Otro punto interesante es la capilla y museo de Sainte Marguerite Bourgeoys, localizado en el corazón del Viejo Montreal.
La santa vivió entre 1620 y 1700, fundando la congregación de Notre-Dame y la primera escuela de la ciudad de la que fue profesora.
La capilla original tiene su origen en 1655, aunque fue destruida por un incendio en 1754. La actual se construyó en 1771.
Hoy, el recinto nos invita a viajar en el tiempo, para descubrir la historia de la santa cuyos restos se encuentran en el lado izquierdo de la capilla.
También el lugar es recinto arqueológico, ya que se han encontrado vestigios de los asentamientos de las Primeras Naciones que se remontan a 2.000 años atrás e incluso restos de la primera empalizada de madera que en su día protegió Montreal.
A tiro de piedra nos sale al paso el magnífico Marché Bonsecours, inscrito en la lista de los diez edificios patrimonio mas hermosos de la nación.
Con una larga historia de comercio, el mercado tuvo incluso un muelle propio para que atracaran los barcos en los que llegaban los mejores y más frescos productos.
El edificio actual de 1847 empezó como lugar de comercio para los agricultores de la zona y poco a poco fue aumentando su oferta.
Hoy en día este precioso ejemplo de estilo neoclásico con un frente de columnas dóricas y una cúpula plateada que destaca en toda la ciudad, ha cambiado su función e incluye varios restaurantes, tiendas, e incluso una sala de conciertos.
Un poco más adelante, por la misma calle llegamos a la Plaza Jacques Cartier, que fue y es el lugar de reunión favorito de los habitantes de Montreal, ya sea para sentarse en una terraza al aire libre, disfrutar de un concierto o de los espectaculares adornos navideños.
Aquí la oferta artística parece interminable, con una enorme cantidad de pintores, músicos, retratistas y artesanos que venden todo tipo de obras.
Pointe-á-Callière marca el lugar exacto donde se fundó la ciudad en 1642 protegida por el fuerte Ville-Marie y al mismo tiempo saca a la luz restos de los primeros pobladores que se remontan a 4.500 años.
El Teatro Centaur ocupa la antigua sede de la Bolsa de Montreal, en un edificio de 1903. Se representan aquí muchas obras de autor y teatro de ensayo, convirtiéndolo en foco del teatro experimental.
En una de las esquinas de la calle encontramos el British Empire Building, una vez Banco de Canadá y hoy reciclado como edificio de apartamentos y cafetería.
Y entramos al Barrio Chino por la Rue Gauchetiére.
Esta animada parte de la ciudad nació en la década de 1890, cuando varios miembros de la comunidad china que había crecido por los inmigrantes que acudieron a Canadá para trabajar en el ferrocarril, decidieron abrir tiendas, restaurantes y lavanderías en esta parte de la ciudad.
Esta calle por la que paseamos fue remodelada en 1980, haciéndola peatonal y ampliando los servicios del barrio y añadiendo el Centro Comunitario Católico Chino, viviendas con bajo alquiler y el primer hospital totalmente chino del país.
El corazón del barrio es la Plaza de Sun Yat Sen, que lleva el nombre del padre ideológico de la China moderna.
Para su construcción se trajo a artesanos y paisajistas desde Shanghai, y su principal atractivo es el Pavilion, una estructura tradicional china con vigas decoradas y exótico tejado que hoy sirve de tienda de recuerdos.
Uno de los puntos más fotografiados de Chinatown es el espectacular Arco Norte, que marca uno de sus límites.
Montreal está situada en mitad del curso del río San Lorenzo, curso natural del agua que desde los Grandes Lagos se dirige al Atlántico. Este aporte extra de humedad, junto con la gélida corriente del Labrador y los fuertes vientos procedentes del Polo Norte, hacen que la ciudad sufra inviernos de auténtico rigor extremo.
Por eso se ideó toda una ciudad subterránea que permitiera a los habitantes de la ciudad llevar una vida relativamente cálida.
32 kilómetros de galerías y corredores conforman la Ville Souterraine de Montreal que ocupa una superficie de doce kilómetros cuadrados.
La idea nació en 1962, con la creación de la red de metro y por ella transita más de medio millón de personas a diario.
Casi 200 puntos de acceso tiene este entramado de calles y pasillos subterráneos que hacen que los habitantes de la ciudad pueden ir de un lado a otro protegidos del frío. la lluvia o la nieve- y que tuvo su origen en Ville-Marie, el distrito más importante de la ciudad. Las vías peatones discurren bajo edificios emblemáticos como la catedral, el Centro Eaton que antes vimos, el complejo Desjardins o el antiguo hotel Cours Mont-Royal.
Pero no nos imaginemos la red como puro pasillo de tránsito, ya que a su alrededor y siempre bajo tierra hay una cantidad casi infinita de tiendas, restaurantes, salas de concierto, museos e incluso una universidad. En Desjardins, por ejemplo, podemos deleitarnos con comida de todos los rincones del planeta, desde delicias nacionales a especialidades, griegas, tailandesas, chinas, libanesas o peruanas.
De nuevo en la superficie, pasamos, ya de noche por la Plaza de Las Artes, con el espectacular Théâtre Maisonneuve...
La Plaza Philips...
Y el edificio del Comité Olímpico Canadiense, que en lo alto de sus 35 pisos luce el logo del las Olimpiadas inaugurado en 2015.
Y hasta aquí nuestro recorrido por el Este Canadiense, ya que por la mañana daríamos el "Salto", que nos llevaría directamente al Oeste del país.
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