martes, 12 de noviembre de 2024

Bután, el reino del Dragón del Trueno. (I)

Puede que sea uno de los países más desconocidos del mundo, de esos que no entran en los planes de los que empiezan a viajar, ni se encuentra entre los prioritarios de los que llevan recorridos un par de miles de kilómetros. Pero a Bután no le importa, prefiere quedarse agazapado en la bruma anónima de los viajes, esperando no a los turistas, sino al verdadero viajero, al que ya ha visto tanto que prefiere algo diferente, único y apasionante.

Bután, llamado por sus habitantes Druk Yul, o Tierra del Dragón del Trueno, es uno de los lugares más bellos y misteriosos del mundo, con el mejor telón de fondo que podamos imaginar, la cordillera del Himalaya. Verde por sus bosques, blanco por sus monasterios y fortalezas, azul por el agua de sus ríos y pleno de felicidad por la amabilidad y hospitalidad de su gente.

Llegar no es difícil, aunque algo complicado por dos motivos, primero porque no hay conexiones directas desde Europa y segundo porque el número de vuelos es limitado y luego veremos el porqué.


Previa noche en Katmandú, ya que la salida del avión era muy temprana, nuestro vuelo despega para que disfrutemos de uno de los trayectos más bonitos del mundo, durante el que sobrevuelan 4 de las 5 cimas más altas del mundo, Tuvimos mucha suerte en los dos vuelos, ya que pudimos ver entre otros el Everest, el Lhotse, el Makalu y el Kangchenjunga. Y el aterrizaje... sin palabras.


El aeropuerto de Paro es uno de los más difíciles del mundo para aterrizar, tanto, que sólo hay 50 pilotos en el mundo acreditados para hacerlo, ya que se encuentra encajado en un valle rodeado de montañas que superan los 2,200 metros de altura. En parte es una suerte, ya que eso hace que los grandes jumbo jets no puedan realizar la maniobra de giro de 45º antes de descender y aterrizar en una pista que mide poco más de 1.250 metros. Suerte, digo, porque Bután no quiere turismo de masas bajo ningún concepto.
Al ser un aeropuerto de categoría C los pilotos deben recibir una formación especial que les instruya para hacer el aterrizaje en modo manual, sin la ayuda de radar y conocer a la perfección la orografía y paisaje del valle.
Basten unas fotos para ver lo cerca que estuvimos de montañas y edificios...


El edificio del aeropuerto es realmente curioso, ya que refleja la arquitectura tradicional butanesa y tiene sólo dos cintas de equipaje, pero que me parecieron las más bonitas del mundo.



Tras pasar el rápido control de inmigración, y como llegamos muy temprano, las visitas empezaron inmediatamente.
Nuestro primer punto de interés del día era el Tachog Lhakhang que está unido a su famoso puente colgante.
Se trata de un templo privado conocido como el "Templo del excelente caballo"



Este lugar de culto se construyó en el siglo XV tras la vista de Balaha, el caballo que era manifestación terrenal de Chenrezig, el buda compasivo, en un estrecho valle con enormes acantilados, que se abre a las tierras de cultivo que llevan a Thimphu, capital del país.
Se cree que su fundador fue el erudito tibetano Thangtong Gyalpo, conocido sobre todo por ser creador de resistentes puentes de hierro, aunque el que precede al templo es de construcción reciente, ya que el original de 1433, hecho de eslabones de hierro desapareció en 1969 a causa de la inundaciones. 
Lo que sí es curioso, es que el puente actual tiene intercalados algunos de esos eslabones originales con los elementos del nuevo puente que se construyó, por orden del rey en 2005, intentando respetar al máximo el diseño original por considerarse magistral. Lo que no contempló el diseño original son las redes metálicas laterales, que se añadieron a la nueva pasarela por motivos de seguridad.
El hierro original se extrajo de las montañas cercanas, y si nos fijamos en el suelo de la colina y en la orilla del río, veremos que son de un color pardo, debido al alto contenido de este metal que se encuentra a veces en la misma superficie.




En cuanto al monasterio, está situado en una colina que está justo encima del puente con unas espectaculares vistas del río y del valle de Paro, Aunque la fama del lugar viene dada por el espectacular puente, el pequeño templo cobra protagonismo cuando es visitado por los habitantes del valle, una vez al año, para purificar los pecados acumulados a lo largo de sus 300 reencarnaciones o renacimientos.



En muchos lugares del país podemos encontrar diminutos objetos cónicos amontonados cerca de las ruedas de plegaria, en los templos o incluso en el hueco de una pared de piedra, en el camino. Originariamente se hacían con las cenizas de los difuntos, mezcladas con agua y arcilla. Se cocían en el horno y se pintaban en amarillo dorado para depositarlas luego en los lugares que se consideraban sagrados, como forma de recordar a los muertos y que estuvieran protegidos por los lugares santos.


En cuanto a las banderas de plegarias que veríamos durante todo nuestro recorrido, decir que hay de dos tipos, las que se cuelgan de manera horizontal y que ya vimos en el puente y las verticales que van fijas a un poste. Las primeras son conocidas como lung tha o "caballo de viento" y las verticales se llaman dar chor " que los seres sensibles tengan larga vida, fortuna, salud y dinero".
Se suelen colocar bien cerca de los los templos o aisladas en cualquier punto de las montañas donde sean visibles.
Se van decolorando mucho con el tiempo, por lo que a veces las confundimos con árboles secos.


Desde su fundación, el templo a estado en manos de los descendientes de Gyalpo. lo que hace de ellos una de las 5 familias nobles de Paro. Dentro ( no era posible sacar fotos) encontramos maravillosas pinturas y altares que lo representan.



En el siglo XVII, durante la guerra que precedió al moderno estado de Buthan, el monasterio fue incendiado por el gobernador de Thimphu. Desde el momento de su reconstrucción, la rama del budismo Chagzampa que representa el monasterio, ha sido respetada y no se ha intentado convertirla, por la fuerza, a la rama dominante en Bután que es la Drukpa, como muestra de la tolerancia religiosa de los gobernantes posteriores. 






Vamos abandonando el terreno del templo para volver a cruzar el puente, mientras por el camino vemos algo que se repetiría durante todo el viaje, el secado de chiles sobre los tejados, aunque realmente los butaneses aprovechan cualquier soporte, como las antenas parabólicas.
En el país, el chile es más una verdura que una especia, y de hecho el plato nacional, al que me hice adicto es el Ema Datshi, un curry que se hace con chile fresco o seco, mantequilla y mucho queso datsi.
La comida picante es una rica manera de entrar en calor, sobre todo en invierno, cuando las temperaturas bajan muchísimo y el país se cubre de nieve.


Al sur de Paro y Thimphu, llegamos a la confluencia de los ríos Pachu y Thimphu, en un cruce que se conoce como Chuzom. Es un lugar tranquilo, aunque a veces el tráfico aumenta, debido a que también es cruce entre las carreteras desde y hacia las dos poblaciones anteriores, Haa y Chukka, por lo que está provista de puestos de control policiales, forestales y de inmigración. Con la llegada de las carreteras en los 60 del siglo XX, se construyó un puente desde donde podemos disfrutar de la vista de los ríos.


Como curiosidad, decir que los butaneses consideran que la confluencia de los ríos es un lugar de malos augurios, por lo que en el punto exacto donde se cruzan se han construido chortens que protejan del mar. Aquí se muestran estupas de varios estilos, butanesas, nepalesas, ladakhs y tibetanas


También hay una gigantesca puerta muy adornada que marca el punto de encuentro entre las carreteras y que se levantó como homenaje a la amistad entre Bután e India.


Visitamos a continuación el Chorten Conmemorativo Nacional, levantado en 1974.
Se trata de una estupa encalada de estilo tibetano que se encuentra en el centro justo de la capital y que se construyó para recordar al soberano Jigme Dorji Wangchuck, que fue el tercer rey de la dinastía Wangchuck ( la versión butanesa de los Borbones).
El rey murió muy joven, con apenas 44 años, mientras se encontraba en Kenia. Tras su cremación las cenizas fueron enterradas en Bumthang, y allí sigue, por lo que el monumento es un homenaje y lugar de devoción, y no un lugar de enterramiento.



El chorten está cargado de simbolismo en toda su estructura.
Cada uno de los tres pisos representa un aspecto del canon Nyingmapa, su forma simboliza la mítica montaña del mundo o Monte Meru, tan familiar para los visitantes de Angkor en Camboya.
La base cuadrada es la tierra y los pisos superiores son los reinos superpuestos uno encima de otro. La forma global es típica de los chorten de estilo Changchup, de la Iluminación, comunes en el resto del país, Tíbet y norte de la India.




La financiación del monumento fue asumida por la madre del fallecido rey, Ashi Phutsho, y diseñado y construido por Dungse Rinpoche Thinley, de manera que no fuera la típica estupa maciza sino que permitiera a los devotos entrar para visitar su interior, que contiene más de 1.000 esculturas religiosas que simbolizan el cuerpo de Buda y sus reencarnaciones. Con ello consiguió un recordatorio permanente de la vida, los hechos y la fe del rey.

Según las costumbres, los devotos deben dar tres vueltas en el sentido de las agujas del reloj, aunque hay fieles que incluso se llevan comida y se pasan el día entero dando vueltas alrededor de la estupa o girando las ruedas de oración.

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