miércoles, 3 de abril de 2013

Angkor, el corazón dormido del imperio Khmer ( y III)

 Y poco a poco nos vamos dirigiendo hacia Angkor Wat.



Bordeamos el gran lago hasta encontrarnos de frente con su grandiosidad y elegancia sin igual.

Un arcoíris quería darle incluso un halo de santidad.

Este magnífico y enorme templo, es emblema nacional de Camboya, tal y como podemos ver en su bandera. La silueta de sus cinco torres es para los camboyanos lo que las pirámides a los egipcios o el Taj Mahal para los hindúes. Y no sólo es el más grande templo histórico del mundo, sino también el más alto con sus 65 metros de altura.

Se cuenta que estas cinco torres y las otras cuatro que guardan las esquinas del recinto central, estuvieron en su tiempo cubiertas de oro. Hablando del recinto, mide 332 metros de largo por 258 de ancho, guardado a su vez por los muros exteriores de 1025 metros de largo por 800 de ancho, protegido a su vez por un foso de 1.500 por 1.300 metros...

Construido en tan sólo 30 años, se empezó a levantar en el primer cuarto del siglo XII. Aunque claro, la leyenda atribuye su construcción a los dioses, concretamente a Indra, en lugar de al rey Suryavarman II.

Poca gente sabe que el conjunto está literalmente construido sobre arena, un suelo de muy mala calidad, muy permeable al agua, lo que hace que en las estaciones de lluvia los niveles de construcción sufran cambios. Pero todo ello fue ingeniosamente subsanado por los arquitectos reales, que dieron una estabilidad al monumento cuya técnica es aún objeto de estudio, como el foso que no sólo simboliza el océano cósmico, sino que también ayuda a regular los niveles y presión del agua. Angkor Wat parece un barco de piedra que flotara sobre un suelo rebosante de agua.

Su nombre significa "Monasterio de la Ciudad", ya que en su interior guardaba una estatua de Vishnu montado sobre su Garuda que estaba tallada en el más puro oro macizo.

Según se cree el templo no solo era santuario del dios, sino que cumplía de igual manera las funciones de templo funerario para el rey. 

Uno de los detalles escultóricos que más me impresionó fue el de las apsaras, en número de 1780. Estas mujeres celestiales, con sus peinados, tocados y joyas son individualmente únicas, ninguna se parece a otra, ya aparezcan en grupos en las esquinas o en las enormes galerías.

De la época medieval datan los gigantescos bajorrelieves del nivel inferior, con escenas de batalla del Ramayana, con monos luchando contra demonios y otras escenas de la epopeya del Mahabharata.


Otros pasillos nos enseñan el cielo y el infierno, el "batido del océano de leche" y las guerras de los dioses contra los demonios.

Cada una de sus entradas, que cruzan el foso que una vez estuvo infestado de cocodrilos, está bordeada de una fila de 108 estatuas de piedra que llevan sobre sus hombros una enorme serpiente.

La ciudad fue abandonada en 1431, tras la invasión del reino jmer por parte de los tailandeses. Fue en ese momento cuando la gente dejó de recordar a los reyes que quisieron ser eternos construyendo estos monumentos de sobrecogedora hermosura.

Angkor tuvo que esperar al siglo XIX, a la llegada de los exploradores europeos, para ser redescubierta y liberada del abrazo de las raíces de higueras, caobas y ficus.

Pero aún abandonada siguió siendo lugar de peregrinaje durante siglos, mantenida por monjes de monasterios cercanos que colocaron estatuas budistas en sus salas. Todo esto hasta la llegada de Pol Pot en 1974, cuando toda religión fue prohibida.



Hoy, aparte de los turistas y los monjes que siguen viniendo a Angkor Wat, los únicos habitantes y visitantes del complejo son los millares de murciélagos que viven en las oquedades de las torres y bajo las sombras de las enormes galerías. Sus excrementos dañan las piedras en la misma medida que el viento y la lluvia, ya que hubo momentos en que eran tantos que las bandadas de millones de ellos sonaban como el viento al amanecer y al ponerse el sol. Los habitantes de los alrededores trepan por las centenarias piedras para cazarlos, ya que los han incluido en su dieta proteica.


Y llegando al final de nuestro viaje nada mejor para despedirnos de Angkor que ver una representación en vivo de los sensuales bailes de aquellas sensuales apsaras, que como si hubieran salido de la piedra de los templos, danzan para nosotros como lo hicieron para los reyes. លាហើយអង្គរ។. ¡Hasta siempre Angkor!

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