viernes, 4 de octubre de 2019

Impresionante Noruega (IV) Tromsø

Tromsø, la Bella del Norte.


Y la más grande, ya que como centro administrativo de la provincia de Troms tiene una afluencia de visitantes noruegos y foráneos lo suficientemente grande para estar permanentemente animada con fiestas culturales, músicos callejeros, una maratón del sol de media noche, una respetada universidad y más pubs per cápita que cualquier ciudad Noruega.
Es curioso que aunque se halla atan sólo 350 km al norte del Círculo Polar Ártico la corriente del Golfo modera bastante su clima y lo hace más agradable dentro de lo que cabe, aunque he de decir que en pleno mayo hacía un frío que pelaba y la nieve llegaba casi al centro de la ciudad.



Como ya dije anteriormente, la parte principal de la ciudad se extiende por la orilla oriental de la isla de Tromsøya y está unida al continente por aquel puente que ya vimos desde lo alto de la montaña.


Durante los últimos años se ha convertido en un lugar ideal para ver las deseadas y buscadas auroras boreales. Pero al margen de todo esto la historia de la ciudad se remonta nada menos que a 11.000 años atrás, según las inscripciones encontradas en las cercanías de la pequeña urbe del norte. Más recientemente la historia la ha reintroducido en sus páginas por haberse convertido en punto de partida de las expediciones árticas y capital de Noruega durante la Segunda Guerra Mundial.



Todo esto ayudó a su desarrollo a lo largo de los dos últimos siglos y permitió la aparición de estilos arquitectónicos como el Imperio que es el que hoy en día llama nuestra atención cuando paseamos por la ciudad y es el dominante en formas y colores. Azules, rojos, amarillos y verdes, dan color al centro de Tromsø, con enormes casas que pertenecieron a mercaderes y empresarios y que vieron cómo eran sustituidas por las casas de ladrillo, menos expuestas a los grandes fuegos como el que devoró Alesund a principios del siglo pasado.



Es realmente interesante recorrer la ciudad y ver todo un catálogo de arquitectura ante nuestros ojos y contemplar las montañas desde el antiguo muelle que tanta riqueza dio a la ciudad.



La llamada Domkirke es una catedral luterana, pero no una más. Es una de las iglesias de madera más grandes del país, aunque no está entre las más antiguas, ya que data de 1861.Eso sí, es realmente hermosa y parece mucho más pequeña por fuera de lo que realmente es, ya que en su interior caben nada menos que 618 personas.

Y por supuesto, también tiene su pequeña historia. Volvamos atrás en el tiempo y veremos como la zona estaba completamente diferente a como es ahora.
El terreno donde se levanta hoy la catedral, el centro de Kikeparken, estaba ocupado por un cementerio que permaneció intocable desde la Edad Media hasta la primera década de 1.800, cuando se decidió dar un giro a la arquitectura de la ciudad por razones prácticas y estéticas.

De esas cientos de tumbas pueden verse aún algunas de personajes eminentes de la historia de la ciudad, que se dejaron en su sitio para que tuvieran su pedazo de gloria en la historia de Tromsø. Posteriormente, y durante el último año de la Segunda Guerra Mundial, sirvió de refugio a los evacuados de Troms y el norte de Finmmark (una provincia de Noruega).

Así que aunque todos piensan que la catedral de Tromsø es la Ártica, la auténtica estrella religiosa e histórica de la ciudad es esta coqueta y renovada joya que se encuentra en el corazón de la ciudad.

Polaria, pequeño y un poco triste.


Quizá de la visita que realizamos a Polaria, me quede con su atrevido diseño exterior que representa bloques de hielo que caen como si de fichas de dominó se tratase, o quizá también con la parte multimedia del recorrido, que nos habla de la aurora boreal, del menguante casquete polar o de la variedad de peces y plantas del Ártico.
Lo que no repetiría nunca sería la visita a la parte "viva" del pequeño complejo con sus diminutos acuarios de especies árticas ( cuando digo diminutos, son diminutos) o a la parte en que se encuentra su atracción estelar, tres focas barbudas que disponen de un pequeñísimo espacio para moverse y que hacen un pequeño show para entretener a los visitantes.



No soy de visitar zoos, ya que me puede ver a los animales encerrados para disfrute de humanos, así que me fui con un sabor agridulce de Polaria, porque por un lado aprendí muchísimo sobre el Norte de Noruega, pero por otro me entristeció ver a las focas que mejor podrían estar en libertad.

Cervecería Mack Ølhallen

Esta antigua y reconocida institución cervecera de Trømso produce 18 tipos de cerveza, entre ellas las tentadoras Macks Pilsner, Isbjørn, Haakon y varias negras de las que han disfrutado por igual pescadores, granjeros y demás ciudadanos de Trømso.
Se dice que no sólo tiene el record de la mayor cantidad de marcas de cerveza servidas en un mismo pub (67), sino que es la cervecería que se halla más al norte de Noruega.
Fundada en 1877, fue prácticamente destruida por un incendio en 1939, pero este hecho más que frenar a sus aguerridos propietarios actuó como acicate, como reto para motivarles a empezar de nuevo e incluso diversificarse y expandirse. Hoy en día la marca posee una gigantesca nave a las afueras de Trømso donde se produce no sólo cerveza, sino también sidra, refrescos e incluso la Coca Cola que beben en toda Noruega.

Pero ciñéndonos al lugar original, el que hoy nos ocupa, debemos decir que se trata de un local acogedor, no muy grande, con aire de museo y de bar, que organiza visitas guiadas para aprender más sobre el proceso de elaboración de sus cervezas y catas de una amplia variedad de cervezas propias y foráneas, que recibe y celebra bodas, graduaciones, reuniones de negocios e incluso posee una microcervecería que viene a ser un laboratorio donde un equipo joven y dinámico investiga y prueba nuevas combinaciones de sabores y texturas, con ese afán de Mack por no estancarse en un pasado que parece pisarle los talones.


Mack simboliza los valores familiares, la fuerza emprendedora e innovadora noruega, todo ello mezclado y fermentado para conseguir las mejores cervezas del Norte de Europa.



La Catedral Ártica, fría como el hielo pero cautivadora como el fuego.

11 son los triángulos de aluminio cubiertos de hormigón que sirven de techo a la Catedral del Ártico cuya construcción data de los prolíficos años 60, cuando la arquitectura se mezclaba con la era futurista y daba a luz auténticas obras de arte como este edificio.
Rompe en todos los sentidos con las casas y edificios circundantes, y sobre todo con lo que hasta entonces se había construido.


Había que contar con que la cubierta debía ser opaca, duradera y sobre todo resistente a heladas y lluvia; la ciudad de Tromsø no disfrutaba de mucha luz a lo largo del año así que el frente, que en un principio se había proyectado en otro material, tuvo que ser cubierto con unos enormes paneles de cristal que dieran paso a esa luz que tanto echan de menos los nórdicos.


Menos no iba a ser el altar, que fue recubierto de unas vidrieras de colores que representan el poder de las manos de Dios de las que surge Jesucristo, el Hombre y la Mujer, aparte de infinidad de símbolos que cautivan nuestra mirada en un intento de entenderlos e interpretarlos.



Más luz añaden las grandes arañas de cristal de Bohemia color ámbar que con su forma de prisma compuesta por decenas de carámbanos distribuyen ingeniosamente la luz artificial cuando el sol se oculta durante la larga noche ártica, acunada por la música que emana de un órgano de reciente construcción (2005) que es el auténtico protagonista en los llamados Conciertos del Sol de Medianoche.



Muchos visitantes se preguntan si el arquitecto se inspiró en una tienda sami, en un iceberg o incluso en un secadero de pescado, ya que las tres fuentes pueden haber sido la musa que llevó a Jan Inge Hovig a diseñar la pequeña pero severa y elegante Catedral del Ártico.

Teleférico de Fjellheisen, la mejor vista del Norte

He subido a muchos miradores a lo largo de mis viajes por el mundo. A algunos he hecho a pie, a otros en coche o autobús y, como en este caso, en funicular, pero quizá para contemplar la mejor mejor vista de una ciudad como Tromsø, encajonada, como la isla de Tromsøya en la que se encuentra, entre las montañas y bañada por el fiordo, nada mejor que subir en teleférico hasta lo más alto del monte Storsteinen de 421 metros.
Menos de 5 minutos se tarda en recorrer el trayecto desde su base hasta la terminal, donde lo primero que hay que hacer, por supuesto, es correr hacia la plataforma suspendida que nos regala la vista impresionante y única de un entorno que parece sacado de una película, como si de un decorado se tratase.

Desde arriba podemos ver la sencilla pero cautivadora Catedral del Ártico, el puente Bruvegen o Polaria, o sencillamente el contorno y forma de la ciudad rodeada completamente por montañas nevadas y agua.



Luego, y tras decenas de fotos a cual más hermosa, podemos ir dentro del restaurante a tomar algo que caliente nuestro cuerpo y aventurarnos por alguno de los senderos y rutas de excursionismo que recorren la cima.


Un consejo: hay que tomar el autobús número 26 y comprar un combinado autobús más funicular para ahorrar unas buenas coronas.




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