Molde, pequeña, pero con encanto.
Si, un encanto especial, como el que tiene cualquier pueblo de la Costa Italiana, a la que tanto recuerda, si no fuera por la lluvia y las nubes que ese día envolvían a la pequeña ciudad noruega.
Italiana o mediterránea, porque también recuerda a la Costa Azul francesa, ya que los noruegos la conocen como la "Ciudad de las Rosas", por su tierra fértil, su rica vegetación y clima suave. Pero realmente la ciudad despierta de su letargo invernal en el mes de julio, cuando aficionados de toda Europa llenan sus calles, plazas y locales de ocio en busca de las notas salidas de los instrumentos que dan fama a su festival anual de jazz.
Italiana o mediterránea, porque también recuerda a la Costa Azul francesa, ya que los noruegos la conocen como la "Ciudad de las Rosas", por su tierra fértil, su rica vegetación y clima suave. Pero realmente la ciudad despierta de su letargo invernal en el mes de julio, cuando aficionados de toda Europa llenan sus calles, plazas y locales de ocio en busca de las notas salidas de los instrumentos que dan fama a su festival anual de jazz.
El resto del año es una ciudad tranquila, donde la vida transcurre a un ritmo lento y pausado, marcado por las mareas y el florecer de las rosas. Es realmente un placer caminar por sus calles y llegar por ejemplo al ayuntamiento, cuyo tejado está cubierto por centenares de rosales que le dan un colorido espectacular y que representa el amor por las rosas de sus habitantes, que se refleja también en la escultura de 1971 "Muchacha con rosas".
Cerca encontramos la catedral, junto a la plaza del mercado, y que por supuesto es fácil de localizar por su campanario de 50 metros, ya que el cuerpo del templo apenas destaca del resto de las construcciones que lo rodean.
Es moderna, como el Ayuntamiento, ya que ambos datan de mediados del siglo XX y sustituye a una capilla que ya llevaba sus buenos tres siglos acogiendo a fieles de la ciudad y alrededores. Destaca sobre todo la elegancia y sencillez de su interior, con unas coloridas y hermosas pinturas al fresco y unas no menos espectaculares vidrieras.
Acabamos el paseo por los muelles de la ciudad, que aún dan cobijo a las barcas de pesca que durante siglos, y aún ahora siguen siendo el medio de vida de muchos habitantes de la ciudad.
Cerca encontramos la catedral, junto a la plaza del mercado, y que por supuesto es fácil de localizar por su campanario de 50 metros, ya que el cuerpo del templo apenas destaca del resto de las construcciones que lo rodean.
Es moderna, como el Ayuntamiento, ya que ambos datan de mediados del siglo XX y sustituye a una capilla que ya llevaba sus buenos tres siglos acogiendo a fieles de la ciudad y alrededores. Destaca sobre todo la elegancia y sencillez de su interior, con unas coloridas y hermosas pinturas al fresco y unas no menos espectaculares vidrieras.
Acabamos el paseo por los muelles de la ciudad, que aún dan cobijo a las barcas de pesca que durante siglos, y aún ahora siguen siendo el medio de vida de muchos habitantes de la ciudad.
El fuerte costero de Ergan, desafiando al enemigo y al tiempo.
El fuerte costero de Ergan, desafiando al enemigo y al tiempo.
Como todos sabemos y como nos han enseñado los libros de historia, quisieron conquistar el mundo, bueno, pero empezando por Europa, que les quedaba más cerca y no tenían que cruzar mares y océanos, que como también sabemos no era su fuerte; así, que cada vez que avanzaban y conquistaban un país, debían dejar una reserva de hombres y fortificar sus fronteras y costas (los que las tuvieran).
Y eso precisamente es lo que hicieron en 1941 en este rincón de la costa de Bud, levantar un fuerte defensivo que formara parte la llamada "Pared Atlántica", que supuestamente debía defender las nuevas posesiones alemanas de enemigos tan feroces como británicos y americanos.
¿Y quienes levantaron el complejo defensivo? Pues los 110 polacos y 40 rusos que fueron hechos prisioneros durante la guerra y que dejaron su sangre y su carne mezclados con el cemento y la piedra del fuerte.
Y como nunca entró en acción, el fuerte permaneció impasible e inalterable hasta nuestros días, hasta que decidieron convertirlo en un museo que recordara los años en que Noruega fue, al menos en parte, alemana.
Por eso, y para los amantes de las hazañas bélicas, el complejo nos presenta hoy varios arsenales, una pequeña red de búnkeres, dormitorios, enfermería y almacenes, todos ellos semiescondidos, semienterrados para que el paso del tiempo no los encuentre...
La Carretera del Atlántico- Atlanterharvsveien.
Son 8 los puentes que en invierno parecen ser devorados por las fuertes e impetuosas olas del Atlántico, azotados sin piedad como en una prueba de resistencia a ver si alguno de ellos cae ante la furia de la Naturaleza. Tormentas de nieve, lluvia y viento parecen aliarse con el mar en un intento de hacer desaparecer la obra del Hombre.
Luego, en verano, o mejor, en el no-invierno, las estructuras disfrutan de una pax maris, de una paz marina, que tiene un algo de melancolía, de descanso del guerrero.
En un principio pensaba que se trataba de un efecto óptico, pero llegado allí, la ilusión se desvanece y se convierte en una curva continua retorcida y sinuosa que enlaza los 17 islotes en poco menos de 8 kilómetros.
Muchos fueron, hasta la llegada de esta elegante arquitectura de hormigón y hierro forjado, los que se echaban al mar para recorrer los caminos del archipiélago, y otros que navegaban por mayor necesidad, la que fortalece el hambre, la que lleva al humano a luchar contra los elementos para conseguir el sustento. Así que Noruega, en un intento de recordar esas almas mojadas y amortajadas por las gélidas aguas del Atlántico, levantó en un área de descanso, un modesto pero emotivo pilar que recuerda el valor y el tesón de centenares de pescadores, padres y madres de familia y como no, aventureros que entregaron sus cuerpos a las profundidades.
Empezada en 1983, la obra sufrió el embate de 12 huracanes, aunque siempre tuvo el respaldo del gobierno para su construcción, lo cual es un desastre menos y se autofinanció en un 50% gracias al peaje que pagaban los conductores. Cuando se pagó del todo, el peaje desapareció y automáticamente se convirtió en Ruta Turística Nacional... Todo un ejemplo de la economía y la arquitectura noruegas.
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