Al día siguiente nos levantamos temprano para seguir con las visitas. De camino a la primera de ellas nos detuvimos para ver la panorámica de Thimphu, que es la única ciudad y capital del Reino de Bután.
Centro político y administrativo del país, la ciudad aglutina los poderes políticos y económicos de la nación, cuya principal fuente de riqueza es la ganadería y la agricultura, que representa el 45% de su Producto Nacional Bruto.
El turismo no es, ahora mismo, fundamental, pero contribuye a la economía. El país está realmente más preocupado por conservar su maravillosa cultura y sus costumbres que con ganar ganar dinero con el turismo.
Vamos ahora a admirar la colosal estatua del Buda Dordenma, que mide nada menos que 51 metros de altura y que se construyó en bronce bañado en oro. Hay que acercarse a ella en coche, ya que está situada en la cima de una colina que divide la ciudad en el valle superior donde se encuentra la urbe y el inferior, más rural y en el que se encuentran los ríos que visitamos el día anterior.
La gigantesca escultura no fue pagada por los butaneses, sino por un consorcio de empresarios de Singapur, Taiwan, Hong Kong y China, y la primera piedra del complejo se colocó en 2006. La obra duró nueve años y el coste se elevó a más de 1000 millones de dólares.
La inauguración se hizo coincidir con el 60 cumpleaños del rey regente en el momento, Jigme Singye y también con el Centenario de la instauración de la monarquía de la dinastía Wangchuck. La ceremonia espiritual fue dirigida por la máxima autoridad de Bután, el Je Khempo que aún hoy encabeza el estamento religioso del país.
Al parecer la escultura cumple una antigua profecía que se remonta al siglo VIII, que decía que se construiría una estatua en ese lugar exacto para otorgar bendiciones de paz y armonía en el mundo. Previamente, el sitio había sido lugar de residencia de uno de los gobernantes anteriores a la instauración de la monarquía, de cuyo palacio a penas quedaban restos, pero tenía implícito un gran componente político y religioso.
Volviendo a la estatua, ésta se levanta sobre una base en forma de mandala de unos 18 metros de altura, por lo que la imagen en realidad tiene 42, 3 metros.
El buda Shakyamuni se encuentra en la posición del mudra bhumisparsha, con una mano que mira hacia arriba y con la otra apuntando hacia la tierra. El interior de la escultura es hueco y guarda más de 100.000 figuras de Buda de unos 20 centímetros de altura, que fueron regaladas por donantes particulares. En la base, a la que sí se puede entrar, guarda otras 25.000 figuras de unos 30 centímetros, lo que hacen del Buda un especie de chorten, es decir, un relicario dentro de otro relicario.
Para que el diseño tuviera una escala un poco más humana, se colocaron varias decenas de dakinis, figuras de apsaras también bañadas en oro, que parecen guardar, como centinelas, el triunfo del estado de serenidad de Buda.
Al parecer, el origen de este tipo de figuras de metal de Buda se remonta al Japón del siglo XIII, y su mejor exponente es el de Kamakura, mucho más pequeño que el que hoy contemplamos.
Dentro de la base, refulge el oro en columnas y paredes, adornadas con preciosas pinturas y por las figurillas de Buda de las que hemos hablado. En el centro las cuatro caras de Buda miran a los 4 puntos cardinales para demostrar que es capaz de ver y controlar todo lo que pasa en el mundo.
Una breve parada nos lleva al Real Museo Textil, construido en 2001 y que desde entonces dio la oportunidad a los butaneses de mostrar, para disfrute de los visitantes, la increíble artesanía textil del país.
Fundado por la reina madre Sangay Choden Wngchuck, busca promover la rica cultura butanesa, no sólo con las exposiciones de su interior sino también investigando y estudiando los antiguos escritos para rescatar y reproducir antiguos diseños y técnicas de bordado y de la industria textil
Dentro del museo, podemos disfrutar del proceso textil, desde la extracción, teñido y tejido de fibras hasta la confección de textiles, con muestras provenientes de todos los puntos y provincias de Butan.
Otra parada breve, esta vez en la Biblioteca Nacional, un magnífico edificio que incorpora a su diseño el estilo tradicional butanés, en cuatro pisos y 8 esquinas, que recuerda claramente a la torre central de un templo butanés.
La biblioteca fue creada en 1967 y contiene planchas xilográficas y los manuscritos más antiguos del país. En la exposición se nos muestra la manera en que se imprimían los textos en grande bloques de madera, y en largas tiras de papel hecho a mano, que se sujetaban entre dos tablas y se envolvían en seda, tal y como luego veríamos en los templos durante los rezos de los monjes.
Un poco más de tiempo dedicamos al Instituto Nacional de Zurig Chusum, conocido como la Escuela de Pintura.
Esta institución ofrece, subvencionados, programas educativos sobre las 13 artes tradicionales que hacen famoso a Bután.
Así, en un recorrido por las aulas de aprendizaje pudimos observar a los alumnos que aprendían ancestrales técnicas de pintura, dibujo, bordado, tallado en madera o escultura.
Sus trabajos se ponen a la venta en una pequeña tienda a precios realmente buenos y recomiendo aprovecharlos, ya que la calidad es muy alta.
Para ser considerados aptos, los estudiantes deben pasar aquí entre 4 y 6 años, con lo que conseguirán su título de oficiales en artesanía.
Siguiendo con las artes tradicionales del país fuimos a visitar una fábrica de papel artesano, la Jungshi Paper Factory
La elaboración artesanal del papel, conocida como De-zo, se remonta a los orígenes del país, ya que se empezó a practicar para que fueran escritos infinidad de textos sagrados.
En la fábrica vimos todo el proceso de su elaboración, desde el desfibrado de los tallos de las plantas Daphne y Edgeworthia, pasando por su trituración, mezcla con colas obtenidas de tuétano de hueso animal, hasta su prensado y secado.
Una de las características de este tipo de papel, aparte de su belleza y elegancia, es su resistencia natural al deterioro y al paso del tiempo, sobre todo por ser altamente repelente de termitas y otros insectos amantes de la celulosa.
Como decía, en principio, este arte nació para dar soporte a los textos religiosos, pero hoy en día el foco está puesto en la elaboración de productos que pueden ser vendidos a los turistas, como lámparas, cuadros, delicadas bolsas o papel de carta.
Para finalizar el día visitamos el mercado local de Thimphu, localizado a escasos metros del río Chu.
Infinidad de verduras, frutas, carnes, quesos, pescados, colocados a la perfección en un espacio amplio, limpio y ordenado, que invitaban a comprar. Los precios realmente económicos y asequibles, acompañados de la simpatía de los vendedores nos dieron una impresión realmente atrayente y encantadora del lugar.
A la salida del mercado este puente de madera con dos torres de mampostería a los extremos cruza el río Chu.
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