domingo, 11 de mayo de 2025

Burgos, la tierra del Cid (V) Covarrubias y Silos

 El siguiente destino es Covarrubias, que forma parte desde 2017 del grupo de Los Pueblos más bonitos de España. Aquí tengo que recalcar que es un lugar que no puede faltar en nuestro recorrido por Burgos, ya que este conjunto de preciosas casas de vigas de madera, piedra y adobe, sus murallas y los tesoros que se encuentran dentro de éstas, lo convierten en un auténtico viaje al pasado.

Entramos al casco antiguo por su acceso norte, donde se encuentra la puerta principal, que guarda desde el siglo XVI el Archivo del Adelantamiento de Castilla. El rey Felipe II encargó este precioso edificio que fue diseñado por Juan de Herrera y ejecutado por Juan de Vallejo.

La inmensa mayoría de los fondos documentales que guardaba, se trasladaron al Archivo Nacional de Simancas en el siglo XVIII, por lo que para que no quedase vacío, en el pasado siglo se instaló aquí la oficina de turismo, y en la planta superior el Museo del Libro con una sala de exposiciones.

Llegamos a la Plaza Mayor, corazón de la villa, con preciosos ejemplos de la arquitectura tradicional de la zona que parecen querer transportarnos a épocas muy pasadas. Aquí se celebraban mercados, fiestas, y otros eventos bajo la protección de los soportales que daban cobijo del sol y la lluvia, y con rústicos balcones con toscos entramados de madera.
Aún hoy sigue siendo lugar de reunión para residentes y visitantes, y lugar de todo tipo de celebraciones, aunque los bajos de las casas ahora acogen restaurantes y bares. En uno de los edificios y como edificio principal, se presenta el Ayuntamiento, adaptada su arquitectura a los usos actuales.






Callejeando, pasamos por la iglesia de Santo Tomás, edificada en el siglo XV.

Hablando de la arquitectura popular de la zona, su máximo exponente es la vivienda tradicional de Covarrubias, con la seña de identidad del entramado de madera combinado con la piedra o el barro. 
Se compone de una planta baja sobre la que se edifica una o dos plantas más de mayor tamaño, dando lugar a un saledizo o soportal que se sustenta con madera de sabina, muy resistente a la climatología de la zona.



Un ejemplo distinto es la casa del Obispo Peña, que fue arzobispo en Latinoamérica y que muestra orgullosa, en una esquina su escudo de armas.

De las antiguas murallas tan sólo queda una pequeña parte, del siglo X y de origen visigodo, al sur del casco antiguo, al margen del río Arlanza. 
No quedan otros restos, ya que en el siglo XVI, gran parte de las defensas fueron derribadas para que el aire circulara y se disipara la pestilencia de cólera que asolaba al pueblo.


Otro monumento de enorme importancia es la Colegiata de San Cosme y San  Damián, con su espléndido claustro y una iglesia de tres naves que se comenzaron a construir en 1474 para albergar los sepulcros de ilustres familias de la villa e incluso de tres Infantas de España y una de Noruega.
El templo ocupa el lugar de una iglesia visigótica anterior, concretamente del siglo VII, que a su vez fue demolida para construir una románica en el siglo XII.


Por su parte, a unos metros de la Colegiata, vemos la conocida como Casa de Doña Sancha, del siglo XV, ejemplo destacado de la arquitectura de Covarrubias, que nos muestra cómo los edificios buscan adaptarse a las condiciones del clima de la zona, ya que en su planta baja posee un amplio soportal para resguardarse de la lluvia en invierno, mientras que en su piso alto tiene una galería balconada para disfrutar del sol del verano.


Nos despedimos de Covarrubias con la imagen del Torreón de Fernán González, que fue el primer conde independiente, para controlar el paso por el río Arlanza. Vemos aquí la primera construcción defensiva castellana, ya que data del siglo X, por lo que está unido al nacimiento del reino de Castilla.

También es conocido como el Torreón de doña Urraca, ya que según la leyenda el conde encerró en ella a su hija, la Infanta Urraca de por vida por no querer casarse con el rey de León y andar enamorando con un pastor.

Actualmente, el edificio alberga una de las mayores colecciones de armas de asedio de Europa, con máquinas de guerra a escala real, grandes maquetas y gran variedad de artilugios bélicos, todos perfectamente restaurados y operativos..


Ya en el año 954, aparece el monasterio de San Sebastián de Silos, con ese nombre, en los archivos que se guardan en Santo Domingo. El árabe Almanzor andaba de conquistas por la zona y sus frecuentes ataques hicieron que el monasterio cayera en grave decadencia.

Fue en 1041, cuando enviado por el rey Fernando I de Castilla, llegó al monasterio el monje riojano Domingo Manso. Pronto se le nombra Abad y da forma al cenobio de Silos. Muere en 1073 y ya en 1076 es nombrado santo A partir de aquí no para de crecer su fama de milagrero, por lo que su tumba
 se convierte en objetivo de peregrinaciones.


La Baja Edad Media constituye para el lugar una etapa un poco oscura, pero resurge en 1512 cuando se une a la Congregación Benedictina de Valladolid, que permite añadir una muralla, un ala para la celda de los monjes, la capilla de Santo Domingo y la iglesia en estilo barroco-neoclásico.

En 1835 se dispersa la comunidad debido a la desamortización de Mendizábal, y no será hasta 45 años después que podrá volver a la vida activa, cuando en 1880 un grupo de benedictinos franceses llega a Silos y lo salva de la ruina en la que se encontraba sumido.
Desde entonces hasta hoy el monasterio ha fundado nuevas casas en Álava, Madrid o Navarra, siendo la más relevante la del Valle de los Caídos.


Se compone Silos de dos monasterios que se organizan alrededor de dos claustros, que son el medieval y el moderno, con la iglesia al norte y las habitaciones y otras dependencias al sur. En 1970 esta zona sufrió un incendio tan feroz que la redujo a cenizas e inmediatamente se acometió su restauración.


Mientras esperamos a que se inicie el horario de visitas damos un paseo por el pueblo.



Entramos al monasterio y empezamos nuestra visita por el claustro románico, centro de la vida monástica desde el comienzo.
Encontramos al norte la iglesia, donde oran los monjes, al este la sala capitular donde se reúnen, al sur la cocina y el comedor, junto con los dormitorios y al oeste la hospedería. En el claustro se pasea y se medita, rodeado del arte de los escultores y por supuesto de los jardineros.



Con dos niveles superpuestos, las fechas de construcción van del siglo XI al XII.
   

Recorremos el inferior,  donde encontramos hermosos bajorrelieves, como "La Ascensión", "La Sepultura y La Resurrección o "La duda de Santo Tomás".





Otro tesoro del claustro son los capiteles, 64 en total, repletos de sirenas, arpías, grifos, dragones y aves fabulosas, rodeados de tallos y hojas, y con gran detalle en plumas y pelo.


Mención aparte merece la Virgen de Marzo, una enorme estatua de María con el niño Jesús en estilo románico aunque con indicios de gótico. Se piensa que pudo haber formado parte del tímpano de una puerta del siglo XIII.


A unos metros frente a ella, encontramos la lauda o tapa del sepulcro de Santo Domingo, del siglo XIII, con el cuerpo yacente del santo, mostrando su báculo de abad y un libro. Dos ángeles le coronan y dos orantes suplican a sus pies.

Tesoro natural del claustro, el ciprés de Silos tiene una altura de 24,5 metros, y es uno de los cipreses más viejos de nuestro país, ya que fue plantado en 1882 por los monjes restauradores franceses al ajardinar el claustro. En principio eran 4 ejemplares, pero sólo ha sobrevivido éste al ser el que más luz solar recibe.
Es protagonista también en la literatura española, al haberle dedicado un poema el escritor Gerardo Diego, tras dormir una noche en el monasterio.

"Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño..."





Una última curiosidad antes de dejar el claustro es las columnas torsadas de uno de los pilares, que al parecer simbolizan el Árbol de la Vida.


Antes de irnos, vistamos la botica, repleta de tarros para pócimas o remedios, hornos, retortas y alambiques que nos hablan de la habilidad y curiosidad de los monjes para la elaboración de medicamentos y licores, que estuvieron a punto de perderse en el extranjero en 1927 y que fueron salvados por Juan de Aguirre.



Dejamos atrás el monasterio y enfilamos el último tramo de nuestro viaje.

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