Al día siguiente nos encaminamos a uno de los puntos que sería plato fuerte del viaje, la Ciudad Prohibida.
Pero antes de entrar en el fastuoso recinto debemos detenernos unos minutos en el amplísimo espacio que la precede, la Plaza de Tiananmen, que quiere decir Puerta de la Paz Celestial, por la que entraremos a la Ciudad Prohibida.
Si nos remontásemos en el tiempo, podríamos vivir en este lugar las ceremonias de proclamación de los emperadores de las dinastías Ming y Qing. Mientras que tras el triunfo de la Revolución de 1949 observaríamos el giro radical que sufrió, para convertirla en escenario de la glorificación de los ideales de la nueva República Popular China.
También la plaza ha vivido momentos históricos decisivos para el país, como el Movimiento del 4 de Mayo en 1919, el multitudinario duelo por la muerte de Mao Zedong o la Revuelta de 1989.
En el centro de la gran explanada de 440.000m² se levanta el Monumento a los Héroes del Pueblo, un obelisco dedicado a los que cayeron en la lucha revolucionaria durante los siglos XIX y XX. El edificio que se encuentra a su espalda es el Gran Salón del Pueblo, lugar de celebración de las sesiones del parlamento chino, la Asamblea Nacional, y también del Congreso Nacional del Partido Comunista de China.
Al otro lado se encuentra el Museo Nacional de China, dedicado a las artes y la historia del país. El edificio lo ocupaba anteriormente el Museo de la Revolución China y el de Historia de China.
El último edificio de interés es el mausoleo de Mao Zedong, líder comunista desde 1945 hasta 1976.
El Gran Timonel, nombre con el que popularmente se le conocía, había expresado su deseo de ser simplemente incinerado, pero su deseo no fue respetado. Su cuerpo fue embalsamado y guardado en este mausoleo que se construyó en tan sólo seis meses.
Para levantarlo, y como manera de engrandecer la figura del fallecido Mao, 700.000 personas trabajaron voluntariamente para dar forma a un edificio cuyos materiales provenían de toda la nación.
Granito de Sichuan, tierra de Tanshan, piedra de Nanjin, cuarzo de Kunlun, agua y arena de Formosa... Todo parecía poco para ensalzar la gloria del antiguo Timonel, cuyo cuerpo descansa dentro de un féretro de cristal, que mantiene el cuerpo semicongelado y al que anualmente se le realizan labores de conservación.
Pero dejemos atrás toda esta megalomanía política y pasemos a otra aún más antigua, que la revolución se encargó de aplastar como puede verse en el retrato de Mao que adorna la entrada a la Ciudad Prohibida.
Tras pasar la puerta sur nos encontramos en un patio que nos coloca frente a la Puerta de la Suprema Armonía.
De todos los complejos palaciegos del mundo, la Ciudad Prohibida es el más grande, con 720.000 metros cuadrados, con 980 edificios y 9.999 habitaciones y salones, y era sólo una parte de una ciudad imperial aún mayor que la Revolución se encargó de arrasar.
Rodeada por una gigantesca muralla de casi 8 metros de altura, refuerza sus defensas con un foso de 6 metros de profundidad y 50 metros de anchura. Dentro, lo recio de las murallas se ve suavizado por la belleza de los cerezos en flor.
Nos encontramos ahora en e siguiente patio, donde por medio de tres niveles de terrazas de mármol blanco, se accede a tres edificios majestuosos: el Salón de la Armonía Suprema, el de la Armonía Central, y el de la Preservación de la Armonía.
El Salón de la Suprema Armonía, es de todas las construcciones, la más grande, ya que su altura supera los treinta metros y era el centro del poder imperial. También es la estructura más grande hecha en madera de toda China. Los nueve arcos y los cinco pisos que presenta están conectados simbólicamente con la majestad del emperador.
El color rojo que vemos en todos los muros y murallas no es accidental, ya que atrae la buena fortuna en la ancestral cultura china, pero también simboliza el comunismo que vino después de la era imperial. El rojo es fuerza, permanencia y ejemplo de entereza para la sociedad china.
Fueron veinticuatro los emperadores que gobernaron China desde la Ciudad Prohibida, que perdió totalmente su importancia tras la Revolución de 1912, cuando el último emperador, Puyi, abdicó, aunque se le permitiera residir en una zona del palacio hasta ser expulsado en 1924.
En este momento el complejo fue dedicado a uso público y convertido en museo.
¿Y que ocurrió con todos lo tesoros y riquezas que contenía el Palacio? Pues fueron evacuados a Taiwan, antes de la invasión japonesa y devueltos, en parte, tras la Segunda Guerra Mundial. La parte que nunca regresó se encuentra expuesta en el Museo Nacional del Palacio de Taipei, el resto sigue perdido.
En el centro de las rampas que nos llevan al Salón de la Suprema Armonía encontramos rampas ceremoniales con decoraciones recargadas y llenas de simbolismo. La más importante es esta que mide casi diecisiete metros de largo, tres de ancho, casi dos de grosor y doscientas toneladas de peso, lo que la convierten en la mayor de toda China.
Los edificios que rodean a la Suprema Armonía son el de la Eminencia Militar y la Gloria Literaria, utilizados para recibir a los ministros y a los eruditos y sabios que formaban parte de la Corte Imperial.
Pasamos al patio interior, que reúne los edificios donde residía la familia imperial. Aquí encontramos tres grandes salones, el de la Pureza Celestial, el de la Unión y el Palacio de la Tranquilidad Terrenal.
Siguiendo el ceremonial místico imperial, el emperador moraba en el Palacio de la Pureza Celestial, como representante de los Cielos y Yang, la emperatriz en el de la Tranquilidad Terrenal o Ying, y entre ellos se encontraba el de la Unión donde se mezclaba el ying y el yang para producir la armonía en el reino.
A ambos lados de estas tres construcciones hay varios patios y pequeños palacios menores, lugar de residencia de los hijos y las concubinas del emperador.
La Ciudad Prohibida no sólo fue residencia de la familia imperial, sino también de innumerables sirvientes, concubinas y sobre todo eunucos, que eran los únicos hombres a los que se permitía la entrada al complejo palaciego.
Eran criminales a los que se condenaba a la castración y se encargaban de las concubinas. Algunos de ellos llegaron a tener gran poder e influencia dentro de la corte.
La figura del emperador, como representante celestial en la Tierra debía gobernar sobre la humanidad. Si su mandato era justo y sabio, se preservaba la armonía, habrían buenas cosechas y sus súbditos no pasarían hambre. En caso contrario sobrevenían inundaciones y sequías que llevarían a la desaparición del gobernante y de toda su dinastía.
Entramos ahora en el Palacio de La Elegancia Reunida, que pertenece al conjunto de los Seis Palacios Occidentales, donde vivieron las esposas y concubinas imperiales de las dinastías Ming y Qing. Aunque son menos majestuosos que los vistos hasta ahora, nos regalan una delicadeza exquisita, unos detalles y tesoros que fácilmente nos hacen viajar en tiempo para que podamos ver cómo vivían las mujeres del harén imperial durante las dos dinastías.
Durante la época comunista, estas estancias fueron usadas como almacén pero con la llegada del aperturismo y el incremento de visitantes a la Ciudad Prohibida, fueron restaurados y amueblados para recuperar su aspecto original.
Contienen infinidad de pequeños tesoros, como ramos de flores hechos de piedras preciosas, autómatas, jarrones de valor incalculable, biombos y puertas de rica madera labrada o magníficos objetos de diverso uso en metales valiosos.
De todas las residentes en estas habitaciones, la más importante fue la emperatriz Cixi, que vivió aquí tras su boda con el emperador Xianfeng, cuyo hijo sería el futuro emperador Tongzhi.
Aquí pasaría también sus últimos años, ya viuda y superviviente incluso a su hijo, que falleció muy joven. Fue ella la que subió al trono, mediante complicadas intrigas palaciegas, a su sobrino nieto Puyi, el que sería luego conocido como el último emperador de China.
Vamos saliendo de la Ciudad Prohibida por el Jardín Imperial, al norte de la fortaleza.
Se trata de un rectángulo con jardines y pabellones de las más diversas formas.
Construido durante la dinastía Ming, ocupa una superficie de unos 120 X 90 m², y era un delicado y tranquilo refugio para la familia imperial. El lugar es una hermosa combinación de unos veinte edificios que se alternan con rocas, macizos de flores y enormes ejemplares de árboles, que en su conjunto crean gran armonía.
Después de comer nos dirigimos al Templo del Cielo, el mayor de toda la República Popular China.
Construido en 1420 se utilizaba para rogar por las buenas cosechas y dar gracias por los frutos obtenidos al acabar las mismas
Situado al sur de la ciudad de Pekín no es un solo edificio, sino un enorme conjunto donde sobresalen el Salón de la Oración por la Buena Cosecha, el Altar Circular y la Bóveda Imperial del Cielo.
Se rodea de una muralla interior y de otra exterior.
El Salón de la Oración por la Buena Cosecha tiene forma circular con un diámetro de 30 metros y una altura de 38. Se levanta sobre tres terrazas circulares de mármol blanco y su estructura está formada por 28 columnas de madera y ligeros muros de ladrillo.
En lo alto, tres tejados cubiertos de teja azul y el remate de una bola dorada. Aunque ardió en 1899, fue totalmente reconstruido al año siguiente.
Las columnas fueron dispuestas en tres círculos concéntricos. Las cuatro del centro, las más grandes, simbolizan las cuatro estaciones. En el intermedio, 12 simbolizan los meses del año y otras 12 en el exterior son las horas del día.
En las 273 hectáreas que ocupa el conjunto, caben 90 edificios de diverso tamaño que suman casi 600 habitaciones, En 1900 el Templo redondo fue ocupado por la Alianza de las Ocho Naciones durante la Rebelión de los Bóxer, como base para atacar la Ciudad Prohibida. Fue en ese momento cuando desapareció todo el mobiliario del interior de los edificios.
El último sacrificio fue realizado en 1914 por el recién nombrado Presidente de la República Popular China, en un intento de convertirse en emperador.
Como veremos a lo largo de todo el viaje, muchos jóvenes chinos solos, en pareja o con su familia, aprovechan su visita a los monumentos para hacerse fotos con los vestidos regionales , usando éstos como telón de fondo. Esta afición es una bendición impagable para nuestras cámaras y para nuestra alma viajera.
Tras la visita al templo volvimos a Pekín, a visita el famoso barrio de Qianmen Street, una vía de unos 840 metros de largo, flanqueado por hermosos edificios inspirados en el final de la dinastía Qing(1644-1914)
Desde la dinastía Qing, el lugar ha estado ocupado por restaurantes, mercados de tela, joyerías, talleres artesanales, almacenes y teatros, hasta evolucionar a la imagen que vemos hoy en día, que prácticamente vive de las visitas de los turistas.
Y tras este intenso día, toca volver al hotel a descansar, ya que mañana nos espera la Gran Muralla China.
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