miércoles, 22 de mayo de 2024

China, los secretos del Imperio Celestial (I). Pekín (III)

Y llega el momento de visitar uno de los puntos fuertes del viaje, una de las Siete Maravillas del Mundo, la Gran Muralla China.

Se comenzó a construir en el siglo V para proteger un país que estaba naciendo, tras siglos de interminables guerras entre los señores feudales, y que necesitaba aislarse y defenderse de los pueblos nómadas xiongnu de Mongolia y Manchuria.

Si sumamos todos sus tramos y ramificaciones son 21.200 los kilómetros que recorre la muralla desde la frontera con Corea hasta el desierto de Gobi, con tramos que han sufrido grandes restauraciones y otros de los que apenas se conservan unos pequeños montículos.


Según el lugar en el que se fuera levantando, los constructores utilizaron materiales propios del lugar, como la piedra caliza, el granito o el ladrillo cocido.
En un principio la base era arcilla y arena, cubierta con gruesas paredes de ladrillo, pero según avanzaba la construcción y sobre todo las técnicas utilizadas, su sofisticación la hizo más resistente a las armas de asedio.


Lo mismo ocurre con la estructura y disposición de los elementos que la componen, ya que la orografía y el relieve marcaban los puntos donde se levantaban las torres de vigilancia o los cuarteles para los destacamentos. 

La estrategia en caso de un ataque era sencilla pero efectiva. Para comunicarse entre las torres en caso de ataque, se encendían grandes hogueras y con señales de humo daban aviso para que se enviaran tropas de defensa, caballería principalmente. Esto no sólo ayudaba a la defensa del país, sino también a la protección de las rutas comerciales tan necesarias para una nación que estaba en pleno proceso de gestación.


La dureza del proceso de construcción y la cantidad de mano de obra que pereció durante la misma. dio lugar a multitud de leyendas, como la que cuenta que se usaban los cuerpos de los trabajadores fallecidos como material de relleno de la muralla.

Este bulo fue propagado por un historiador de la dinastía Han, que criticó al emperador reinante por menospreciar los hechos gloriosos de la dinastía Qin. Sin embargo, los investigadores y arqueólogos no han encontrado ni una sola evidencia de este hecho, ni siquiera el hueso de un dedo.


Los materiales, como he dicho, incluían tierra o grava, ramas, rocas, ladrillos, mortero e incluso harina de arroz. 
Los artesanos se fueron especializando en elaboraciones tales como los ladrillos, con sofisticados hornos propios que aceleraban la producción y que les permitían fabricar piezas de gran resistencia. Tan orgullosos estaban de su trabajo que incluso algunos firmaban los ladrillos.

Las torres podían llegar a medir 12 metros de altura, mientras que los muros sobrepasan los 7 metros.

Hasta 24.000 torres llegó a poseer en su momento la Gran Muralla, con una capacidad de hasta 50 soldados que permanecían en ellas unos 4 meses hasta el siguiente relevo. Durante ese tiempo vivían y entrenaban en estas estructuras y se les suministraba armamento, comida y otros elementos necesarios para su mantenimiento.


Pero la maciza muralla no estaba completamente cerrada, ya que poseía  puertas por donde transitaban los comerciantes que importaban y exportaban bienes procedentes de todos los puntos del país y de las naciones vecinas.

Por los espacios entre las enormes almenas, los soldados defensores podían disparar no sólo flechas y venablos, sino también proyectiles lanzados por pequeños cañones.



Y dejamos atrás la Gran Muralla China, exhaustos tras haber subido hasta la torre 12, para volver a Pekín. 
Allí dedicamos parte de la tarde a una visita mucho más relajada, el Parque Olímpico de Pekín.
De los muchos edificios que lo componen, nos acercamos a ver en primer lugar el Centro Acuático Nacional, o Cubo de Agua, como se le conoce popularmente.
Fue aquí donde se celebraron las pruebas de natación, sincronizada y saltos en 2008 y 2022.

En su interior hay dos piscinas, una para natación y otra para saltos, con una capacidad de 6.000 personas, ampliable hasta 17.000.

Hay que recordar que 2024 es el año del dragón.

Por su parte, el Estadio Nacional de Pekín, al igual que el resto de instalaciones, se usó para los Juegos del 2008 y para los Juegos de Invierno de 2022, tal y como podemos ver en los carteles que aún cuelgan de sus paredes.
Se le conoce también como el Nido de Pájaro, por la red de acero que lo recubre y que se complementa con una membrana transparente. Su medidas son 330 metros de largo, 220 de ancho y 69 de altura, y fue aquí donde tuvieron lugar las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos, aparte de las pruebas de atletismo y la final de fútbol.


Otro de los edificios importantes es el Estadio Cubierto Nacional de Pekín, con capacidad para 20.000 personas donde tuvieron lugar las pruebas de gimnasia artística, balonmano, baloncesto y hockey.

Estos enormes edificios de apartamentos formaban parte de la Villa Olímpica.

La siguiente visita es el Viejo Pekín, comenzando por el lago Shichahai, que realmente engloba a otros tres más pequeños, el Qianhai, el Houhai y el Xihai.
El nombre significa "Diez Pagodas Budistas", ya que en su momento hubo diez de estos templos en los alrededores del lago.


El hermoso entorno del lago, con sus sauces llorones, invita a pasear por el en un bote de remos, probar la cocina de Pekín, hacer compras diferentes y originales o probar los bicitaxis para adentrarse en los hutongs.



Y entramos ahora al hutong de Nanguanfang. 
Los hutongs son calles o más bien callejones estrechos, que se formaron al unirse las hileras de siheyuans, las tradicionales residencias con patios. Al principio los hutongs estaban aislados unos de otros, pero con el crecimiento de la ciudad se unieron para formar enormes barrios.

Las casas más venerables exhiben en sus rojas puertas, grandes y gruesas, dos aldabas en forma de león chino y en el suelo un par de piedras tambor, montadas sobre una base y rematadas por un león en miniatura o una cabeza de dragón.


Antes de que se unieran unos a otros las calles de los hutongs tenían importancia según su ancho, así podían ir desde 40 centímetros de ancho a los 9 metros.
La estructura de la ciudad de Pekín se desarrolló y planificó a partir de la Ciudad Prohibida, que era su centro. Alrededor vivían los nobles y aristócratas y ya más alejados de la Ciudad y de las clases altas, se formaron los hutongs, con casas enormes rodeadas de jardines amurallados. 
En el exterior de la estructura vivían plebeyos, comerciantes, artesanos y otros trabajadores cualificados, cuyas viviendas dieron lugar posteriormente a otros hutongs de menor tamaño.


Gran parte de las viviendas no tienen cuartos de baño, por lo que sus habitantes tienen que hacer uso de los baños comunitarios e incluso lavaderos públicos.
Desgraciadamente llegaron los Juegos Olímpicos del 2008 y gran parte de los hutongs fueron derribados para dar paso a nuevas y modernas construcciones, arrasando más de 4.500 callejuelas del casco antiguo de Pekín. Hoy tan sólo quedan unos 25 hutongs que están protegidos y que se han convertido en atracciones turísticas, rodeados de tiendas de artesanía, restaurantes y alojamientos tradicionales.


Cerca de aquí se encuentra el templo budista de Guanghua, edificado en la dinastía Liao (907) como Palacio Imperial, para ser convertido en templo en la Yuan (1271). Renovado y ampliado varias veces, hoy es un destino popular para los visitantes extranjeros, debido a su rica historia religiosa y cultural. y sobre todo sus estatuas Guanyin, la diosa de la Misericordia. 


Aparte de ellas, el templo guarda las sagradas imágenes de Sakyamini, Maitreya y Amitabha, las más importantes del budismo chino. Otras joyas del templo son sus coloridos interiores y relieves, así como las puertas de más de 600 años de antigüedad, grandes mandalas y coloridos sutras.

Al pasear por sus patios tenemos la oportunidad de observar los rituales budistas que hunden sus raíces en la escuela Chan, basadas en la atención plena y la mente iluminada mediante un retiro de 6 días. Diariamente se realiza una meditación matutina, se cantan los escritos budistas ( los Cinco Refugios y los Cuatro Grandes Votos) y por las tardes se disfruta de las reflexiones zen del abad.
Durante la meditación el monje debe mantener la quietud del cuerpo y centrar la mente en un solo pensamiento, para eliminar los engaños del ego y alcanzar la conciencia iluminada.

Y al caer la tarde volvimos al hotel para descansar en nuestra última noche en Pekín.

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