmacia y acuartelamiento militar. Con la llegada de los años 90, el que fue gloria y orgullo de la masonería española fue cerrado y cayó en el olvido.

Declarado Bien de Interés Cultural en 2007, sigue a la espera de su restauración que parece alargarse en el tiempo, mientras sus cimientos son cada día más débiles.

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