martes, 2 de agosto de 2016

La Costa Azul (II). Saint Tropez.

Es difícil hablar de Saint Tropez sin nombrar el lujo y el estilo que destila cada una de sus esquinas. Desde que ponemos un pie (o una rueda si llegamos en coche) en el primer metro cuadrado de la 'ville', ya nos empapamos de algo diferente: una reunión de Porsche con más de 1.000 vehículos en carpas donde los propietarios que pertenecen a ese selecto club se deleitan con champagne y caviar, o los maravillosos millonarios desocupados que toman el aperitivo en la marina, frente a sus yates, con una tripulación uniformada y lista para pasar revista. Las tiendas de las mejores marcas, las boutiques más exclusivas, se reparten por la zona que inmediatamente da al mar.

Razón tiene la prensa al decir que no se deja de sonar año tras año como uno de los lugares de vacaciones para VIPS más famosos, no solo de Francia, sino de todo el mundo. Además de sus paisajes, colores y naturaleza, la exclusividad que ofrece a sus visitantes es el mejor reclamo para que sigan apostando por este rincón de la Costa Azul.

Es una pena que una ciudad como Saint Tropez, rica y famosa, de la que se habla año tras año, no dedique un poco más de inversión en mantener sus joyas arquitectónicas. La Ciudadela, la vieja fortificación que corona la colina de Saint Tropez, permanece a la espera de que alguien se dedique a invertir en su infraestructura, mirando con envidia y desde lo alto a los pulcros y despreocupados decorados del centro de la ciudad.
Ya de por sí la subida llama la atención. Si quieres un poco de aventura y acercarte a las murallas andando, en vez de subir en coche por la carretera asfaltada, la sorpresa son una centena de escalones excavados en la arena y cubiertos con tablas. Tienen su encanto, también, lo reconozco. Arriba sólo nos queda rezar porque sea uno de los días en los que la fortaleza abre a los visitantes. No fue mi caso, por lo que me tuve que limitar a ver el patio de entrada y rodear las murallas para disfrutar de las vistas. Según parece, aunque hubiera estado abierta sólo hubiéramos podido visitar un par de dependencias, ya que las demás están en obras.

Una pena, porque esta fortaleza es célebre por ser uno de los bastiones de defensa más efectivos contra los piratas berberiscos.
Pero bueno, el esfuerzo valió la pena y la vista compensó el cierre. La bahía de Saint Tropez es un regalo para los ojos de un valor incalculable.





Bajando por la izquierda llegamos al cementerio marinero.



¡Qué marcado contraste entre el puerto y el cementerio! Situado al pie de la ciudadela, junto a la Ponche, los visitantes pueden saborear en silencio un momento en el jardín del cementerio de piedra blanca y arbustos de hortensias y tamarisco. El cementerio contiene las bóvedas funerarias de las familias que han contribuido a la reputación de la ciudad, como los Cerisola, uno de los cuales fue cónsul en Madagascar. Aquí también está la tumba de una princesa hindú, Bannou Pan Deï, la esposa del General Allard, un capitán de los húsares franceses, nacido en Saint Tropez en 1785, que más tarde formó el cuerpo de élite de los Sikhs en India. Regresaron a Francia con el fin de garantizar una educación cristiana para sus hijos, aunque el General volvió a la India poco después, para completar a su misión. Allí murió en 1839 y está enterrado en Lahore. Su esposa vivió en Saint Tropez  hasta 1884, donde descansa su cuerpo, lejos de su marido y su tierra natal. Sin embargo la tumba más visitada es ciertamente la de Eddie Barclay. Su lápida discreta pasaría desapercibida si no fuera por los LP descomunales que la adornan, grabados con los nombres de los músicos que se produjo a lo largo de su carrera.

Sin embargo, y a pesar de tanto glamour desmedido que prima en la ciudad costera, el cementerio es fundamentalmente última morada de gente sencilla, del pueblo, aunque eso sí, mezclada con algún héroe de la Primera y Segunda Guerra Mundial, alguna princesa enamorada de la luz del sur de Francia...
Por supuesto que también cuenta con miembros de las familias preeminentes de Saint Tropez, oficiales legendarios que lucharon en la India o en el Marne.

Pero aparte de esta mezcolanza, las tumbas llaman la atención por los adornos; los mencionados cds de acero por aquí, un casco de moto del mismo metal por allá, un fusil por acullá... Pero con un distintivo en común: coronas y ramos de flores hechos de porcelana y pintados en colores vivos y brillantes. No se si por moda, porque las flores no duran o por simple comodidad. Eso sí le dan ese toque adicional de impasibilidad y eternidad que el lugar requiere.
Aunque no podemos dejar de imaginar el lugar ocupado por una preciosa playa en lugar del camposanto. Suerte que tienen algunos...





Fue Brigitte Bardot con la película ‘Y Dios creó a Eva’, quién puso de moda Saint Tropez. Desde entonces, la historia de la ciudad ha estado ligada al glamour de las celebrities que disfrutan del sol, la gastronomía de la zona y las fiestas que en ella se organizan. Kate Moss, Paris Hilton, Penélope Cruz, Leonardo DiCaprio, Naomi Campbell, Elton John, Johnny Hallyday, Jack Nicholson, Johnny Depp, Bruce Willis, Flavio Briatore, el emir de Qatar o Roman Abramovich, son algunos de los personajes que se dejan ver cada verano por sus calles.
Calles que se mantienen impolutas, como si pasara el mayordomo del algodón cada cinco minutos. No se ve ni una brizna de polvo, ni una colilla. Nada.



Desgraciadamente las iglesias estaban cerradas, aunque era domingo por la mañana, lo que daba la sensación de que todo era un decorado.
De cualquier manera el mero hecho de pasear por sus calles es un lujo que hay que disfrutar con calma y tiempo.




Andar por las calles pulidas de tanto paso, de tanta lluvia y de tanto sol...







La famosa iglesia de la Misericordia, con su torre de mosaicos.

Y la iglesia de Saint Tropez, emblema de la ciudad y su silueta más característica.

A la salida del pueblo, ya volviendo a Toulón disfrutamos sin querer de una exhibición aérea que formó una cola kilométrica...

No hay comentarios:

Publicar un comentario