lunes, 2 de noviembre de 2015

Islas Baleares (I) Mallorca (II)

Castell de Capdepera, en lo más alto, vigilante
Al nordeste de la isla de Mallorca encontramos este pequeño pero precioso castillo, con su forma de triángulo perfecto, desafiando al tiempo. Desde arriba sabiéndose estratégico, divisa las tierras del interior, parte de la preciosa costa y el canal de Menorca que une y separa la isla grande de la pequeña.







Trepamos, más que subimos, por las empinadas escaleras que nos llevan hasta la base del castillo y tras franquear la entrada esperamos en un punto concertado la llegada de nuestra guía ( incluida en la tarifa).







Vamos recorriendo la fortaleza, que se levanta sobre un terreno en el que ya dormían los pobladores de época prehistórica, los romanos, los musulmanes y finalmente los cristianos, que dieron empaque y potencia a la primitiva alcazaba.





Su importancia creció cuando se convirtió en el lugar donde se firmó el tratado de paz más antiguo de la historia, entre los musulmanes y el rey Jaume I; fue este rey, el que mandó a levantar las actuales murallas del castillo, convirtiendo su interior en un pueblo fortificado, como podemos ver en las fotos, donde se aprecian los muros de las pequeñas casas.

Y menos mal, porque los piratas no se andaban con chiquitas, y aprovechaban cualquier resquicio en el sistema defensivo militar para desembarcar, asaltar, saquear y capturar todo lo que podían abarcar en sus rápidos ataques. Por eso el interior es un entramado de callejuelas y casas de construcción muy humilde, de pequeñas dimensiones y adaptadas a las agrestes condiciones del terreno.





Poco a poco el espacio se hizo cada vez menor y el castillo tuvo que abrir sus puertas para que sus habitantes salieran y se diseminaran por las faldas de la colina. Eso significó su abandono, hasta que en 1938 pasó a propiedad municipal y con el Régimen y el ensalzamiento de las llamadas Glorias Nacionales, se procedió a su restauración, llegando a nuestros días casi intacto.



Una torre de defensa que fue molino, una cisterna para almacenar agua en épocas de sequía, una casa del Gobernador que hoy es el Museu de la Llata y sobre todo la iglesia gótica de Nuestra Señora de la Esperanza o de la Niebla, ya que según cuenta la leyenda ante un inminente ataque berberisco, la virgen cubrió el pueblo con un manto de niebla y los
piratas pasaron de largo sin verlo.








Un lugar lleno de historias y leyendas.
Cala Torta, la cala escondida
También llamada s'Aduaia, esta pequeña playa, que se encuentra a tan sólo 10 kilómetros de Artá, suele pasar desapercibida para el visitante si no se tienen referencias de otros viajeros o simplemente si no se es mallorquín. Por eso, este bello arenal escondido entre montes de tomillo, lentisco y algunos pinos se mantiene más virgen que las vecinas calas de Mesquida o la más famosa de Ratjada.



Tras dejar el coche en un aparcamiento improvisado, bajo la sombra de los árboles, echamos a andar y tras varias decenas de metros llegamos a las dunas que son la antesala de sus aguas limpias y cristalinas. Nos advirtieron que es una cala muy asilvestrada, ventosa hasta más no poder. Pero Eolo fue clemente con nosotros y apenas nos regaló una suave brisa que suavizó el calor de mayo y nos hizo disfrutar aún mas del refrescante baño.


Embarcaciones que fondean en sus apenas 5 metros de fondo arenoso, aficionados al buceo, un par de niños y algún que otro nudista eran los afortunados bañistas que nos acompañaban en la preciosa mañana mallorquina.
Servicios no tiene muchos, apenas un chiringuito de playa desde donde surgían aromas a mar pasado por la plancha y desde donde nos llamaban helados vasos de cerveza que los visitantes consumían a destajo. También dispone de un puesto de socorrista, que en aquellos momentos estaba en horas bajas de actividad debido al escaso flujo de turistas y foráneos.
Aconsejo subir al promontorio que está a la derecha de la playa para conseguir una panorámica casi aérea del fabuloso rincón, y respirar una brisa marina que llega hasta el último de nuestros alvéolos.


Debido a la disposición morfológica y exposición a los vientos de esta playa, se debe prestar atención a las condiciones meteorológicas que desaconsejen el baño y fondeo de embarcaciones.


Iglesia de la Transfiguración, la reina de la colina
Dominando el precioso pueblo de Artá, más bien ciudad, se encuentra esta preciosa mole que se enseñorea desde 1573 de la colina de San Salvador. No pude ver su interior, del que seguro que acertadamente presumen los artanenses; pero me hice una idea aproximada de los tesoros que debe guardar tan sólo viendo su imponente exterior.


Recios muros, que la hacen parecer un castillo, altura suficiente para impresionar a cualquiera que se atreva a mirar arriba y admirar su original galería lateral o la fachada que encara al pueblo y que es su carta de presentación.






Y el lugar, un mirador que ya quisieran para sí otros pueblos de la isla, de panorama inabarcable y accesible sólo por las callejuelas que parten del centro del pueblo y llevan a la plaza que se abre ante ella y de la que a su vez surgen escalinatas hacia el calvario que lleva al templo de la Virgen de San Salvador.
Un suelo decorado en guijarros de colores que representan al Cordero y unas interminables cuestas que trepan a lo alto de la colina completan el catálogo de curiosidades que completan esta visita a la iglesia.
Iglesia de San Salvador, la colina de los apestados
Partimos desde el centro del pueblo, o desde la iglesia de la Transfiguración si hemos decidido parar a tomar aire y admirar esta joya gótica, y emprendemos la subida de la trascendental escalera en piedra de 180 peldaños que ya subió ( en otro estado, supongo) el rey Jaime I tras conquistar los últimos territorios musulmanes de Mallorca.




Precisamente este era uno de ellos, de los más importantes, llegando incluso a albergar una fortaleza de gran importancia y una mezquita. Precisamente sobre sus restos, se levantó el castillo de San Salvador en el siglo XIII, y en su interior el santuario de la Virgen del mismo nombre, aunque el templo actual no es el original, quemado para evitar el contagio de la peste cuando fue usado como hospital en el siglo XIX.





Así que el que vemos no es el original, sino el posterior que no deja de tener su encanto, sobre todo porque alberga la preciosa talla medieval de la Virgen. Un corto paseo por el santuario nos permite vivir más de cerca la devoción que se le rinde a la virgen, demostrada en la habitación adyacente a la nave, repleta de exvotos y mensajes de agradecimiento.

En el recinto de la muralla, de unos 90 metros de ancho, encontramos un delicioso mirador que casi en 360º nos da una imagen global del municipio e incluso si el día está claro, del litoral.



Tejados, possessions ( haciendas), campos de cultivo inmensos y verdes, colinas agrestes, y una luz especial parecen rendirse ante nuestros ojos mientras admiramos las bellezas que nos regala Artá.
Cala Ratjada, de puerto de pescadores a núcleo turístico
Cuesta creer que antes del boom turístico, esta pequeña cala fuera sólo un puerto de pescadores y lugar de veraneo para los habitantes del municipio de Capdepera y alrededores.

De su pasado aún podemos observar cómo algún persistente pescador se afana en reparar sus redes con habilidad artesanal, pensando mientras lo hace que quizá sea el último que pierda su precioso tiempo en hacerlo. Desde el paseo, es observado por los turistas y veraneantes que ven en él algo típico, casi un souvenir visual de la antigua Mallorca.



Nostalgias aparte, es un placer dejar el coche a la entrada del pueblo-ciudad y bajar hasta el muelle, donde más que barcas de faena, lo que encontramos son motoras y pequeños yates. El agua sigue cristalina, orgullosa de mostrar un fondo blanco salpicado de arena y rocas, pequeños peces y crustáceos que se resisten a dejar su hábitat en manos de los depredadores humanos.





En los restaurantes del paseo el pescado es exquisito y abundan las heladerías de tipo italiano que nos regalan frescos y dulces momentos para recordar nuestro paso por Cala Ratjada.
Faro de Capdepera, el gigante del este
En la segunda mitad del siglo XIX, y debido al frecuente paso de embarcaciones que transitaban la zona en su camino a Menorca o provenientes del sur de Francia, se decidió sustituir un viejo faro ya muy achacoso por una flamante y nueva torre de luz. En 1861 para ser exactos, comenzó a funcionar el actual punto de referencia para los navegantes que aún hoy son sorprendidos por la noche en la cercanía a la costa y que gracias a sus destellos veían sus vidas a salvo.


Aceite de ballena, vapor de petróleo y electricidad fueron su alimento durante lo que hasta hoy ha sido su vida y su situación y el valor de los fareros que se han encargado de él lo han convertido en un auténtico héroe del mar, tal y como ocurrió muy poco después de su inauguración, cuando debido a los fuertes vientos que sacuden la zona, así como las lluvias torrenciales que provocan auténticos estragos, salvó la vida a un numeroso grupo de barcos, por lo que sus encargados fueron condecorados con la Cruz de la Beneficiencia.



Hoy en día, aparte de su función señalizadora, es un imán para aquellos que quieren tener una panorámica diferente de la zona y sus acantilados, aparte de que el faro presume de una fotogenia muy particular, sobre todo en los días en el que resplandece bajo el cielo azul balear.

Cala Aguila Beach tranquila y sosegada
Muy cerca de Capdepera, apenas a dos kilómetros de distancia encontramos, casi por casualidad, esta cala o mas bien playa ( por sus grandes dimensiones) que no es solamente lugar de esparcimiento y solaz para bañistas y veraneantes, sino que desde 1991 forma parte del Área de Especial Interés conformado también por Cala Ratjada, Moltó y Mesquida. Afortunadamente, el nombramiento llegó justo a tiempo de que se empezara a plantear la urbanización de la zona por alguna multinacional muy avispada. Gracias a eso la costa se ha conservado prácticamente virgen habitada por frondosos arbustos y sobre todo por grandes ejemplares de pino mediterráneo, que proporcionan una agradable sombra y evitan el desplazamiento de la arena y la degradación de la playa.




Otra característica es que la anchura media de la playa es de 10 metros pero puede crecer o menguar dependiendo de los vientos y las mareas, lo que hacen de ella un entorno vivo y cambiante a conservar.



El rincón dispone de un chiringuito bastante animado donde suelen acudir turistas italianos, sobre todo al caer la tarde cuando la luz transforma la playa y la hace brillar como el oro.

Playa de Es Port ,la playa del puerto
Arena blanca, mar plácido y calmo, todos los servicios a dos pasos... La playa del puerto de la Colonia San Jordi tiene todo lo que una playa urbana debe y puede tener.


Primero por su localización, al abrigo de vientos y tempestades que pudieran sacudir la zona gracias a estar protegida, como su muelle por una ensenada natural, que no impide que su agua cristalina y limpia se renueve continuamente. Segundo por la limpieza de su arena, mantenida diariamente por los servicios de limpieza de la Colonia que cuidan y miman su playa como si de una hija se tratara, sabedores que forma parte de su riqueza económica y natural. Tercero, el hecho de estar justo al borde del paseo que recorre la costa de la colonia, la hace totalmente accesible a todo tipo de bañistas, incluyendo los discapacitados, que gracias a su suave pendiente pueden disfrutar de los beneficios del sol y del mar con total tranquilidad.
La tranquilidad la dan también los socorristas que cuidan desde un extremo de la cala de que todo marche bien y que no se produzca ningún accidente o imprudencia.
Finalmente, para quien quiera atreverse a salir de la playa, a dos pasos se encuentra el embarcadero desde donde parten las excursiones a la cercana isla de Cabrera, por lo que aparte de pasar un día de playa podemos disfrutar del placer de acercarnos a una de las reservas naturales más hermosas de Europa.
Por eso digo que Playa Es Port lo tiene todo....¿No creen?

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