viernes, 1 de marzo de 2013

España. Un paseo por Castilla y León (I)



Comenzamos nuestro paseo por tierras castellanas a lo grande, deteniéndonos en primer lugar en Salamanca, la capital del Tormes, que presume de las torres de sus catedrales e iglesias como si fueran árboles de un bosque de dorada piedra. Salamanca es monumental, esplendorosa, bella y sobre todo, y aunque parezca extraño, joven, ya que se nutre de sus universitarios y de todos aquellos que se acercan a admirarla y conocerla. Con este tour de Salamanca al completo no nos perderemos ningún secreto de la ciudad.

La casa de las Conchas
Nuestra primera parada será la icónica “Casa de las Conchas”, maravillosamente restaurada y conservada, que llama la atención por los centenares de conchas de vieira que cubren la totalidad de sus lados y la riqueza ornamental de sus puertas y ventanas.



Por un lado se cuenta que Rodrigo Arias de Maldonado perteneció a la Orden de Santiago, y quiso que todos sus vecinos y visitantes de la ciudad supieran de su militancia en la sagrada y caballeresca congregación, y por otro, más romántico, se dice que simboliza el amor conyugal entre los condes de Benavente, cuyo escudo de armas muestra diez de estas conchas.



Sea como fuere, pasando al interior de la vivienda, casi fortificación, después del éxtasis ornamental de los muros exteriores, encontramos un remanso de paz creado alrededor de un patio formado por dos preciosas galerías, decoradas con gran detalle y esmero, y que actualmente alberga una biblioteca pública.



Hay leyendas que cuentan que bajo una de las conchas se encuentran escondidas las joyas de la familia, y que serán del que las encuentre, y otra cuenta que debajo de una de ellas hay una moneda de oro de inmenso valor… Quién sabe…

La universidad de Salamanca.
Todos los visitantes que se acercan hasta la universidad para admirar su fachada, y digo todos sin excepción, dedican los primeros minutos de contemplación a un antiguo juego que desde siempre ha tenido lugar ante las vetustas filigranas del edificio.



Se trata de intentar encontrar una rana escondida entre tanto vuelo y revuelo de figuras, plantas, reyes, caballeros y ángeles. La mayoría se da por vencida, pero algunos, sobre todo los que ya van sobre aviso, logran encontrar la rana sobre uno de los cráneos mondos y lirondos que se encuentran sobre la columna de la derecha. Supuestamente, el hallazgo le otorgará suerte en la vida, tal y como se la ha dado a lo largo de los siglos a los estudiantes novatos que acudían en sus primeros días de universidad a la búsqueda del batracio.

Pero la fachada tiene un valor mucho mayor, el que le otorga el simbolismo que la cubre en su totalidad. Aparte de un homenaje incondicional a la monarquía, el intrincado labrado refleja una alegoría a los vicios y las virtudes que se eleva sobre dos puertas que representarían la entrada al conocimiento pero también a la soberbia.
Por toda la superficie campan a sus anchas animales mitológicos, máscaras y figuras de toda clase, entre las que se encuentran las famosas calaveras, y cientos de figuras y símbolos que hacen que el tiempo pase casi sin darnos cuenta.
Pero la universidad es también el precioso patio de Escuelas, que se encuentra frente a la fachada y donde encontramos una estatua del insigne Fray Luis de León.

Alrededor del patio y sobre todo sobre los arcos podemos ver unas curiosas pintadas, son los llamados vítores, que surgieron para recordar a los alumnos que conseguían doctorarse, y más tarde se usaron para recordar a las insignes personalidades que visitaron la universidad.

Pasando al Patio de Escuelas Menores, lo encontramos rodeado de varias dependencias, entre las que destaca el Museo Universitario, en él se esconde uno de los mejores y mayores tesoros artísticos de la Universidad: El Cielo de Salamanca, el único fragmento que se conserva de las pinturas murales que decoraban la bóveda de la antigua biblioteca de las Escuelas Mayores. En el Cielo están representados varios planetas, diversas constelaciones y cinco signos del zodiaco.



Nos acercamos al río Tormes para tener una perspectiva diferente de la ciudad y su casco antiguo. Desde el puente milenario, que se remonta a la ocupación romana, iniciamos una pequeña ruta que nos llevará hasta la catedral.



Por el camino vemos interesantes puntos que llaman nuestra ávida curiosidad, como la Casa de Lis, una preciosa mansión que en sí misma es una obra de arte, y que alberga el Museo Art Noveau y Déco. Hay una interesante visita guiada por la Casa de Lis y el Convento de San Esteban que nos muestra lo mejor de ambos sitios.


El Huerto de Calixto y Melibea, donde cuenta la tradición salmantina que tenían lugar los encuentros amorosos de los protagonistas de La Celestina.


Y así llegamos a los pies de la impresionante catedral.



Son varios los edificios que componen el conjunto catedralicio, pero nos vamos a centrar en dos de ellos, la Catedral Nueva y la Vieja.



La primera de ellas, que mezcla el gótico tardío con elementos renacentistas, nos regala las delicadas imágenes de sus portadas y una torre que tuvo que ser casi levantada de nuevo porque el terremoto de Lisboa de 1755 le afectó gravemente. Su interior, de tres naves, puede ser recorrido gracias a unas anchas galerías que nos va mostrando las capillas laterales que como cuentas de un collar rodean una cúpula que alcanza los 80 metros de altura.



Entre las curiosidades que atesora el templo, encontramos la llamada Capilla Dorada, completamente cubierta por más de 100 pequeñas tallas religiosas, que parecen darle aire de museo, más que de rincón para la oración, o la Capilla del Cristo de las Batallas que guarda un crucifijo románico que se dice que perteneció al Cid. En la siguiente foto, reto a mis lectores a encontrar el astronauta...



Si nos vamos a la Catedral Vieja, de estilo románico, veremos que su joya más destacable en el exterior es el cimborrio, de aires orientales, mientras que dentro, inundado por una luminosidad poco frecuente en los templos románicos, encontramos un precioso retablo que cubre la Capilla Mayor y que narra la vida de Cristo y la Virgen María.





Y seguimos con los templos que van salpicando nuestro camino por la ciudad de Salamanca. El convento de San Esteban de los Dominicos que lleva habitado por monjes ininterrumpidamente desde el siglo XIII, es la obra cumbre del plateresco salmantino y sin duda su hermosa fachada, a modo de gigantesco retablo en piedra y cuajada de imágenes de santos, medallones y adornos intrincados es ejemplo de ello.

Dentro, hay que recorrer despacio el Claustro de los Reyes, que combina sabiamente los estilos gótico y renacentista, con delicados relieves que nos cuentan sus historias como lo hicieron para los visitantes que se acercaron a ella durante siglos. Cuenta el convento con un panteón de los Teólogos, donde descansan aquellos frailes que destacaron por sus reflexiones sobre Dios y sus obras, y una maravillosa escalera, la de Soto, que nos lleva al piso superior.












Pero quizá de todos sus rincones me quede con la amplia y altísima sacristía, barroca y excesiva, pero al tiempo sobria y luminosa.



Y dejamos atrás la ciudad universitaria para ir recorriendo los pueblos que conforman Castilla y León.
Nuestra primera parada será la noble villa de Alba de Tormes, y digo noble porque su señorío y ducado la unió a la familia que tantas grandezas de España acumula, y le otorgó fueros y privilegios que la posicionaba por encima de muchas poblaciones que hasta entonces tenían más derechos y riquezas que ella.
Luego llegó Santa Teresa de Jesús, y el destino quiso que muriera entre los muros de uno de sus conventos, donde aún reposa su cuerpo.
Entre sus muchos atractivos culturales, destacan varios templos, como el de Santiago, que presume de ser la iglesia de más antigüedad de la villa, con su arquitectura románica y mudéjar, y que fue hospital para los peregrinos de Santiago.



O el rincón más teresiano de Alba, el convento de las Carmelitas, fundado por la santa en 1570, cuyos restos (no me atrevo a decir cuantas partes, ya que fue varias veces fragmentado para saciar las ansias de reliquias de varios mandatarios) descansan junto al altar mayor en un precioso cofre de mármol jaspeado. Aparte, el edificio ofrece un pequeño recorrido que incluye la reconstrucción de su celda y varios relicarios.

Seguimos camino, deteniéndonos en El barco de Ávila.
Su pequeño pero elegante y bien conservado castillo de Valdecorneja, domina la población y el río desde un cerro. Por supuesto que como muchas otras fortalezas de esta zona, éste de El barco de Ávila también fue posesión de los Duques de Alba, que levantaron una maciza torre del homenaje para luego guardarla con torreones redondos y poderosos.


Podemos acercarnos también a la Iglesia de la Asunción, que mezcla románico y gótico y cuenta con una torre de defensa.


Nos despedimos de la población visitando el puente medieval, con ocho arcos desiguales. Tras las guerras napoleónicas fue reconstruido, aunque solo en parte, ya que no volvió a levantarse una imponente torre de defensa que guardaba el centro del puente y que arrasaron las tropas del emperador en su retirada.


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