Y seguimos adelante hasta el lago salado de Chott el-Jerid, de 5.000 kilómetros cuadrados y que se encuentra muy cerca de la frontera con Argelia.
Según los científicos, hace unos mil años estaba unido al Mar Mediterráneo a través del Golfo de Gabes, según lo demuestra la gran cantidad de fósiles encontrados en la zona.
En verano se puede llegar a alcanzar los 50º durante el día y la altísima salinidad hace que no exista vida vegetal en el lago, dándonos la sensación de estar en otro planeta.
La producción de sal es la principal riqueza de la zona, obviamente aunque también el rodaje de películas como "Star Wars, Una nueva esperanza" y la venta de las famosas rosas del desierto, formaciones rocosas hechas por naturaleza usando yeso, agua, arena y sal.
Llegamos al oasis de Tozeur, que con sus más de 200.000 plantas está rodeado de 200 manantiales que forman un auténtico río que alimenta toda la superficie del vergel.
Durante el recorrido nos explicaron todas las fases del cultivo de las palmeras datileras, incluida su recolección.
Muy cerca, desde Meltaoui, sale el histórico Lagarto Rojo, un tren de principios del siglo XX que los franceses regalaron al gobierno tunecino para uso oficial, pero que acabó llevando visitantes hasta lugares de otro modo inaccesibles.
Como la garganta de Selja, a la que se llega después de bordear peligrosos desfiladeros y adentrarnos en las montañas por túneles que parecen no tener fin. Por fin llegamos a este precioso desfiladero que según se cuenta, fue hecho con su espada por un guerrero que quería que fuera el lecho nupcial de su amada.
Nuestro siguiente oasis será el de Nefta, un auténtico paraíso donde crecen más de 200.000 palmeras, olivos, naranjos, limoneros e higueras y bajo ellos toda una variedad de verduras y hortalizas.
Seguimos ruta hacia Chebika, cuyos manantiales surgen de las montañas y van a parar a una garganta encajada entre las rocas que guardan el lecho del río.
Si seguimos su curso podemos remontar la garganta hasta llegar a varias cascada e incluso una presa cuya agua riega el oasis localizado más abajo.
El pueblo, que en sus tiempos se llamaba Ad Speculum, ya que era posesión romana, fue construido en piedra y tierra y está colgado del flanco de una montaña, aunque hoy de aquel pueblo sólo quedan las paredes y la población se ha mudado cerca, en cómodas y modernas casas.
Y nos vamos a Tamerza, atravesando un paisaje de picos erosionados y cañones. Otro emplazamiento romano, de casas construidas en pisé, es decir tierra arcillosa prensada con piedras y paja, y que también se abandonó, esta vez por causa de una fuerte riada.
Cerca se encuentra el oasis de montaña de Midés, a escasos kilómetros de la frontera con Argelia. y que se encaja en un desfiladero con paredes de roca de hasta 50 metros de altura.
Nuestro siguiente destino es Sbeïtla, ruinas romanas que ocupan gran parte de una inmensa llanura, y que fue fundada en un cruce de carreteras junto a una fuente de la que manaba abundante agua.
Al foro se entra por una monumental puerta, que va a dar a una enorme plaza adoquinada rodeada por un muro de 4 metros de altura. Junto a ella los templos de Júpiter, Juno y Minerva.
Tras ser abandonada por los romanos, fue ocupada por la comunidad cristiana, que levantó varias iglesias como testimonia esta pila bautismal en mosaico.
Teatros, termas, anfiteatros, acueductos y un museo, completan la vista general del sitio arqueológico.
La última parada del viaje es Kairouan. Nacida de un campamento militar, no tardó en convertirse en el lugar más santo del país, con una enorme proliferación de mezquitas, zauias y diversas instituciones religiosas. El viajero se detiene precisamente a visitar los lugares sagrados, como la Gran Mezquita.
Lo primero que destaca es su alminar, con 35 metros de altura, macizo y elegante, con aspecto de fortaleza. De planta cuadrada y tres pisos se remonta al siglo VIII.
El patio, claro y enorme, está pavimentado en mármol blanco y rodeado de un pórtico de columnas de piedra y puertas de madera.
Los trabajos artesanos en madera son increíbles.
En el centro del patio destaca un reloj solar sobre plataforma.
Y fuera encontramos un cementerio de tumbas blancas, en el que algunas estelas copian la forma del alminar de la Gran Mezquita.
Cerca encontramos la Zauía de Sidi Sahab, conocida también como Mezquita del Barbero, ya que Abu Dharma, uno de los compañeros del profeta acostumbraba a llevar consigo tres pelos de la barba de Mahoma como símbolo de veneración.
En el patio destacan los azulejos de tipo tunecino y la decoración de estuco.
Y el patio de la madraza con sus elegantes arcos y columnas de estilo bizantino.
Y salimos de la medina por esta calle que va a dar a la Puerta de los Mártires.
Que va a dar a los zocos.
Y cerramos el viaje visitando el Estanque de los Aglabíes, que en realidad son dos. Me explico: El estanque en sí es un depósito de agua al aire libre en forma de polígono de 48 lados, con un diámetro de 128 metros. Se supone que el pilón central sostenía un pabellón de reposo para el emir.
A su lado, se encuentra un segundo estanque, con funciones de decantación y con una medida de 38 metros de diámetro y comunicado con el principal. El agua provenía de un acueducto que traía el precioso líquido desde el gebel ech- Cherichera.
Hoy en día ambos siguen cumpliendo parte de su función, sobre todo como depósitos de agua para regadío y piscina no oficial para los habitantes de los pueblos cercanos.
Con estas refrescantes imágenes nos despedimos de Tunez, donde la luz parece brillar más intensa sobre los oasis y da luz a sus misterios y a su magia. وداعا تونس , Hasta siempre Tunez!
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