jueves, 2 de enero de 2014

Gran Canaria Wellness & Natural Blog Trip (II)

Gran Canaria Natural & Active, nos regaló una preciosa jornada en contacto vivo y directo con la naturaleza en pleno corazón de Gran Canaria, concretamente en Firgas.
Citados en la capital de la isla, un autobús nos llevó hasta el centro de Firgas y antes de empezar la jornada senderista tuvimos la oportunidad de conocer el Molino del Conde.




El Molino de Firgas o del Conde, es un molino de gofio, alimento tradicional canario desde la época aborigen, que funciona gracias a la fuerza del agua.
Es el más antiguo de las islas Canarias todavía en uso: su construcción data del año 1517 y aún sigue moliendo gofio. Se encuentra situado en el centro de la villa, junto a un parque y sobre la acequia de la Heredad de aguas de Arucas y Firgas.






En el siglo XVI, Firgas era un pequeño asentamiento que crecía al amparo de un ingenio de azúcar. La incipiente población necesitaba un molino para disponer de harina, más exactamente: gofio (el alimento básico en la dieta campesina en Canarias). Por eso, el Condado de la Vega Grande promovió la obra de construcción de este molino hidráulico. Para mover sus ruedas, usaba el agua de la Heredad de Firgas y Arucas.




Durante siglos, varias generaciones de molineros han tenido en sus manos la explotación de esta obra hidráulica. Sin embargo, en los años noventa del siglo XX, el conjunto (edificio del molino, vivienda del molinero) se encontraba en ruinas: entre 1959 y 1994 permaneció cerrado y abandonado. El Ayuntamiento de la Villa de Firgas lo adquirió ese año. Lo restauró y hoy, cinco siglos después de su construcción, funciona perfectamente. La vivienda del molinero sirve como sede a la Oficina de Información Turística; el molino sigue activo y recibe visitantes que desean conocer el proceso de elaboración del gofio.




Desgraciadamente en el momento de la visita el molino estaba cerrado, así que tendré que volver para visitar el interesante corazón del molino.
Después de haber abierto boca nos dirigimos ya a disfrutar de la Naturaleza.
Nuestro guía Juan Manuel, gran conocedor de éste y otros muchos terrenos, nos dio una clase continua de geología, zoología y botánica, dejándonos en más de una ocasión con la boca abierta y la vista regalada, según nos iba descubriendo los secretos del barranco de Azuaje.




En esta jornada, nos iremos al corazón de lo que fue la llamada Selva de Doramas, según cuentan las crónicas, una extensión arbolada que cubría el norte-noroeste de la isla de Gran Canaria, un bosque de laurisilva, que fue aniquilado, por ser el soporte energético del avance de nuestras islas. La madera de sus árboles se utilizó como carburante para los ingenios azucareros, como materia prima para la reparación de los barcos primero, y como carburante después para cruzar el Atlántico, y por supuesto, la causa más relevante de esa desaparición se debió a que fue el lugar de asentamiento de la población, por poseer los mayores recursos de agua y las mejores tierras para el cultivo que aún hoy son de las más fértiles de la isla.






Para llegar al comienzo de la ruta, nos acerca una guagua( autobús) hasta el borde mismo del barranco, desde donde parte un camino que pasa junto a varias casas abandonadas y en ruinas, para poco a poco irse internando en la grieta del barranco.



Una vez llegamos a la zona más húmeda empezamos a a ver las primeras muestras de la flora característica del mismo, como la vinagrera, la salvia, el guaydil, varias especies de tajinaste, cardones, tabaiba amarga, bejeque, zonas salpicadas de palmera canaria y sauce, e infinidad de otras especies en las que es rico el espacio natural, sobresaliendo entre todas el bicácaro una especie de campanilla considerada por muchos botánicos como la flor de las Islas Canarias, por su belleza y porque sólo se encuentra en las Afortunadas, o la rejalgadera, una planta única en el mundo ya que sólo la encontramos en el barranco de Azuaje.



















Una vez llegados al fondo del tramo que nos ocupa, encontramos una sorpresa de lo más grata.
En una curva del camino aparece uno de los pioneros del turismo de bienestar y salud en Canarias, el Balneario de Azuaje, que durante años fue de los primero en traer a las Islas a nacionales y foráneos que buscaban en la reconocida calidad y poder curativo de sus aguas restablecerse de sus dolencias en el clima más bondadoso de Europa.
Data del año 1882 y fue la llegada de la Guerra Civil y el cataclismo económico que trajo consigo, el causante de su abandono y olvido. Una auténtica pena, porque el edificio bien valdría la reconstrucción que según el Gobierno de Canarias se aprobó en 2003 pero que parece no empezar nunca.








Hacemos aquí una parada para respirar el vivificante aire del barranco y prepararnos para una subida del barranco que promete estar llena de sorpresas y rincones especiales.
Una vez que hemos abandonado la zona del balneario de Azuaje, emprendemos, sin prisas, la subida del barranco. Tengo que recalcar, que gracias a la pericia y los consejos de Juan Manuel, en ningún momento corremos peligro, aunque se trata de una ruta sencilla y que no entraña dificultad, pero necesita de un guía ya que las condiciones meteorológicas como la lluvia o el viento pueden alterar los senderos de un día a otro.


Así que el ascenso, suave al principio, pero más empinado a medida que subimos, nos va enseñando multitud de pozas, pequeñas cascadas y manantiales que hacen que el Barranco de Azuaje, más que tal, merezca el nombre de río, ya que el caudal de agua es constante durante todo el año.



En cuanto a la flora acuática, totalmente diferente a la que encontramos en la bajada, hay destacar el reciente descubrimiento de más de una treintena de nuevas especies de algas de agua dulce en los charcos por los que vamos pasando, descubrimiento del que aún se tienen escasa noticias, pero que es una muestra más de la diversidad biológica de esta Reserva Natural Especial.



















Hay un par de tramos que pudiendo parecer un poco difíciles no lo son, ya que las paredes se pueden pasar fácilmente con ayuda de las cuerdas colocadas para ello por los caminantes que han precedido nuestros pasos.
Varios signos de presencia humana rompen el encanto casi virgen de este segmento del barranco, aunque afortunadamente no son muchos, o son para bien del mismo, como la siembra de peralillos que se hizo contrarrestar el impacto que tiene el paso de los senderistas por el área y que podemos ver en una de las fotos.






Seguimos subiendo, el barranco cambia su nombre y en la última parte encontramos la zona del Barranco de Guadalupe, ascendiendo hacia las Casas de Matos y desde aquí al barrio de Las Canales, donde nuestra senda trascurre por un camino de cemento que nos lleva de nuevo hasta el caserío de Firgas, donde nuestro guía nos lleva a saciar nuestra curiosidad sobre el cultivo de los berros en estanques y un antiguo lavadero que aún ve pasar el agua por el canal.


Cochinilla, el oro rojo de Canarias en el pasado.














Como asiduo senderista,  he hecho varias rutas de gran interés, y puedo decir que de todas ellas, la del Barranco de Azuaje es una de las más variadas, coloridas y cómodas.
Sin duda una jornada que encantará a caminantes de todas las edades, que nos acercará más a la naturaleza y que nos dará a conocer un rincón de la isla de Gran Canaria que pocos conocen.
Y de aquí nos vamos a la Villa de Teror, y entramos por su calle principal, la Real.
Más que camino, más que calle, parece una avenida, flanqueada por balcones que han visto y han dejado ver la vida social, comercial, política, religiosa y cultural del municipio desde hace 5 siglos.




Los grandes y antiguos caserones resultan familiares a todos los grancanarios y foráneos que vienen a rendir culto a la Patrona de la Provincia como si fueran los brazos de la propia villa que les acoge.
Porque si algo caracteriza a Teror es que desde hace más de 500 años ha sabido recibir a todos los que han visitado el municipio, como cada año, cuando la calle se convierte en el escenario principal de la Fiesta del Pino y de su Romería-Ofrenda, además de otras fiestas importantes de la villa.






Aparte de ese carácter festivo, la Real es una calle de gran tradición comercial, sobre todo en su parte inicial y media donde se mantienen algunas de las tiendas mas antiguas del municipio.
Su importancia fue tal, que durante varios siglos y hasta mediados del XX, muchísimos artículos de última moda venían directamente a los comercios de esta calle desde Las Palmas sin pasar siquiera antes por la capital.
Los edificios que ahora nos observan, albergaron en dos hoteles " El Pino" e "Inglés" a los más ilustres visitantes que quisieron hacer noche o disfrutar de una estancia más larga en la Villa Mariana.










Estos mismos edificios, son un museo arquitectónico al aire libre, ya que aunque no siguen una pauta temporal, podemos ver, aquí y allá, muestras de absolutamente todos los periodos de la arquitectura canaria, desde la Casa de los Patronos, del siglo XVII, perteneciente a la familia Manrique de Lara y sitio donde se custodiaban los tesoros de la Virgen del Pino, a las más modernas casas familiares del inicio de la calle, pertenecientes al siglo XX.
La Real es, sin duda, antesala majestuosa a la Virgen del Pino, catálogo de arquitectura y comercio de la Villa de Teror, pero sobre todo esos brazos que parecen darnos la bienvenida y mantenernos al abrigo y el cuidado de la Virgen.






















Y llegamos a la Basílica de la Virgen del Pino.


Porque fue en lo alto de un pino, hoy desaparecido, donde en 1481 se apareció la Virgen que luego tomaría su nombre. Por esa época aún estaba a medias la conquista de las Islas, y la zona pertenecía a una región casi inexplorada llamada la Selva de Doramas. Era tal su frondosidad que a su sombra hallaron cobijo tres grandes dragos y un manantial que según se dice llevaba un agua muy milagrosa.






Desgraciadamente un vendaval derribó el árbol santo, aunque aún, como un tesoro de gran valor, se halla en el camarín de la Virgen la Cruz Verde, tallada en su madera.
Así que viendo la multitud de peregrinos que acudían a beber de las milagrosas aguas y visitar el sitio de la aparición, decidieron primero cercar el pino y luego, edificar una capilla para adorar a la Virgen.
Pero rápidamente se quedó pequeña y se tuvo que construir un edificio de gran envergadura que fue finalizado en el siglo XVII.






Para mí, al igual que para muchos otros admiradores de la arquitectura canaria, este templo es uno de los más claros exponentes del elegante estilo de los canteros de las islas, sobre todo por la perfecta combinación de la cantería azul de la fachada con la arenisca amarilla de los laterales y la torre y la curiosidad de diez sonrientes gárgolas tan al gusto de la época.






Ya dentro, innumerables joyas de la escultura religiosa barroca desfilan ante nuestros ojos, empezando por la preciosa Virgen del Pino, que preside la basílica desde su camarín, o tallas de tanto valor como el Cristo de la Columna de Luján Pérez; miremos también las coloridas vidrieras de principios del siglo XX.




Antes de salir observemos una curiosidad: a la derecha de la puerta principal está el acceso a la torre exterior, la de piedra amarilla y al tiempo al órgano que vigila desde arriba la fe de los congregados. Solo se adivina la escalera de subida a través de unas pequeñas ventanas interiores...












La Virgen, que tantas veces fue convocada a Las Palmas para paliar las sequías y las enfermedades a lo largo de los siglos, descansa en uno de los más bonitos templos de Canarias, a la espera de que sus peregrinos vengan a adorarla y presentarle sus respetos.
Teror tiene un corazón tan santo que hasta las piñas que daba el pino donde se apareció la virgen eran engastadas en oro y plata para librar de todo mal a sus portadores.
No hay duda de que la base y casi razón de ser de la Villa es su entidad religiosa y social que ha quedado impregnada en sus calles, casas, plazas y monumentos.






Sus orígenes se remontan al s.XV, aunque las edificaciones más antiguas que se conservan pertenecen al s. XVII y su época de esplendor fue principalmente el s.XVIII.
El Centro Histórico se divide en el Barrio de Abajo, donde están situados los monumentos más importantes, y el Barrio de Arriba, situado en la montaña.






Partiendo de la puerta de la Basílica, rodeamos ésta mientras vamos viendo muestras de la cuidada arquitectura de la Villa.
Como por ejemplo el Palacio Episcopal, que fue un regalo del pueblo de Teror a los obispos Morán y Delgado en agradecimiento a la construcción del Templo de Ntra. Sra. del Pino, aprovechando los materiales sobrantes de la fábrica de la Basílica.






Desde su restauración en 1982, una parte del edificio acoge la Casa de la Cultura con Salas de Exposiciones y Salón de Actos, y la parte más antigua es utilizada por la parroquia para actividades religiosas.
Demos la vuelta y veamos cómo han sido entrelazadas las ramas de los árboles de la plaza para formar un arco. Me encantaría estar en verano, cuando esté en pleno esplendor la cúpula verde...








Pero tenemos que seguir, y nuestros pasos nos llevan a la Plaza Teresa de Bolívar, que es una de las huellas artísticas que dejó en Teror el polifacético Néstor Álamo y el artista canario Santiago Santana. Esta pequeña pero acogedora Plaza fue configurada en 1958 como un desahogo a la Plaza del Pino, ante la gran afluencia de peregrinos y visitantes, principalmente en las fechas de la festividad. Su nombre lo recibe de la mujer de Simón Bolívar, bisnieta de Bernardo Rodríguez del Toro, insigne personaje nacido en Teror en el s.XVII.




En la Plaza destacan sus dos fuentes, una adosada a la pared con un pino labrado en piedra sobre el que se sitúa el escudo de la familia Rodríguez del Toro y otra en forma de pilar de gran valor artístico construida en piedra amarilla de Teror. Sus dos bancos de cantería nos invitaban a disfrutar del entorno y del solecito que en ese momento invadía el espacio.






Pero el tiempo pasaba muy rápido, como cada vez que uno se deleita con los nuevos descubrimientos, así que continuamos extasiándonos ante las cuidadas casas y calles, llenas de flores y colores que llaman nuestra atención.
Pasamos por rincones rehabilitados como la Escalinata de la Cruz de los Caídos y el Ayuntamiento, para volver a nuestro punto de partida, la Plaza del Pino, testigo de centenares de celebraciones, algunas religiosas y otras paganas. Poco a poco nos vamos alejando, sabiendo que hay que volver, que aún queda mucho que descubrir en la Villa de Teror.








1 comentario: